Recopilatorio "Crónicas Mencorianas" (Por favor, no escribir en este hilo)

_CRÓNICAS MENCORIANAS_


Capítulo I: El Capitán

- He estado al mando de esta base desde que llegamos por primera vez a este jodido planeta, y no sólo hemos terminado la construcción antes de lo previsto, sino que incluso hemos localizado una veta de mineral y ya estamos organizando las excavaciones.
- Lo sé Capitán, nadie ha puesto en duda su capacidad. Ha hecho un buen trabajo.
- Sin embargo quieren deshacerse de mí.
- Sólo es un traslado Capitán, creemos que le vendrá bien un descanso.
- Sé perfectamente lo que es y por qué lo hacen. Quieren meterme en una oficina y tenerme rellenando informes.
- Tómelo como unas vacaciones. Podrá volver a casa.
- El chico se lo merecía. Es un estúpido arrogante que no hacía más que estorbar y crear disputas. Tuve que arrestarlo y enviarlo de vuelta. Si eso no le ha gustado, haberlo pensado antes. Yo tengo que pensar en mis hombres y en la misión que me han encomendado. ¿Acaso no habría hecho usted lo mismo?
- El chico es el hijo del gobernador de Teplar, y no le ha sentado muy bien que lo hayan avergonzado. Usted sabía a lo que se exponía cuando lo hizo arrestar.
- Sabes que he hecho lo correcto, Duvon.
- No me lo ponga más difícil Capitán.
- ¿Yo te lo estoy poniendo difícil a ti?
- Por favor, recoja sus cosas y abandone el planeta.
- ¿Es tu última palabra?
- Lo es Holan, sabes que no depende de mí.

El Capitán Holan Sveerng abandonó la habitación con paso firme. Era un hombre alto, de tez morena y complexión fuerte. Siempre había considerado fundamental el mantener una buena forma física, y todos los días solía realizar largas sesiones de ejercicios. Eso, unido a los esfuerzos que llevaba implícitos su trabajo, provocaba que a pesar de haber superado ya los cuarenta años, todavía luciese una gran forma física. Tenía la merecida fama de ser una persona estricta en el aspecto profesional, pero amistoso y con buen humor en el personal. Sin embargo este no era un buen momento.

No tardó mucho en estar preparado para partir, pues sus enseres personales no eran muy abundantes. Aparte de la ropa, los utensilios de aseo personal y su arma, no había nada en la habitación que pudiera relacionarse con él. En menos de diez minutos ya se encontraba en el pequeño puerto de la base haciendo las últimas comprobaciones en la nave antes de abandonar el planeta.
Si tenía que ser sincero, debía admitir que se alegraba de abandonarlo. Nunca le había gustado este planeta. Tenía un olor bastante peculiar y desagradable producido por el mineral que habían venido a extraer, y a diferencia de lo que ocurría en otros planetas, aquí nunca se terminaba de acostumbrar a ese olor. Además tenía un clima demasiado caluroso, lo cual le creaba un continuo malestar que se acrecentaba cada vez que tenía que ponerse el traje de superficie para salir de la base.
Pero el problema no era tener que abandonar el planeta, sino la forma en la que lo habían obligado a hacerlo, y el hecho de que su historial no contase para nada cuando los intereses de un par de personajes importantes estaban por medio. No era tan ingenuo como para creer que la justicia impera en el universo, pero eso no lo hacía sentir mejor en estos momentos.

