El torneo transcurría tranquilamente. Los favoritos eran los que iban ganando sin ningún problema mayor. Incluso Debial había ganado su combate. Pocos eran ya los participantes que esperaban su turno, y la noche amenazaba con empezar a caer de un momento a otro. Las sombras de la tarde se cernían ya sobre Ol y las antorchas brillaban ya por la ciudad. La zona más cercana al río comenzaba a cobrar la vida que días anteriores había tenido. Tenderetes y puestecillos, juglares y comerciantes, gente y más gente empezaban a concentrarse en aquel bello paraje con el bosque de Uelâs al fondo que pronto se convertiría en el centro de la celebración de las fiestas de la Luna.
La ciudad fue cobrando un cáliz mágico mientras la noche hacía que el río se iluminase con las luces que se habían colocado encima del mismísimo río. Eso era una de las novedades de ese año, y había representado un importante gasto de dinero y sobre todo de investigación el conseguir aquel efecto maravilloso que tenían las aguas del río en su trayecto por Ol. La gente se quedaba asombrada ante aquella visión y las parejas de jóvenes se alejaban un poco de los puntos de mayor gentío para contemplar a solas la belleza del paisaje. Luces de distintos colores, creadas a partir de mezclas químicas realizadas por loas alquimistas más prestigiosos de Tirya para la ocasión, resplandecían sobre las oscuras aguas del río Elo a esas horas de la noche. El resto de las luces se encontraban dentro de la ciudad alumbrando el camino hacia el lugar de los festejos.
Poco a poco el palacio fue quedando vacío mientras se celebraban los últimos combates. Los guerreros charlaban entre ellos amistosamente, como regla general, aunque siempre había alguna disputa fuera del campo destinado para ello. Solían quedarse a ver todos los encuentros para evaluar con mayor facilidad a sus contrincantes. Entre los que ganaron con mayor facilidad se encontraba Bolgar, un hombre fornido y con fina y cuidada barba. Parecía de mediana edad y sus ojos, de color oscuro, reflejaban una gran experiencia en combates. De anchos hombros y estatura media, había participado en casi todos los torneos de los cinco últimos años con idéntica suerte. Sin embargo, esta temporada parecía mucho mejor preparado que la anterior y eso, sumado a su experiencia en el campeonato, le comenzaron a proporcionar bastantes apuestas en su favor. Otro de los hombres que mejor había luchado era, sin duda Debial. Éste defendía el título de campeón y parecía afianzarse para desgracia de sus contrincantes.
Otro hombre, llamado Dinás, era el otro que mayor expectación había creado en torno al concurso. Era alto y musculoso, de rostro algo alargado con una barbilla prominente y ojos profundos y llamativos. Su pelo era largo y de color blanco, y lo recogía en una coleta en los combates, pero al terminar lo dejaba suelto, dejando ver cuan largo y cuidado lo tenía. Pero era el hábil manejo de su arma, una cimitarra de plata negra, como se conocía a ese material, había revolucionado al público que tuvo la suerte de asistir al combate. Un arma de esas características no es apta para ese tipo de torneos, donde se suele usar desde espadas largas hasta incluso de dos manos. Lanzas y hachas eran también usadas, sin embargo, una cimitarra poco tenía que hacer contra ellas, aunque para sorpresa de los contrincantes, el hacha que usó el enano que se enfrentó a Dinás se rompió en dos tras el primer golpe de su espada. Obviamente el combate acabó con la rendición del contrincante. Esto había dejado a los participantes en un serio apuro, ya que si ese arma había podido con el hacha de un enano, conocidas por el fuerte material del que están hechas, cualquiera de las suyas caería con el más leve golpe. Sumándole a esto que la plata negra no se caracteriza por una resistencia extrema, la precaución hacia este individuo debía extremarse.
Tras el último combate se conocieron los nombres de los diecisiete afortunados que se unirían a Bolgar, Debial y Dinás. La mayoría eran extranjeros y sólo unos pocos de Tirya. Como era costumbre, los vencedores de cada día eran invitados a la cena en el río, por lo que todos aceptaron con alegría la costumbre de aquel torneo. Todos menos Dinás. Éste prefirió retirarse al lugar donde descansaba y prepararse para el siguiente día. Los demás concursantes no echaron cuenta de la negación de éste último y se dirigieron a la orilla del río para celebrar su primera victoria. Sin embargo a Bolgar le resultaba demasiado extraño aquel personaje que había derrotado a Roflen, el enano, destrozando su arma como si de cristal se tratase. No se relacionaba con los demás y hasta el mismo día de la competición no había podido conocerle en persona. Ahora, y una vez más, se retiraba a su posada, o eso suponía, manteniendo en un casi absoluto anonimato. Así pues, decidió intentar desvelar alguno de las preguntas que merodeaban por su cabeza y comenzó a seguir los pasos que Dinás había tomado.
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se puede decir que volvemos a la tónica del principio. Capítulo de "relleno" o de explicación de algunos sucesos, pero los misterios siguen apareciendo. Q os parece?
A ver si me ayudáis a retocarlo