El resto del viaje transcurrió en silencio para los tres pasajeros del interceptor. A pesar de sus esfuerzos, la desaparición de Álfred había afectado demasiado a Melissa como para que esta pudiese disimular del todo su tristeza y tan solo permaneciendo en silencio era capaz de contener las lágrimas mientras dirigía aquella nave hacia el Norte.
Álam tampoco había dicho nada más. La había observado en silencio mientras esta vendaba su brazo y la tristeza que había visto en la temblorosa superficie azul de sus ojos lo había convencido de que nada de lo que él pudiese decir en aquel momento la ayudaría. Le habría gustado poder hacer algo, abrazarla como otras veces y dejarla llorar hasta que se sintiese mejor, pero sabía que eso era precisamente lo que ella estaba tratando de evitar y lo mejor que podía hacer ahora era simplemente esperar.
Él mejor que nadie sabía que a veces, incluso estando en compañía de alguien, todos necesitamos estar solos alguna vez. Y Melissa no era distinta, en aquel momento necesitaba por encima de todo sentirse capaz de soportar por si misma aquello, de seguir adelante sin depender de él una vez más. Por eso, aunque él no comprendiese el por qué de aquel sentimiento y su corazón desease todo lo contrario, la dejó tranquila por el momento y se centró en sus propios pensamientos.
Seguía sin saber qué era aquel monstruo al que acababa de enfrentarse, pero durante su pelea habían pasado demasiadas cosas como para ignorarlas. Ahora estaba seguro de que no era un simple vampiro, su fuerza era superior incluso a la de un BlackHawk y su resistencia escapaba por completo a su comprensión. Ni siquiera una herida directa en el corazón había acabado con él, algo que probablemente ni el propio Nathaniel habría conseguido resistir.
Pero eso no era todo. No, por mucho que le preocupase la naturaleza de aquella criatura y temiese que Nathaniel pudiese enviar a más monstruos como aquel en su búsqueda, había algo que lo preocupaba todavía más. Su cuerpo había cambiado durante la pelea, por primera vez desde su transformación su cuerpo había reaccionado ante la sangre y lo que había sentido durante aquel enfrentamiento lo atemorizaba más que cualquier criatura que Nathaniel pudiese enviar en su búsqueda.
Hasta entonces los cambios que la sangre de Melissa había provocado en su cuerpo habían sido aparentemente beneficiosos y no había notado nada extraño. Sin embargo, tras haber sentido aquella sed de sangre, aquella ansia asesina que lo había invadido por completo durante el combate, todo había cambiado para él y las posibles consecuencias de su transformación empezaban a preocuparle.
Lo único que todavía lo tranquilizaba era la propia Melissa. Habían pasado ya varios días desde su huida y durante todo el tiempo que habían pasado juntos ella nunca había mostrado síntomas de necesitar sangre como aquella pequeña que los acompañaba. Solo aquella vez, cuando él le había entregado la suya para salvarla, había necesitado realmente de ella para no morir. Pero ni siquiera entonces había parecido afectarle en absoluto.
Aunque sus recuerdos tras haber sentido el pinchazo de sus colmillos en el cuello eran borrosos, el rostro que recordaba haber visto mientras se dormía entre sus brazos no era el de una criatura sedienta de sangre, sino el de la misma muchacha dulce e inocente que él conocía llorando asustada al ver cómo él se sumía lentamente en aquel extraño sueño sin saber todavía con seguridad si volvería a despertarse. Y esto era realmente lo que más lo desconcertaba.
Si ella no había reaccionado así y los dos eran ahora iguales... ¿Por qué entonces había sentido aquello, por qué su cuerpo había reaccionado de aquella forma al probar su propia sangre?. Por más que lo pensase no encontraba una respuesta a aquella pregunta y sabía que probablemente solo ella podría dársela y explicarle qué le había pasado realmente. Pero aquel no era momento para preguntas, por más que aquello lo preocupase no quería molestarla en aquel momento y continuó en silencio, pensando una y otra vez en el significado de todo aquello mientras la nave seguía adelante.
Sin embargo, por fortuna para ambos, había alguien más en aquella nave y, a diferencia de ellos, la pequeña Ana no comprendía en absoluto el por qué de aquel silencio y no estaba dispuesta a pasarse así el resto del viaje. Pasado el susto de ver a Álam luchando con aquel monstruo y más tranquila al ver que sus dos compañeros de viaje se encontraban a salvo, la niña los miró durante un buen rato a los dos y al final se decidió a hablar con Álam al ver que Melissa parecía ocupada con los controles de la nave.
