Al mirar tu rostro desnudo,
posado sobre la almohada,
descubro ese ángel perdido,
que viene a salvar mi alma.
Tu piel, de marfil y seda,
los hilos que tejen tu cuerpo
de Dios sabe qué madeja,
forman un todo perfecto,
algo que se asemeja
a lo que los creyentes llaman,
no sin cierta moraleja,
eso que algunos se callan,
ese paraíso en la Tierra.
Yo te observo dormida,
tan lejos, pero tan cerca,
dando gracias y la vida,
a quien no creo siquiera,
por pasar de ser amiga,
a ser amor, mi compañera.