hacía mucho tiempo que viajaba. El camino se le había hecho hecho muy largo, pero al final, había dado sus frutos. Por fin, y ante el, se alzaba lo que podría ser la clave reveladora del pasado. La torre de Ozkan.
Muchas leyendas habían pasado de boca en boca acerca de esa torre. Unas afirmaban que estaba maldita; otras, que contenía el mayor poder que un humano pudiese conocer.
Hesu dejó su mochila en el fértil suelo y contempló la torre.
Rodeada de una frondosa vegetación, una inmensa estructura de diez plantas de altura se erguía desde tiempos inmemoriales. De piedra oscura, el alcázar se imponía tenebroso y un escalofrío recorrió el cuerpo de Hesu.De paredes completamente lisas, el edificio tan solo variaba su monótona estructura en la cúspide, acabada en cúpula.
Una pequeña puerta se escondía detrás de algunos matorrales y plantas y el hombre, decidido a conocer toda la verdad, se volvió a poner en marcha.Sacó una antorcha de su mochila y la encendió para iluminar el oscuro pasillo que le separaba de su destino.
Pronto se encontró con el primer obstáculo. Un gran foso se extendía a sus pies. Debería de bajar para poder atravesarlo, pero antes, y para asegurarse de la profundidad, lanzó su antorcha al vacío. Era poco profundo. Tan solo unos cuantos metros. Bajó por la pared y recogió su antorcha. Frente a él se encontraba una puerta que conducía a una sala bastante espaciosa. Era una gran biblioteca.
Hesu se quitó la gorra asombrado. Allí se encontraría el pasado del mundo. O por lo menos eso esperaba. Pero, aunque nervioso y ansioso por descubrir qué se escondía allí, sentía también miedo. Miedo a cnocer qué llevó a la raza humana a la perdición. Mucho tiempo les había costado reconstruir una nueva raza huamana com para ponerla de nuevo en peligro.
Tembloroso, Hesu se acercó poco a poco a cada uno de las estanterías que allí se encontraban y pronto se sumergió en los libros que allí se encotnraban. Uno tras otro, los libros fueron cayendo en sus manos. Sin apenas descanso, Hesu se sumergió en su lectura y su investigación del pasado del planeta. Y mucho conoció y aprendió. Muchas guerras asolaron el planeta, muchas enfermedades y muchos problemas, pero fueorn también muchos los avances, las mejoras, los concimientos, los viajes.
Le costaba mucho llegar a comprender el alcance donde llegó el entendimiento del ser humano, ahora relegado a un mísero segundo puesto en la pirámide del ominio terrestre. Así, convencido de que debía saber más y más, continuó leyendo y leyendo.
La luz de la antorcha se apagó poco a poco, y sus ojos se hicieron a la oscuridad reinante. Y poco a poco se consumió en su propio ser, deseoso de conocer y de comprender.
Así, la torre de Ozkan continua guardando el pasado del hombre. Un pasado relegado al olvido.