La isla era pequeña, apenas un diminuto triangulo de roca que sobresalía entre los cascotes de hielo de Kara y cuya parte más ancha no debía medir más de dos kilómetros de costa a costa. Sus rocas eran oscuras, seguramente de origen volcánico como la mayoría de islotes de la zona y toda su costa era un enorme acantilado cuyos afilados salientes se elevaban más trescientos metros por encima del mar. En estas mismas rocas podían verse además las largas y profundas estrías que el paso del tiempo y el ancestral roce con los enormes bloques de hielo de Kara habían ido grabando sobre su superficie, puliendolas como una gigantesca lima y afilando sus aristas hasta convertirlas en verdaderas cuchillas de hielo negro que daban una idea de la edad de aquel islote.
Pero lo que llamó la atención de los tres pasajeros de la nave que ahora se acercaba a su costa reduciendo lentamente la velocidad no fue el aspecto en sí de la isla, si no lo que había sobre esta:
Ocupando toda la parte Oeste de la misma, la cúpula de un enorme domo resplandecía como un gigantesco zafiro bajo el permanente Sol del ártico dejando entrever a través de sus translúcidos paneles azulados el verdadero secreto de aquel lugar. Se trataba de un viejo monasterio, o tal vez un pequeño castillo, resultaba difícil saberlo desde la distancia.
El edificio principal era una construcción con forma de cruz semejante a la de las antiguas catedrales humanas, aunque carecía por completo de la majestuosa fachada de estas y sus muros tan solo estaban adornados por algunas viejas esculturas ya desgastadas. Curiosamente, tanto estas esculturas como los bloques de roca que los formaban eran mucho más claros que el resto de la isla y parecían no pertenecer a esta, algo ciertamente extraño dado el tamaño de aquella construcción y la distancia a la costa.
A parte de esto, el edificio contaba con una pequeña bóveda que ocupaba el punto en que ambos brazos de la cruz se unían sirviendo como base a una gran antena y también con cuatro grandes torreones aislados del propio edificio que comunicaban con este mediante largos puentes descubiertos. Aparentemente, aquellas torres servían como soporte a parte de la cúpula del domo y de la cima de cada una partían una gigantesca viga de metal, probablemente titanio o alguna aleación de similar resistencia, que se dividía progresivamente hasta formar la complicada malla metálica sobre la que descansaban los paneles aislantes del domo.
Precisamente gracias a la protección de dichos paneles, el interior de aquel recinto parecía encontrarse a una temperatura muy diferente a la del exterior y la superficie de la propia isla aparecía cubierta de vegetación. Mientras que fuera de este tan solo pequeños líquenes sobrevivían entre los poros de las rocas, dentro del domo una extraordinaria alfombra de hierva cubría por completo el suelo y todo el recinto parecía un enorme jardín en el que incluso podían verse numerosos árboles. Algo del todo impensable en aquella latitud y que sorprendió todavía más si cabe a Melissa y a la pequeña Ana.
-¡Increíble!. -Exclamó Melissa asombrada mientras maniobraba la nave haciendola descender lentamente frente a lo que parecía ser la puerta del domo. -Por más que la conozca jamás dejará de sorprenderme ver de lo que es capaz Mariana, ¿Cómo habrá podido esconder algo así en un lugar como este?.
-No lo sé. -Respondió Álam completamente serio, observando con cautela el interior del domo. -Pero parece que ha hecho un trabajo excelente. Sea lo que sea este sitio parece acondicionado para servir cómo refugio, y por el aspecto de esos jardines diría que ya hay alguien utilizándolo.
-¿Y no es eso a lo que hemos venido precisamente?. -Preguntó Melissa mirando todavía al interior del domo, sin compartir en absoluto la preocupación de Álam. -Si no hubiese nadie todo esto habría sido una pérdida de tiempo, pero si hay alguien ahí dentro al menos sabremos qué es lo que pretendía Mariana al enviarnos aquí, ¿no?.
