Cuando Tees despertó, lo primero que vió fue la túnica oscura del brujo. Estaba en un camastro antiguo y desvencijado, esa no era su cama, y al darse cuenta, se incorporó de un salto. El brujo, al escucharlo, se dió media vuelta y le miró a los ojos.
- Buenos días - dijo en tono amable - ¿Has descansado bien?
Tees asintió con la cabeza. Ese hombre le inspiraba confianza, pero no sabía nada de él ni de las intenciones que tenía; asi que se debía mantener precabido, y no darle mucha confianza.
El jóven, miró fijamente de arriba a abajo al brujo. Era un hombre viejo, de los más viejos que había visto, aunque desbordaba vitalidad en cada uno de sus movimientos, pero además tenía algo especial, algo que le hacía aparentar mucha más edad, quizá la mirada, o los gestos, o el talle... pero algo tenía. Era alto, de ojos oscuros y profundos; el pelo blanco le caía por los hombros muy lacio, con tonos negros, tal como debía ser el color en su juventud.
- Mi nombre es Laurent... Lorenzo en el idioma de este reino - Se presentó por fin el brujo - Aunque ese no es mi verdadero nombre.... pero el real hace tanto tiempo que no lo uso que ya ni me acuerdo - dijo con toda naturalidad, como si hablase con un amigo de toda la vida.
- Yo soy....
- Tees - terminó de decir Laurent - Te conozo, aunque tú a mi no.
El jóven se extraño... ese hombre le buscaba a él, y no le había cogido por pura coincidencia, como pensó en un principio, al despertar y verle allí.
- No te extrañes Tees - volvió a iniciar la conversación el viejo - Sabes que no eres una persona normal, y yo soy quien te dirá quién eres tú y quién soy yo... aunque al fin y al cabo es lo mismo una cosa que la otra.
Tees seguía mirando anonadado; se acababa de despertar pero esas dos últimas frases dichas por el brujo le habían hecho despabilarse de inmediato, cosa no muy normal en el jóven.
Él sabía que no era normal, pero lo achacaba a haber sido adoptado por una familia humilde de campesinos, y no a otro motivo, como apuntaba Lorenzo.
- Bueno - siguió hablando Laurent - veo que no eres muchacho de muchas palabras, y, en cambio yo, no paro de decir tonterías. Así que será mejor que te vistas y te adentre en tu historia, y en la mía, con el estómago lleno... porque querrás desayunar, ¿verdad?.
Tees volvió a asentir con la cabeza.
El jóven abandonó la pequeña y cutre habitación detrás de Lorenzo.
Había un pasillo largo y estrecho con numerosas puertas iguales, Tees se dió cuenta de que estaban en una pequeña posada, pero no sabía en qué lugar se encontraba.
Bajaron al salón, donde no había un alma.
La posadera, una mujer madura, gorda y bajita, les dispuso una mesa para el desayuno. Y al poco rato les trajo dos jarras de leche caliente con miel y unas rebanadas grandes de pan de centeno con manteca de cerdo. Un desayuno contundente, supuestamente, pensó Tees, había sido pedido por el brujo porque quisiera hacer un largo desplazamiento, puesto que era el desayuno típico de los viajantes y comerciantes.
Nada más poner todo lo acordado como desayuno, la posadera se fue tan rápido como sus rechonchas piernas pudieron avanzar.
- ¿Qué pregunta es la primera que quieres que te conteste? - Dijo Laurent.
- ¿Dónde estamos y dónde vamos? - Contestó Tees sin pensar.
- JA!! - Rió sonoramente el brujo - Con todo lo que te he avanzado, tu urgencia es saber dónde estamos.... sorprendente chico - Siguió replicando jocoso Lorenzo.
- Creo que lo otro me lo vas a decir quiera o no - Respondió Tees - Y esta pregunta quizá se me olvide si la historia es interesante.
Ahora el viejo ya no reía, el chico era listo y astuto, no quería perderse ningún detalle y quizá a él mismo se le hubiese escapado decirle donde estaba. Tees era más espabilado de lo que él pensaba, y eso era demasiado.
- Bien - Empezó a responder Lorenzo, esta vez más serio - Estamos en una posada de camino a Segovia; allí recogeremos a un compañero mío, que nos dará cierta información relevante y nos acompañará hasta la capital del Reino, Toledo, donde haremos un par de gestiones que nos llevarán mucho tiempo, quizá hasta la siembra, pero puede llegar a durar un año; de esas gestiones de momento no te puedo contar mucho, porque la mayor parte de la información me la dará ese compañero, de todas formas, lo poco que sé te lo diré antes de que nos reunamos con él. Con el resultado de esas gestiones nuestro camino irá a un sitio o a otro, pero casi seguro fuera de Castilla y provablemente al Reino de Francia o a Nápoles... todo depende de lo que consigamos en Toledo.
