Hola a todos. Despues de un tiempo sin asomarme por aquí por varias razones personales, hoy he vuelto a merodear por este gran foro para ver como andaban las cosas, y viendo que el surrealismo o lo absurdo está en pleno auge, me he decidido a aportar un nuevo texto que espero que os agrade a todos.
P.D. Prado, este minirelato va dedicado a todos pero especialmente a tí, por los grandes ánimos que me has dado en todo momento. Gracias;)
"LA MEDITACIÓN"
El coche color manzana avanzaba muy rápido por la carretera de pastelina en dirección contraria a Palestina. El conductor era una marioneta llena de cuerdas que eran manipuladas por un tremendo gigante semidesnudo que iba caminando tranquilamente detrás el coche. En el asiento del acompañante estaba sentado un hombre bigotudo que tenía que asistir en breve a una intensa sesión de meditación profunda.
El coche giró inesperadamente hacia la izquierda, por el simple motivo de que el Gigante había sido distraido por un avión que peinó valerosamente su flequillo.
Fin del trayecto. El destino se trataba de una pequeña casa sin ventanas ni puertas y de color burratacho de pluma estilográfica. Durante unos días, el señor del bigote se estuvo preguntando como demonios lo haría para entrar en la consulta, ya que no existía ningún timbre ni dispositivo para avisar a la presunta recepcionista. De pronto, se le ocurrió una idea genial; se disfrazó de pensamiento, y pasó a través de la pared con cuidado de no penetrar en el interior de alguna de las hormigas que se desplazaban alegres hacia el tejado.
Desde el interior de la casa se podía contemplar un paisaje repleto de montañas y naturaleza, ya que desde dentro pudo comprobar que no había paredes ni techo, era como estar en medio una excursión en el campo. Incluso unas mariposas trataron de agarrarle su mostacho para hacerle una broma, cosa que le provocó una ligera sonrisa.
Cerca de allí al lado un árbol, una puerta crugió de forma extraña como incitando a nuestro protagonista a cruzarla. Una vez dentro, empezó la terrible sesión de meditación que tanto tiempo había solicitado. Se apagó la luz, la cual era proyectada por unas luciérnagas en celo, rabiosas por mantener una encendida relación sexual con cualquier bichejo del entorno.
Sentado en una silla con las piernas colgando, trató de analizar la extravagante situación que aconteció ante sus atónitos ojos:
Situación- Se abre el telón y aparece un encapuchado agarrando por el cuello a un maniquí. Con unas enormes tenazas, comienza a arrancarle parte de su dentadura postiza. Tras arrancarle una muela cariada, el encapuchado observa perplejo que del pequeño agujero de la muela que tiene en sus manos, se asoma un gusanito reclamando por todas las manzanas empleadas para pintar el coche del Señor Bigotudo. Se cierra el telón.-
Esa situación había dejado boquiabierto al Bigotes del Señor, que en un amén para ocultar su nerviosismo trasladó todos sus pelos que habitaban bajo su nariz hacía una región un poco más extensa: La barbilla, convirtiéndose así en una barba en vez de un bigote. Pero ahora era el señor el que estaba nervioso. Los remordimientos de haber malgastado unos cientos de manzanas en pintar su coche no le dejaban vivir. Sin duda alguna, había sido un error asistir a esta sesión meditativa. Tenía que escapar de ese lugar...¿pero cómo? Estaba en medio una selva.
No tenía ningún otro disfraz en su maletín que pudiese ayudarle a salir de allí: Sólo le quedaba uno de matasuegras y otro de dolor de cabeza, que usaba a menudo cuando no tenía ganas de ir a trabajar y así conseguir la baja médica por unos dias.
De pronto, un grito interrumpió sus cavilaciones. Era el maniquí de antes, que escapando vertiginosamente de su agresor encapuchado había caido dentro un pozo viejo
-!Socorroooo, que alguien me ayude!
-¿Estas bien, maniki? Soy el Hombre que ha sido cómplice de la extracción de tu muela del juicio...¿Hay agua dentro el pozo?
-¿Pero no ves que estoy de pie? Claro que no hay agua, sólo que no alcanzo a la superficie. Echamé un cable
-Mira, no tengo ningún cable a mano, pero aquí al lado estoy viendo un poste telefónico y podría intentar arrancar alguno. Por eso te he preguntado si estabas rodeado de agua, para que no te electrocutases.
Rebuscando a conciencia por el maletín, el Hombre Barbudo encontró con sorpresa otro de sus disfraces: El de prostituta que le regaló Mortadelo el año pasado.
-Escucha, he encontrado algo que te ayudará. Se trata de unos zapatos de mujer con unos enormes tacones. Póntelos y alcanzarás el borde del pozo para agarrarte.
Siguiendo los consejos citados, el maniqui consiguió salir del pozo sano y salvo.
-Te debo un gran favor, amigo. Dime, ¿hay algo que pueda hacer por tí?
-Pues mira, me podrías ayudar a salir de este lugar. Me ha sido dificil entrar y mas dificil me resulta salir.
-Lo siento amigo, no hay forma posible de escapar de este paisaje. Todo lo que nos rodea, incluidos nosotros dos, forma parte del absurdo cortometraje que están viendo los espectadores del cine que hay al otro lado de aquella montaña.
-No entiendo nada, ¿quieres decir que estamos siendo los protagonistas de un cortometraje?Yo no estoy viendo ninguna cámara que nos filme.
-Porque esto, amigo mío, se está transmitiendo a tiempo real a través de unas fabulosas energias ancestrales que lo captan todo y lo envian directamente al proyector del cine, que canaliza fluidamente el contenido de esa energía y la plasma en la pantalla. Tan sólo debes esperar a que finalice la película para volver a tu plena conciencia.
-¿Y que pasaría si ahora fuese corriendo hasta el cine y le prendiera fuego?
-Pues posiblemente te quedarías atrapado en este mundo para siempre. Te recomiendo que no hagas eso, ten paciencia, debe quedar apenas medio minuto para que termine.
-¿Y como es posible que tu ya sepas el final de todo esto si también estás participando aquí conmigo?
-Verás. Yo solo actúo como un complemento, al igual que el encapuchado. El esquema o base del cortometraje siempre es el mismo, lo único que cambia es el protagonista, que en este caso eres tú. De una forma u otra, siempre llega un nuevo visitante a este lugar. Lo único que tenemos que cambiar cada vez es la situación que representamos yo y el encapuchado cuando se abre el telón.
-Ajá! Ya lo voy comprendiendo. En fin, ha sido un placer contribuir a esta absurda idea. Encantado de conocerte. Por cierto, ¿dónde está el encapuchado?
-El encapuchado ya no aparece más en el corto. Su única aparición es durante la situación que protagonizamos conjuntamente. Ni tan siquiera me persigue, debo hacer que corro como si me persiguiera, pero esto es un secretillo, no se lo cuentes a nadie ¿vale?
-Te doy mi palabra. ¿Y como se supone que acaba este corto?
-Pues como todos...Tienes que abrazarme justo ahora emotivamente; el proyector del cine cuando detecta esta escena automaticamente deja de leer los frames que le proporcionan las energias y dejará de transmitir. Justo enseguida, el público se levantará y aplaudirá.
El hombre Barbudo abrazó efusivamente al maniquí y apoyó su barbilla ahora repleta de pelos sobre su duro hombro. Una lágrima se desprendió lentamente de su ojo derecho, y en el preciso instante que aterrizaba contra la hierba, un fondo negro apareció en la gran pantalla del cine para posteriormente dar paso al siguiente cortometraje...