-Si. -Asintió Álam. -Pero todavía no sabemos cómo nos recibirán, aunque hayamos llegado hasta aquí gracias a las indicaciones de Mariana prefiero no confiarme hasta que sepamos realmente qué o quién vive aquí.
-Eres demasiado desconfiado. -Continuó Melissa girando ahora la cabeza hacia él mientras la nave se posaba con un pequeño golpe sobre la roca. -Lo sé. -Afirmó él completamente serio. -Pero eso me ha mantenido con vida durante estos últimos años, y ahora que hay más vidas que la mía en juego no pienso bajar la guardia y arriesgarme a que os ocurra algo.
-¿Nos?. -Repitió Melissa sorprendida, mirándolo ahora con ternura al comprender perfectamente el significado de aquellas palabras. -Álam... no estás hablando solo de nosotros, ¿Verdad?. También lo dices por...
-Probablemente. -La interrumpió Álam dirigiendole una extraña sonrisa mientras acariciaba la cabeza de la niña con una mano. -Pero ahora será mejor que dejes de pensar en tonterías y salgamos de una vez, estoy impaciente por ver qué nos espera ahí dentro.
Dicho esto, Álam pulsó el botón de apertura de la puerta y la gélida brisa del interior les dio inmediatamente la bienvenida haciendo que Ana se pegase inmediatamente a él temblando de frío a causa del brusco cambio de temperatura. A lo que Álam, para sorpresa de esta, reaccionó rodeándola con su brazo izquierdo para poder sostenerla mejor al tiempo que sonreía y dejaba que ella se sujetase a su cuello mientras se ponía en pie y cogía su espada con la otra mano.
El brazo derecho le dolía todavía y el vendaje de Melissa, a la que como de costumbre parecía habersele ido la mano al apretarlo, no ayudaba en absoluto a aliviar el dolor, pero sí le permitía sujetar con firmeza suficiente la espada como para poder usarla y las probabilidades de encontrarse con alguna dificultad antes de llegar al domo eran además muy remotas.
Con todo listo, Álam saltó fuera de la nave y se detuvo junto al morro de esta para esperar a Melissa que todavía no había terminado de desactivarla por completo. El viento no era demasiado fuerte, pero el frío era mucho más intenso que en el pueblo de Ana y esta no paraba de tiritar aferrandose a Álam. Lo que sorprendió bastante a la propia Melissa cuando al fin salió de la nave y llegó junto a ellos, pero no por la reacción de la pequeña, sino por la de Álam al que parecía incluso agradarle tenerla en brazos.
Lo que éste acababa de decirle en el aerodeslizador la habían hecho darse cuenta de que su charla sobre los vampiros había tenido más efecto sobre Álam de la que ella misma había pensado. Y ahora, al verle actuar así con Ana, estaba todavía más segura de que algo había cambiado en él, algo que ella misma había esperado ver desde el día en que habían llegado al pueblo de Ana y que la hizo sonreír de nuevo.
Ni siquiera dijo nada al respecto, tan solo se acercó a ellos bordeando el morro de la nave y rodeó el brazo de Álam con uno de los suyos acercándose tanto a él cómo su espada le permitía mientras dirigía una extraña y melancólica mirada hacia la nave.
-Dime, ¿qué ves ahí? -Preguntó señalando el reluciente y curvado panel de metal completamente negro que había frente a ellos.
-¿Ahí?. -Dijo Álam desconcertado dirigiendo su mirada hacia el mismo sitio pero sin poder ver nada extraño, tan solo a él mismo y a sus dos compañeras de viaje perfectamente reflejadas en la pulida superficie metálica de la nave. -Nada. -Respondió al cabo de unos segundos. -Solo a nosotros. ¿Por qué, es que tú ves algo más?.
En respuesta a estas palabras, Melissa giró la cabeza hacia Álam apartando su vista de la nave y este pudo ver durante unos segundos un extraño brillo en sus ojos, un aura de ternura y cariño que lo hechizó haciendo que fuese incapaz de apartar sus ojos de los suyos hasta que esta se decidió al fin a hablar de nuevo.
