Bueno, es lo primero que escribí... con 17 añitos... y con muchas ganas... si a alguien le gusta, que sepa que lo reescribí y reescribí hasta dejarlo como está, que no soy tan buen prosista....
Por cierto, el título=nombre fue antes de South Park, olviden referencias...
Espero que os guste, y por favor, si sois capaces, haced una crítica constructiva, me gustaría mucho leer tanto sobre los puntos buenos como los malos.
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SPARKY
La puerta se entreabrió silenciosamente.
Un halo de luz cruzó la habitación.
Una sombra se contemplaba en el suelo.
Sparky se adentró en la oscuridad. Primero la pata delantera izquierda... tras unos segundos la derecha... más tarde, volvieron a hacer el mismo juego las posteriores. Sus movimientos furtivos de cazador y aquel mundo de sombras le hacían invisible. Las orejas permanecían alzadas y los ojos fijos en la nada. Se mantuvo cauteloso andando cerca de la pared, evitando el mínimo roce con ella y cualquier sonido que pudieran producir sus uñas sobre las frías baldosas. El mosaico del suelo no tenía brillo y mostraba algunas manchas aquí y allá, dispersas por todos lados; daba la impresión de una cocina abandonada, de no ser por el leve ruido que producía el viejo y destartalado frigorífico Thompson.
De repente, un breve crujido se oyó cerca del cámara refrigeradora. Sparky se agazapó y notó una crispación en la espina dorsal, como si una fugaz corriente de electrones le hubiera recorrido todo el cuerpo. Percibió en el aire algo extraño, distinto...allí había un olor especial... olía a ratón.
El placer de mantener un suave y tierno ratón entre los colmillos, le causó tal sensación de gozo, que las glándulas bucales empezaron a segregar saliva hasta que una densa baba brotó de sus labios, para descender hasta el suelo, dejando tras de sí un transparente hilo brillante, que se disipó de inmediato.
Sus pupilas se dilataron y su vista quedó fija en los alrededores del electrodoméstico. Se oían unos chasquidos casi imperceptibles. Comenzó a andar hasta que su sombra se diseminó en la oscuridad. Sus dos grandes ojos desprendían un brillo maligno, casi diabólico... tras unos pasos trazados suavemente sobre el frío embaldosado, volvió a pararse para no ser descubierto; prosiguió el camino, y entonces vio a su presa: era un roedor pequeño, de unos trece centímetros, su pelaje era gris y la cola se mantenía rígida y apoyada en el suelo; con las patas delanteras sostenía una corteza de pan que mordisqueaba tranquilamente mientras permanecía erguido. Todavía ignoraba la presencia de Sparky, el cuál le observaba oculto en las sombras; sin moverse; aguantando la respiración; observando; calculando la distancia...
La persecución duró pocos segundos.
El ratón corrió hacia las patas de una silla, para zigzaguear entre ellas y continuar su carrera por debajo de la mesa. Sparky lo siguió y de un empellón tiró una silla contra el suelo, formando una milimétrica grieta en una baldosa. Tras despejar su camino, desplazó con todas sus fuerzas la mesa y descubrió a su pequeño aperitivo correteando por la sucia superficie. La pata aplastó la cola de su presa, la cuál intentó liberarse... pero era demasiado tarde, las zarpas se acercaban.
Las uñas rasgaban la piel del roedor, mientras las garras lo aplastaban cada vez con más fuerza. Varios hilos de sangre empezaron a brotar en distintos puntos de la víctima, que chillaba de dolor en un tono agudo. Los pequeños ojos negros expresaban impotencia, dolor, sufrimiento... Sparky cesó el apretón, e inmediatamente, con gesto ansioso, se lo introdujo en la boca. Al masticar, los colmillos partieron las extremidades del animal, produciendo un sonido seco, quedo, limpio. En el siguiente movimiento de mandíbula, el cuello fue desgarrado, y diminutos músculos rasgados y bañados en sangre quedaron colgando entre los dientes. En el último movimiento, el que poseía más presión, se rompió el cuello del animal, la cola se quedó separada del cuerpo, y una incisión se originó a lo largo del abdomen, la cuál hizo manar una gran dosis del líquido escarlata, que hizo enrojecer la lengua y los dientes de Sparky. Instantes después, se formó una cascada roja que terminó en un extenso charco carmesí.
Andrés Villamarín Torres "Sparky", 19 años, padece esquizofrenia, por lo que son frecuentes los cambios de personalidad. Vigilancia permanente las 24 horas. Instituto Psiquiátrico de Madrid, 1997
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