-Álam.
Lo llamó con voz tímida tratando de llamar su atención desde el suelo. Lo que sorprendió bastante a este último puesto que hasta entonces la niña había mostrado siempre bastante recelo hacia él y parecía volcar por completo su confianza en Melissa.
-¿Sí?. -Respondió enderezándose sobre el asiento y mirándola sonriendo, satisfecho al ver que esta parecía confiar también en él y aliviado al poder desviar momentáneamente sus pensamientos hacia otro lado. -¿Ocurre algo pequeña?.
Cómo respuesta, la niña se quedó mirándolo unos segundos igualmente sorprendida ante la repentina sonrisa de este y se tranquilizó un poco más al ver que la expresión seria y preocupada con que hasta entonces había estado mirando hacia el horizonte había desaparecido por completo.
-Álam... -Repitió señalando con una mano hacia la parte trasera de la cabina y mirándolo todavía con cierta cautela. -Puedo...
Evidentemente, las incompletas frases de la niña no resultaban en absoluto comprensibles para Álam que la miró un tanto desconcertado tratando de comprender lo que esta le pedía. Hasta que, al cabo de unos segundos, pareció ocurrirsele al fin algo y la cogió con ambos brazos colocándola sobre sus rodillas tal y cómo Melissa había venido haciendo hasta entonces durante todo su viaje.
-Lo siento, con todo esto me había olvidado de que desde ahí abajo no podías ver nada. -Sonrió esperando haber acertado. -¿Era esto lo que querías?.
A modo de respuesta, Ana sacudió la cabeza sonriendo y lo miró divertida al ver la expresión de desconcierto de este consiguiendo que Álam sonriese una vez más. Aunque no hubiese acertado con lo que ella pretendía pedirle, la sonrisa de aquella niña era algo realmente agradable en un momento como aquel y decidió intentarlo de nuevo ahora que ella parecía no sentir tanto recelo hacia él.
-¿Por qué no me dices entonces que querías?. Así no volveré a equivocarme.
Al oír esto, Ana sonrió de nuevo sorprendida y a la vez aliviada por la forma en que este se estaba comportando con ella y, tras dirigir una furtiva mirada hacia Melissa que continuaba sumida en sus propios pensamientos y no parecía oírlos siquiera asintió con la cabeza y habló de nuevo.
-Quería saber si... podía... -Titubeó mirando de reojo hacia la mochila que descansaba tras los asientos. -si podía comer algo. Tengo hambre.
-Claro que sí. -Respondió inmediatamente Álam sin dejar de sonreír mientras alargaba una mano y acariciaba con ella la cabeza de la pequeña. -Pero la próxima vez no tengas tanta vergüenza en pedirlo. No muerdo, ¿Sabes?.
Dicho esto, Álam abrió con su otra mano la pequeña cámara de refrigeración de la cabina y buscó en ella el difusor de una de las bolsas de sangre que Melissa había abierto para la niña esa misma mañana. Sin embargo, cuando al fin dio con él y le alargó a la niña el pequeño tubo que lo conectaba a la bolsa esta lo miró sorprendida y la sonrisa que había en su rostro desapareció por completo al instante.
-¿Qué ocurre?. -Preguntó Álam sorprendido al ver que esta lo miraba de nuevo como al principio y no cogía el difusor, como si tratase de decirle algo pero no se atreviese a hacerlo. -¿No era esto lo que querías?.
Una vez más, Ana negó con la cabeza y, puesto que Álam no parecía entenderla, decidió probar suerte quién se había ocupado de ella durante los dos últimos días. Sin bajar todavía del regazo de Álam, se giró hacia el asiento del piloto y alargó la mano hasta alcanzar una de las mangas de la blusa de Melissa para tratar de llamarla.
Cómo ya venía siendo habitual entre ambas, al notar los pequeños tirones en su ropa Melissa dejó de mirar al frente cómo hasta entonces y la distante y triste mirada que hasta ese momento había oscurecido sus hermosos ojos azules pareció disiparse por un instante mientras miraba a su pequeña amiga.
-¿Ana?. -Dijo sorprendida y en parte preocupada al ver la extraña expresión con que esta la miraba. -¿Te encuentras bien?.
En lugar de responder, la niña simplemente asintió con la cabeza y dirigió una furtiva mirada hacia la mochila con las provisiones del grupo y hacia Álam que ahora las miraba con curiosidad a las dos. Al ver esto, Melissa pareció comprender lo que sucedía y se inclinó hacia ella hasta que esta pudo decirle lo que le pasaba sin que Álam la oyera.