-Si, pero solo es una tontería, no me hagas caso. -Respondió ladeando ligeramente la cabeza hasta apoyarla en su hombro y dirigiendo ahora su mirada hacia el domo. -Será mejor que sigamos, Ana tiene frío y cuanto antes entremos antes sabremos qué nos espera en ese lugar.
Sin esperar siquiera una respuesta por parte de Álam, Melissa comenzó a caminar en dirección al domo llevándolo con ella y este se limitó a seguir el paso para mantenerse a su lado. No había comprendido del todo sus palabras, pero fuese o no una simple casualidad ella había usado las mismas que él le había dicho hacía tan solo unos minutos y su mirada lo había convencido de que tras ellas había algo más, algo que probablemente ella quisiese que comprendiese pero que no le diría. Sin embargo, en aquel instante tenía otras cosas en que pensar y prefería centrar por completo su atención en el domo y en lo que podría esperarlos allí.
La puerta no era muy diferente a la del pequeño domo agrícola que habían visto en el pueblo de Ana, tan solo un sencillo arco de metal abierto en el anillo que rodeaba toda la base del domo y bloqueada por dos pesadas hojas de metal. No había sensores, ni armas automáticas, ni nada que pudiese sugerir que aquella puerta estaba protegida de alguna forma, ni siquiera una sencilla cámara de vigilancia que permitiese a los habitantes del domo ver quién se acercaba a su puerta. Aunque, por otro lado, esto tampoco parecía preocuparles demasiado ya que al acercarse más a esta Álam pudo ver que ni siquiera estaba sellada desde dentro.
La luz verde que parpadeaba sobre el panel de apertura no dejaba lugar a dudas y este se detuvo un instante frente a ellas observando cada vez con mayor cautela las dos pesadas hojas que la formaban. Aquello no encajaba, había visto la antena de un radar sobre el edificio principal y estaba seguro de que ya sabían que habían llegado a la isla, ¿Por qué entonces no había salido nadie todavía?. O bien no les preocupaba de quién se tratase, o estaban preparándoles una emboscada, pero si se trataba de esto último no estaba dispuesto a ponerles las cosas fáciles.
-Será mejor que ahora la cojas tú. -Dijo soltando su brazo del de Melissa y girandose hacia ella para que pudiese coger a la niña. -No sé que nos espera ahí dentro, pero estaréis más seguras si vais detrás de mí.
Dicho esto, Álam se separó de Melissa sin darle tiempo a decir nada y activó su espada con un rápido toque de uno de sus dedos al tiempo que pulsaba el botón de apertura de la puerta. Al instante, las dos hojas de metal de la puerta se separaron deslizándose entre la pared que las rodeaba y los tres jóvenes visitantes pudieron al fin observar con claridad el interior del domo mientras el cálido aire del interior los rodeaba atenuando momentáneamente la helada brisa de Kara.
-Vamos. -Dijo secamente Álam colocandose frente a ellas y girando una última vez la cabeza hacia Melissa antes de que decidirse a entrar. -Y esta vez procura hacerme más caso que la última. ¿De acuerdo?.
En respuesta a su pregunta, Melissa asintió con la cabeza recordando lo sucedido en la última ocasión en que este le había dicho algo parecido y decidió hacerle caso. Después de todo, Álam tenía mucha más experiencia en aquellas situaciones que ella y por más que confiase en Mariana prefería no darle más preocupaciones actuando de forma irresponsable cómo cuando habían llegado al pueblo de Ana.
Una vez dentro, Álam examinó con la mirada el jardín que ocupaba la parte frontal del recinto y comenzó a caminar en dirección al edificio central de este ignorando el impresionante aspecto de todo lo que los rodeaba. El clima, la vegetación, todo había sido cuidado para recrear un verdadero mundo en miniatura en el que incluso podían verse pequeñas aves revoloteando entre los árboles del jardín, algo que atrajo inmediatamente la atención de Ana y de la propia Melissa mientras caminaban siguiendo a Álam. Pero este no parecía interesado en nada de esto, lo único que ocupaba su mente en ese momento era lo qué podría encontrar al final del tosco camino empedrado que comunicaba la entrada con la puerta de aquel monasterio. Y para su sorpresa, cuando al fin llegó frente a los escalones que ascendían hacia esta, una de las hojas se abrió empujada por la pálida mano de uno de sus habitantes y alguien salió al fin a recibirles.
