El viento balanceaba las hojas de los árboles que se extendían a lo largo de varios kilómetros. El clima permanecía húmedo a causa de la torrencial lluvia caída la pasada noche y aun se apreciaban algunas oscuras nubes retrasadas en su viaje que se desplazaban rápidamente.
Allí sentado en la hierba permanecía Thraus al lado de su joven discípulo.
- Me estoy haciendo viejo para estas cosas Norith - el viejo Thraus levantó la mirada observando la gran planície que les rodeaba - lo más seguro es que no te acompañe en el próximo viaje.
- Sabes que todavia no estoy preparado para abandonar tus enseñanzas - replicó Norith - no me creo capaz de embarcarme en otro viaje sin tus consejos.
- Llega un momento en que el niño se debe hacer hombre por sus propios medios porque, de lo contrario nunca se encontrará a sí mismo - las palabras de Thraus emergían de su desgastada garganta como suspiros, silenciosos pero significativos.
El joven Norith se puso en pie y se alejó con lentitud del lugar, dejando a Thraus con sus pensamientos.
- Pobre Norith, - pensó para sí mismo Thraus - aun no sabe de qué forma lo perjudico. Soy tan viejo que retengo su propio potencial. No soy capaz de enseñarle más. Desde que lo conocí siempre ha sido un ser especial, piensa diferente y actúa diferente, pero yo soy incapaz de adaptarme a él para enseñarle como en tantos otros jóvenes he hecho.