Y para sorpresa de este, cuando Ana terminó de susurrarle al oído a Melissa lo que quería decirle, la preocupación desapareció al instante del rostro de esta que dejó escapar de pronto una pequeña risilla haciendo que Álam las mirase a las dos cada vez más desconcertado.
Por la forma en que lo miraban estaba claro que las dos se estaban riendo a su costa, algo que en otro momento no le habría hecho demasiada gracia. Pero en aquel instante, tras haber pasado las últimas dos horas con Melissa totalmente abatida y mirando con tristeza al horizonte, verla reír de nuevo aunque solo fuese por un instante fue más que suficiente para que él también sonriese pese a no comprender todavía lo que ocurría.
-Espera, ahora mismo lo solucionamos. -Dijo al fin Melissa dirigiendole una cariñosa sonrisa a la pequeña al tiempo que abría con una mano la mochila y sacaba de ella un panecillo cuidadosamente envuelto. -Toma, antes de salir encontré algunos en vuestra cocina y los guardé para ti, ¿Te gustan?.
Nada más verlo, la niña reconoció al instante uno de los pequeños bollos de pan dulce que su madre solía hacerle y lo cogió rápidamente con ambas manos sorprendiendo a la propia Melissa que la miró con ternura mientras esta observaba con cierta tristeza el panecillo y comenzaba a comérselo poco a poco.
-Pobrecita. -Continuó Melissa mirando ahora hacia Álam de nuevo para dejar que la niña comiese tranquila. -Durante estos dos días se ha encontrado tan mal que ni siquiera tenía hambre. Y tú no has ayudado mucho al darle más sangre cuando te pidió algo de comer.
-Lo siento, no sabía que era eso lo que quería. -Dijo Álam cuyos ojos observaban con atención a la pequeña llenos de sorpresa. -Suponía que al tener hambre lo que quería decir era que...
-Necesitaba más sangre. -Concluyó comprendiendo perfectamente lo que sucedía al ver la forma en que este miraba a la pequeña. -No lo sabías ¿verdad?. Nunca habías visto comer a un vampiro.
-No. -Admitió Álam negando con la cabeza. -Hasta ahora siempre pensé que solo tomaban sangre, no sabía que también pudiesen comer como nosotros.
-Lo suponía. -Sonrió de nuevo Melissa. -Me di cuenta de que pasaba algo raro cuando vi tu cara al ver la comida en casa de Ana, pero hasta ahora no estaba segura de que era. Y me sorprende, creía que los Hunters sabíais más que nadie sobre los vampiros, ¿Cómo puedes no saber algo tan sencillo?.
-Los Hunters solo sabemos lo que el consejo quiere que sepamos. -Explicó Álam. -Pero empiezo a darme cuenta de que no todo lo que nos contaron es cierto.
-¿Qué quieres decir?. -Preguntó Melissa sorprendida por aquellas palabras.
-Nuestra unidad fue creada para asesinar a los líderes de los vampiros. -Continuó Álam. -No somos soldados cómo los demás ni fuimos entrenados para participar en la guerra, sino para tratar de evitarla... o al menos eso creemos la mayoría. Durante nuestro entrenamiento nos enseñaron a odiar... -Justo en el instante en que decía esto, Álam hizo una pausa y sacudió ligeramente la cabeza mientras acariciaba de nuevo la cabeza de la niña con la mano procurando no molestarla. -No, ni siquiera eso. Todos los odiábamos ya lo suficiente, ellos solo potenciaron ese odio hablandonos de los vampiros cómo si fuesen verdaderos demonios para que fuésemos más eficaces, para que pudiésemos matar sin remordimientos. Aunque parece que este dato en concreto se les pasó por alto, pero supongo que ocultarnoslo resultaba especialmente conveniente para sus intereses.
-Eso explica muchas cosas. -Dijo Melissa en cuyos delicados y rosados labios podía verse ahora una pequeña y comprensiva sonrisa. -Por eso reaccionaste así cuando encontramos a Ana, para ti los vampiros no eran más que monstruos cómo te habían enseñado.
-No es tan sencillo. -Negó Álam. -A pesar de lo que nos enseñan, muchos saben que no es así y hacen esto solo porque lo consideran la única forma de salvar a la humanidad. Pero ese no es mi caso, los vampiros me hicieron mucho daño al arrebatarme a mi familia y dejarme llevar por el odio era simplemente la forma más fácil de soportar el dolor. Los Hunters no me convirtieron en lo que soy, simplemente me proporcionaron los medios para llegar a serlo.