Por su aspecto parecía tratarse de un simple monje, llevaba un viejo y raído hábito color marrón atado a su cintura con un grueso cordón negro y a su espalda descansaba una capucha probablemente lo suficientemente amplia como para cubrirle por completo el rostro. Sin embargo, en ese momento aquel extraño parecía no estar interesado en ocultarse y su rostro era perfectamente visible para los tres visitantes. Se trataba de un hombre mayor, probablemente de unos setenta años, con el pelo ya blanco y largo cayendo a ambos lados de su cara hasta sus hombros y sujeto por un extraño aro dorado que rodeaba su frente. Sus ojos eran verdes y su brillo dejaba claro a que raza pertenecía al igual que la palidez de la piel de su rostro cuyas facciones afiladas y rasgos todavía enérgicos denotaban una astucia e inteligencia que no pasaron desapercibidas para Álam.
-Bienvenidos. -Dijo con calma el extraño, sin sorprenderse en absoluto por el hecho de que quien se encontraba a su puerta fuesen dos humanos y no vampiros como él. -Me alegra ver que estáis a salvo, empezábamos a preocuparnos.
-¿Quién eres?. -Preguntó sin demasiada amabilidad Álam manteniendose todavía enfrente de Melissa al tiempo que movía amenazadoramente su espada hacia adelante.
-Por favor, no temas. -Continuó el anciano con voz serena y apacible pero sin responder todavía a la pregunta de Álam. -Sé que resulta extraño para los de vuestra especie confiar en nosotros, pero como ya os he dicho, os estábamos esperando. Aquí nadie va a haceros ningún daño.
Aquello desconcertó todavía más a Álam. Aquel vampiro no sabía quienes eran y los había tomado por simples humanos, ¿Por qué entonces estaba dispuesto a ayudarlos y cómo era posible que los esperase sin saber quienes eran?. Después de todo lo que le había contado Melissa durante su estancia en la celda de la fortaleza no le era difícil imaginar el por qué aquel hombre no reconocía a su propia princesa, pero aquello no encajaba con el hecho de que Mariana los hubiese enviado allí. Si aquella gente no sabía siquiera quienes eran, ¿Para qué entonces estaban allí?.
-Dices que nos estabais esperando. -Dijo Álam todavía con seriedad y sin bajar aún la espada. -¿Cómo sabrías que vendríamos?.
-Un mensajero de la reina vino a vernos esta misma mañana y nos informó de vuestra llegada. -Explicó el vampiro. -Nos dijo que pronto llegarían dos humanos al refugio y que debíamos trataros con cortesía pues ambos estáis bajo la protección de nuestra reina, como nosotros.
-¿Un mensajero?. -Repitió Álam intrigado.
-¡Álfred!. -Exclamó de pronto Melissa saliendo de detrás de él y mirando con ansiedad a aquel extraño. -¿Era él verdad?.
-Desconozco su nombre. -Dijo el anciano observandola con cierta curiosidad. -Estuvo aquí poco tiempo y se marchó tras comprobar vuestra situación en nuestro radar. Pero si puedo deciros que se trataba de uno de los guardias personales del rey.
-Un BlackHawk. -Comprendió Álam. -Entonces no hay duda, dudo que Nathaniel enviase a otro BlackHawk tras nosotros, no le conviene demasiado.
-¿Sabe donde está ahora?. -Preguntó de nuevo Melissa con esperanza. -¿Ha tenido alguna noticia de él?.
-Me temo que no. -Respondió el vampiro cuyos ojos vacilaron un instante al ver el abatimiento en el rostro de aquella muchacha. -Lo siento, perdimos su señal unas horas después de que se fuese y no hemos vuelto a saber nada de él.