Por fin terminó los preparativos y se introdujo en la nave cerrando la compuerta detrás de el. Se acomodó ante el panel de mandos y accionó los controles necesarios para despegar. Pocos minutos después ya se encontraba varios kilómetros por encima de la base. Tan pronto como abandonó la atmósfera comenzó a hacer los cálculos para realizar el primer salto hiperespacial, ahora ya deseoso de perder de vista el planeta de una vez por todas.
Con la rapidez fruto de la experiencia, enseguida terminó de calcular las coordenadas y consultó la distancia al planeta. Todavía tardaría un buen rato en estar lo suficientemente alejado como para poder realizar el salto sin ningún riesgo de que la atracción gravitatoria del planeta influyera sobre las coordenadas de salida del hiperespacio, así que se dispuso a dormir un poco y dejar que el ordenador lo hiciera solo. Introdujo las coordenadas que había calculado en el ordenador y accionó el piloto automático, mientras echaba una última mirada al planeta que había sido su hogar durante el último año. Definitivamente no lo echaría de menos.
Abandonó el puesto de mando y se dirigió al pequeño habitáculo de la nave acondicionado para dormir, donde pretendía descansar un poco y prepararse para los interminables montones de papeles que le esperaban en su vuelta a casa. De hecho, los papeles eran los únicos que esperaban su llegada: nunca había conocido a sus padres y las pocas personas que podía llamar amigos, de sus tiempos de instrucción, estaban repartidos por varios puntos del universo, destinados a planetas como el que ahora él estaba abandonando. Los hombres a su cargo lo respetaban, pero cuando un soldado quiere salir a divertirse, llama a otros soldados, no al capitán.
Todavía sentía rabia por la forma en que habían descartado todo su buen trabajo por culpa de un niñato arrogante, pero a pesar de su exaltado estado de ánimo, no tardó demasiado tiempo en quedarse dormido.

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Capítulo II: La Comandante

Un pitido agudo lo despertó. Dio un par de vueltas en el catre antes de abandonar el mundo de los sueños y volver a la realidad. El pitido volvió a escucharse en toda la nave. Enseguida lo reconoció, alguien estaba intentando contactar con él.
- ¿Quién diablos podrá ser? -pensó.
De mala gana se puso en pié, se desperezó, se puso las botas y salió por la puerta en dirección al puesto de mando.
Una vez allí dio paso a la transmisión, y en la pantalla apareció el rostro serio de una mujer joven y atractiva.
- Saludos –dijo la mujer-. Soy la Comandante Ailka de la Flota del planeta Mencor –su código identificador apareció en la pantalla. Mencor era un próspero planeta industrial que gobernaba otros siete planetas de carácter agrícola. Desde Mencor se llevaba a cabo la organización, procesamientos y exportación de todos los productos obtenidos en esos planetas. Las carnes y hortalizas que exportaban eran ensalzadas en todos los planetas a los que llegaban.
- Capitán Holan Sveerng. Pero ahorrémonos las formalidades, no estoy de humor.
- Como prefiera. Iré al grano: nos hemos puesto en contacto con usted porque necesitamos ayuda, el sistema de hiperespacio de nuestra nave ha sido saboteado y necesitamos algunos repuestos para poder realizar el salto. Por supuesto les serán abonados.
- Sí, claro. ¿Y por qué razón no se han comunicado con su planeta para pedir los repuestos? –preguntó Sveerng un tanto desconfiado.
- Bueno, el incidente ha ocurrido hace unos minutos –explicó la Comandante-, tenemos algo de prisa, y puesto que usted estaba tan cerca, me pareció preferible pedir su ayuda a tener que esperar a una nave que tenga que venir desde Mencor.
- Está bien –accedió Sveerng-, de todas formas no tengo ninguna prisa en llegar a mi destino. Adelante, inicien la maniobra.