- Y ¿tengo que acompañarte? - volvió a preguntar el jóven.
- No Tees.... soy yo quien te acompaña a ti - Contestó, mirándole a los ojos.
- ¿Quién eres tú? - Inquirió de nuevo, sosteniéndole la mirada a Lorenzo.
- ¡Por fin!, una pregunta que me esperaba y tengo preparada. - Dijo riendo - Bueno, eso es muy largo de explicar, asi que empezaré por donde crea conveniente y los detalles te los daré según los preguntes o según los necesites.
Hubo un corto silencio mientras seguían mirándose.
- Yo soy un mago - dijo Lorenzo rompiendo el silencio - y no un brujo. Los habrás escuchado en historias y leyendas, pero no somos eso, somos reales... y digo somos porque hay muchos más... tú entre ellos. Porque un mago no se hace... un mago tiene poderes al nacer y hay que hacer que salgan... que fluyan.
Se hizo otro silencio, pero Tees no se movió, no hizo ni un gesto; asi que Laurent prosiguió.
- Soy de los más viejos, nací hace unos 700 años, pero no me acuerdo con exactitud. Nosotros no morimos - Dijo ante la mirada de Tees - Por lo menos no morimos por medios naturales, aunque una herida o un veneno hace el mismo efecto que en cualquier otro.
Se volvió a callar, pero esta vez se levantó y se dirigió a Tees.
- No me fio de nada... asi que nos vamos. La explicación seguirá por el camino.
- ¿Pasa algo? - Preguntó asustado.
- Que no me fío de nada ni de nadie, y aunque aquí parezca que no hay nadie, nos puede oir cualquiera. Además, es tarde, si no empezamos la marcha llegaremos tarde, a un buen ritmo, comiendo en marcha y con el tiempo y el camino a nuestro favor, podemos llegar a Segovia por la noche, con mucha suerte; aunque lo más eguro es que tengamos que para a unos 20 kilómetros, porque nos encontraremos con alguna dificultad... seguro.
Tees se levantó y echó a andar hacia la salida siguiendo al viejo, asimilando todo lo que le había dicho hasta ahora.
Fuera había una carreta destartalada, tirada por dos caballos pardos, bastante jóvenes.
Se subieron y el viejo siguió con su explicación mientras azuzaba a los caballos para que cogiesen el ritmo adecuado.
- Bueno, como te iba diciendo, somos humanos, pero distintos. Tenemos un poder y tenemos que usarlo bien; pero, como siempre, hay gente que lo usa en su propio beneficio, para intereses personales, para conseguir más oro y más riquezas, o para conseguir más poder... cualquier cosa por tonta que sea. Por eso, tenemos una guerra secreta abierta... pero ni a ellos ni a nosotros nos interesa que la gente normal lo sepa... aunque, como pasó en Ávila, alguien siempre se huele algo, o nos ven haciendo cosas raras... pero nunca ritos, ni sacrificios, como nos digeron en tu ciudad natal.
Al decir esto, Tees se acordó de sus padres... nunca tuvo un amor real hacia ellos, pero les tenía cariño y ellos le habían ayudado acogiéndole.
- ¿Saben mis padres algo de esto? - preguntó al instante.
- No, pero si quieres les puedes mandar una carta, aunque nunca les digas nada de la magia ni de lo que yo te cuento, invéntate algo para que no se preocupen.... pero guarda el secreto... por tu bien y por el de todos los demás. - Le dijo Lorenzo.
- Otra cosa - dijo tras meditar lo de la misiva - ..... Los otros brujos... perdón.. magos... ¿dónde están?, los que quemaron contigo.
- Los otros no eran magos - Contestó - Sólo me acompañaban. Les contraté en Salamanca como escoltas, pero no sabían nada. De echo, nos acusaron sin que yo hiciera nada... hace más de tres meses que no hago ningún hechizo.... exceptuando el que te hice a ti para que te durmieses.
- Y yo... ¿aprenderé eso? - Volvió a preguntar el jóven, con ansia de saber... y mucha curiosidad por sí mismo.
- Desde luego - Contestó jovial Lorenzo - Aunque eres ya mayor, por norma general se os enseña antes... cuando no habéis cumplido aun los 6 ó 7 años. Pero contigo se ha hecho una excepción.. tu eres distinto y ya te darás cuenta. Pero yo no soy quien te enseñaré... lo hará Marian... la persona que vamos a buscar a Segovía... de ahí la prisa que tengo.