Aquellas palabras hicieron esfumarse de nuevo las esperanzas de Melissa y esta ya no dijo nada más, tan solo se quedó al lado de Álam sosteniendo aún a la niña mientras este continuaba la conversación con aquel hombre al que todavía tenía muchas preguntas que hacerle, empezando por la primera que había hecho y que este todavía no había respondido.
-Parece que no te preocupa mucho que Nathaniel nos persiga. -Dijo con un tono ahora más relajado. -¿Quién eres?.
-Todos aquí estamos en vuestra situación muchacho, por qué iba a preocuparme que os persiga. -Aclaró sonriendo el vampiro. -Mi nombre es Nicolai Turivch, soy el encargado de este refugio. Pero por favor, no os quedéis ahí, hablaremos con más calma en el interior.
Dicho esto, Nicolai hizo un gesto con la mano hacia la entrada del monasterio y esperó a que sus tres visitantes subiesen las escaleras. Álam parecía desconfiar todavía de él y durante unos segundos dudó en seguirlo, pero al fin pareció decidirse y apagó el campo de plasma de su espada. Después de todo, aquel hombre no suponía ningún peligro para ellos y su historia sobre Álfred encajaba perfectamente con la antena que había visto mientras aterrizaban además de explicar el cómo este había podido encontrarles justo a tiempo.
Esto fue más que suficiente para Melissa. En cuanto Álam pareció relajarse, esta dejó a la niña en el suelo aliviada al ver que todo parecía ir bien al fin y, aunque en su rostro todavía podía verse cierta tristeza, cogió a la pequeña de la mano y rodeó una vez más el brazo de Álam con el suyo para entrar con él en aquel edificio.
De esta forma, los tres siguieron juntos a Nicolai y este los guió por los estrechos pasillos del monasterio llevandolos hacia el ala este del mismo. El aspecto interior del edificio resultaba austero, con las paredes de roca desnuda y sin ningún tipo de ornamentos que las adornasen, ni siquiera un sencillo lienzo con alguna imagen que pudiese dar una pista sobre el verdadero origen de aquella enorme construcción. Tan solo las pequeñas puertas de madera que conducían a lo que en otro tiempo debían haber sido las celdas de los monjes interrumpían de vez en cuando la monotonía de los pasillos, pero ni siquiera estas eran demasiado llamativas y su diseño brillaba por su simpleza. Aunque lo más extraño de aquel lugar no era esto, sino el comportamiento de sus habitantes.
Mientras caminaban siguiendo a Nicolai, el grupo se encontró con otros vampiros vestidos con el mismo hábito que este, pero ninguno de ellos reaccionó al verlos. Todos parecían sumidos en su propio mundo y caminaban lentamente por los pasillos con la capucha puesta sin levantar siquiera la cabeza a su paso, cómo si no se diesen cuenta de su presencia. Y esto resultaba realmente extraño en un lugar como aquel en el que estaba claro que las visitas no eran algo exactamente frecuente.
Sin embargo, por raro que esto pareciese, en esos momentos los dos tenían ya demasiadas preguntas en la cabeza y se limitaron a seguir a su guía hasta que este abrió al fin una de las puertas y les indicó que entrasen. Era una habitación pequeña, de techo bajo y abovedado como el de los pasillos y con tan solo una vieja mesa de madera y algunas sillas colocadas a su alrededor como mobiliario. Además de esto, y aparentemente al igual que el resto del monasterio, carecía por completo de ventanas y solo una débil lámpara con forma de burbuja iluminaba la estancia desde el centro del techo.
-Cómo veis, no poseemos muchas comodidades. -Señaló Nicolai mientras cerraba la puerta tras él y se sentaba en una de las sillas indicandoles con la mano que hiciesen lo mismo. -Pero espero que nuestra hospitalidad sea de vuestro agrado.
-No se preocupe, no pensamos quedarnos demasiado tiempo. -Aseguró Álam sentandose al lado de Melissa mientras esta aupaba a la niña a una de las sillas. -En cuanto sepamos a qué hemos venido y la nave descanse un poco nos marcharemos de nuevo.
