Lazos de Sangre. Capítulo Final: El verdadero Futuro

La marcha hacia el Este de los cazadores transcurrió sin apenas problemas. Gracias a la excepcional velocidad de sus naves y su capacidad de ocultación la escuadra atravesó el territorio humano en poco más de una hora y alcanzó las primeras bases de la frontera enemiga pasando totalmente inadvertida. Allí, tal y como la reina les había dicho, la nave de uno de los BlackHawk los esperaba para escoltarlos a su destino acompañada por varios patrulleros y estas desactivaron su camuflaje para mostrarse ante ellas.
El encuentro entre ambos grupos fue breve, apenas un rápido intercambio de transmisiones entre las naves al mando de las dos escuadras para confirmar los destinos e identidades de las mismas. Hecho esto, el grupo se puso de nuevo en movimiento y los patrulleros pronto quedaron atrás dejando que solo el halcón negro de Álfred y los seis aerodeslizadores de los Hunters siguiesen su camino hacia el Este.
Con la presencia de Álfred para asegurarse de que no serían atacados y la tranquilidad de volar sin tener que ocultarse ni evitar a las patrullas enemigas, el convoy avanzó a máxima velocidad a partir de entonces dirigiendose en linea recta hacia la meseta mientras sus ocupantes se preparaban en su interior para el conflicto que se avecinaba. La presencia de un BlackHawk como escolta no tranquilizaba demasiado a los Hunters que seguían viendo en ellos al mismo enemigo de siempre pese a todo lo que les había contado el comandante, pero todos eran perfectamente conscientes de la importancia de aquella última misión y cada cazador, veterano o novato, aguardó en silencio ocupando su pequeño nicho en la pared de la zona de tropas.
Ni siquiera Álam o Melissa dijeron nada durante aquel viaje, él pasó las horas junto a uno de los cristales de la nave mirando al horizonte, con la mirada perdida en algún lugar más allá del mar de sus pensamientos, y ella siguió a su lado sin soltar su mano, desviando solo ocasionalmente su mirada de su rostro para dirigirla hacia la nave de Álfred que volaba frente a ellos. Sabía que no podía llegar allí, que no alcanzaría jamás el lugar al que él miraba mientras Álam no le contase en que pensaba, pero ya no le importaba, durante la noche anterior había tomado una decisión y si de algo estaba segura era de que, sucediese lo que sucediese, ya no volverían a separarlos. Por eso, en lugar de preocuparse aún más, se conformó seguir a su lado dejando que solo las ordenes del comandante o los ocasionales avisos de posición de los pilotos interrumpiesen el silencio que reinaba en la nave.
Así pasaron aquel día, en calma, tranquilos, algo totalmente opuesto a lo que habían esperado la noche anterior. Hasta que al fin, cuando esta calló de nuevo sobre el continente y las sombras se extendieron una vez más por las llanuras nevadas de Siberia, el convoy alcanzó su destino y el ancestral coliseo de los clanes apareció frente a ellos alzandose orgulloso sobre la gran meseta.
Tal como Melissa había dicho, la imagen de las ruinas que habían visto en la torre no se correspondían en absoluto con el aspecto actual de aquel lugar. Cuatro descomunales columnas se elevaban hacia el cielo formando un gran rombo entorno a lo que en otro tiempo había sido el foso del coliseo y se inclinaban ligeramente hacia el centro del mismo dando el aspecto de un enorme pedestal. Estaban hechas de roca y metal como les había dicho la princesa, con bases de más de cuarenta metros cuadrados de piedra maciza en las que se habían tallado los cuerpos de cuatro colosales serpientes y coronadas casi un kilómetro más arriba por enormes puntales metálicos que centelleaban bajo la luna como si estuviesen hechos de plata dando forma a las cabezas de aquellas monstruosas criaturas. Precisamente a esa altura, justo donde la piedra cedía su paso al metal, dos enormes alas de murciélago brotaban de los cuellos de cada serpiente y se abrían hacia los lados formando arcos que envolvían por completo la pista del coliseo aunque sin llegar a tocarlo al igual que sus cabezas cuyas poderosas fauces se cernían sobre esta apresandola entre sus mandíbulas como tratando de sostenerla. Pero, cómo Melissa había dicho, esto no era necesario.
La pista en si, un gigantesco disco ligeramente cóncavo de más de quinientos metros de diámetro, flotaba entre las cuatro columnas sin llegar a tocar las fauces de las serpientes. Parecía estar echo de roca, aparentemente mármol por el brillo que despedía bajo la luz de los enormes braseros que ardían sobre la cabeza de cada uno de los monstruos, aunque este era totalmente negro y solo los grabados que lo adornaban ponían una nota de color sobre él. Pequeños símbolos labrados sobre la propia roca y enlucidos con plata pura, emblemas pertenecientes a reinos ya inexistentes, a imperios caídos milenios atrás en los que una vez había florecido la cultura de los clanes antes de que las cacerías humanas empezasen a diezmarlos. Y en el centro, resaltando sobre todos los demás, un gigantesco par de colmillos relucía teñido de rojo en representación del clan dominante: el clan de Nathaniel.
Sin embargo, conforme las naves se acercaban, el doctor y el propio comandante empezaron a darse cuenta de que aquello no era simple roca. Los instrumentos de la nave detectaban un peso anormalmente bajo para una masa semejante y sus lecturas parecían distorsionarse como desviadas por un inmenso campo electromagnético. Algo que, por desgracia, el doctor ya había supuesto que pasaría y que lo hizo comprender muy a su pesar que sus sospechas eran totalmente ciertas.
-Tal como pensaba. -Dijo en voz baja, hablando solo para él y para el comandante. -Eso no es una simple roca, es un cristal gigantesco. Por eso se sostiene en el aire, los extremos de esas torres generan un campo electromagnético y el cristal lo amplifica de tal forma que puede sostenerse por si solo sobre el campo magnético de la propia tierra. Cómo lo haría un pequeño superconductor, pero a una escala inimaginable hasta ahora.
-¿Es el mismo tipo de cristal?.
La voz de Érmingster sonó calmada, como si aquello no lo preocupase, aunque el tono de su voz fue tan bajo como el del propio doctor.
-Sin duda. -Afirmó el doctor. -Solo hay un material en todo el planeta capaz de hacer algo así, y me temo que sus efectos serán exactamente los mismos. Ese cristal es como un inhibidor gigantesco, su única diferencia es que no contiene ningún chip que le proporcione la señal a amplificar. Pero en cuanto nos acerquemos lo suficiente bastará con el que Álam lleva al cuello, me temo que nuestros plantes acaban de venirse abajo.
-En absoluto. -Negó el comandante manteniendo la calma. -Tan solo han vuelto a como eran antes de que nosotros interfiriésemos.
-¿Qué quiere decir?.
-Álam nunca tuvo intención de usar sus poderes para enfrentarse a Nathaniel, aceptó el reto mucho antes de que nosotros le diésemos esa oportunidad. -Explicó Érmingster girandose hacia donde estaban Álam y Melissa que seguían observando la majestuosidad del coliseo. -Ahora no nos queda más remedio que confiar en él y dejar que lo haga a su manera.
Dicho esto, el comandante se alejó del doctor y se dirigió hacia los dos jóvenes para hablar con su antiguo pupilo. Sin embargo, antes de que este pudiese decir nada, Álam se giró hacia él y lo miró fijamente al tiempo que sacudía la cabeza dirigiendo una furtiva mirada hacia Melissa que seguía observando como se acercaban al consejo. A Érmingster le bastó con eso, comprendiendo perfectamente lo que significaba aquella mirada, asintió también con la cabeza dandose cuenta de que Álam ya lo había notado y se dio la vuelta para regresar a su puesto junto a los pilotos.

La comitiva de Nathaniel y la reina los estaba esperando sobre las alas de los monstruos. Docenas de patrulleros volaban en círculos por encima y bajo ellos vigilando el lugar como un enjambre protector. Y sobre este, apostados a lo largo de todo el arco que rodeaba la pista del coliseo, más de un centenar de BlackHawks aguardaban inmóviles el comienzo del duelo entremezclandose con la marea de soldados que cubría la zona este del coliseo donde, sin duda, se encontraba su soberano.
En la parte oeste, por contra, la presencia de los soldados era mínima y solo los BlackHawk permanecían en sus puestos, firmes, inmóviles, cómo si sus oscuras armaduras fuesen una prolongación de la propia roca y no fuesen más que meras estatuas, pero observandolo todo con sus brillantes ojos verdes en previsión de cualquier contratiempo. Solo un puñado de ellos, apenas una docena, se habían desplazado desde sus puestos en la zona más cercana al lugar al que se acercaban las naves siguiendo a la otra gran protagonista de esa noche.
Cómo era de esperar, Mariana no había permanecido junto a su esposo y los esperaba tranquilamente rodeada por sus guardianes, los mimos que, irónicamente, serían sus verdugos si esa noche su elegido fracasaba en el duelo. Sin embargo, esto no parecía preocuparla en absoluto y la reina sonreía tranquilamente en ese instante mientras las primeras naves se detenían y sus compuertas empezaban a abrirse.
