Bueno, este es el primero de dos relatos que cuelgo hoy. Este es un poco mas largo que el siguiente. A ver que os parece. Esta terminado ya, asi que podeis opinar libremente en este mismo hilo.
Saludos y gracias por leerme.
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LA HIJA DESCARRIADA
Dormía con la mejilla apoyada en el brazo izquierdo, tranquila, descansada. Su madre se acerco y la tapo hasta la cabeza. Eva ni siquiera lo noto. Seguía inmersa en sus sueños, sueños agradables como denotaba la sonrisa que parecía dejar escapar aquel rostro angelical. Una vez la hubo tapado, se acerco a apagar la luz de la mesilla, percatándose entonces en el libro que había en ella. –Por todos los Santos, que es esto.- Un escalofrió le recorrió la espalda, repartiéndose por todo el cuerpo, algo que hizo que se le cayera el libro de las manos.
Eva se revolvió en la cama, pero no dio muestras de despertarse. Maria, su madre, decidió entonces salir de la habitación rápidamente, no sin antes pararse a recoger de nuevo el libro. Por fin salió de la habitación, aunque para cerciorarse echo un nuevo vistazo a la cama de Eva. Un resquicio de luz del pasillo ilumino entonces la cara de Eva, pero Maria ya estaba cerrando la puerta. Dos ojos verdes se clavaron en la puerta, dos coléricos ojos de un verde color que se deshizo rápidamente con la oscuridad de la habitación.
Samurai contemplaba a Maria desde el suelo. Hasta ahora ya había visto como su cara cambiaba a un blanco siniestro, como sus manos habían comenzado a sudar y temblar cada vez que esta pasaba una pagina del misterioso libro que hacia poco yacía en la mesilla de Eva. Entonces, bruscamente lo cerro, y busco al gato con la mirada.
-Toda la culpa la tienes tu, bestia del demonio. Tu y tu sucio dueño estáis infectando a mi hija, a lo único que me queda en esta vida. –Y diciendo esto, se levanto del sofá y con una gran furia de la que no se creería capaz a una anciana con aquel rostro inmaculado dispensó una tremenda patada al gato que aullando acabó golpeado contra la mismísima pared.
-. ¿Qué haces zorra?.
Esa voz envolvió la estancia. Tras oírla, Maria se quedo totalmente paralizada, hasta que un impulso involuntario la obligó a girar la cabeza, lenta, gradualmente, para ver con horror el rostro de su propia hija, con una expresión desencajada, como poseída por el demonio, como esta se acercaba a ella y le propinaba una bofetada.
-.No toques mis cosas, cerda.- Le dijo con asco mientras cogía el libro. Paso una mano sobre su solapa, “Grandeza y misterios de lo oculto” rezaba en el lomo, escrito con letras que simulaban un estilo gótico. Sonrió, aunque la ira aun se dejaba ver tras los rizos rubios que tapaban sus espléndidos ojos verdes, y el color rojo que habían cogido sus mejillas hacían aun temblar a su madre, que la contemplaba llorosa desde el suelo.
-.¡Por Dios, que te he hecho yo para merecer este castigo!. ¡Tu no eras así, antes...
-.¿Antes que..? –la corto de golpe.
Maria la miro a los ojos, los suyos aun estaban llorosos, pero los de su hija no reflejaban ninguna lastima por ella.
-.Antes me querías.
Una pavorosa carcajada salió de la boca de Eva, algo que provoco un nudo en el pecho de Maria, que por un momento se quedo sin aire.
-. Vete ese amigo tuyo, el cura... el si que te quiere de verdad -diciendo estas palabras salió de la sala, y detrás de ella Samurai, aun magullado que la seguía a duras penas.
Maria se quedo allí en el suelo, llorando, rezándole al señor por su hija, suplicándole que le devolviera a aquella jovencita jovial y amable que ella había criado.
Tres días pasaron desde aquella noche hasta que Maria volvió a ver a su hija. Ni siquiera se atrevió a denunciar su desaparición, pues bien sabia que estaba con aquel chico, el mismo que le puso una navaja en la garganta y le amenazo de muerte delante de su propia hija si se le ocurría por una remota casualidad avisar a la policía. Eva por supuesto ni se inmuto en aquella ocasión. Ni en aquella ni en otros muchos roces que el Cuca había tenido con su madre. Cuando Eva volvió a casa, directamente fue a su habitación, ignorando a su madre que soltó un inmenso suspiro de alivio al ver de nuevo en casa a su hija. Maria cortaba unas zanahorias cuando su hija entro en la cocina, y de la impresión no se corto un dedo de milagro. -¿Pero hija, que te has hecho?.