-Sea como sea, ahora eso ha cambiado. ¿Verdad?. -Insistió Melissa sin dejar de sonreír. -Eso es lo importante, ahora sabes cómo son realmente y que no todos son como mi padre. Los vampiros no son monstruos, tan solo son enfermos... como Ana.
-¿Enfermos?. -Preguntó intrigado Álam.
-Así es. -Respondió Melissa. -Mariana me lo explicó hace unos años. Los vampiros son solo humanos con una enfermedad que los obliga a depender de la sangre de otros para vivir. En realidad ni siquiera necesitan la sangre, tan solo algunos de sus componentes que su cuerpo es ya incapaz de producir debido a la enfermedad. Pero eso no significa que no puedan comer, al contrario, todavía pueden alimentarse y eso reduce mucho la cantidad de sangre que necesitan. Esa enfermedad altera su metabolismo volviendolo inestable, detiene casi por completo su ciclo vital al alcanzar cierta edad, acelera bruscamente su actividad muscular dandoles esa fuerza sobre humana y muchas otras cosas. Pero por cada beneficio, por cada ventaja que esta enfermedad aporta, también exige un precio. La debilidad de su piel frente a la luz los obligó a vivir en las tinieblas durante siglos, por eso se ganaron esa mala fama a pesar de que muchos jamás atacaron a un humano. Aún ahora, con eso solucionado y la necesidad de sangre paliada gracias a la sangre artificial, esa fama todavía los persigue haciendo que a los ojos de los humanos sean simples monstruos como lo eran para ti. Y me temo que nada de eso cambiará mientras mi padre siga siendo rey.
-¿Si es solo una enfermedad porqué no se ha erradicado?. -Volvió a preguntar Álam. -La ciencia ha acabado con casi todas las enfermedades, porqué con esta no siendo tan antigua.
-No lo sé. -Continuó Melissa. -Tal vez nunca lo vieron como una enfermedad, o nunca les interesó acabar con ella y les pareció más fácil acabar directamente con los vampiros. La verdad es que ni siquiera Mariana lo sabía, pero cómo ves, su historia no es tan diferente a la tuya.
-¿A la mía?. -Al oír esto, Álam la miró sorprendido y esta pudo ver la duda en sus ojos cuando este al fin comprendió lo que ella había querido decir. -Un experimento de la naturaleza, una especie que jamás debería haber existido, un fallo evolutivo destinado a desaparecer... como los psíquicos.
-No sois ningún fallo Álam, lo pensé cuando me contaste tu historia y cada día que paso contigo me convenzo más de que alguien como tú no puede ser un simple error de la naturaleza. -Aclaró Melissa mirándolo todavía con aquella cálida y comprensiva sonrisa, esperando no haber dicho algo que pudiese haberle hecho daño. -Simplemente sois diferentes, pero eso no significa que no os merezcáis un sitio en el planeta. Los humanos no son la única especie inteligente de la Tierra y al comportarse así, tachando a los que no son como ellos de errores o cazándolos como a monstruos, están cometiendo el mismo error que mi padre.
-Tal vez tengas razón. -Dijo Álam que sonrió mientras sus oscuros ojos negros se posaban una vez más sobre la espejada superficie azulada de los ojos de Melissa haciendo que esta la mirase con cierta sorpresa. -Pero me sorprende oírte decir algo así. Es la primera vez que te oigo hablar tan en serio sobre algo, debe ser algo muy importante para ti cuando has pensado tanto en eso.
-Lo es. -Admitió Melissa. -Yo no soy ni un vampiro ni un humano, por eso me preocupa tanto esto. No quiero que ninguna de las dos razas acabe con la otra, me gustaría que algún día las dos consiguiesen vivir en paz.
-Creeme, no eres la única que quiere la paz, hay mucha gente en ambos bandos que solo quiere que termine la guerra para poder vivir en paz ya sea como humanos o como vampiros. -Explicó Álam. -Y en cuanto a nosotros... la verdad es que después de lo que ha pasado hoy ya no estoy tan seguro de que seamos realmente tan diferentes a los vampiros.
-¿Qué quieres decir?. -Preguntó intrigada Melissa mirándolo con curiosidad. -Álam, ¿Ocurrió algo que no me hayas contado mientras peleabas con aquel monstruo?.
