Amada mía:
Te escribo esta carta, Dios no quiera que sea la última, para suplicarte que recapacites. No quiero dañarte, pero piénsalo bien, por favor.
¿Te acuerdas cuando estábamos juntos? Nos reíamos mientras te improvisaba historias de princesas y caballeros, mirábamos las estrellas desde el balcón, bailábamos en tu habitación al son de la música de Amélie; grandes momentos que ahora se borran en cada lágrima que arrojo.
Sé que te ofrezco poco, yo no valgo de mucho comparado con los millones del calamar, pero estoy seguro de que hay algo que no puede comprar...tu amor. Cada parte de mí te idolatra, aunque sus potentes tentáculos sean mejores en la cama, tienes que ir más allá; piensa en qué pasará después, ¿qué vida puede ofrecerte? Yo sólo conozco como soy y seguro que lucharé cada día de mi pobre existencia para hacerte feliz.
Eso era lo que te gustaba de mis historias, cuando el príncipe azul luchaba contra monstruos para conocer a su amada. No importaba las cosas mundanas, el lazo era espiritual, místico como entre tú y yo.
También recuerdo la nochevieja de hace dos años, estabas PRECIOSA con el vestido rojo (no se si el calamar puede decir lo mismo), de verdad fue la mejor noche que pasé y pasaré, no tiene porque acabar, podemos continuar juntos, unidos hasta la eternidad.
Al leer esto deseo que pienses en mí, en nuestro futuro, vuelve conmigo princesa, por favor, nos quedan tantas cosas por descubrir y por hacer que no veo vida sin ti. Espero tu respuesta, bailando solo en mi habitación mientras sueño en historias donde te salvo de miles de peligros. Je t'adore.