- ¿Una mujer? - Se extraño Tees.
- Desde luego... el poder se nos da indistintamente - Dijo Lorenzo con una media sonrisa. Y antes de que el jóven volviese a abrir la boca dijo - ..... no me lo preguntes.... no sé quien nos lo da... si es un dios, si son varios, o si es por simple azar de la naturaleza.
Tees quedó pensativo.. ¿por qué el tenía poder y había otros que no?.... era algo que quería averiguar... pero le desilusionaba que Lorenzo, habiendo vivido 700 años no lo supiese.
Después de comer, en la carreta, empezó a caer una suave lluvia que pronto se convirtió en un aguacero inmenso y el camino se volvió intransitable. Laurent estaba cabreado... no entraba en sus planes la lluvia a pesar de ser algo normal en esta época del año y en esta zona. Tuvieron que parar cuando no habían recorrido la mitad del camino, aunque eso era bastante, no era lo suficiente.
Pararon en una choza destinada para los pastores de ganado trashumante. Era imposible reanudar el camino hoy, aunque parase ahora mismo la lluvia, el camino estaba tan embarrado que se retrasarían más de lo que pudiesen avanzar. Lorenzo sacó unas mantas y algo de comer.
No habían hablado desde que empezó la lluvia, hace unas dos horas, porque Tees no lo veía conveniente, no quería interrumpir las cábalas de Lorenzo, que estaba muy concentrado y enfadado. Hasta que Tees dijo.
- ¿Hasta cuando creceré? -
Laurent le miró.
- JA JA JA JA!!!! - Se rió derrepente - Siempre te preocupa lo más vanal... con todo lo que ya sabes preguntas eso.... supongo que por el mismo motivo que me preguntaste en la posada. Bueno, además es cierto que aun tienes que crecer... pero llegará un momento, en el cual tu crecimiento se parará, y envejecerás mucho más lento.... casi no lo notarás, y los demás te verán siempre igual...... También, con mucho control, podrás tener el aspecto que quieras, todo depende de lo que aprendas... y esa mujer que tendrás como mentora es de las mejores maestras de la que puedes aprender.
Volvió el silencio, Tees pensaba en su futuro... su largo futuro, en el poco pasado que había tenido... no sabía de donde había venido, pero ya empezaba a hacerse una idea. De sus padres... quería escribirles, pero, qué les diría.... que se había ido porque sí, sin motivo... o porque no les quería... o porque había encontrado algo mejor.... Estaba hecho un lío, pero mantenía la calma. La confianza que había depositado en aquel hombre sin conocerle, parecía estar fundada.... y se sentía bien con él... pero quería seguir siendo prudente, no confiar demasiado.
Cuando empezó a oscurecer la lluvia paró, pero empezó a bajar la temperatura, y los charcos formados se convirtieron en hielo, la humedad se metía en todo el cuerpo y congelaba la sangre. Tees arregló un camastro con la poco paja que había metida dentro de la casucha, y Lorenzo se le quedó mirando.
- ¿Tú no te haces un camastro? - Preguntó Tees. Era la primera vez que hacía una pregunta que no estaba relacionada con su viaje o con su condición de mago.
- ¿Yo? - Dijo el mago, como no habiéndose enterado de la pregunta... como si no fuese con él. - Pues, cuando termines tus primeros estudios, los elementales, te darás cuenta que dormir no es tan necesario como parece, que con una cabezada de vez en cuando basta para tener la mente despejada y el cuerpo en forma. Pero eso será cuando termines tu desarrollo, cuando aprendas ciertas cosas.
Tees le miró otra vez fijamente, al igual que lo hizo en la posada de las afueras de Ávila nada más levantarse aquel día. Pero por su cabeza pasaban otas cosas.
A la mañana siguiente, Lorenzo le despertó con el alba. Había empezado a llover otra vez, pero el mago había decidido seguir adelante y llegar hasta donde pudiesen, parecía que iba a seguir lloviendo durante días y el viaje iba a ser eterno.
Después de dos días más... en los que la conversación cambió del todo dirigiéndose a temas más vanales y sin sentido, como el clima, las guerras entre Francia e Inglaterra, los pequeños problemas con el Reino musulmán de Granada, y sobre todo, Lorenzo le decía cosas de Segovia y de Toledo, sus próximos objetivos. La última noche pararon a apenas 15 kilómetros de Salamanca. Ciudad a la que llegarían al día siguiente, y donde se encontrarían con la mujer que instruiría a Tees y que les acompañaría hasta Toledo.