Érmingster bajó el primero, se detuvo frente al enorme costado del aerodeslizador y dirigió su mirada hacia la reina tal y como había hecho esa misma mañana. Mariana llevaba el mismo vestido y el viento que azotaba el coliseo no hacía mucho por mejorar la decencia del mismo, abriendo su falda y pegandolo a su cuerpo mientras sus cabellos negros como el azabache se ondeaban tras ella como delicados hilos de seda y su piel extraordinariamente pálida contribuía aún más a resaltar su cuerpo bajo la tela del vestido Era una criatura curiosa, extremadamente bella, pero igualmente peligrosa, la representación perfecta de lo que una vampiresa era por naturaleza para un humano. Y esto hizo que el comandante se alegrase una vez más de tenerla de su lado mientras se acercaba al grupo y esperaba a que los dos jóvenes hiciesen lo mismo.
Álam y Melissa bajaron juntos, todavía cogidos de la mano aunque no por inseguridad sino por orgullo, y se detuvieron frente a los tres BlackHawk que se interponían entre ellos y la propia reina. Sin embargo, a diferencia de como habían hecho con el comandante, estos se apartaron en cuanto ellos se acercaron y Mariana se acercó tranquilamente e ellos mirandolos con una extraña sonrisa mientras el propio Álam observaba desconfiado a los BlackHawk que se mantenían firmes unos pasos más atrás.
-No te preocupes por ellos, ahora están de tu parte. -Dijo con voz suave y melodiosa, hablando como de costumbre en un tono a la vez misterioso y atrayente. -Eres uno de nosotros y como miembro de la estirpe real su deber es protegerte como a nosotras... a menos que seas derrotado, por supuesto.
-Eso no pasará. -Respondió tranquilamente Álam volviendo su mirada hacia el rostro igualmente tranquilo de la reina. -De una forma o de otra Nathaniel morirá hoy aquí.
-Lo sé. -Afirmó Mariana sonriendo aún más ante la curiosa mirada de Álam al oír esto -Si no estuviese segura de que así será no te habría escogido para esto.
Dicho esto, Mariana dirigió su mirada hacia Melissa y se acercó a ella hasta colocar sus manos sobre los hombros de su hijastra, mirandola fijamente a los ojos como si pudiese ver algo en ellos que los demás no llegaban a apreciar.
-Tu padre tenía razón, has cambiado durante este tiempo. Pero no solo en el sentido que él cree. -Al oír esto, Melissa la miró un tanto desconcertada y su madrastra sonrió una vez más. -Tus ojos están alegres, casi centellean a pesar de lo preocupada que debes estar ahora mismo. La pena que veía en ellos siempre que te miraba ya no está, se ha esfumado como si aquella pobre prisionera nunca hubiese existido y tu fueses realmente una persona distinta que jamás ha sufrido esa tristeza.
-No se ha ido del todo. -Negó Melissa sacudiendo la cabeza. -No desaparecerá hasta que él esté muerto, pero ahora hay algo mucho más importante en mi corazón que no deja sitio a esa tristeza. Elisabeth murió el día que me fui de la fortaleza, jamás volverás a verla.
-Espero que así sea. -Respondió Mariana dirigiendo una rápida mirada hacia Álam sin perder su sonrisa. -Por duro que haya sido vuestro camino estoy segura de que has sido más feliz como Melissa de lo que jamás habías sido como Elisabeth. Y eso es lo único que importa, tal vez no te lo haya demostrado lo suficiente durante estos años, pero espero que comprendas que si hago esto no es solo por venganza. Mi vida me importa más de lo que seguramente crees y no la arriesgaría por una simple venganza, pero si por darte el futuro que te mereces. Lo último que quiero es que alguien más acabe sufriendo lo mismo que sufrí yo... y menos tú.
Melissa también sonrió al oír esto. A diferencia de lo que Mariana pensaba, si se había dado cuenta de lo que significaba para ella aún no siendo su verdadera hija y desde siempre la había considerado una segunda madre a la que había tomado como ejemplo en muchas cosas, aunque en la mayoría sin demasiado éxito. Por eso, al oírla decir aquello, su única respuesta fue la que tanto Mariana como el propio Álam habían esperado ya de ella: un cariñoso abrazo.
Mientras reina y princesa se abrazaban, Álfred dejó su nave junto al resto de halcones negros que flotaban rodeando aquella parte del coliseo y se acercó también a ellos pero dirigiendo su mirada hacia la espalda de Álam y no hacia sus soberanas. Tras este podía ver como los Hunters terminaban de bajar de las naves y se esparcían por aquel lado del coliseo con el mismo orden y eficiencia militar que los caracterizaba, sin embargo, su número era cuando menos decepcionante y los veinte cazadores que podía ver desde allí no eran la gran fuerza que este había esperado.
-No esperaba que fueseis tan confiados. -Dijo dirigiendose a Álam mientras Melissa soltaba a Mariana. -Suponía que los Hunters enviarían al menos una fuerza capaz de hacer frente a los BlackHawk por si todo salía mal.
-Lo han hecho. -Replicó Álam haciendo un gesto hacia el comandante. -Parece que olvidas quienes somos.
Casi en el mismo instante en que Álam terminaba de decir esto, el comandante levantó un brazo y al momento un centenar de cazadores aparecieron de la nada sobre el coliseo saliendo literalmente de entre las sombras para desaparecer tan solo un segundo después a una nueva orden de su comandante.
-Es curioso, es la primera vez que me alegro de ver aparecer a un cazador. -Sonrió Álfred sin el menor asomo de preocupación, llevandose la mano a la barba mientras seguía examinando el coliseo en busca de la débil distorsión del aire que marcaba el lugar en que se encontraba uno de sus nuevos aliados. -Pero espero que no sean necesarios, solo uno de nosotros debe luchar ahora.
-Así es, y ya lo están esperando. -Interrumpió Mariana volviendo junto a su escolta y mirando de nuevo a su hijastra. -Será mejor que me acompañes, estarás más segura junto a nosotros mientras acaba todo esto.
La mirada de Melissa se entristeció de golpe al oír esto, el momento había llegado y saberlo la afectaba más de lo que había esperado, pero esta trató con todas sus fuerzas de ocultarlo y se giró una última vez hacia Álam antes de seguir a Mariana.
-Recuerda lo que te dije ayer, ¿De acuerdo?. Pase lo que pase, ganes o no, yo seguiré a tu lado. Esta vez no dejaré que me separen de ti.
Dicho esto, y antes de que Álam pudiese decir una sola palabra, Melissa apoyó ambas manos en sus hombros y se aupó hasta darle un pequeño beso con el que selló sus labios por un momento impidiendo que la contradijese. Cuando lo soltó de nuevo, le dirigió una última sonrisa cómo si sus palabras no hubiesen significado nada y volvió junto a Mariana para irse. Sin embargo, cuando estas se dieron la vuelta y los BlackHawk las rodearon una vez más interponiendose entre ambos, Álam habló de nuevo, aunque no para dirigirse a Melissa sino al último de aquellos BlackHawk.
-¡Álfred!.
El viejo BlackHawk se detuvo al oír la seriedad con que Álam lo había llamado y vio con sorpresa como este se acercaba a él dejando atrás al comandante que acababa de ponerse el casco de su armadura para dirigirse al lugar en que se encontraban sus hombres.
-¿Ocurre algo?. -Preguntó un tanto sorprendido.
-Nada. -Respondió en voz baja Álam, asegurandose de que ni Melissa ni Mariana le oían ya. -Solo necesito pedirte algo.
Los ojos Álfred centellearon de sorpresa por un momento al oír esto comprendiendo que debía tratarse de algo importante para que Álam actuase así y llegase a pedirle algo a él. Pero cuando este le explicó su petición, la sorpresa de sus ojos se transformó de pronto en resignación y simplemente asintió con la cabeza mientras se daba la vuelta para regresar junto al grupo de Mariana.
-Así será... mi señor.
-Todavía no lo soy.
-Si debo cumplir esa orden, lo serás.
-Gracias.
Con esta última palabra, Álam se dio también la vuelta y se dirigió esta vez hacia la parte interior del arco para saltar a la pista del coliseo. El disco que lo formaba flotaba casi medio metro por encima de las alas de las serpientes, pero la distancia entre ambas era insignificante y llegar a él no supuso ningún problema para él. Ni siquiera se molestó en usar la pequeña rampa instalada en aquel lado del coliseo, simplemente se acercó al borde y saltó sobre la superficie del disco en el que lo esperaba ya su adversario.
Nathaniel estaba justo al otro lado del coliseo, de pie junto a un gran pedestal de madera repleto de armas antiguas listas para ser usadas en el duelo. Las reglas del enfrentamiento prohibían el uso de armas de energía o armaduras, pero dada la enorme colección de armas que podía ver tanto en aquel pedestal como en el que se encontraba justo a su lado estaba claro que esto no lo haría en absoluto menos peligroso.
Había armas de todo tipo: espadas cortas, largas, de doble hoja, floretes, mandobles, espadas bastardas, mayales, alabardas, martillos de guerra, manguales, katanas... prácticamente cualquier arma de combate cuerpo a cuerpo, ya fuese oriental o occidental, podía encontrarse allí. Y sin una armadura, sus hojas serían tan letales como el haz de plasma de una espada actual, más si cabe dado el aumento de peso que la hoja proporcionaba y, por tanto, la mayor potencia de golpeo.
Álam apenas se paró a mirar las armas más raras y se concentró en las únicas que conocía: las espadas. Los enormes mandobles, con hojas de casi dos metros, resultaban bastante atrayentes ahora que su fuerza le permitía sostenerlos sin problemas con una sola mano, pero aquel no era un duelo en el que pudiese permitirse experimentar con un arma nueva y optó por una espada bastarda similar a la que solía usar durante sus misiones como Hunter.
