Cierto, muy ocupados
La oscuridad
Mis piernas temblaban. Mi corazón palpitaba tan aprisa que era capaz de escuchar como bombeaba sangre, la misma sangre que en todos mis nervios multiplicaba por diez las sensaciones. Nunca en mi vida había sido tan consciente de mi cuerpo, de mi existencia, y resultaba irónico pensar que esto ocurría precisamente porque llegaba a su fin. Sentía el aire que acariciaba mis brazos desnudos, cada vello que se movía con suavidad para rozarse con otro. Escuchaba la respiración de aquel chaval al que viera unos minutos antes. Sabía que era él, respiraba profunda y entrecortadamente, era evidente que estaba asustado, era muy joven, probablemente era su primera vez. También escuché las lágrimas sordas de mi compañero. Sonaban como las mías, sin un gemido, sin un lamento, sólo lágrimas brotando de los ojos, unos ojos que ya no volverían a ver el mundo. Una venda los cubría. Pedí por Dios que no me los taparan, desde chico siempre temí la oscuridad, y aquí estaba ahora, con mis ojos y mi alma sumidos en la oscuridad más absoluta Era Mayo, olía a primavera, a lluvia, a hierba fresca y tierra mojada. Los almendros debían estar ya en flor, si respiraba profundamente quizás podría oler alguno y apartar de mi olfato el olor a orín que impregnaba las paredes de aquel sucio agujero donde había pasado los últimos meses, y que se me había quedado pegado. Odiaba aquel olor. Los pájaros cantaban, ¿serían gorriones los del nido sobre el almendro?
-¡Pelotón! ¡Apunten!
Debía haber un arrollo cerca, había demasiados animales. Escuchaba a un conejo cavando su madriguera, con la tierra mojada estoy seguro de que le resultaba más sencillo.
-¡Carguen!
Qué bien huele la tierra mojada, parecía que podía tocar mi infancia, cuando cruzaba el barranquillo con mis botas de agua para ir al colegio. Me gustaban las botas de agua, con ellas tenía licencia para saltar en los charcos.
-¡Fuego!
Sigue oliendo a primavera, pero los pájaros ya no cantan ni los conejos cavan. Todos huyen del terrible estruendo. Huele a lluvia, a naranjas y hierba, pero ahora hay una oscura mancha de pólvora y sangre en el aire.