CAPÍTULO 2
Daniel abrió los ojos, retiró el pelo rubio y lacio que le caía por la cara impidiéndole ver. Cuando vio lo que había delante de él no se lo creía: un paisaje totalmente diferente a cualquier otro que hubiera visto en su vida; veía flores que no conocía, árboles que ni siquiera había imaginado, el olor que se respiraba en el ambiente era desconocido y a la vez embriagador e incluso el cielo parecía tener una tonalidad azul mas intensa de lo normal.
Daniel comenzó a recordar como había llegado hasta allí. ¿Cómo había perdido el equilibrio de esa forma tan absurda? ¿Qué había sido el viento tan fuerte que le terminó de tirar a la sima? ¿Cómo era posible que después de una caída como lo que había tenido no se hubiera matado y, aparentemente, tampoco herido? Todo era como mágico para Daniel; el suelo estaba cubierto de suave hierba y junto a él pasaba un arroyo con agua cristalina.
Se echó agua en la cara para cerciorarse de que todo lo que veía y sentía era cierto. De repente, apareció algo totalmente inesperado para él: una muchacha delgada, de rostro entre pálido y rosado estaba ante sus ojos. La joven tenía la apariencia de una joven normal con la excepción del color de la piel y los finos rasgos que se dibujaban en su rostro inmaculado. Tenía largo pelo rubio y ojos azules, de un azul como ese cielo que se encontraba por encima de ambos; un azul tan intenso, tan profundo, que para Daniel era imposible retirar la mirada de esos ojos.
La muchacha miraba fijamente a los ojos color miel de Daniel, quien se sentía todo lo débil que se puede sentir una persona. Sentía que ninguna parte de su cuerpo respondía, como si fuera preso de un veneno paralizante que le inutilizara por completo. Daniel comenzó a sentir algo en su cabeza, algo similar a martillazos. La muchacha seguía inmóvil, mirándole a los ojos con rostro sereno.
Daniel comenzó a distinguir algo entre esos martillazos que venían a su cabeza; eran letras. Vocales, consonantes, letras desordenadas que le asaltaban su cabeza.
krod, txlhq hv xvwhg
wlhqh dojxq sureohpd
gljdphor b oh dbxgduh hq or txh sxhgd
Daniel estaba perplejo, no conseguía entender por qué esas letras iban a su cabeza sin motivo; por otro lado no conseguía pensar con claridad, no podía dejar de mirar esos ojos en los que le parecía hundirse más y más y que parecían no tener fin.
- ¿Quién eres? –preguntó Daniel con una voz que salió casi ahogada.
Daniel observó en el rostro de la muchacha una expresión de asombro que, no obstante, no desfiguraba su expresión de serenidad.
- ¿Por qué usa el lenguaje hablado? ¿Quién es usted? –preguntó la muchacha con una voz dulce y suave, una voz similar a un susurro.
- Me llamo Daniel y no conozco otro medio de expresión –respondió Daniel usando también un tono de voz bajo y sorprendido por lo que oía.
El rostro de la joven se llenó aún más de asombro.
- ¿De qué parte del valle es? –le preguntó la muchacha con curiosidad.
- ¿Valle? Este sitio es totalmente desconocido para mí, me caí en la sima de una cueva y ni siquiera sé como he llegado hasta aquí.
La joven se sorprendió aún más. En su cara sólo se veía un atisbo de la serenidad que impresionó a Daniel en un primer momento.
- Le llevaré a Somper –dijo la muchacha, que conservaba el suave tono de voz.
Daniel no tenía ni idea de lo que era eso; pero la muchacha le inspiraba confianza y decidió ir con ella.
Durante treinta minutos siguieron un camino atravesando un bosque; la paz se palpaba en el ambiente. No había suciedad por ningún lado, los únicos ruidos que se podían escuchar eran el de los pájaros cantando y el de un arroyo lejano que traía el relajante sonido del agua. Daniel estaba sobrecogido por el lugar; él era un amante de la naturaleza, pero en sus muchas excursiones nunca había visto un sitio como ese. Veía animales totalmente desconocidos para él, cantos de pájaros que parecían estar ensayando para una gran actuación. La muchacha le acompañaba en silencio con sus finos rasgos y elegancia en sus movimientos.
- ¿Puedo preguntarte algo? –inquirió Daniel en voz baja, sin querer romper la paz del paisaje.
- Sí –se limitó a contestar la muchacha.
- Antes me preguntaste por qué usaba el lenguaje hablado; ¿Es que existe otro?
- Sí. El lenguaje de la mente –respondió la joven mirándole a los ojos.
Daniel volvió a experimentar algo parecido a la sensación de la primera vez. Cuando miró de nuevo los ojos de la muchacha, volvía a estar paralizado e imbuido en esos ojos azules. Las letras volvieron a asaltar su mente, aunque en esta ocasión Daniel podía distinguir tonos interrogativos en estas letras.
hv ho ohqjxdmh txh oh kdeor dkrud
qr ph sxhgh hqwhqghu ¿yhugdg?
- Esas letras que retumban en mi mente… –dijo Daniel sin poder dejar de mirar los ojos de la joven.
- Es el lenguaje de la mente ¿verdad? –prosiguió Daniel.
vl
Daniel entendió el significado de esas dos letras. No sabía cómo lo había podido entender, no podía explicar cómo lo sabía, pero sabía que significaba “sí”.
La muchacha comenzó a escuchar palabras en su mente, era Daniel que le hablaba:
¿sru txh xvdv ho ohqjxdmh gh od phqwh?
(¿por qué usas el lenguaje de la mente?)
Daniel sintió la respuesta de la joven:
sdud qr prohvwdu d odv rwudv fuldwxudv
(para no molestar a las otras criaturas)
Las palabras volvieron a la mente de la joven:
dxq qr vh wx qrpeuh
(aún no sé tu nombre)
- Shela –contestó la joven con un susurro.
Después de esto reanudaron el paso, el caminó salió del bosque llegando a una encrucijada, en la que se podían leer las siguientes direcciones: Somper, Tudmin, Jedmen, Ralen y Las Tierras Desconocidas.
Siguieron el camino hacia Somper.