91 - Vozdelosmuertos dice a lodis: Escribe una historia de amor entre un cliente que por alguna circunstancia (mudanza, trabajo, estudios) empieza a ser habitual de un supermercado y una dependienta que al quitarse el uniforme viste con escotes que lucen su maravillosa espalda morena. Lo interesante es que estos dos personajes sólo hablan cuando llega el momento de pagar (es decir, 2 ó 3 frases por día.) Pero hay amor.
-Buenos días – dijo la joven cajera – que guapo es, pensó.
-Hola – contestó el joven.
-Usted es el nuevo del barrio?? – se escuchó la voz de una anciana.
-Me cambiado de ciudad por trabajo, usted... ¿usted es la vecina de abajo? Me suena.
-Sí hijo, desde hace 40 años que vivo en ese piso.
-Son 13,20 euros. ¿Tiene cambio? – que manos que tiene...
-Te doy 15, ¿va bien? – que ojazos que tiene esta cajera, creo que vendré a este súper siempre.
-Hasta otra – le saludó con su mejor sonrisa y después se dirigió a la anciana.
Sergio se fue andando a casa, llevaba un poco de comida, entró y se dispuso a cocinar, no podía apartar de su mente la cara de la cajera, esos ojos, el brillo, la sonrisa,
¿sonreía a todos los clientes por igual? ¿Cómo se llamaría? Quizás el próximo día se lo preguntaría. Volvió al día siguiente, pero no estaba, por suerte su compañera le dijo su nombre Sofía, ya tenía en algo más que pensar.
Y llegó él día, se levantó, se vistió y fue a trabajar, le gustaba su nueva oficina, le tocaba el sol casi todo el día, eso hacía que estuviera de buen humor, el sol le daba vida. Por la tarde salió de trabajar, iba para casa cuando pasó por delante del súper, allí estaba ella en la caja, no se lo pensó dos veces y entró, daba vueltas por los pasillos no sabía que coger,
y si cogía carne, y ella, fuera vegetariana o comprar muchas cosas, o comprara algo que no le gustara, entonces... ¿no tendría ninguna oportunidad? ¿Y sino le volvía a sonreír? ¿Que tenía que hacer?
Compraré todo lo que necesite para hacer una buena cena, que vea que sé cocinar, por si la invito, eso si reunía el valor necesario, y mientras pensaba todo esto, empezó a llenar el carro de la compra: setas, ensalada, queso de cabra, nueces, tomates, pimientos, crema de leche, escalopines, pasta, vino, y un sinfín de cosas, no lo entendía, pero había algo que lo impulsaba a comprar más y más.
Sonrió al verle, cobró al señor de delante y luego atendió al nuevo, esta vez le preguntaría el nombre.
-Perdona, ¿cómo te llamas? Es que al ser nuevo...
(parecía tonta dando explicaciones) me se los nombres de la gran mayoría que viene a comprar y quería saber el tuyo, bueno sino te importa, yo... me llamo Sofía.
-Sergio, encantado Sofía.
-Si que llevas compra hoy ¿haces una fiesta? – seguro que con el traje que lleva trabaja en el banco.
-No, no, es para cocinar, me gusta cocinar.
Y entonces lo vio, el fin, no sabía porque había pensado ni siquiera una vez con él, vale quizás dos o tres, o cuatro, pero no lo tenía que haber hecho, velas, nadie compra velas y prepara una cena siendo soltero.
Le cambió la cara, se había fijado y cuándo le cobró no sonrió de la misma manera de antes, fue la sonrisa de compromiso de trabajo, ¿qué había hecho? No entendía por qué se volvió fría de golpe. Esa noche no durmió pensando en el porqué.
La relación no mejoró, los diálogos cada vez era más escasos y cortantes, no lo podía resistir, tenía que hacer algo. Llamaría a su hermana, ella sabría que hacer.
Por la noche se fue a una cena de negocio, la recomendación del restaurante había sido buena, estaba cenando a gusto, en un sitio tranquilo, buena comida, buen vino, buen ambiente, por unas horas sería el chico nuevo, pero un ejecutivo con fuerza y experiencia en el círculo para saber que con esas condiciones vendría más y por lo tanto más clientes y más ingresos, si eres un buen anfitrión y buen ejecutivo, la voz corría.
Pero de repente todo se truncó, apareció Sofía, iba guapísima, unos pantalones negros de pitillo, tacones y el jersey, esto le dejo impactado, cerrado por delante y al pasar a su lado, toda la espalda al descubierto, era perfecta: lisa, hombros ligeramente marcados, de líneas suaves, tez morena, dorada por el sol. Esos ojos, esa espalda, cuándo llegó a casa sólo podía pensar en esa espalada y en lo que haría si pudiera tener a Sofía con él en su cama, en su vida, le haría el amor de manera apasionada, dulce, experimentada, sabría hacerla disfrutar.
Pero ¿quién era él? ¿Que hacía con otro hombre? No podía ser, eran uno para el otro ¿qué no lo veía ella?
-Hola Sofía, que...
-¡Ah! Hola Sergio, voy que nos esperan
-Pero... yo... (Sofía ya se había ido)
Estaba sentada en una mesa, la podía ver perfectamente, en su mesa había 2 parejas, tenía que ser su novio, no había otra explicación, no podía dejar de mirarla, en toda la cena sólo tubo ojos para ella, no se podía concentrar, tenía que hacer algo, pero su hermana se lo había dicho, su compra parecía de pareja, no de soltero, las mujeres se fijan en los detalles. Tendría que arreglarlo ¿sería muy tarde?
Pasó 2 meses sin ir a comprar allí, no podía verla e imaginarla en brazos de otro, se ponía enfermo,
¿qué podía hacer? Soltar la verdad, decirle que es una confusión, las velas eran para decorar, que es soltero, pero luego... ¿qué pasaría luego?
Porqué no venía a comprar, hacía tiempo que había dejado de ir, sería porqué pasó de él, pero no podía, tiene novia, estaba segura, no podía soñar con él no estaba bien.
-Buenas tardes Sofía – ella levantó la vista y lo vio, allí sonriendo, era Sergio, había vuelto, con eso le bastó para saber que algo había cambiado.
-Hola Sergio, ¿tan pronto por aquí? – sabía que se había sonrojado, pero le era igual, sólo tenía ojos para él.
-Hoy he terminado antes, quería saludarte, saber como estabas.
-Bien, trabajando, ¿y tu? –
¡!muy mal gilipollas¡¡ !!No ves que no sabía nada de ti¡¡ !!Pero este tío de q va¡¡ Qué mono, me ha venido a ver...
-Tirando, cambiar de trabajo, la rutina, una nueva ciudad... (respiró, hizo una pausa y lo soltó) y solo, sin conocer a nadie... esta noche viene mi hermana, voy a ver que le cocinaré, quizás lo mismo que la última vez...
-Señorita, perdone, ¿me atiende?
-Sí, si, a ver que lleva...
Sergio entró a comprar con una gran sonrisa, el día mejoraba por momentos.