-En ese caso, intentaré seros de tanta ayuda como me sea posible. -Dijo amablemente el vampiro. -Pero no comprendo tu pregunta. ¿Quieres decir que no sabéis qué estáis haciendo aquí?.
-Por extraño que parezca, así eso. -Explicó Álam a quien no le hacía demasiada gracia tener que admitir aquello. -Hemos llegado hasta aquí gracias a un mapa que nos dio la reina Mariana, pero no sabemos la razón por la que nos ha enviado aquí realmente. Nuestro verdadero destino es la frontera, no este lugar, si estamos aquí es solo porque la ruta de Mariana era la única segura para acercarnos a los Urales sin ser localizados y porque esperábamos encontrar algo que nos ayudase.
-En ese caso, mucho me temo que lo que me preguntas escapa a mis conocimientos. -Respondió el anciano llevandose una mano a la barbilla mientras los miraba pensativamente. -Nuestra reina es un verdadero enigma, incluso para nosotros. Cómo ya os he dicho supimos de vuestra llegada por ese BlackHawk al que habéis llamado Álfred, no por ella. Y os aseguro que desconocemos por completo cuales eran sus intenciones al enviaros aquí.
-Pero eso es imposible. -Replicó inmediatamente Melissa, adelantándose incluso al propio Álam. -Tiene que haber una razón para que Mariana nos haya enviado aquí, esto no puede ser solo una pérdida de tiempo.
-Estoy convencido de que la hay. -Trató de calmarla Nicolai al ver la confundida expresión del rostro de la joven. -Pero me temo que nosotros no la sabemos. Hace días que perdimos toda comunicación con el exterior y mientras el centro de comunicaciones de tierra no vuelva a funcionar no podremos recibir noticias suyas.
-¿Tienen un centro de comunicaciones en la costa?. -Preguntó Álam con cierta sorpresa. -¿Donde?.
-En realidad no es solo una simple estación de comunicaciones. -Aclaró el vampiro. -Se trata de otro refugio, un pequeño pueblo en el que viven vampiros libres como nosotros. Está mucho más al sur, cerca del borde meridional de la gran llanura helada que cubre el centro del continente.
Nada más oír esto, la mente de Álam encajó inmediatamente las piezas del pequeño rompecabezas que su viaje había sido hasta entonces y en sus ojos apareció de pronto una extraña y triste mirada.
-En ese caso, será mejor que se olviden de recuperar su enlace con tierra. -Dijo con voz seria mientras dirigía una rápida mirada hacia Ana para asegurarse de que esta no estaba prestando atención a su conversación. -El pueblo del que habla ya no existe, el ejercito de Nathaniel lo redujo a cenizas hace unos días. Esta niña es la única superviviente.
Esta vez fueron los ojos del viejo vampiro los que se entristecieron de golpe al oír aquellas noticias. Había sospechado algo parecido desde el momento en que habían perdido la comunicación con aquel pueblo, pero hasta ese momento conservaba la esperanza de que se encontrasen a salvo y aquello tiraba por tierra dichas esperanzas.
-Es una noticia muy triste para todos. -Suspiró con tristeza dirigiendo su mirada hacia la pequeña que jugueteaba con el pelo de Melissa tratando de entretenerse mientras ellos hablaban. -Lamento que esa pobre gente haya tenido un final así, no se lo merecían. Y me temo que sin su estación de comunicaciones nuestras posibilidades para aclarar vuestro caso serán todavía menores.
-Saber qué es realmente este sitio nos ayudaría bastante. -Dijo Álam. -En aquel pueblo ya no quedaba nada, pero tal vez Mariana esperase que aquí encontrásemos algo que nos sirviese de ayuda.
-Dudo que sea esa la razón por la que estáis aquí. -Respondió Nicolai volviendo a mirarle. -Pero si eso os sirve de algo, os contaré lo poco que sé sobre el monasterio y el pueblo de esa niña. Tal vez eso os ayude de alguna forma.
Dicho esto, Nicolai se recostó apoyandose en el respaldo de la silla y respiró profundamente antes de comenzar su explicación.