Era un arma antigua, con una empuñadura negra con forma de la cabeza de un dragón y el guarda puños hecho a semejanza de las alas del mismo. Su hoja era plateada, aunque los años de abandono habían hecho que perdiese su brillo original, pero su filo todavía silbaba al cortar el aire cómo si estuviese recién afilada y a cada movimiento con Álam comprobaba su equilibrio parecía calentarse en su mano, cómo si aquella vieja arma estuviese impaciente por volver a ser útil y revivir los tiempos de guerra en que se habían formado las incontables melladuras que salpicaban la hoja.
Elegida su arma, Álam se alejó del pedestal y se dirigió al fin hacia el centro del coliseo tal y como el propio Nathaniel estaba haciendo. Él también había elegido ya su arma, aunque en su caso no era precisamente una espada sino una enorme Ni-Tachi oriental. El arma en si medía casi tres metros de los cuales apenas treinta centímetros correspondían a un pequeño mango en cuyos extremos se unían las dos grandes hojas metálicas dando al conjunto el aspecto de dos espadas unidas por sus empuñaduras, pero cuyas hojas eran casi dos veces más anchas que las de un arma corriente. Se trataba de un arma terrible, pensada para rasgar y cortar como la mayoría de armas orientale y usada obligatoriamente con ambas manos, pero la fuerza de Nathaniel le permitía usarla sin problemas con solo una y por la forma en que el mango central había sido reducido de tamaño parecía evidente que no era la primera vez que la usaba.

Una vez en el centro del coliseo, los dos contendientes se detuvieron a poco más de un par de metros el uno del otro y se miraron mutuamente durante unos segundos. Aquella era la primera vez que Álam veía en persona al rey de los vampiros y no podía negar que su aspecto era aún más intimidatorio que a través de las pantallas.
Era alto, casi una cabeza más que él, e incluso con el grueso manto negro que lo cubría era fácil adivinar que se trataba de alguien corpulento. Su rostro era tan pálido como el de Mariana, de facciones bruscas y desagradables que encajaban perfectamente con la maldad de la sonrisa dibujada en sus labios totalmente negros y el brillo de sus ojos, dos centelleantes esmeralda cuyo brillo hacía palidecer incluso el vivo color rojo fuego de sus cabellos que caían tras él en un peinado irónicamente similar al de Álam.
-Por fin nos encontramos cara a cara. -Dijo la voz ronca y rotunda del vampiro rompiendo el silencio. -Jamás imaginé que llegarías a darme tantos quebraderos de cabeza, si lo hubiese sabido habría dejado que Álfred te matase allí mismo como él quería. Pero habría sido un desperdicio, al final parece que vas a resultarme mucho más útil de lo que yo pensaba.
-No confíes en eso. -Replicó sonriendo Álam, comprendiendo perfectamente el significado de aquellas palabras. -Para tocarlas antes tendrás que matarme, y eso no va a suceder. Solo hay dos resultados posibles para este enfrentamiento y tú no sobrevives en ninguno de ellos.
-Curiosas palabras, muy propias de una raza tan estúpida como la tuya. -Respondió Nathaniel un tanto desconcertado por aquella última frase pero sin darle excesiva importancia. -Tal vez lleves una parte de nuestra sangre, pero siempre serás uno de ellos como esa "niña" a la que proteges.
-Te equivocas, yo nunca he sido uno de ellos. -Negó Álam hablando por primera vez con orgullo y no con vergüenza de su propia raza.
-Lo sé, lo sé. -Afirmó Nathaniel sonriendo sombríamente. -Pero eso no te hace diferente, al contrario, eres la prueba viviente de que los humanos no son más que una enfermedad para este mundo.
-Curiosa teoría, sobretodo teniendo en cuenta que si tu especie ha sobrevivido durante todos estos siglos ha sido gracias a la sangre de los humanos. No creas que eres tan diferente de nosotros Nathaniel, solo eres un humano un poco diferente... como yo.
-Tal vez. -Aceptó el vampiro sin perder su macabra sonrisa. -Pero eso no hace sino darme la razón. Los humanos son una especie deficiente, un cáncer que se niega a doblegarse a las leyes de la naturaleza y sobrevive eliminando a todos los que son diferentes para seguir siendo los amos del planeta.
-¿Y tú te crees distinto?. -Preguntó Álam un tanto sorprendido por la forma en que este estaba hablando. -Has exterminado o convertido a todos los humanos de tu reino solo por venganza, no eres mucho mejor que ellos.
-Realmente eres más estúpido de lo que pensaba. Esto es algo más que venganza muchacho, ¡Es el futuro!. -Exclamó Nathaniel mirándolo con desprecio. - Los humanos lo habéis acaparado durante demasiado tiempo, ya es hora de que alguien tome el relevo y siga avanzando.
-¿Avanzando?. -Repitió Álam. -¿De qué demonios hablas?.
-De evolución, la ley básica de la naturaleza, el verdadero motor de todo lo que ha existido en este planeta desde el principio de los tiempos. -Explicó el rey ignorando los insultos de Álam. -Los humanos la han olvidado hace demasiado tiempo y han roto las leyes de la naturaleza con su tecnología eliminando el factor de selección natural, estancandose como especie y permitiendo la existencia de criaturas deficientes que de otro modo jamás habrían existido.
-Parece que olvidas tus propias palabras. -Señaló Álam. -Intenta recordar que sin esa tecnología tu jamás habrías existido. Si los humanos hubiesen seguido las leyes de selección natural una especie tan deficiente como la vuestra no habría sobrevivido tanto tiempo.
-Cierto. Pero eso no es sino una prueba más de lo irónica que la propia naturaleza puede llegar a ser a veces. En lugar de acabar con la civilización directamente, dejó que vosotros mismos creaseis a vuestros destructores usando la tecnología humana como arma de doble filo. -Mientras decía esto, Nathaniel se llevó la mano al pecho y soltó el broche que sostenía su manto. -Vuestra tecnología podría haber creado seres perfectos, haberos hecho mejorar y evolucionar más deprisa de lo que la naturaleza habría podido conseguir jamás. Pero en lugar de eso, la usasteis para evitar esos cambios, atasteis vuestro propio desarrollo como especie con ridículos cánones sociales y limitaciones morales. Ahora nosotros tomaremos ese relevo y no cometeremos el mismo error, gracias a vuestra tecnología somos perfectos... ¡Y lo seremos aún más!.
Justo en el instante en que decía esto, Nathaniel tiró de su manto y lo arrojó tras él junto a las hombreras metálicas de su traje revelando su verdadero aspecto a todo el coliseo que observó atónito como dos nuevas extremidades se extendían en la espalda del mismo. Dos enormes alas membranosas tan blancas y pálidas como el resto de su piel y salpicadas por multitud de venas carmesí que le daban un aspecto terrible.
-Supongo que debería sorprenderme. -Dijo Álam mirandolo con una calma que sorprendió al propio Nathaniel. -Pero después de ver a Nathan y comprobar que sus alas también sangraban ya esperaba algo así. No era difícil adivinar que alguien capaz de hacer un clon totalmente funcional y con los años de experiencia que tú debías poseer podría aprovecharse también de la genética para "mejorarse" a sí mismo. Aunque reconozco que resulta todavía más horrible de lo que esperaba, tu no eres el futuro Nathaniel, ¡Eres un monstruo!.
-Eso lo sabremos enseguida. -Mientras decía esto, Nathaniel apretó con fuerza su mano entorno a la empuñadura del arma y la colocó frente a él haciendola girar lentamente como una hélice. -Veamos cual de los dos acaba siendo el monstruo y cual el verdadero futuro.
-A eso había venido. -Sonrió Álam colocandose en guardia. -¡Adelante!.
Con este último grito, el duelo entre rey y heredero empezó al fin sobre la oscura pista del coliseo. Los dos rivales se lanzaron al ataque encontrandose entre los enormes colmillos escarlata que adornaban el suelo y el choque de ambas armas resonó por todo el coliseo mientras ambos contendientes se enzarzaban en aquella danza mortal seguidos por las temblorosas sombras que los cuatro braseros proyectaban sobre el suelo.
Álam era visiblemente más rápido. Su espada volaba como una pluma atacando una y otra vez a su adversario, silbando a cada movimiento mientras su mano la impulsaba a dar un corte tras otro. Pero Nathaniel era más fuerte... mucho más fuerte. Su arma giraba entorno a él con una facilidad impensable para algo de aquel tamaño y bloqueaba sin problemas los ataques de Álam, contraatacando cada vez con un fuerte y seco golpe que lo arrojaba hacia atrás a causa de su fuerza.
El cazador se mantuvo a distancia por un momento, giró alrededor de su rival buscando un punto por el que romper su guardia y lo atacó desde su costado. Nathaniel lo esperó, detuvo su estocada con una de las hojas de su arma y la giró violentamente desviando el arma de su rival hacia un lado al tiempo que cambiaba el ángulo de su muñeca dirigiendo el próximo giro hacia él. Pero Álam fue más rápido, rodó lateralmente esquivando el corte y golpeó la hoja con su pie justo cuando pasaba a su lado bloqueandola temporalmente contra la roca. Lo justo para poder impulsarse de nuevo hacia arriba saltando por encima de su rival que ya había soltado su arma y caer tras él.
Por desgracia, a diferencia de sus otros rivales, Nathaniel era más inteligente y hábil de lo que parecía y ni siquiera se había parado a intentar golpearle en el salto, siguió su giro acompañando la inercia natural de su arma y recibió el golpe por la espalda de Álam con una de sus hojas que, una vez más, ni siquiera se detuvo y fue rápidamente seguida por su gemela obligandolo a retroceder de nuevo.
