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Green Blood escribió:Bueno, yo tengo una extraña experiencia bastante inquietante que me pasó hace muchísimo tiempo, a los 12 años o así, cuando el Mario Kart 64 era lo mejor de lo mejor, (ahora tengo 26).
No tenía mucha experiencia en el campo de los juegos de carreras, de hecho este era mi primer Mario Kart, así que tampoco es que fuera un genio en este género, muchas veces quedaba el último incluso contra la máquina.
Una noche de noviembre, solo, a eso de las 12 de la noche ,me dio por jugar al Mario Kart un rato. Creo que era viernes y llovía muchísimo. Subo al ático y enciendo la consola, ésta tarda un poco en cargar el juego, cosa rara, pues normalmente los cartuchos siempre han destacado por su rápida carga. Elijo el torneo y selecciono a Toad, mi personaje favorito, también el más rapido. Empiezo a ganar todas las carreras hasta que llego a la fase de Bowser, esa del castillo que creo que era la última.
Tan tranquilamente estaba jugando que de repente escucho un trueno que suena por todo el vecindario, y acto seguido un rayo que impacta la casa dejando todo a oscuras excepto la Nintendo 64. Pauso la carrera y me asomo por la ventana. Toda la calle estaba a oscuras; farolas, casas, balcones, farolillos, era increíble, jamás había visto cosa igual.
Pero de repente, me doy la vuelta y observo que la consola seguía encendida, el típico piloto de la consola estaba encendido en rojo, como bien recordaréis. La tele estaba apagada. Corro por las escaleras a oscuras y me dirijo al sótano, donde están los plomos de la casa, y veo que absolutamente todos los plomos están BAJADOS. Aquí ya me empezaba a preocupar gravemente porque, tal vez, sin venir a cuento, los plomos del ático habían aguantado la descarga del rayo y la consola por ese motivo se había quedado encendida, fundiendo en el proceso la tele, pero no, no era así.
Una vez subidos los plomos, todo vuelve a la normalidad, las luces funcionan, así que me dirijo rápidamente al ático y veo que la tele está apagada, pero en standby. Cuando enciendo la tele, veo una pequeña forma, como si de una cara alargada con una gorra se tratara, y desaparece en un milisegundo. Era una tele de tubo Phillips super antigua que habíamos heredado de la yaya, que en paz descanse.
Aún sin explicarme cómo es posible que la consola siguiera encendida, me aventuro a continuar con la partida, acción que jamás debí haber empezado, y de la que me arrepentiría toda mi vida.
Todos los participantes de la carrera eran LUIGI, TODOS. Se habían convertido en él. Sí amigos, la silueta sin ojos en las cuencas de la cara que había visto hace un momento era la de Lugi. Iban a por mi, me perseguían y me acosaban, intentaban tirarme al foso de fuego de lava, y no paraban de decir HERE WE GO! HERE WE GO! me lanzaban conchas con pinchos continuamente. Como podéis comprender, mi corazón iba a 160 ppm y sudaba un montón. Después de 20 minutos intentando huír de ellos y pasando varias veces por la meta, (cosa que no daba final de la carrera), me los encuentro a todos enfrente mío. Eran unos puñeteros sprites! pero juro que era verdad, lo juro! Decían... "no juegues con nosotros, o nosotros jugaremos contigo"...
Desde entonces no veo a Luigi como el simpático hermano afeminado de Mario, sino como un malvado persecutor de niños de 12 años del infierno.
Podéis creer la historia o no, pero yo digo lo que ví, bien con los ojos físicos o con los ojos de los sueños.
Por favor, no juguéis al MK64 los días de tormenta, quién sabe quién será el siguiente.
Saludos.
emmm no
Green Blood escribió:Bueno, yo tengo una extraña experiencia bastante inquietante que me pasó hace muchísimo tiempo, a los 12 años o así, cuando el Mario Kart 64 era lo mejor de lo mejor, (ahora tengo 26).
No tenía mucha experiencia en el campo de los juegos de carreras, de hecho este era mi primer Mario Kart, así que tampoco es que fuera un genio en este género, muchas veces quedaba el último incluso contra la máquina.
Una noche de noviembre, solo, a eso de las 12 de la noche ,me dio por jugar al Mario Kart un rato. Creo que era viernes y llovía muchísimo. Subo al ático y enciendo la consola, ésta tarda un poco en cargar el juego, cosa rara, pues normalmente los cartuchos siempre han destacado por su rápida carga. Elijo el torneo y selecciono a Toad, mi personaje favorito, también el más rapido. Empiezo a ganar todas las carreras hasta que llego a la fase de Bowser, esa del castillo que creo que era la última.
Tan tranquilamente estaba jugando que de repente escucho un trueno que suena por todo el vecindario, y acto seguido un rayo que impacta la casa dejando todo a oscuras excepto la Nintendo 64. Pauso la carrera y me asomo por la ventana. Toda la calle estaba a oscuras; farolas, casas, balcones, farolillos, era increíble, jamás había visto cosa igual.
Pero de repente, me doy la vuelta y observo que la consola seguía encendida, el típico piloto de la consola estaba encendido en rojo, como bien recordaréis. La tele estaba apagada. Corro por las escaleras a oscuras y me dirijo al sótano, donde están los plomos de la casa, y veo que absolutamente todos los plomos están BAJADOS. Aquí ya me empezaba a preocupar gravemente porque, tal vez, sin venir a cuento, los plomos del ático habían aguantado la descarga del rayo y la consola por ese motivo se había quedado encendida, fundiendo en el proceso la tele, pero no, no era así.
Una vez subidos los plomos, todo vuelve a la normalidad, las luces funcionan, así que me dirijo rápidamente al ático y veo que la tele está apagada, pero en standby. Cuando enciendo la tele, veo una pequeña forma, como si de una cara alargada con una gorra se tratara, y desaparece en un milisegundo. Era una tele de tubo Phillips super antigua que habíamos heredado de la yaya, que en paz descanse.
Aún sin explicarme cómo es posible que la consola siguiera encendida, me aventuro a continuar con la partida, acción que jamás debí haber empezado, y de la que me arrepentiría toda mi vida.
Todos los participantes de la carrera eran LUIGI, TODOS. Se habían convertido en él. Sí amigos, la silueta sin ojos en las cuencas de la cara que había visto hace un momento era la de Lugi. Iban a por mi, me perseguían y me acosaban, intentaban tirarme al foso de fuego de lava, y no paraban de decir HERE WE GO! HERE WE GO! me lanzaban conchas con pinchos continuamente. Como podéis comprender, mi corazón iba a 160 ppm y sudaba un montón. Después de 20 minutos intentando huír de ellos y pasando varias veces por la meta, (cosa que no daba final de la carrera), me los encuentro a todos enfrente mío. Eran unos puñeteros sprites! pero juro que era verdad, lo juro! Decían... "no juegues con nosotros, o nosotros jugaremos contigo"...
Desde entonces no veo a Luigi como el simpático hermano afeminado de Mario, sino como un malvado persecutor de niños de 12 años del infierno.
Podéis creer la historia o no, pero yo digo lo que ví, bien con los ojos físicos o con los ojos de los sueños.
Por favor, no juguéis al MK64 los días de tormenta, quién sabe quién será el siguiente.
Saludos.
Green Blood escribió:Aún sin explicarme cómo es posible que la consola siguiera encendida, me aventuro a continuar con la partida, acción que jamás debí haber empezado, y de la que me arrepentiría toda mi vida.