Holan extendió los tubos de acoplamiento y colocó su nave en paralelo con la nave mencoriana. Estos tubos de acople tenían tamaños estándar en todas las naves, por lo que no había problema en unir dos naves cualquiera que fuera su procedencia. La única distinción era que las naves más grandes contaban además con otros túneles de acople de un tamaño bastante más grande para poder unirse entre sí teniendo más espacio. Por otra parte, esos túneles tan grandes eran bastante más difíciles de acoplar y requerían mucha pericia por parte de la persona que realizaba la maniobra, por lo que normalmente sólo se usaban en ocasiones especiales como reuniones neutrales entre gobernadores de distintos Sectores.
Al poco rato las dos naves ya se encontraban conectadas por el estrecho túnel con compuertas a ambos lados. Sveerng se quedó sentado en la silla del puesto de mando mientras se procedía a llenar de aire el túnel para poder cruzar sin ayuda de los incómodos trajes espaciales. Al fin el piloto que estaba situado encima de la salida cambió su color rojo por el verde y poco después se abrió la compuerta. En ella apareció la Comandante Ailka, flanqueada por dos soldados. Era una mujer alta de aspecto imponente y expresión orgullosa. Llevaba el pelo recogido detrás de la cabeza, lo que acrecentaba su aire de seriedad.
- Saludos Capitán Sveerng –dijo Ailka.
- Un placer –respondió Sveerng simplemente-. Los repuestos están en ese compartimiento –añadió señalando una pequeña compuerta, al tiempo que los soldados ya se ponían en movimiento.- ¿Qué es todo eso de un sabotaje?
- Llevamos a bordo de la nave a tres prisioneros que estamos trasladando a Mencor para ser llevados a juicio. Debido a la ineptitud de un vigilante –añadió endureciendo la mirada- han conseguido escapar de su celda e inutilizar el sistema de salto así como todos nuestros repuestos. Si no nos hubiésemos dado cuenta antes del siguiente salto, podríamos haber tenido serios problemas. Por suerte algunos soldados todavía saben cumplir con su deber –dijo con ironía- y el sabotaje fue descubierto a tiempo, pero los prisioneros todavía no han sido capturados.
En ese momento entró en la nave otro soldado.
- Disculpe Comandante, uno de los hombres a sido detenido. Estaba intentando llegar a una cápsula de escape –dijo.- Del otro hombre y de la mujer aún no sabemos nada.
- Rectifico, uno de ellos ya está bajo arresto –dijo Ailka a Holan-, espero que esta vez podamos mantenerlo así hasta llegar a Mencor –añadió de cara al soldado, que bajó la vista avergonzado-. Enciérrelo y vigílelo personalmente. Esta vez no admitiré errores.
- Sí, señora –dijo el soldado.
- E intensifique la búsqueda de los otros, la nave no es tan grande como para que puedan esquivarnos por mucho tiempo –ordenó Ailka.
- A sus órdenes, Comandante –dijo el soldado mientras salía por la compuerta.
Los otros dos regresaron con los repuestos y lo siguieron de vuelta a su nave.
- ¿De qué se les acusa? –intervino Sveerng.
- Forman parte de un grupo independentista –respondió Ailka-. Pretenden separar su planeta, Kevor, del gobierno de Mencor, y para conseguirlo se dedican a matar soldados mencorianos y levantar a la población de Kevor en nuestra contra.
- ¿Tienen alguna clase de organización seria? –preguntó Sveerng.
- Simplemente siguen a un loco con ansias de grandeza que se cree con derecho a gobernar por un débil parentesco con el antiguo rey de Kevor, cuando aún no formaba parte del Sector de Mencor. Todavía no lo hemos podido localizar, pero pronto lo haremos.
Mientras la Comandante decía estas palabras, Sveerng percibió una pequeña sombra en el túnel, detrás de ella, y al momento siguiente ya se encontraba saltando hacia ella. Ailka, al verlo, intentó esquivarlo y echó mano de su arma, pero no tuvo mucho tiempo para reaccionar debido a la sorpresa, y esto le salvó la vida, pues tan pronto como Holan la arrojó al suelo, un cuchillo pasó rasgando el aire en el lugar donde había estado Ailka un segundo antes. Rápidamente, Sveerng rodó por el suelo hacia el atacante al tiempo que le propinaba una patada en el brazo, lo que provocó que soltara el cuchillo, que cayó con estrépito a dos metros del atacante. Sólo un momento después, Holan ya se encontraba en pie de cara al asaltante. Se trataba de un hombre bastante mayor, vestido con sucias ropas y con una expresión de disgusto y pena en su arrugada cara. Echó una mirada al cuchillo y otra a la Comandante, pero para sorpresa de Holan, no continuó con el ataque, sino que se dio la vuelta y echó a correr por el túnel de vuelta a la nave mencoriana. O al menos eso intentó, ya que los soldados de la nave que ya venían por el túnel alertados por el ruido lo apresaron con facilidad.
La comandante Ailka, que entretanto ya se había levantando y había recuperado la compostura, sólo le dedicó una rápida mirada furiosa antes de ordenar que se lo llevaran y lo metieran en una habitación distinta a la del otro hombre.
- Ya hablaremos de esto –dijo refiriéndose tanto al viejo como a los soldados que deberían haberlo detenido antes de entrar en la nave de Sveerng.
Cuando los soldados se hubieron ido, se volvió hacia el Capitán.
- Parece que estoy en deuda con usted –le dijo-, gracias –añadió mientras extendía su mano.
- No ha sido nada –respondió él, estrechándole la mano.
- Ya que dentro de poco vamos a separarnos –dijo Ailka con una expresión más suave-, no me va a ser posible devolverle el favor más adelante, así que acepte al menos cenar conmigo. Tenemos comida de verdad a bordo, comida mencoriana –añadió con una sonrisa. Cuando sonreía todavía era más atractiva.
- De acuerdo –respondió él sonriendo a su vez-, ya empiezo a estar harto de tomar el mismo puré de viaje todos los días. No discuto que sea muy sano y completo, pero sabe a rayos –añadió riendo abiertamente, ya más relajado tras el incidente.
- Por aquí Capitán –dijo Ailka cogiéndole del brazo.
Y los dos juntos se encaminaron hacia el túnel que conectaba ambas naves.