Eva posaba en la puerta con su nuevo look. Se había cortado su larga melena a la altura del cuello y había teñido su pelo de un negro intenso a juego con el nuevo maquillaje de sus ojos.
-.Dime que te gusta, mami. –le dijo
-Si te gusta a ti, no tengo nada que decir, a no ser que a ti no te guste, y te hayas hecho esa avería para complacer al animal ese. –Maria siguió cortando zanahorias, tratando de llevar una conversación normal sin mirar a su hija directamente a los ojos.
-.Es tan bueno conmigo,...si le conocieras a fondo, cambiarias de opinión..., por cierto, tienes que disculparme lo sucedido aquella noche, solo que no me gusta que hurguen en mis cosas.
-Y se puede saber donde has estado estos días.
-Claro mami, hemos estado en el bosque, con unos amigos, celebrando la llegada del verano, ya sabes...
Maria soltó el cuchillo y la miro fijamente a los ojos.
-Ya sabes que no me gusta que te juntes con esa chusma, y menos que hagas rituales de esos demoníacos, que crees que son inofensivos, pero que el padre Martínez me ha dicho que te pueden volver loca.
-¡Otra vez el dichoso cura!
-¡Basta, no me grites, solo busco lo mejor para ti!
-¡Pues déjame tranquila! No necesito discursos de charlatanes que no saben lo que...
-¿El que no saben hija?, antes me acompañabas a oírle, sus discursos como tu dices, cuando murió tu padre, pero ahora pasas de todo, no estudias, no trabajas, ¿en que te estas convirtiendo?
-No metas a padre en esto, siempre sales con la misma, siempre a la defensiva. Ahí te quedas, púdrete con los recuerdos de tu pasado.
Y se fue, y allí la dejo, otra vez llorosa y melancólica, sin saber que hacer ni a que atenerse. Solo pensó. ¿y Quien me va a ayudar a mi, ahora, si estoy sola?
Eva salió de casa, a la puerta le esperaba el Cuca, que le acaricio el pelo para luego besarla lascivamente, a la vista de la madre, aquel objeto en el que el quería imponer todo su odio.
Esa noche volvieron al bosque. Querían repetir noches pasadas, bebiendo, bailando y disfrutando, pero esta vez no fue igual. El cuca espero paciente a que los demás se emborracharan y entonces comenzó con su propósito. Aprovechando el estado de embriaguez y medio en broma medio en serio comenzó a realizar una especie de ritual en torno al fuego que ya desde un comienzo a todos asustó. Bailaba como extasiado en torno al fuego, gritando y suplicando a espíritus de nombres repugnantes que les llevara con ellos. Maldecía a todo el mundo, gozaba con las caras de terror de sus amigos, incluso Eva no sabia donde meterse en aquella situación. Tal era así que decidió marcharse sin que aquel chalado la viera. Entonces algo extraño sucedió. Una pequeña explosión se originó en el centro de la hoguera. Todos se quedaron atónitos.
-. ¿Quieres de verdad venir conmigo?.
Una voz colosal inundó el bosque. El cuerpo del Cuca se quedó paralizado. Su cara palideció. No le salía ni una palabra de la boca, solo podía escuchar.
-.¿Sabes a lo que te atienes si firmas mi contrato con tu sangre, verdad?.
Entonces la cara del Cuca mostró una sonrisa malévola, relajó los brazos y habló al aire.
.- Iré contigo cueste lo que cueste.
Eva confundida, no daba crédito a lo que estaba oyendo. Los demás únicamente observaban. Los efectos del alcohol habían desaparecido instantáneamente en ellos. Eva fue la que tomo la iniciativa. En un momento en que su novio extendía los brazos al aire y cerraba los ojos mirando la amplia luna, ella cogió un madero y por instinto corrió hacía el Cuca para asestarle un tremendo golpe. Todos se quedaron perplejos al ver en lo que había acabado su fiesta, y echaron a correr cada uno a sus casas, todos menos un malherido Cuca, que aun esperaba una nueva señal, que por supuesto no llego.
El domingo siguiente Eva acudió con su madre a la iglesia, era el aniversario de la muerte de su padre, pero el cura no tocó ese tema hasta el final, cuando poniéndose de pie en el púlpito dijo dirigiéndose a su banco.
-. Y recordad que la iglesia y nuestro señor están para ayudar a su comunidad en lo que os haga falta.
Maria sonrió, y el cura a su vez mostró una mueca de asentimiento al verla sonreír. Juan, el sordo, en la ultima fila preguntó a su vecino de banco que era lo que había dicho el cura. Una vez complacido comentó.
-. Dichosa juventud, quien habrá sido el diablo que se ha llevado el altavoz. No hay quien escuche al padre ahora.
J.A.G.H 2002