Al oír esto, Álam la miró de pronto totalmente serio y esta pudo ver claramente la preocupación en el fondo de aquellos profundos ojos negros tan familiares ya para ella mientras él se decidía a hablar de nuevo.
-La sangre... -Dijo lentamente, como si las palabras brotasen con dificultad de su garganta. -Mientras luchaba con aquella criatura perdí el control durante un momento y la rabia hizo que sacase mis colmillos sin darme cuenta. Y cuando estos se empaparon en la sangre que corría por mis labios... algo cambió dentro de mí. Sentí cómo mi cuerpo ardía presa de una furia incontrolable, cómo una irrefrenable sed de muerte y de... sangre brotaba en mi interior impulsándome a golpear a aquel monstruo una y otra vez sin preocuparme de mi propia vida. -Dicho esto, Álam se relajó un poco y su voz recuperó la normalidad de nuevo. -No sé que fue lo que me pasó, pero ahora sé que la sangre si tiene un efecto sobre mí y me preocupa que pueda llegar a empeorar con el tiempo y acabe convirtiendome en uno de ellos.
-Eso no pasará. -Afirmó Melissa sonriendo tranquilamente, cómo si todo aquello no la preocupase en absoluto. -Para bien o para mal ahora eres como yo Álam, aceptaste serlo cuando me entregaste tu sangre y ya no hay marcha atrás, ni en un sentido... ni en el otro. Ni siquiera la mordedura de otro vampiro podría convertirte por completo, no mientras mi sangre corra por tus venas de la misma forma que la tuya corre por las mías.
-¿Entonces qué me ha pasado?. -Preguntó Álam desconcertado. - ¿Cómo explicas lo que ha sucedido?.
-Aunque no seamos vampiros y no la necesitemos para vivir, la sangre si tiene efecto sobre nosotros. Tú mismo lo comprobaste cuando me diste la tuya para salvarme la vida. -Explicó Melissa. -Y uno de esos efectos es el que tú acabas de describir.
-¿Quieres decir que nos convertimos en salvajes al probar la sangre?. -Preguntó de nuevo visiblemente sorprendido tanto por las respuestas de Melissa como por la tranquilidad con que esta se lo estaba tomando.
-No, claro que no. -Siguió ella sin inmutarse pese a la confundida expresión de Álam. -La sangre no nos convierte en asesinos ni nada parecido, simplemente aumenta la intensidad de nuestras emociones y agudiza momentáneamente nuestros sentidos. En tu caso, en ese instante debías estar tan furioso y odiar con tanta rabia a aquel monstruo en ese instante que cuando tus colmillos probaron la sangre esas emociones se intensificaron hasta volverse totalmente incontrolables. Pero eso es todo, no significa en absoluto que vallas a convertirte en un verdadero vampiro.
-Es un alivio saberlo. -Suspiró Álam aliviado. -Aunque sigo sin comprender una cosa. Si eso sucede siempre que probamos la sangre, ¿Por qué a tu no notaste nada cuando tomaste la mía?.
-Lo noté, pero en mi caso fue todo muy distinto. -Aclaró Melissa cuyos ojos se oscurecieron ligeramente de pronto al recordar lo que había sentido en aquel momento. -El miedo y la tristeza que sentí en aquel momento al ver cómo te dormías sobre mi regazo sin saber todavía si volverías o no a despertarte no dejaban sitio para nada más en mi corazón en aquel instante, y si de algo estoy segura es de que el dolor que sentí mientras me dormía llorando contigo entre mis brazos no podía ya ser más fuerte por mucha sangre que tomase.
-Entiendo. -Dijo Álam lamentando haberla hecho recordar aquello. -Lo siento, no debí preguntarte eso, debiste pasarlo muy mal esa noche.
-No importa. -Sonrió de nuevo Melissa cuyos ojos recuperaron al instante la alegría de costumbre disipando el espejismo de tristeza de hacía solo unos segundos. -Pero la próxima vez que te ocurra algo intenta confiar un poco más en mí y dímelo antes de darle tantas vueltas. ¿De acuerdo?. Sé que no es gran cosa, pero yo llevo veinte años viviendo con esto y esta es una de las pocas cosas en las que puedo realmente ayudarte.
.Lo haré, no lo dudes. -Afirmó Álam devolviendole la sonrisa. -Pero todo esto me ha dejado todavía más confundido. Si somos tan diferentes y no simples enfermos como los demás vampiros, ¿Qué somos realmente nosotros?.