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Capítulo III: Ailka

Fue la mejor cena que Holan recordaba en mucho tiempo. En la base comían el mismo rancho todos los días, y en los viajes espaciales se solían llevar unos preparados alimenticios especiales que cubrían las necesidades del organismo para todo el día y ocupaban poco sitio en la nave. Y a pesar de que no tenían un mal sabor, a base de comer lo mismo todos los días, Holan ya estaba aburrido del puré, como muchos los llamaban.
Pero el hecho de que la cena fuera la mejor en mucho tiempo, no sólo se debía a la exquisita comida mencoriana, que realmente se merecía los elogios que todo el mundo le dedicaba, sino que también se debía en gran medida su acompañante. La Comandante Ailka, liberada de sus responsabilidades por unos momentos, resultó ser una compañía muy agradable. Era una persona instruida y muy inteligente, cosa no muy común entre los soldados mencorianos, y estuvieron hablando largo y tendido acerca de muchos temas.
Tras haber concluido la cena, se sentaron en un cómodo diván y continuaron charlando animadamente.
- Bueno –dijo al fin Sveerng-, creo que con esta fantástica cena, la deuda está más que saldada.
- Pues yo no lo creo, no sé lo que habría ocurrido de no ser por ti, Holan –respondió Ailka.
- Que me habría quedado sin cenar –bromeó él.
- Venga, estoy hablando en serio –dijo ella, que a pesar de sus palabras no pudo reprimir una sonrisa.
- Lo cierto es que me dio la impresión de que el viejo no intentaba huir, sino que sabía muy bien a quién estaba atacando. Parecía que iba expresamente a por ti y no le importaba lo que le pudiese ocurrir después –dijo Sveerng.
- Quizá creyó que eliminando al Comandante sería más fácil para él y sus compinches hacerse con la nave.
- No sé, no creo que pensara que sólo dos personas, o tres si nos ponemos en el caso de que consiguieran liberar a su cómplice, fueran suficientes para hacerse con la nave. Más bien pienso que no le importaba cómo acabara todo con tal de que tú estuvieses muerta.
- Puede que sólo quisiera llamar la atención de los soldados para reunirlos a todos en un punto de la nave y así dar una oportunidad a la mujer para escapar usando una cápsula de escape de emergencia –aventuró ella-. Y se le ocurrió que la mejor forma de llamar la atención era eliminándome a mí.
- Es posible, pero ¿por qué crees que el viejo iba a dar su vida tan alegremente por la de la mujer? –preguntó Holan.
- Bueno, al fin y al cabo ella es la hija de su “Gran Jefe” –contestó Ailka con una mueca de desprecio.
- ¿Es la hija del rey? –preguntó Sveerng asombrado.
- Es la hija de un loco que se hace llamar rey. Aunque para ser totalmente sincera no todo lo que dice es falso, pues sí que se ha podido comprobar que es realmente descendiente del antiguo rey de Kevor, aunque no de forma directa. Su nombre es Balar. Por ahora se mantiene escondido, pero sabemos que quiere a su hija, y en el caso de que no consiguiéramos sonsacarle a ella dónde se encuentra el escondrijo de su padre, siempre podríamos ofrecerle un intercambio.
- ¿Y quienes son el viejo y el otro hombre?
- El viejo es el consejero de Balar y el maestro de Idewa, que es el nombre de la mujer. Ha sido su mentor personal desde que era una niña, y no dudaría en dar su vida para que ella no recibiese ningún daño –explicó Ailka.
- ¿Y el otro? –volvió a preguntar Sveerng.
- Sólo es uno de los guardaespaldas de Balar, y no muy bueno por lo que hemos podido comprobar –añadió con una sonrisa.
- ¿Tienen mucha gente a su favor en Kevor?
- Bastante como para representar un problema –respondió Ailka-, pero ¿vas a seguir haciendo aburridas preguntas hasta que me quede dormida o piensas hacer algo más interesante? –añadió Ailka con una mirada divertida.
- Ahora que lo mencionas –respondió Holan con una sonrisa al tiempo que se aproximaba a ella-, creo que ya basta de preguntas por hoy.