-Este eco-domo fue construido hace dos años, cuando los planes de la reina Mariana empezaron a extenderse más allá de la propia fortaleza y su influencia comenzó a crecer incluso entre el ejército del propio Nathaniel. Por aquel entonces, la reina liberó a Gústav, el general al mando de los ejércitos del Norte, y gracias a eso el control de Nathaniel sobre esta zona se redujo notablemente. Aunque, por supuesto, ella se ocupó de que su esposo nunca sospechase nada de esto. Al menos en un principio.
Por supuesto, ninguno de nosotros sabe por qué lo hizo realmente. Algunos dicen que tenía algo que ver con el interés que Gústav había mostrado hacia nuestra joven princesa Elisabeth, pero sabíamos tan poco de ella que resultaba difícil comprender qué podría pretender la reina con esto. Aún así, fuesen cuales fuesen sus razones esto permitió que los pocos vampiros todavía libres que quedaban en el norte y no habían cedido su lealtad a Nathaniel pudiesen escapar momentáneamente y buscar un refugio. Así nacieron el pueblo da Ana y este domo.
Gracias a la protección de la reina y a la lealtad que Gústav le ofreció tras haberle dado la libertad, se acondicionó este viejo monasterio construido convirtiendolo en el domo que ahora podéis ver y rehabitó un viejo pueblo que serviría como enlace entre tierra y el refugio principal para los vampiros que fuesen uniendose a nuestro grupo. Y eso es todo lo que sé, me temo que no puedo ofreceros más información.
Terminada su explicación, Nicolai volvió a inclinarse hacia adelante apoyando ambos brazos sobre la mesa y miró a Álam y Melissa esperando a que estos dijesen algo. Y no tardarían en hacerlo.
-Entonces. -Empezó Álam. -Según lo que dices este lugar y el pueblo de Ana no son más que un simple efecto secundario de los planes de Mariana. ¿Me equivoco?. Todo esto fue hecho para acoger a los refugiados de la guerra, pero no tiene nada que ver con lo que Mariana pretendía realmente.
-Así es. -Asintió el vampiro. -Cómo ya te he dicho, este lugar es solo un refugio para la poca gente realmente libre que queda entre los de nuestra raza. Aquí no encontraréis armas ni a nadie que esté dispuesto a usarlas, solo gente que desea vivir tranquila y en paz. Ni siquiera tenemos naves, este es nuestro mundo y aunque haya sido ella quien lo ha creado ya no tiene nada que ver con los planes de la reina.
-En ese caso supongo que no nos queda más remedio que seguir adelante y resignarnos a pensar que esto no ha sido más que una pérdida de tiempo. -Sentención Álam cruzando los brazos. -Aunque me sorprende, Mariana no parece de las que hacen cosas sin sentido.
-Y no lo es muchacho. -Lo contrarió Nicolai completamente serio. -Puedes estar seguro de que si estáis aquí es por una buena razón, pero por desgracia el encargado de explicaros cual es esa razón no es ninguno de los que vivimos aquí. Tal vez esperaba ponerse en contacto con nosotros mediante la estación de comunicaciones de tierra o por medio de algún mensajero.
-Más razón todavía para pensar que todo esto ha sido inútil. -Replicó de pronto Melissa entrando de nuevo en la conversación y girando la cabeza hacia Álam. -Según lo que nos ha dicho las comunicaciones ya no son posibles con el pueblo de Ana destruido. Y los dos sabemos que el mensajero de Mariana nunca llegará.
-¿Crees que se trataba de Álfred?. -Preguntó tratando de no mirar a aquellos tristes ojos azules.
-Estoy segura. -Afirmó ella. -Me lo dijo en la cueva recuerdas. Nos estaba buscando por orden de Mariana, qué otra cosa podría significar eso.
-Aún así... -Los interrumpió Nicolai que comprendía perfectamente lo que ambos habían dicho aunque no hubiesen hablado directamente con él. -...la reina es una mujer con muchos recursos, dudo mucho que esto pueda detenerla. Deberíais quedaros aquí y esperar noticias suyas, estoy segura de que eso es lo que ella esperaba que hicieseis en un caso así. Además, si os están buscando los hombres de Nathaniel este es el mejor lugar para vosotros, aquí estaréis a salvo.