-Eso no lo sé. -Respondió Melissa ladeando la cabeza hasta apoyarla en el respaldo del asiento. -Muchas veces me he preguntado qué soy realmente y por qué no hay más como yo... -justo en el instante en que decía esto, Melissa se dio cuenta de que se equivocaba y cambió su frase mientras dirigía una cariñosa mirada a Álam. -... como nosotros. Pero nunca encontré una respuesta. Ni siquiera Mariana parecía saberlo, lo único que me dijo cuando se lo pregunté fue que yo era "el futuro", pero jamás comprendí lo que había querido decir. Y conociendo a Mariana probablemente no lo sepa nunca.
-Probablemente. -Se rió Álam totalmente de acuerdo con ella. -Tengo que admitir que Mariana es con mucho una de las mujeres más interesantes que he conocido nunca.
-¿Ah sí?. -Preguntó súbitamente Melissa arqueando ligeramente las cejas. -¿Cómo de interesante exactamente?.
-Vamos, sabes que no lo digo en ese sentido, no pongas esa cara. -Respondió Álam tratando de no reírse todavía más al ver la forma en que esta lo miraba. -Reconozco que Mariana tiene "otros" atributos aparte de su astucia, pero por lo que he visto no tienes nada que envidiarle en ese sentido.
-¿Por lo que has visto?. -Repitió de inmediato Melissa mirándolo de pronto de una forma nada amistosa que sorprendió incluso a la pequeña Ana. -Creía que habías dicho que no habías visto nada. -Continuó visiblemente enfadada. - ¿Qué se supone que significa eso entonces?.
-Significa exactamente lo que he dicho. -Respondió Álam haciendose el sorprendido y mirando de reojo a la pequeña que los miraba con curiosidad, sin comprender todavía lo que ocurría pero visiblemente divertida por aquella extraña conversación. -Mariana es una mujer muy hermosa, pero para mí tú lo eres mucho más y nunca me cansaré de decirte lo bonita que eres. Eso era lo único que pretendía decir, ¿De qué creías que estaba hablando?.
Tan deprisa como había aparecido, la expresión de enfado de Melissa se esfumó por completo al oír estas palabras y se transformó en algo muy distinto. Antes de que pudiese siquiera buscar algo que decir, sus propios ojos se dirigieron involuntariamente hacia su pecho durante un breve segundo traicionando sus propios pensamientos y esta notó como sus mejillas se enrojeciesen al instante al ver que tanto Álam como la niña la miraban todavía esperando una explicación.
-Na... nada. Solo era una tontería, no importa. -Consiguió decir al fin al tiempo que se giraba de golpe hacia adelante evitando las miradas de ambos. -Ahora será mejor que preste atención a los mandos, ya debemos estar llegando.
Evidentemente, esta explicación no convenció en absoluto a ninguno de sus dos compañeros de viaje y mucho menos al propio Álam que sabía perfectamente a qué se refería y traba de disimular su sonrisa al verla comportarse así una vez más. Sin embargo, a diferencia de él Ana no acababa de entender lo que sucedía y lo miró con curiosidad esperando que este le dijese algo.
-¿Melissa se ha enfadado?. -Preguntó desconcertada. -Probablemente. -Respondió tranquilamente Álam jugueteando con una de sus manos entre los cabellos de la niña. -Pero es mejor así, mientras sea solo por una tontería como esta prefiero verla enfadada antes que triste.
A decir verdad, la niña tampoco entendió del todo esta explicación y decidió simplemente no darle más vueltas al ver que a este no parecía preocuparle. Todo lo contrario que la propia Melissa que si sabía lo que Álam había querido decir y al oírle giró de nuevo la cabeza hacia él para mirarle mientras en sus labios se dibujaba una pequeña y cálida sonrisa en respuesta a sus palabras. Consciente ahora de su verdadera intención y a la vez sorprendida por el cambio que su carácter parecía estar experimentando conforme ambos pasaban más y más tiempo juntos. Aunque tenía que admitir que no era un cambio que le desagradase en absoluto y no tardó en encontrar algo que decirle.
Sin embargo, antes de que pudiese decir nada, un destello azul iluminó de pronto el cristal frontal de la nave y los dos se giraron inmediatamente hacia adelante buscando la fuente de aquel destello. Y para su sorpresa, al hacerlo ambos descubrieron con alegría que la fuente de aquella repentina luz azulada era en realidad el lugar al que se dirigían que al fin había aparecido en el horizonte.