Leyendo los relatos de Vaskard (que son fantasticos, y ya se sabe la forma mas sincera de la admiracion es el plagio), se me ocurrio escrivir un relato corto de lo que debe sentir uno de los zombis asi que escrivi este relato, espero que os guste (con el visto bueno de Temjin ):
El ruido me despertó, caí de la cama sobresaltado, el ruido de 1000 pies corriendo por las calles y el ruido de mi puerta al salir destrozada de sus goznes. Solo pude abrir los ojos para ver como una espada empuñada por una esquelética mano me traspazaba el corazón, la sangre dejo de fluir en mi interior. El dolor fue intenso pero tras él vino la paz… estuve en un gran túnel de luz, vi a mis familiares al otro lado que me saludaban y me pedían que fuese con ellos... mire atrás y vi mi cuerpo desangrado sobre la madera...
Comencé a correr hacia la luz pero un manto violeta carmesí me atrapó, una letanía me rodeó, no comprendía las palabras pero supe que era un hechizo, note como mi cuerpo volvía a la vida, por cada fibra de mi ser corrió un dolor infernal que me agarraba en este plano material. Cuando abrí los ojos el dolor había desaparecido. A mi alrededor había cascarones de lo que habían sido mis vecinos, mis amigos, mi familia... sus caras me eran familiares pero mis recuerdos se difuminaban en una niebla carmesí. Era consciente de que mi cuerpo estaba muerto y que estaba vivo por una oscura magia... pero no podía hacer nada, entonces oí su voz:
-Saludos nuevos guerreros- Era una voz fuerte y autoritaria- ahora sois parte del glorioso ejercito de Vaskard, mataréis por mi y no podréis morir para liberaros, vuestras pateticas almas estaran a mi servicio por siempre....
-Grrr- surgio de mi garganta y de la de todos los demás salio un ruido animal, de dolor, ensordecedor.
Ni siquiera nos miramos, ya sabíamos quien era nuestro señor, nuestra volunta estaba subyugada a esta voz. Cogí la armadura que me tendía uno de los zombis “veteranos” y de mi propio pecho extraje la espada que blandí unos instantes para sopesar su peso. Me gustaba. De inmediato nos pusimos en movimiento... Sin voluntad, sin tesón, nos habíamos convertido en marionetas de un ser superior... Lo comprendíamos y nos resignamos... pero he de admitir que a pesar de que mi carne se pudrió y mis ojos fueron picoteados por los pájaros disfruté derramando la sangre de los enemigos de mi señor…