Breves sentimientos (VI)

El timbre de la puerta rompió el silencio que la luz del monitor extendía sobre el humo de tabaco.

Bajé apresurado a abrir.
Era ella, llamemosla Amelie.

Entre café, tiempo y cigarros mal apagados, la tarde transcurre.
¿Cuanto tiempo hacía que no veía sus rizos brillantes caer en sus hombros de porcelana?

Pasaron los minutos, que quizas fueron horas.
Ella se fué.

Y a traves de la ventana, pude ver su rostro, iluminado por farolas imitadoras de lunas que flotaban el la calle.

Te echo de menos, Amelie.
0 respuestas