-¿Sorprendido?. -Sonrió Nathaniel. -He luchado en más guerras de las que puedas imaginar, a mi lado no eres más que un niño que apenas sabe coger un arma.
Acompañando a estas palabras, un nuevo corte de su arma se estrelló contra la espada de Álam que trató de bloquearla con todas sus fuerzas y sus filos se mellaron a causa del choque, pero pronto se separaron de nuevo y el combate continuó.
-Eso tendrás que demostrarlo. Puede que seas más fuerte, pero eso no te hace mejor.
Dicho esto, Álam cogió su espada con ambas manos y atacó de nuevo, pero esta vez su golpe no se dirigió directamente al cuerpo de su rival, sino a su propia arma. Su espada trazó un rápido corte vertical hacia una de las hojas y sus filos se unieron de nuevo mientras intentaba contrarrestar la brutal fuerza de su rival. Aprovechando esto, Álam usó su propia espada como apoyo y giró sobre sí mismo lanzando una patada al rostro de Nathaniel que se tambaleó ligeramente a causa del golpe y cedió por un instante, lo justo para que este liberase su arma y lo atacase directamente con ella con un nuevo corte diagonal hacia su pecho.
Sin embargo, antes de que la hoja pudiese tocarle, las alas del monstruo se movieron bruscamente impulsandolo hacia atrás para alejarlo del alcance de la espada y Nathaniel se puso en guardia de nuevo sin sufrir el menor rasguño.
-No está mal. -Dijo limpiandose la sangre de uno de sus labios. -Parece que tendré que dejar de jugar contigo.
Al tiempo que decía esto, Nathaniel levantó su arma por encima de la cabeza y la hizo girar sobre ella lanzandola violentamente hacia Álam que, una vez más, saltó hacia atrás esquivando el golpe. Pero esta vez las cosas no serían tan fáciles, mientras una de las enormes hojas del arma se hundía en la roca a causa de la monstruosa fuerza con que había sido lanzada, el propio Nathaniel se abalanzó sobre él usando sus alas para impulsarse y lo golpeó en plena caída con su puño arrojandolo varios metros más atrás.
La violencia del golpe fue terrible, ni siquiera Nathan lo había golpeado con tanta fuerza y Álam notó como su sangre brotaba de su boca y un par de gotas caían al suelo. Pero lo peor estaba todavía por llegar. A diferencia de sus anteriores rivales, Nathaniel no era en absoluto confiado y no iba a desaprovechar aquella ocasión. Antes de que este pudiese levantarse, recogió su arma y voló hasta él tratando de empalarlo contra el suelo.
Álam esquivó con más suerte que habilidad el primer golpe, rodó hacia la derecha esquivando el segundo y se detuvo de inmediato intuyendo el siguiente que se hundió en la roca justo a su derecha apenas milésimas de segundo después. Un agudo dolor brotó en su brazo en ese instante indicandole que no lo había esquivado del todo y no tardo en notar el calor de su propia sangre brotando de la herida, pero le dio el tiempo suficiente para lanzar una estocada recta hacia su rival que tuvo que retroceder para evitarla permitiendole dar una voltereta hacia atrás para ponerse en pie.
De nuevo en guardia, Álam trató de atacar una vez más y lanzó varios cortes hacia su adversario, aunque ninguno sin éxito. Cada arco trazado por su espada, cada golpe dirigido al cuerpo o cabeza de su adversario, era inevitablemente detenido por aquella arma y Nathaniel ni siquiera parecía esforzarse.
-Es inútil, deberías haberlo notado ya. -Dijo con cierto sarcasmo desviando un nuevo golpe de Álam y contraatacando con su arma que pasó a escasos centímetros de su pecho. -Vuestro entrenamiento no puede compararse a siglos de lucha real, no eres rival para mí.
Dicho esto, Nathaniel atacó una vez más dando un fuerte corte diagonal hacia Álam y este tuvo que usar todas sus fuerzas para bloquearlo con su espada y no perder el equilibrio en espera todavía del golpe de la siguiente hoja. Sin embargo, en lugar de seguir girando como hasta entonces, Nathaniel detuvo su arma de pronto e invirtió el giro de su muñeca venciendo con una facilidad asombrosa la inercia de aquella enorme arma.
El nuevo golpe cogió por sorpresa a Álam. La hoja del arma del vampiro golpeó su espada desde abajo arrancandosela violentamente de las manos y lo dejó totalmente indefenso. Mientras su espada volaba verticalmente sobre ellos como una enorme flecha y comenzaba a descender de nuevo, Nathaniel giró su brazo pasando su arma por encima de su cabeza y se movió hacia adelante intuyendo el retroceso de Álam al tiempo que giraba sobre sí mismo acompañando a su arma y daba un fuerte corte horizontal a la altura de su pecho.
Esta vez el ataque si alcanzó su objetivo. El extremo de una de las hojas mordió el pecho de Álam trazando un largo corte y su sangre brotó al instante tiñendo su camisa de rojo mientras el arma se alejaba de nuevo dejando tras de sí un reguero escarlata sobre el oscuro suelo del coliseo. Álam se tambaleó, acertó a dar un paso atrás tratando de alejarse y buscó desesperadamente su espada por el suelo. Sin embargo, esta había caído justo detrás de Nathaniel y este no estaba en absoluto dispuesto a dejar que la recuperase.
-¿Qué ocurre?. -Preguntó todavía girando su arma en la mano derecha. -¿Necesitas un espada?. Adelante, ¡Escoge la que quieras!.
Justo en el instante en que decía esto, Nathaniel se abalanzó una vez más sobre su rival usando sus alas para impulsarse a una velocidad sobrecogedora y dio una rápida patada en pleno aire con la que arrojó a Álam hacia el extremo del coliseo haciendolo chocar contra uno de los pedestales de madera.
La madera se hizo pedazos con el golpe, el pedestal cedió bajo el cuerpo de Álam y las espadas, lanzas demás y demás armas que contenía saltaron por los aires cayendo a su alrededor como una estridente lluvia de metal mientras este intentaba ponerse en pie de nuevo. El golpe había sido aún más fuerte que el anterior y casi lo había dejado inconsciente, pero el dolor del pecho lo mantuvo despierto y su mano buscó a tientas la empuñadura de una espada en el montón de armas esparcidas a su alrededor.
Esta vez ni siquiera se paró a mirarla, cogió la primera que pudo alcanzar y se puso en guardia al ver que su enemigo se acercaba. Algo que a este último no pareció preocuparle en absoluto. Nathaniel continuó avanzando hacia él pese a la formidable hoja de más de metro y medio del mandoble que Álam esgrimía ahora en su mano y se detuvo a poco más de dos metros esperando su reacción.
-Adelante, ¿A qué esperas?. -Dijo retándolo a continuar. -Sabes perfectamente cual será el resultado hagas lo que hagas.
-No estes tan seguro. -Respondió Álam jadeando, visiblemente dolorido pero aún con fuerzas para seguir luchando. -¡Todavía no me has vencido!.
Al tiempo que decía esto, Álam se lanzó al ataque una vez más y comenzó a dar golpes con su espada como un animal rabioso de ojos llameantes. La enorme hoja del mandoble se dirigió hacia el pecho del vampiro como una lanza, chocó violentamente contra una de las hojas del Ni-Tachi y retrocedió al instante cuando Álam tiró de ella con todas sus fuerzas haciendola girar por encima de su cabeza y la bajó de nuevo dando un brutal golpe diagonal hacia su enemigo que desvío su arma por un instante dejandolo al descubierto de nuevo.
Esta vez Álam no perdió el tiempo con golpes, tensó sus músculos usando las fuerzas que le quedaban y levantó al espada de nuevo dirigiendo su alargado filo hacia el cuello del vampiro momentáneamente indefenso. Pero por desgracia, una vez más, su golpe sería inútil.
Antes de que la afilada hoja de la espada tocase su cuello, la mano izquierda de Nathaniel se interpuso en su camino sosteniendola sin apenas dificultad y un hilo de sangre corrió por su filo en dirección a la empuñadura mientras este lo miraba sonriendo.
-¿Lo entiendes ahora?. ¿Ves ya la diferencia entre nosotros?. -Insistió Nathaniel. -Los humanos habéis alcanzado vuestro límite, ni siquiera uno como tú es rival para mí.
-Tu no eres diferente a ellos. -Replicó Álam intentando sin éxito soltar su espada de la mano del vampiro. -Hablas de las leyes de la naturaleza, pero tú mismo te opones a ellos. Tú no representas la evolución Nathaniel, eres solo un loco que se ha convertido a sí mismo en un monstruo para ser más fuerte.
-Te equivocas, hay una gran diferencia entre vosotros y yo. -Afirmó Nathaniel. -Yo no pretendo oponerme a la evolución, ese fue vuestro error y he visto como lo habéis ido pagando a lo largo de los siglos con enfermedades y degeneraciones genéticas que necesitan cada vez más de vuestra tecnología para solucionarse. Yo dejaré que la naturaleza siga su curso, ¡Pero bajo mi control!.
Nada más terminar aquella última frase, Nathaniel dio de pronto un violento tirón con su mano arrancandole la espada de las manos a Álam y, antes de que este pudiese reaccionar, la lanzó al aire haciendola girar sobre si misma hasta poder sujetarla por la empuñadura hundiendola a continuación en el hombro derecho de Álam que gritó de dolor mientras caía al suelo con la que había sido su arma hundida hasta la empuñadura en su propio cuerpo.