-Admito que es una oferta tentadora. -Mintió Álam al oír esta propuesta. -Pero...
-¡No!. -Lo interrumpió de pronto Melissa poniendose de pie y mirando completamente seria a Nicolai. -Sé que Mariana nos ha ayudado mucho en nuestra huida y que sin ella y sin Álfred probablemente no habríamos llegado tan lejos, pero nosotros tenemos nuestro propio camino. Me da igual cuales sean los planes de Mariana, nosotros no tenemos nada que ver con eso, tan solo queremos vivir en paz.
-Eso es lo mismo que deseamos todos los que estamos aquí: paz. -Insistió el anciano. -Por eso creo que este sería un buen lugar para vosotros hasta que la reina se ponga en contacto con nosotros.
-Se equivoca. -Negó Álam con voz firme mientras se ponía igualmente en pie. -Nosotros no queremos esto. Buscamos vivir en paz, sí, pero también queremos ser libres, y esto no es verdadera libertad. Tan solo es una jaula gigantesca hecha para aves a las que les da demasiado miedo volar libres y tener que enfrentarse a los peligros del verdadero cielo.
-Es posible... pero para nosotros ya no hay otra posibilidad -Admitió Nicolai. -De todas formas, aceptad al menos ser nuestros huéspedes por esta noche. Tal vez recibamos noticias antes de mañana y podréis descansar un rato.
-Eso ya no es decisión mía. -Le respondió Álam girándose hacia Melissa pero mirándola ahora con una pequeña sonrisa. -Tú decides.
-Creo que sería buena idea. -Dijo devolviendole la sonrisa al tiempo que se acercaba a Ana y la ayudaba a bajar de la silla cogiendola de la mano. -Ana debe estar cansada de tanto viaje, una noche en una cama como es debido le vendrá muy bien. ¿No crees?.
Para sorpresa de Melissa, al oír esto la mirada de Álam se oscureció de pronto y esta pudo ver cierta tristeza en sus ojos mientras miraba a la niña y volvía a mirarla a ella, esta vez ya completamente serio.
-Decidido entonces, nos quedaremos hasta mañana. -Respondió tratando de disimular la seriedad de su rostro y girándose de nuevo hacia Nicolai para evitar la mirada de Melissa. -¿Estará satisfecho con eso?.
-Totalmente. -Asintió sonriendo el viejo vampiro. -Ahora si me acompañáis os enseñaré vuestras habitaciones para esta noche y luego sois libres de ir a donde queráis. Puede que solo sea una "jaula", pero estoy seguro de que encontraréis agradables los jardines de nuestra isla.
Dicho esto, Nicolai abrió la puerta y salió de nuevo de la habitación seguido por Álam y por Melissa un poco más atrás que llevaba todavía de la mano a Ana y observaba con cierta preocupación a Álam sin olvidar aún la extraña forma en que había reaccionado hacía unos segundos. Y su preocupación aumentaría aún más al ver como este se detenía en el pasillo y decidía no seguirlos.
-¿Te importa ocuparte tú de esto?. -Dijo mirándola todavía con aquella extraña expresión. -Aquí no corréis ningún peligro y me gustaría salir a tomar un poco de aire, necesito pensar un rato a solas.
-Claro, no te preocupes. -Respondió ella tratando de disimular su preocupación con una pequeña sonrisa. -¿Pero... seguro qué estás bien?.
-Perfectamente. Os esperaré fuera.
Sin una palabra más, Álam se alejó por el pasillo en dirección a la salida y sus dos compañeras de viaje no tardaron en desaparecer en la penumbra mientras se dirigían hacia el extremo opuesto del mismo donde debían estar sus habitaciones. No le gustaba hacer algo así y sabía que Melissa había notado su preocupación, pero en aquel momento necesitaba pensar en algo y ahora que estaba seguro de que allí no corrían peligro prefería estar solo.