VII
“Corre, por la puerta 343”. La voz de la Doctora Theis volvía a sonar en su cabeza. Daev, se destapó los oídos, soltó la aguja de llena de sangre y salió al pasillo. Por el corredor izquierdo escuchaba las voces de los soldados que trotaban hacia él. Si venían tan pronto, es que lo habían visto por cámara. La terrible sensación de convertirse en un proscrito, y de haber echado por tierra su carrera en la Escuela le pesaron en el estómago. Titubeó unos instantes antes de reaccionar y salir corriendo hacia el pasillo derecho. Enfrente encontró la puerta de material 343. Una vez dentro todo parecía muy oscuro. Un tubo montacargas era la única estructura descifrable bajo la tenue iluminación que había. Llegó hasta el tubo, se introdujo y subió. Sentía la presión sobre su cuerpo y lo sentía extremadamente pesado debido a la vertiginosa velocidad a la que subía. En unos minutos estuvo arriba. Tardó un momento en ajustarse a la nueva presión y salió al hangar. Allí no encontró ni un solo carguero. Era extraño. Unas luces del fondo se encendieron y vio una pequeña nave de viaje. De ella descendió un hombre corpulento. Hizo una señal a Daev de que se acercara. Lo hizo.
-Buenas, me llamo Corman, tú debes ser Daev, ¿verdad?
-Sí, ¿eres amigo de Theis?
-Algo así. Vamos, tengo orden de sacarte de aquí. Sube.
La nave por dentro estaba llena de numerosos emblemas de distintos sistemas estelares. Una para cada ocasión. En un mundo en el que la diplomacia era tan recia, y los protocolos comerciales tan disciplinados, la ausencia de uniforme de aquel hombre, y los distintos estandartes de tan diversas corporaciones indicaba sin lugar a dudas que aquel hombre era un mercenario, y aquella nave ilegal.
Despegó sin demasiada delicadeza, subiendo a gran velocidad a medida que iban avanzando. Una vez se hubo cerrado la puerta del hangar y se hubieron alejado del planeta, el hombre dejó los mandos para sentarse atrás con Daev.
-Tengo orden de escoltarte hasta un planeta llamado Senetria-La voz de Corman era grave-. Allí serás presentado a la única fuerza estelar de oposición que hemos conseguido reunir para Henry. Allí nos separaremos, y no envidio en absoluto el futuro que te espera a partir de allí. Si todo va bien, la Doctora Theis te estará esperando, sino...quién sabe lo que pasará.
-¿En qué sistema se encuentra Senetria?
-En el octavo sistema de la Federación. Bajo el control económico de corporaciones paralelas y lejanamente supeditadas al Comercio Federativo. Es el lugar perfecto para contrabandistas y mercenarios. Directamente bajo el bolsillo de papá, pero lejos de su atención-Acabó la frase con una sonora carcajada
-Ese sistema queda lejos. ¿Cuánto tiempo dormiremos?
-Diez meses. Esta maravilla no es la más rápida de la galaxia, pero no anda nada mal.
-¿Qué tendré que hacer exactamente en Semetria?
-Digamos que tienes que jugar al jueguecito ese de tu Escuela, pero en verdad, y tenerlo todo listo para cuando rescaten a Henry y lo traigan de nuevo.
-¿Rescaten a Henry?
El hombre restalló en una carcajada.
-¡Preguntas mucho, chico, preguntas mucho!-Sacudía la cabeza, y se levantaba del asiento añadiendo-Todo a su tiempo joven, todo a su tiempo. Ahora vamos a dormir, y ya llegarán tus respuestas.
Henry dormido parecía incluso mayor de lo que era. Theis recordaba con emoción la primera vez que le vio entrar, con apenas catorce años cumplidos. La orden de apartarse de Henry había llegado en el momento exacto, y aunque no tenía mucho tiempo, era suficiente antes de que la descubrieran para reorientar la educación de Henry. Se acercó al ordenador y cambió las imágenes que serían introducidas en Henry, con suerte no se darían cuenta y creerían estar formando un gran militar ádahas cuando en realidad se creaba el peor enemigo que podrían temer. ¿Porqué hacía esto? ¿Porqué ayudaba a Henry a destruir a una raza a la cual ella pertenecía? ¿Porqué intentaba salvar a la raza que le había condenado y matado desde el comienzo de los tiempos, antes incluso de comenzar la Nueva Edad?. Entonces se acordó de Daev, él estaba exactamente igual, él también creía estar ayudando a Henry a exterminar a la raza humana. Henry se encontraba en un hilo demasiado frágil. ¿Qué pasaba también con el Enemigo? Se supone que desde que atacaron a aquellos cargueros de Marte estamos en guerra con ellos, pero las batallas que se libran en los anillos exteriores son cada vez menos intensas. ¿Ha pasado algo que la Federación no ha querido decir?
-¡Usted!, ¡Qué hace aquí!-la voz de un soldado la sobresaltó-Hermana, tenemos órdenes de no dejar pasar a nadie
-Lo siento sargento, ya me voy, solo quería ver por última vez a Hassman
-Tendré que informar al respecto
-Yo salgo ya hacia la Capital, creo que no merece la pena, solo quería despedirme de él, he sido su profesora en el último año, no quería irme sin decirle adiós.
-Bueno, registraremos la habitación, si no hay anomalías no informaré de nada. Vaya a la sección de lanzamientos si lo desea, pero no suba a la nave hasta que no le certifique que todo está en orden.
-No habrá anomalías, se lo aseguro sargento.
-Eso espero.
La Doctora Theis salío por el pasillo y se dirigió a la sección de lanzamientos, su corazón latía con rapidez. “Parte del éxito de la misión depende de ese inepto sargento, espero que no se fije en el ordenador”. Llegó a la sección de lanzamientos y esperó al lado de la nave. Le enseñó las órdenes al capitán y comenzaron los preparativos. En cinco minutos todo estaba preparado, y solo faltaba la confirmación del sargento. El tiempo se hacía eterno cuando su futuro se debatía entre la muerte inmediata o subir a aquella nave. “Bien Hermana, todo en orden, puede subir. Lamento la confusión”. Sin contestarle subió velozmente y dio la orden al capitán de despegar.
La nave era una Ragram Tainisiam, muy veloz, lo suficientemente pequeña para no ser detectada por los sistemas de radar de las colonias a largas distancias, y los suficientemente potente para ser letal en combate. Era una de las mejores naves construidas en la galaxia en el mercado legal, y los únicos fabricantes y compradores eran los ádahas. Una vez hubieron salido del control de Crucero en el que viajaba Henry y del que habían salido, Theis se acercó al guardia. Estaba mirando la carta de navegación. Le colocó la palma de la mano a tres centímetro de la nuca, se concentró, cargó su energía en el brazo, que bajó veloz hasta la mano y como una nube de aire atravesó el cerebro del guardia reventándolo por dentro. Sin ruidos, limpio. Le cogió el rifle boot al guardia y se dirigió hacia el capitán. Estaba muy cansada para repetir la explosión de energía. Le encañonó en la sien y le obligó a cambiar las coordenadas de navegación hacia Senetria. Una vez lo hubo hecho, le mató.