-¡Yo dirigiré a la nueva raza que substituirá a los humanos!. -Gritó con furia mientras se inclinaba y cogía a Álam por el pecho, levantandolo en el aire con la hoja ensangrentada de la espada todavía asomando por su espalda. -¡Y ni tu ni nadie podrá impedirlo!..
-No estés tan seguro. -Para sorpresa de Nathaniel, a pesar del dolor de sus heridas Álam consiguió hablar de nuevo y levantó pesadamente la cabeza para mirarle mientras en sus labios se formaba algo similar a una siniestra sonrisa. -Te lo advertí antes de comenzar, este combate solo puede tener dos finales. Y tú morirás en ambos, pase lo que pase no dejaré que la toques, ella... será libre... aunque tenga que destruiros a todos para conseguirlo.
-Tú ya no puedes hacer nada. -Sonrió Nathaniel dirigiendo una rápida mirada hacia las manos de su rival para asegurarse de que este no tenía ningún arma con que pudiese sorprenderle. -Tus poderes no funcionan aquí, y sin ellos no puedes hacer nada contra mí. Pero no te preocupes, ellos se reunirán contigo muy pronto, en cuanto tu mueras tu querida princesa y el resto de conspiradores seguirán tu misma suerte.
-En eso es en lo que te equivocas. -Justo en el instante en que decía esto, Álam giró la cabeza hacia un lado y la buscó con su mirada hasta encontrarse de nuevo con sus ojos. -No vas a tocarla, nadie volverá a hacerle daño a Melissa. -De pronto, los ojos de Álam centellearon con una intensidad casi cegadora mientras volvía a mirar a Nathaniel y su mano izquierda sujetó con fuerza el pequeño colgante que reposaba sobre su pecho. -Si he de morir, que así sea, ¡Pero tú vendrás conmigo al infierno!.
Al compás de este grito, Álam tiró del colgante arrancandolo de su cadena y lo apretó en su mano con todas sus fuerzas hasta que este crujió entre sus dedos. Al instante, una débil descarga eléctrica recorrió los dedos de Álam y esta abrió de nuevo su mano dejando al descubierto los fragmentos del cristal original de su inhibidor y, entre estos, un pequeño chip retorcido y aplastado por la fuerza de Álam. Un chip ya inútil y cuya simple visión hizo que los ojos del propio Nathaniel se abriesen de golpe con una mezcla de sorpresa y temor.
-¡NO!.
Nathaniel trató de reaccionar, intentó mover su arma para dar el golpe final al comprender lo que estaba a punto de suceder... pero ya era demasiado tarde. Las nubes respondieron a su grito con un rugido propio y se arremolinaron de pronto encima del coliseo respondiendo a la fuerza que estaba a punto de nacer en aquel lugar con un rayo que golpeó de lleno la espada clavada en el cuerpo de Álam arrojando al monstruo hacia el centro del coliseo como si este fuese una simple hoja arrastrada por el viendo. Los ojos de Álam centellearon, se convirtieron en verdaderas antorchas de llamas azuladas mientras la sangre brotaba de su nariz y sus oídos al compas de los temblores que recorrían su cuerpo y empezaban a extenderse a todo el coliseo.
Ante los aterrados ojos de Melissa que no podía sino mirar con desesperación aquella horrenda escena, el cuerpo de Álam se elevó en el aire envuelto en la brutal energía del rayo y un segundo torrente de electricidad bajó de las nubes para unirse a él mientras el aire se inflamaba bajo sus pies creando un círculo de fuego. El propio disco del coliseo se tambaleó durante unos instantes arrancando los dientes de las serpientes y destrozando los braseros hasta que el fuego ardió sobre el propio metal, cómo si se tratase de gigantescos dragones dispuestos a abrasarlo todo con su aliento de fuego. Hasta que al fin, cuando todo parecía empeorar y las torres crujían amenazando con romperse, los temblores cesaron tan súbitamente como habían empezado y todo empezó a calmarse. Todo, por supuesto, salvo el propio Álam.
Los rayos se esfumaron junto a los temblores y el fuego se apagó antes de que sus pies tocasen el suelo de nuevo, pero la sangre continuó fluyendo desde su nariz y sus oídos cubriendo por completo su boca y goteando sobre sus hombros como pequeños torrentes escarlata cuyo color brillaba iluminado por la intensa luz azul de sus ojos que ahora se centraba en la figura de Nathaniel. El vampiro seguía en el centro del coliseo intentando levantarse tras el golpe recibido y no parecía herido, pero como pronto comprobaría, su pesadilla acababa de comenzar.
-¡No puede ser!. -Rugió con furia recogiendo su arma del suelo y usandola como apoyo para levantarse. -Deberías estar muerto, ¿Qué significa esto?.
-¡El futuro!. -Exclamó al instante la voz de Álam, una voz ahora extrañamente serena y tranquila que resonó a la vez en las cabezas de todos los que se encontraban en el coliseo. -Este es el verdadero futuro de este mundo, el futuro que tú nos has intentado robar.
-¡Mentira!. -Gritó de nuevo Nathaniel ya en pie. -Tú eres solo un error, un fallo de la naturaleza, ¡No me quitarás lo que me pertenece por derecho!.
Nada más decir esto, Nathaniel levantó su arma por encima del hombro y la arrojó con rabia hacia Álam para intentar acabar con él. Cómo si de una colosal lanza se tratase, el Ni-Tachi atravesó en décimas de segundo la distancia que los separaba y silbó en el aire mientras se acercaba imparable a la cabeza de Álam. Sin embargo, justo cuando este iba a golpearle, el arma se detuvo en pleno aire con su afilada hoja a centímetros del rostro de Álam y este ladeó la cabeza dirigiendo su mirada hacia su rival sin apenas inmutarse.
-El futuro no te pertenece. -Mientras Álam decía esto sus ojos centellearon de nuevo y el Ni-Tachi cayó al suelo frente a él al tiempo que la espada clavada en su hombro empezaba a moverse hacia atrás abandonando su cuerpo sin que este pareciese notar dolor alguno. -Y aunque así fuese... ¡¿Todavía te crees capaz de controlarlo?!.
En el instante en que acababa aquella última frase, Álam dio un manotazo al aire con su mano izquierda y el aire estalló frente a él dejando paso a una fuerza invisible pero demoledora que quebró la propia roca del coliseo a su paso hasta llegar al vampiro, golpeandolo una vez más y arrojandolo contra las fauces de una de las serpientes. Nathaniel grito de dolor al recibir el golpe, no tanto por el impacto como por la herida causada por uno de dientes de la serpiente al clavarse en su brazo, pero pronto se puso en pie de nuevo.
A pesar del dolor, arrancó con su propio brazo la afilada aguja de metal que formaba el colmillo y luego se la quitó con su otra mano para usarla como arma al tiempo que abría las alas y miraba con furia a Álam que seguía igual de tranquilo. Aunque, por desgracia para este, eso no significaba que pudiese relajarse. Antes incluso de que pudiese empezar a volar, dos rayos descendieron nuevamente del cielo y golpearon el disco del coliseo deteniendose junto a Álam como dos potentes corrientes gemelas de energía que se movieron al son de sus pensamientos dirigiendose hacia su enemigo como mortales columnas de luz.
Nathaniel apenas podía creer lo que estaba pasando, pero siguió luchando a pesar de todo. Uso sus alas para moverse más rápido y se lanzó al ataque a pesar de los rayos, esquivandolos como podía con rápidos giros a izquierda y derecha mientras volaba a ras de suelo, apuntando siempre hacia Álam con la espina de metal arrancada a la serpiente. Hasta que, al fin, consiguió pasar entre ambos rayos justo antes de que se cerrasen frente a él y alcanzó su objetivo. O al menos esos creyó él en un principio.
Para sorpresa de Nathaniel y de todos los que los observaban, en el instante en que el colmillo de la serpiente alcanzaba el rostro de Álam, su imagen parpadeó por un segundo como si este fuese un holograma mal sintonizado y al volver a hacerse nítida el brazo de Nathaniel había pasado no a través de su cabeza, sino justo a su lado dejandolo totalmente al descubierto frente a él.
-Ahora eres tú el que no lo comprende. -Dijo con voz tranquila Álam, hablando sin mover los labios. -No puedes matar algo más rápido que tus propios pensamientos, es inútil.
Para corroborar sus palabras, Álam dirigió su mirada hacia el brazo de Nathaniel todavía junto a su cuello y este sintió al instante como algo lo rodeaba. Algo fuerte e imparable cuya presa se hizo más y más potente a cada segundo aún cuando el vampiro se había alejado ya de Álam y, a un nuevo gesto de este, lo dobló de golpe justo por la mitad del antebrazo partiendo sin esfuerzo sus huesos y haciendolo gritar de dolor una vez más. Hecho esto, y antes de que Nathaniel pudiese posarse siquiera en el suelo, Álam dio un golpe con la mano hacia él y la misma fuerza que había roto su brazo se materializó una vez más frente al antiguo cazador golpeando de lleno al vampiro en el pecho.
Esta vez el golpe fue aún más fuerte y Nathaniel se desplomó sobre el centro del coliseo. El impacto lo había herido de gravedad esta vez y de su boca brotaba sangre a borbotones, una señal inequívoca de que un pulmón estaba perforado, pero ni siquiera esto lo detuvo. Haciendo gala de una resistencia y fuerza colosales, el orgulloso rey de los vampiros se puso en pie de nuevo y miró una vez más a su rival tratando de contener los espasmos que recorrían su cuerpo.
