Coño!, pero que soso sois todos. Voy a contar una pequeña historia (admito que estoy aburrido y no soy bueno con las historias):
Un día existía un pequeño dromedario, era único en su especie: ¡No tenía joroba!, no podía guardar el líquido de la vida. Aún así le gustaba camniar, así que sus largas travesias se realizaban por la noche, la dura y fría noche del desierto, igual de dura que el calor del día.
Este dromedario, simpático, bonachón, ¿y por qué no decirlo?, un poco estúpido; rondaba siempre por los 4 oasis que conocía y se había criado, cada uno perfectamente en una punta que juntos formaban un cuadrado perfecto que ni Da Vinci en su hombre de vitrubio tenía tal perfección. Este domedrario siempre estaba caminando de oasis a oasis, y siempre repetía el mismo camino. En sus pequeñas travesías; como es normal, ¿quién camina por la noche? nadie encontraba, siempre solo estaba.
Todo cambió cuando ya de día llegó a un oasis, refrescó la garganta y se puso a dormitar. Cuando despertó encontró a decenas de camellos. El dromedario contento se puso y se puso a saltar y saltar, a cantar y a cantar, los camellos ignorándolo se pusieron
-Éste no es uno de los nuestros.
-No te queremos.
El dromedario no cejó en su empeño y se quedó los días restantes hasta que el oasis agotado estaba y los camellos se pusieron en marcha.
Triste el dromedario se dirigió al siguiente oasis y se puso a dormitar.
Cuando despertó encontró una caravana de tuaregs, el dromedario no mucha simpatía tenía en estos seres que usaban camellos o dromedarios para sus travesías, aún así se puso ojo avizor a ver si conseguía una triste atención, después de todo prefería el caminar a vivir solo.
Los tuaregs le observaron y miraron, pero lo desecharon.
-No sirve para viajar.
-Dejémosle aquí que muera de inanición, sin joroba no es nada.
Se marcharon dejando el oasis secó.
Triste el dromedario continúo al siguiente y dormitó.
Cuando despertó encontró a un grupo de dromedarios que le miraban raro.
Su alegría subió como el despertar del sol cuando asciende hasta que se pone.
Intentó inegrarse en el grupo, con todos habló, o mejor, intentó; pero los dromedarios sólo decían:
-Tú no eres uno de los nuestros.
-¿Dónde está tu joroba?
El dromedario nada decía y desplazado del grupo estaba. Se alejó del oasis y durmió con la esperanza de que el día siguiente volvería a intentarlo; pero cuando se acercó vio al oasis seco y ningún rastro del grupo.
Vida triste la del dromedario, que en sus oasis permitía beber y comer, pero a nadie le interesaba.
Se dirigió al siguiente oasis con gran pena en su corazón, llegó y se encontró con el oasis arrasado por los buitres, no quedaba nada, en su inocencia creía que se había equivocado de dirección, pero cuando se acercó y vio la arena y hierba seca se lo imaginó, los cuervos habían destrozado todo junto con las dunas y los vientos arrastrando y engullendo todo como el dromedario hacía con el último charquito sobrevivente al desastre. Bebió agua mezclada con arena antes que el agua filtrase, mientras los buitres reian de maldad.
-Pobre dromedario que ya nada le queda.
-Bueno, le queda algo que nos pertenece: su carne.
Y era cierto, como ya nada quedaba, desambuló por el desierto, en su no-joroba no quedaba atisbo de agua. Pasaron varios días , pero él seguía con valentía hasta que cayó debido a la inanición que ya presagiaba el tuareg días atrás.
Aunque su vida no hubiera sido gloriosa ni feliz, total siempre había estado en los oasis solo, no recordaba nada de su madre ni si tenía hermanos; cuando todo parecía acabar, cuando todo no tenía otro sentido que la muerte con un dolor atroz debido a su discapacidad, cuando nadie le había ayudado e incluso despreciado, el dromedario no perdía la esperanza, aún creía que debe haberla, no pensaba otra opción.
Incluso cuando empezaba a ver borroso, cuando ya estaba cerrando los ojos desfallecido de cansancio y de sed se imaginaba que aquello que veía borrosamente en lo lejano era algo, una sombra gigantesca que tapaba el sol, creía que ese algo iba acercándose hasta que finalmente su anchura y altura tapaba el sol. No pudo más, y cerró los ojos pensando que ese algo era su salvación, ¿pero realmente era algo?