Justo en ese momento sonó el comunicador con el puente de mando. Ailka puso los ojos en blanco y de mala gana se levantó para ir a atender la llamada. Pulsó un botón del comunicador y en la pantalla apareció uno de los soldados.
- Lamento molestarla Comandante –dijo el soldado de forma algo atropellada y visiblemente apurado-, pero acabamos de recibir una comunicación del Cuartel General de Mencor instándonos a que nos demos prisa en volver con los prisioneros.
- Eso depende de la rapidez con que arreglen el sistema de hiperespacio, como ya sabrá usted sin necesidad de que yo se lo recuerde –dijo Ailka con expresión de enfado.
- Sí, Señora –respondió el soldado, todavía más abochornado-, pero es que además se me ha ordenado que la avise de que el General quiere que se ponga en contacto con él inmediatamente.
- Está bien. Estaré ahí en un momento –accedió Ailka al tiempo que cortaba la comunicación-. Parece que tendremos que dejarlo para otro día Capitán –añadió girándose hacia donde se encontraba Sveerng.
- Qué le vamos a hacer –dijo él-, el deber es lo primero –añadió con poca convicción-. Será mejor que regrese a mi nave.
- Te avisaré en cuanto todo esté listo –dijo Ailka-. Mientras, te rogaría que esperases por si necesitamos algún otro repuesto.
- Claro, no hay problema –accedió Sveerng.

Salieron de la habitación de la Comandante, y Sveerng se dirigió hacia su nave pensando en su mala suerte.
- Al menos ha sido una buena cena –pensó mientras se reía de sí mismo.
Una vez estuvo de vuelta en su nave y sin nada mejor que hacer, se sentó ante los mandos y se dispuso a realizar los cálculos para el próximo salto, una vez separase su nave de la nave mencoriana. Y en eso estaba cuando oyó un pequeño ruido a su espalda. Rápidamente dirigió su mirada al lado del radar, al sitio donde había dejado su arma cuando abandonó la nave con Ailka, pero allí no había nada.
- Es inútil que busque ahí su arma –dijo una voz de mujer-, ahora mismo le estoy apuntando con ella y le rogaría que no me obligase a utilizarla. Gírese muy lentamente, y no haga movimientos bruscos.

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