-Esto no acaba aquí. -Dijo estirando ambas alas y deteniendose a causa de un nuevo golpe de tos que lanzó aún más sangre sobre el suelo negro del coliseo. -Tal vez no pueda derrotarte, pero tu mismo te has condenado a muerte al quitarte el inhibido. Y cuando tú no estes, todo volverá a ser mio de nuevo.
Dicho esto, y para sorpresa de todos, Nathaniel se impulsó hacia arriba con todas sus fuerzas usando sus alas y comenzó a elevarse sobre el coliseo sin intención alguna de volver a bajar. Algo que Álam comprendió enseguida y que, en lugar de preocuparle, lo hizo sonreír de nuevo.
-No puedes huir de alguien que sabe lo que piensas. -Murmuró ahora para sí Álam. -Tu hora ha llegado, acabemos con esto de una vez.
Al tiempo que decía esto, Álam cerró los ojos y abrió las manos dejando que su mente actuase en lugar de su cuerpo y fuese una parte más de sí mismo. Al instante, una extraña luz azul lo rodeó formando un aura y comenzó a extenderse por todo el coliseo como una extraña neblina azulada que llegó incluso a donde estaban Melissa y los demás. Cómo si esta tuviese vida propia, la luz se deslizó por todo el coliseo y fue condensándose hasta formar un débil manto luminoso que lo atravesaba y envolvía todo tomando la forma de dos gigantescas alas etéreas.
Hecho esto, Álam abrió de nuevo los ojos y comenzó a ascender seguido por un torrente de aquella luz que ascendió también como si aquellas enormes alas estuviesen aleteando, aunque era evidente que no era esto lo que sostenía a Álam y este tardó apenas segundos en alcanzar a su rival en el cielo. Aunque no sería él el encargado de detenerle, sino aquellas extrañas extremidades luminosas.
Con una velocidad sorprendente para su colosal tamaño, las alas ascendieron tras él y se movieron hasta rodear a Nathaniel que trató inútilmente de esquivarlas. Los extremos de las mismas se rompían deshilachandose en miles de pequeños hilos que se enrollaban a su cuerpo, fundiendose y dividiendose a una velocidad vertiginosa como si fuesen solo simple luz pero atandolo con una fuerza tan brutal que le impedía moverse por completo. Y al fin, una vez atrapado, lo atrajeron de nuevo hacia Álam colocandolo justo frente a él.
-Tienes razón, voy a morir pronto. -Dijo levantando una mano y abriendola como si tratase de sujetar algo. -Por eso es hora de poner fin a este duelo. No importa lo fuerte que seas, te aseguro que no sobrevivirás a esto.
Mientras estas últimas palabras resonaban todavía en la cabeza de Nathaniel aumentando el terror que ya sentía, una espada ascendió desde el coliseo movida por los poderes de Álam y se detuvo en su mano esperando a que la cogiera. En ese momento, sus alas se giraron moviendolos a ambos hasta que estos quedaron volando horizontalmente y Álam colocó el extremo de su arma justo sobre el corazón del vampiro mientras este observaba con horror como encima de ellos los rayos parecían concentrarse entre las nubes como aguardando algo y abajo, en el centro del coliseo, un círculo de fuego brotaba de nuevo sobre la roca para darles la bienvenida.
-¡Maldito bastardo!. -Gritó desesperado Nathaniel forcejeando inútilmente con sus ataduras, pero sin conseguir nada salvo rasgar sus propias alas cuya sangre se deslizaba ya entre los hilos luminosos que lo aprisionaban. -¡Te veré en el infierno!.
-Sí. -Sonrió Álam. -Sin duda nos veremos allí.
No hubo más palabras. Terminada esta última frase, Álam cerró de nuevo los ojos y apoyó ambas manos sobre la empuñadura de la espada dejandose caer hacia el coliseo. Los dos contendientes descendieron a una velocidad terrible envueltos en las alas de luz de Álam, el cielo se agitó tras ellos rugiendo como un animal salvaje y el fuego se agitó esperándolos, danzando cada vez más y más rápido sobre la roca hasta que, justo cuando ambos alcanzaban el suelo y la espada atravesaba el pecho de Nathaniel hundiendose incluso en la propia roca, el cielo liberó de golpe todo su poder y un gigantesco rayo cayó sobre ellos iluminandolo todo con una luz cegadora y provocando una violenta explosión de fuego y rayos que lo sacudió todo durante más de un minuto entremezclandose con el desgarrador grito de la agonía final de Nathaniel. El último y desesperado aliento de vida del rey de los vampiros.
La confusión se extendió en ese momento por el coliseo. Los vampiros se miraban unos a otros desconcertados, libres al fin del control de Nathaniel pero desorientados como una vez lo había estado el propio Álfred. Aunque en aquel momento aquello pasó totalmente desapercibido tango para los cazadores que los rodeaban como para Melissa y los demás.
La atención de la joven princesa se concentraba por completo en el centro del coliseo en aquel instante. Sus ojos buscaban desesperadamente entre la oscura nube de polvo intentando encontrar algo que le indicase que él seguía vivo, pero su luz se había apagado con la explosión y ahora no podía ver nada entre aquella humareda. Solo al cabo de unos largos y angustiosos minutos, cuando el viento de la meseta disipó la mayor parte del humo, una silueta comenzó a hacerse visible entre el humo y el rostro de Melissa mostró al instante una maravillosa sonrisa de esperanza al reconocerle. Sin embargo, apenas unos segundos después, aquella sonrisa se transformaría en una expresión de horror al ver en qué se había convertido la pista del coliseo.
El disco se había partido en varios pedazos con la explosión y se tambaleaba inestablemente entre las torres. Sus pedazos más pequeños giraban sobre si mismos como diminutos meteoros en el espacio y caían lentamente perdiendo el equilibrio magnético que los sostenía mientras los mayores todavía luchaban por mantenerse en su sitio. Pero aquello no duraría mucho, la masa principal del disco se estaba hundiendo poco a poco y con ella, incapaz apenas ya de caminar o mantenerse de pie, Álam se dejaba también arrastrar hacia el vacío con el rostro y la camisa empapados en su propia sangre.
Melissa ya no pudo soportarlo más. Incapaz de aceptar aquello, gritó desesperada su nombre esperando que la oyera y corrió hacia el borde del coliseo para unirse a él aún sabiendo que ya no podría volver a salir de allí. Pero antes de que pudiese alejarse de Mariana y los ahora confundidos BlackHawks que la rodeaban, una mano la sostuvo con firmeza por su brazo para detenerla.
-Ya es demasiado tarde. -Dijo Álfred mirando con tristeza a su princesa, incapaz de sentir alegría pese a la muerte de Nathaniel. -No podemos hacer nada por él. Y aunque lo rescatásemos, moriría de todas formas, es mejor así.
-¡Me da igual lo que pienses!. -Gritó desesperada Melissa soltandose de un tirón pero deteniendose de nuevo al ver como Álfred encendía su espada y la interponía en su camino.
-Lo siento. -Se disculpó apenado Álfred, incapaz de mirar a los ojos tristes y desesperados de su princesa. -Es la ultima orden de mi rey, no puedo dejar que valláis.
-Eso no tiene sentido, mi padre no... -De pronto, Melissa pareció comprender aquellas palabras y miró desconcertada a Álfred. -¿Fue Álam quien te lo ordenó?
En respuesta a sus palabras, Álfred asintió con la cabeza y Melissa bajó la mirada incapaz ya de pensar en qué hacer. Sin embargo, justo cuando ya estaba a punto de abandonar toda esperanza de seguir adelante, una nueva hoja de luz brotó de la nada a su lado y apartó la espada de Álfred de un golpe sorprendiendolos a los dos.
-Álam siempre ha sido un poco estúpido, a veces se olvida de que él no es el único que sufre al perder a alguien. -Dijo la voz del comandante mientras este aparecía frente a Álfred desactivando su camuflaje y miraba sonriendo a Melissa. -Vamos, ¡Corre!. Si eso es lo que deseas tienes derecho a hacerlo, ¿A qué esperas?.
Melissa ni siquiera lo dudó un segundo, salió corriendo inmediatamente hacia el borde de las alas de las serpientes y saltó sin pensarselo los dos metros de caída que la separaban ya del disco. Una vez en él, corrió de nuevo evitando las grietas por las que el cristal empezaba a resquebrajarse aún más y saltó de fragmento en fragmento hasta conseguir al fin llegar al centro donde Álam yacía ya en el suelo con la cabeza sobre un charco de sangre, incapaz apenas de abrir los ojos y mucho menos moverse.
-Álam... -Lo llamo con voz suave y cariñosa, ahogando su propia tristeza y forzando una débil sonrisa mientras se arrodillaba a su lado y lo sostenía su cabeza entre sus anos apoyando su espalda sobre sus rodillas. -¿Puedes oírme?. Estoy aquí, a tu lado, por favor abre los ojos solo una vez más, dime que aún no te has ido para siempre.
-¿Melissa?. -Al oír aquella voz dulce y familiar, Álam levantó pesadamente los párpados como ella le pedía y la miró con una mezcla de tristeza y desesperación tan desgarradoras como las que la propia Melissa sentía en aquel momento, pero no por él, sino por lo que significaba que ella estuviese allí en aquel momento. -No... tú no puedes estar aquí. Vete... vuelve con los demás antes de que sea tarde. Vete, por favor, no quiero verte morir a ti también, deja que al menos tenga el consuelo de saber que estarás a salvo cuando yo me vaya.
