“Los impulsos de tontorrón que tiene”, se decía Karib para sí. Él sabía lo bueno que era Allen, y que sin duda tenía grandes aspiraciones, siempre que la cosa estuviese al mismo nivel de fuerza y edad. En cambio, se veía que el empleado de palacio, aunque no parecía excesivamente diestro en el manejo de la espada, era considerablemente más fuerte y experimentado que Allen, un pequeño adolescente de 15 años. La velocidad sería un detalle a tener en cuenta, pues Allen de eso tenía para dar y tirar, pero hasta qué punto le sería útil para desequilibrar la balanza era difícil de saber. Desde luego Karib no apostaría dinero por su amigo.
Los dos oponentes estaban el uno frente al otro. Mientras Allen se disponía a usar su espada corta, su enemigo usaría una espada larga. Eso desequilibraba mucho la batalla a favor de mayor de los dos. Allen se dio cuenta de ello y guardó su espada corta. Parecía haber recapacitado sobre el tema y por fin se podrían ir a casa. La cara de Karib se iluminó y suspiró aliviado al ver a su amigo darse la vuelta y tirar la espada corta. Se dirigió hacia él para animarle cuando vio un brillo en sus ojos que le resultó familiar. En ese momento Allen echó mano de su espada larga, que siempre llevaba consigo y volvió a darse la vuelta para la sorpresa de todos.
El primer ataque fue de Allen. El empleado paró el golpe a duras penas. Le había cogido por sorpresa. Otro golpe se cernió sobre él, pero este fue más fácil de esquivar, pues la fuerza de éste era mucho menor que el primero. Dentro de lo que cabe, era lo normal. Allen, aunque era más fuerte que Karib, no tenía la suficiente fuerza para manejar una espada larga con soltura, lo que se vio reflejado en el combate tras los siguientes ataques del muchacho, que tras llevar la iniciativa durante cuatro o cinco asaltos pareció bastante cansado por el esfuerzo que estaba realizando. Esto lo aprovechó el empleado para comenzar a avanzar. Tres embestidas sucesivas dejaron a Allen a punto de desfallecer, pero como sabía de antemano Karib, él no se rendiría.
Faern, que así se llamaba el empleado, cesó en sus ataques al ver a Allen sosteniendo la espada a duras penas y jadeando. Le sonrió amistosamente, como con intención de dejar el combate.
- Has luchado muy bien muchacho. Pocos jóvenes de tu edad podrían haber soportado los tres ataques que te he propinado. ¿Ves ahora porqué no te puedo dejar participar?
La mirada del muchacho, sudoroso y con la espada reposada en el suelo, se dirigió serena hacia el hombre que se erguía delante de él. Poco a poco su rostro se endureció y se volvió a incorporar. Levantó la espada del suelo y se preparó para luchar.
- El combate no ha terminado aún
- Pero, vamos hombre, ¿cómo vas a luchar si apenas puedes mantener la espada lejos del suelo?
- Aún no me conoce
Al tiempo que decía esto volvía a abalanzarse sobre Faern que, resignado se dispuso a continuar luchando contra aquel “mocoso insolente” que se le presentaba delante. Sin embargo, esta vez la fuerza de los ataques fue mayo que la de la primera vez, y obligó de nuevo a retroceder al hombre.
Sin haberse dado cuenta, habían llegado unos pocos soldados de palacio atraídos por el sonido de las espadas que se producía allí. También se encontraban cerca un par de hombres que sí iban a participar en el torneo. Al principio se burlaban entre ellos de lo absurdo del combate. Obviamente ganaría Faern, pues lo que tenía delante era un chaval de apenas 16 años en apariencia con una espada que casi le sobrepasaba en altura. Pero la insistencia de Allen les hizo reconocer, al menos, la valía del muchacho y su perseverancia.
Los continuos ataques del empleado eran repelidos con cierta dificultad por Allen que cada vez estaba más cansado, ya que, además de tener que mantener a raya a su oponente, debía de hacerlo con una espada el doble de pesada de lo que él acostumbraba a manejar. Por ello Karib ya se vio obligado a advertir a su amigo de que debía retirarse. Sin embargo, la testarudez de éste le hizo recapacitar.
- ¿Necesitas ayuda? – le preguntó con un tono un tanto irónico
- Sabes perfectamente que no te la voy a aceptar Karib – intentó decir Allen mientras respiraba fuertemente por el cansancio- ¿Porqué me lo preguntas?
- Porque tú también sabes que no puedes ganar solo
Esto pareció ahondar en la mente de Allen. Sin embargo, él era demasiado orgulloso como para pedirle ayuda a alguien. Karib tenía razón. Su victoria era imposible sin ayuda, pues pocos ataques más caería al suelo desfallecido. Entonces Faern vio la oportunidad de terminar con aquella absurda batalla y se dispuso a golpearle con bastante fuerza para tirarlo al suelo. Allen miró la espada de su oponente con horror al ver lo que se proponía. Levantó pesadamente sus brazos con la intención de parar lo que se le venía encima, sin embargo notó al instante un fuerte golpe por su derecha que lo tiró al suelo. Su espada se cayó lejos de su alcance y no comprendió que había ocurrido hasta q volvió a mirar hacia Faern y vio a Karib tirado en el suelo en el lugar donde estaba él. Tenía la mano sangrando y su espada se hallaba tirada en el suelo, a los pies de Faern. Karib había parado el golpe que iba dirigido hacia él.
La cara del empleado mostraba una superioridad hacia los dos muchachos que se encontraban tirados en el suelo.
- Te lo advertí. Deberías de haberle hecho caso a tu amigo desde un principio. Y dale las gracias. De no ser por él ten por seguro que ahora mismo no estarías consciente.
- Déjame en paz. Has tenido suerte, solo eso
- Serías un buen luchador si perdieses esa arrogancia que tienes
- Deja al muchacho Faern –apuntó un hombre de fina y cuidada barba desde una de las puertas pequeñas del palacio-. Te ha puesto entre las cuerdas en una ocasión, y ha luchado como nunca un pequeño como él lo haría.
- No comparto tu visión de los hechos, Bolgar, quizá deberías de enfrentarte a mi para comprobar mi destreza en combate.
- Jaajajaja. No seas ingenuo. Sabes perfectamente que no me haría falta más que un par de minutos para tirarte al suelo.
- Ya lo sé, por eso nunca te reto de verdad.
Mientras los hombres reian, Karib se levantó y, tras coger su espada se dirigió a por Allen para ayudarle. Éste estaba bastante maltrecho. Había gastado todas sus fuerzas en la batalla, así que se dejó ayudar por su amigo y salieron de palacio sin hacer tanto ruido como entraron.
- Karib –dijo Allen tras salir de palacio
- Dime Allen
- Recuérdame que te debo otra más
- Jajajajaja, Allen, si te recordase todas las que me debes no podrías pagármelas
- Hay veces q me comporto como un tonto, pero gracias a ti puedo salir airoso de ellas
- Ya lo sé, pero bueno, ¿por algo somos amigos, no?
Por algo somos amigos, Karib
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weno, he estao muy aburrido estos dias, así que me puse a retocar este texto q tenía en mi casa, algunos arreglitos y to eso.
Perdon por si son muy largos, pero es q más cortos perdían todo sentido. y ehm, asias por leerlos.
Me temo q de ahora en adelante podré tardar un poco más en postear los siguientes.
nos e ves