-Ya es demasiado tarde para volver. -Respondió Melissa acariciando su frente y sus cabellos. -Y aunque no lo fuese, no lo haría. Mi sitio está aquí, contigo, tú eres mi vida ahora y si te mueres desapareceré contigo. No quiero vivir en un mundo en el que tú ya no estes, me da igual lo que suceda, solo quiero estar siempre contigo ya sea viva... o muerta.
La mirada de Álam se hizo aún más dolorosa al oír estas palabras. Comprendía perfectamente lo que Melissa sentía, pero se negaba a aceptar que ella también muriese y ni siquiera la tranquilizadora mirada de esta ni su sonrisa consiguieron atenuar el horrible dolor que aquello le producía en el corazón. Por eso, a pesar de su estado y de que apenas podía moverse, cerró una vez más los ojos y trató desesperadamente de concentrarse para intentar salvarla. Pero no pudo, esta vez sus poderes ni siquiera respondieron y la pista del coliseo continuó descendiendo cada vez más deprisa partiendose en trozos más y más pequeños a causa de los golpes contra los pilares.
-No puedo... -Dijo con la voz ahogada por la tristeza mientras abría de nuevo los ojos y dos lágrimas se formaban en sus ojos. -Esta vez no puedo hacer nada... no puedo salvarte. Solo quería verte feliz... darte la libertad que tanto habías deseado, pero ahora ni siquiera puedo evitar que mueras... lo siento.
-Eso no es cierto. -Negó Melissa manteniendo aquella dulce y tranquila sonrisa. -Hace mucho que soy libre Álam, lo he sido desde el día en que te conocí. Tú has sido mi libertad y mi felicidad desde entonces y por eso no puedo abandonarte, porque si lo hiciera estaría renunciando a mi propia vida y volvería a ser la prisionera que era antes. Pero esto no ha terminado aún, no voy a dejarte morir tan fácilmente. Tú me has salvado más veces de las que puedo recordar, ahora me toca a mi hacer algo por ti... por los dos.
-¿Qué?. -Preguntó sorprendido Álam, usando las escasas fuerzas que le quedaban para mantenerse consciente y mirarla mientras todo a su alrededor se hacía pedazos y el viento silbaba cada vez más fuerte tironeando de sus ropas y su pelo. -Melissa, ¿De qué estás hablando?.
-Tú me salvaste una vez cuando me estaba muriendo, ¿Lo recuerdas?. -Respondió ella todavía tranquila. -Deja que yo haga esa vez lo mismo por ti. Tu sangre me dio la vida una vez, ahora será la mía la que te cure a ti y nos permita vivir a los dos.
-No... -Trató de protestar Álam casi sin fuerzas. -Si me das tu sangre morirás... recuerdo lo que me dijiste aquella vez. No me pidas ahora que salve mi vida a costa de la tuya, sabes que siento lo mismo que tú, prefiero dejarme arrastrar a la muerte contigo a salvarme si tú no vas a estar a mi lado.
-No voy a darte mi sangre. -Explicó Melissa esbozando una cariñosa y ahora sincera sonrisa en respuesta a sus palabras. -Voy a compartirla contigo. No sé si será suficiente, pero es una posibilidad para salvarnos y quiero intentarlo.
-¿Compartirla?. -Repitió Álam desconcertado
-Ahora no tengo tiempo para explicartelo, si no nos damos prisa moriremos antes de que podamos hacer nada. -Mientras decía esto, Melissa ayudó a Álam a incorporarse y lo miró a los ojos una última vez. -Solo confía en mi y haz lo mismo que yo. ¿De acuerdo?.
Aunque todavía sin saber que significaban sus palabras, Álam asintió con la cabeza y pudo ver como ella sonreía de nuevo mientras acercaba su rostro al suyo y le daba un dulce beso antes de abrazarlo colocando su cabeza justo junto a su cuello. En ese instante, y para mayor sorpresa de Álam, los colmillos de la joven vampiresa se clavaron en su piel y notó de nuevo el sedante efecto de su mordedura mientras su sangre era bombeada al cuerpo de Melissa. Aunque su sorpresa pronto se desvanecería al comprender al fin lo que ella quería decir y este no tardó en hacer lo mismo sacando sus colmillos y hundiendolos en el delicado cuello de su amada hasta que sus labios acariciaron de nuevo su piel y pudo notar el dulce sabor de su sangre.
La sangre de ambos unió en ese momento tal y como sus cuerpos se habían unido la última noche. Sus corazones bombearon al mismo ritmo como si fuesen uno solo y esta fluyó del cuerpo de uno hacia el otro como un único torrente perfectamente unido, regenerandose en el cuerpo de Melissa y volviendo a Álam que no tardó en notar como algo cambiaba en su cuerpo.
Las hemorragias se detuvieron, la herida de su pecho y el pequeño rasguño de su brazo se cerraron casi al instante sin dejar huella y el dolor que sentía en la cabeza se fue haciendo más y más pequeño. Su cuerpo vibraba llenandose de vida y sus brazos rodearon a Melissa devolviendole el abrazo mientras ella apretaba aún más fuerte su cuerpo contra el suyo sin mostrar síntoma alguno de encontrarse más débil y cerraba los ojos confiando en que Álam los sacase de allí a ambos de un momento a otro.
Pero ya era demasiado tarde. Antes de que las alas de luz de Álam se formasen de nuevo, el fragmento sobre el que descendían chocó con la base de uno de los pilares arrojandolos al vacío y los dos cayeron seguidos por el resto de fragmentos, todavía abrazados y rodeados por la misma luz azul que hacía unos minutos había atrapado a Nathaniel, pero incapaces de hacer nada para evitar aquella horrible caída.
Con un gran estruendo, la antigua pista del coliseo se estrelló contra el suelo cayendo sobre los dos jóvenes y la luz de Álam se extinguió al instante devorada por la violencia de la explosión resultante. Una enorme polvareda cubrió el foso rodeado por los pilares y ascendió hacia el cielo como una descomunal columna negra mientras estos retumbaban de nuevo tratando de compensar la vibración generada por el golpe y los que se encontraban todavía sobre ellos observaban atónitos lo sucedido.
Mariana había podido detenerla antes de que saltase, pero había elegido no hacerlo comprendiendo sus sentimientos y ahora una parte de ella se arrepentía al mirar el lugar en que su hijastra acababa de desaparecer. No sabía muy bien que había esperado que sucediese, pero sin duda no era aquello y de sus ojos brotó una pequeña lágrima que recorrió lentamente su mejilla derecha como prueba de la tristeza de la reina hasta morir en su delicada barbilla. La muerte de Nathaniel era una gran noticia pero el precio había sido demasiado alto y ahora su única esperanza era aquella luz que había visto antes de que desapareciesen. Aunque esta era tan vaga que no se resistía a aferrarse a ella y cuando se giró de nuevo hacia Álfred y el comandante su voz sonó totalmente carente de esperanza.
-Bajemos. -Dijo con voz desanimada, en un tono que ninguno de los allí presentes había oído jamás en boca de su soberana. -Tenemos que encontrarles.
-¿Crees que habrán sobrevivido?. -Pregunto sorprendido el comandante. -Ha sido una caída terrible, dudo que Álam pudiese hacer nada aún con sus pode...
El comandante no llegó ni a terminar su frase. Una fría y furiosa mirada de Mariana bastó para convencerlo de que no admitiría discusiones al respecto y decidió seguirla mientras esta se dirigía a la nave más cercana acompañada por los BlackHawk que parecían haber decidido seguir leales a su reina tal como en su día había hecho Álfred. En cuestión de minutos, una nube de aerodeslizadores descendió desde los arcos que una vez habían rodeado la pista del coliseo y se posó alrededor de los escombros que ahora ocupaba el espacio entre las columnas descargando un ejército de BlackHawks y cazadores dispuestos a trabajar unidos por primera vez en su historia y recuperar los cuerpos de los dos jóvenes. Pero entonces, justo cuando estos se acercaban a la pila de rocas que los había sepultado, sucedió algo que los hizo detenerse al instante.
Cómo si de un colosal guardián se tratase, el cielo rugió de nuevo sobre sus cabezas advirtiendoles que se detuviesen y seis rayos bajaron de golpe golpeando el suelo alrededor de las rocas hasta formar un cerco de luz que les bloqueó el paso. Al mismo tiempo, un nuevo rayo mayor aún que el que había acabado con Nathaniel descendió sobre el centro de los escombros envolviendolo todo en un torrente de luz mortal que los cegó a todos durante unos segundos. Y cuando al fin se extinguió, Mariana y todos los demás contemplaron con una mezcla de asombro y alegría lo que este había desenterrado.
Frente a ellos, donde antes solo había escombros, ahora podía verse una gran esfera de luz azul formada por multitud de hilos luminosos entrelazados que comenzó de pronto a deshacerse como si de una gigantesca crisálida se tratase, abriendose poco a poco como una flor y dejando al descubierto aquello que todos estaban buscando.
Álam y Melissa seguían vivos, abrazados todavía en el centro de aquella luz y visiblemente agotados, pero ilesos a pesar de la caída para inmensa alegría de Mariana y los demás que se apresuraron a acercarse a ellos mientras la luz que los rodeaba se extinguía lentamente y ambos se separaban sin dejar de mirarse.
-Estamos vivos. -Susurró Melissa con los ojos llenandose ya de lágrimas, incapaz de contener la alegría que sentía en aquel instante.
-Gracias a ti. -Respondió Álam con la mirada perdida en el océano de sus ojos. -Tú nos has salvado esta vez, sino hubieses arriesgado tu vida de esa forma estaría muerto.
-Si tu murieses yo te seguiría. -Susurro ella de nuevo. -No tenía nada que perder, tú eres todo lo que tengo.
-Tú eres lo mismo para mí. -Afirmo Álam sonriendo y sosteniendo su rostro entre sus manos. -Lo has sido desde que te conocí... y lo serás siempre.
Dicho esto, Álam acercó su rostro al de Melissa y le devolvió el beso que ella le había dado antes de compartir su sangre con él, abrazandola suavemente de nuevo y fundiendose con ella en un dulce y cariñoso beso mientras Mariana se acercaba a ambos y los miraba con una sonrisa burlona que no tenía ya nada que ver con su seria expresión de hacía unos minutos.
-Vamos, dejad eso para luego y hacednos un poco de caso a los demás. -Dijo hablando de nuevo en aquel tono suave y modulado que ella solía usar. -Me alegra mucho veros a salvo de nuevo, por un momento creí que os perderíamos a los dos.
-No fuiste la única. -Replicó Álam soltando a Melissa y devolviendole la sonrisa a Mariana. -Si no fuese por Melissa no seguiría vivo. Cuando me quité el inhibidor estaba seguro de que moriría, pero era la única forma de acabar con esto.
-Debo reconocer que yo mismo estoy sorprendido. -Añadió el doctor mirando fijamente a Álam. -Un psíquico capaz de vivir sin un inhibidor, creí que jamás llegaría a verlo. Y el resultado es impresionante, no esperaba que alcanzases ese nivel de control sobre los elementos.
-No controlo los elementos. -Negó Álam. -Es algo muy distinto. Es la propia energía lo que puedo modificar con al mente, en cierto modo es como soñar despierto.
-Pues espero que sigas siendo capaz de hacerlo. -Interrumpió de pronto el comandante señalando hacia un lado totalmente serio. -Parece que esto aun no se ha acabado.
Al oír esto, todos se giraron hacia donde señalaba Érmingster y vieron como uno de los BlackHawk se dirigía hacia ellos seguido por todos los demás con su espada ya activada en una mano. Sin embargo, antes de que pudiese acercarse más, las hojas de dos nuevas espadas salieron de la nada frente a él y dos cazadores aparecieron bloqueandole el paso.
-¿Qué ocurre?. -Preguntó Álfred encendiendo también su espada y acercandose a ellos.
-El rey ha muerto. -Respondió el BlackHawk totalmente serio al tiempo que giraba su espada apuntando hacia el suelo y, para sorpresa de Álfred, la clavaba de pronto frente a él. -¡Larga vida al nuevo rey!.
Al tiempo que decía esto, el BlackHawk se arrodilló junto a su espada y miró hacia Álam mostrando el mismo respeto que antes habían mostrado hacia Nathaniel, pero esta vez por voluntad propia. Y tras este, repitiendo exactamente el mismo movimiento, el resto de los BlackHawk hicieron lo mismo mostrando sus respetos a su nuevo rey. Incluso el propio Álfred, hasta entonces preocupado por la reacción de sus hermanos, siguió aquella extraña ceremonia uniendo su voz al coro de gritos que aclamaban al nuevo soberano.
-¿Los oyes?. -Dijo sonriendo Mariana, mostrandose a la vez satisfecha y orgullosa por aquella reacción. -Ahora no están bajo el control de nadie, pero aun así han decidido seguir a un nuevo rey y a su reina. Y esos sois vosotros.
-Yo no soy reina. -Negó Melissa mirando a su madrastra con una alegre sonrisa. -Ahora ni siquiera soy princesa, solo soy una chica corriente otra vez.
-Lo serás. -Las interrumpió de pronto Álam mirando de nuevo a Melissa a los ojos, con una extraña expresión que sorprendió incluso a esta última. -Si tú quieres... serás reina.
-Álam, ¿Qué quieres decir?.
Pregunto un tanto desconcertada Melissa. A lo que siguió de inmediato un suspiro de resignación de Mariana que la miró sacudiendo la cabeza.
-A veces haces que me pregunte si realmente lo hice tan mal al educarse. -Dijo la vampiresa mirandola con una sonrisa burlona. -Vamos boba, di que sí y deja de hacer el tonto o puede que se arrepienta de pedirtelo.
-¿Sí?. -Todavía sin comprenderlo, Melissa volvió a mirar a Álam y permaneció un segundo en silencio hasta que, de pronto, su rostro se iluminó de alegría de golpe y esta habló con la voz ya temblorosa a causa de la emoción. -Álam, me estás pidiendo que... -Antes de que ella pudiese terminar su frase, Álam asintió con la cabeza y esta apenas pudo reunir las palabras para continuar. -..¡Si!.... ¡Claro que sí!...
Nada más decir esto, Melissa rompió a llorar de nuevo y abrazó a Álam con todas sus fuerzas haciendo que este sonriese de nuevo y le devolviese el abrazo inmediatamente, tan feliz por su respuesta como ella al habersela dado. Y mientras tanto, observando cómo se abrazaban disfrutando al fin de la libertad por la que tanto habían luchado, el comandante de los Hunters se acercó a la ex-reina de los vampiros mirandola como lo que esta era realmente ahora: uno de sus aliados.
-¿Crees que lo harán bien?. Son muy jóvenes, no será fácil sostener una responsabilidad así.
-Lo harán perfectamente. -Afirmó Mariana. -Además, nos tienen a nosotros para ayudarlos.
-Eso es cierto. -Asintió el comandante. -Es difícil de creer, pero una época está llegando a su fin, me pregunto si sabrán realmente lo que significa ese abrazo para el futuro del mundo.
-Lo saben, tal vez mejor que nosotros. -Mientras decía esto, Mariana comenzó a caminar hacia donde estaba Álfred y le dirigió una última sonrisa al comandante. -Nuestro tiempo ha pasado, ahora empieza una nueva era: La suya.
Dicho esto, Mariana se quitó la pequeña corona de plata que llevaba en la cabeza y la arrojó a un lado mientras se colocaba al lado de Álfred para observar junto a él a los dos jóvenes sobre cuyos hombros, ahora si, descansaban el futuro de dos razas hasta entonces enfrentadas y cuya única esperanza de reconciliación yacía en el intenso amor que los unía Un amor que ya había sido capaz de cambiar el presente y que, con un poco de suerte y su apoyo, podría también cambiar el futuro.
No lloréis que toavía queda el epílogoXDXDXD. A ver si lo acabo ahora ya y lo subo, por favor, los comentarios sobre la obra en general ponedlos en el hilo del epílogo y no aquí, ¿OK?. Y como siempre muchas gracias a los que os lo leéis y habéis tenido la infinita paciencia de llegar al final.
Casi lloro en la escena final[buuuaaaa]

Capaz de creertelo[poraki], el capitulo es el final que merecia la obra, duelo epico, dudas resueltas, un poco de todo.
Me quedo con la imagen de Alam dejandose caer con Nathaniel en los brazos desde las alturas y la transfusion circular de los protagonistas. Han quedado redondas.

El comentario global me lo guardo para el epilogo como tu dices...

¿Solo las gracias? Ya te dije hace tiempo que queria una estatua y todoXD
Un capitulo grandioso siempre que obviemos que a mi me gustaria de otra manera, pero siendo come eres y siendo tú el que escribe sólo decirte que te has superado a ti mismo, sobre todo en la batalla entre nathaniel y alam, perfecta. ;)

Tengo que confesar que no entiendo lo del inhibidor. ein?... no era que no podia usar sus poderes en esa piedra?. :-?

Saludos.
Ummm, ya suponía que me tocaría explicar lo de la piedra, aunque yo creo que ta claro.

El inhividor consta de dos partes. Una, el chip que va en medio, es lo que genera la honda de anulacón que lo hace funcionar. La otra, el cirstal que lo rodea, es solo un amplificador. Por eso consiguieron hacer uno nuevo solo calculando la masa del cristal a usar. El coliseo en realidad no es un inhividor, es un cristal gigante pero no tiene chip porque ese lo usan para aumentar el campo electromagnético de las torres y hacerlo flotar entre ellas. Pero al acercarse el nuevo inhividor de Alam este lleva ya un chip y el cristal también lo aumenta con lo que actua como un inhibidor enorme.
ve corrigiendo melón :P

e nuevo en guardia, Álam trató de atacar una vez más y lanzó varios cortes hacia su adversario, aunque ninguno sin éxito. Cada arco trazado por su espada, cada golpe dirigido al cuerpo o cabeza de su adversario, era inevitablemente detenido por aquella arma y Nathaniel ni siquiera parecía esforzarse.


La madera se hizo pedazos con el golpe, el pedestal cedió bajo el cuerpo de Álam y las espadas, lanzas demás y demás armas que contenía saltaron por los aires cayendo a su alrededor como una


débil sonrisa mientras se arrodillaba a su lado y lo sostenía su cabeza entre sus anos apoyando su espalda sobre sus rodillas. -¿Puedes oírme?.


dejando de lado estos pequeños lapsus tipograficos XD
el ¡"|'/ CAPITULO \'|"! ha estado emocionante y como dicen ahi arriba tiene de todo, explicado en la forma que nos tienes acostumbrados y que tantos buenos ratos nos ha hecho pasar ;)
el resto lo dejo pa cuando me recupere de este XD[poraki]

[bye]
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