Articulo de Carlos Castellá
Hace más de un año que empecé esta serie, y un poco más que la escribí. Y el último capítulo era este, el 17, destinado a colocar en él todas las cosas que se me hubieran ido olvidando por el camino en los 16 anteriores. Sin embargo la excelente acogida que les habéis dado hizo que muchos temas fueran saliendo en los comentarios, y dejaran este último con muy poco material.
Sin embargo sí hay algunas cosas que vale la pena comentar antes de cerrar definitivamente esta serie, por ser hechos que diferencian este campeonato de las cosas que estamos habituados a hacer o ver por aquí.
Por ejemplo, las radios de los aficionados. Desde hace muchos años, en las carreras americanas los espectadores pueden alquilar una radio que está en permanente contacto con el piloto y el equipo que ellos han elegido, de manera que se puede seguir al pie de la letra las comunicaciones entre el “spotter”, el piloto y el team manager. Es comunicación directa, no esos “team radio” censurados y esporádicos que nos dejan escuchar en las carreras de Fórmula 1. Allí los seguidores se enteran perfectamente de lo que hablan técnicos y pilotos, y pueden escuchar perfectamente las decisiones tácticas o técnicas que se toman durante la carrera.
Este sistema además, permite a las televisiones “pinchar” directamente con los pilotos, y aunque lo hacen sólo en periodos de banderas amarillas, las declaraciones son absolutamente en directo entre el locutor y el que está detrás del volante. También en ocasiones estas informaciones son emitidas por la televisión, aunque sin la intervención de los locutores. No tengo datos contrastados, pero de memoria me parece recordar que la primera vez que se hizo esto fue con Bobby Rahal en unas 500 millas de Indianápolis.
Una cosa se me pasó por alto cuando hablé de los cambios de decoración, tan habituales de una carrera a otra. Tal como comenté en su día los coches pueden ser decorados de forma distinta en función de las necesidades del equipo o de los patrocinadores, pero lo que no cambia nunca es el dibujo, el tamaño y la posición del número. Esto se hace para facilitar su lectura, especialmente a los “spotters” que están en lo alto del circuito y que así no tienen que aprenderse las nuevas decoraciones, ya que ellos fijan su atención sólo en el siempre importantísimo número del coche.
En el capítulo dedicado a las banderas amarillas y su facilidad para neutralizar la carrera a la menor ocasión (e incluso a veces sin ella) se me olvidó citar los llamados “competition cautions” que son unas paradas que planean antes de la carrera si las circunstancias así lo aconsejan: por ejemplo, una carrera con pocos entrenamientos por causa de la lluvia es una circunstancia ideal para una “caution”: se inicia la carrera, se corren pongamos veinte vueltas, y luego se para la misma para que los mecánicos puedan hacer ajustes en los coches. Pasados unos minutos se reinicia la carrera.
En ocasiones estas “cautions” son para hacer algún número típicamente americano, como cuando un 11 de Septiembre se paró a la hora exacta del primer atentado de las torres gemelas para guardar un minuto de silencio… con todos los pilotos fuera del coche y el ceremonial y parafernalia típica de los estadounidenses, siempre prestos a rendir homenaje al ejército cuya presencia es inevitable en todas las carreras de la NASCAR.
Y hablando de festejos, tienen dos maneras de homenajear a sus grandes ídolos: la primera es la carrera “All Stars” reservada a pilotos con un palmarés específico (por ejemplo cualquier ex campeón es admitido), pero sobre todo tienen el “Hall of Fame”, el museo de la fama, dedicado a su historia y a sus ídolos. Entrar en el Hall significa que se pasa a la historia de esa modalidad de deporte americano. Esto del All Stars y el museo es común a casi todos los grandes deportes de Estados Unidos.
Es una pena que en Europa no haya manera de poner en marcha carreras en óvalos, ya que al menos hay dos que merecen ser escenario de alguna carrera, que son Lausitzring en Alemania y Rockingham en Gran Bretaña. Un paso importante lo ha dado la “Racecar euroseries”, un campeonato privado que intenta fomentar el espíritu NASCAR en Europa, y sobre el que volveré pronto en este blog.
Y por último sólo me queda daros las gracias a todos los que os habéis pasado por aquí y leído y en muchas ocasiones comentado mis entradas. Como ya he dicho, este es el final de la serie que escribí en su día, pero esto no significa que no vaya a seguir haciendo entradas sobre este campeonato, que durante tres años me tuvo al pie del cañón casi cada fin de semana para mis narraciones en Teledeporte. Como me ha pasado tantas veces en mi vida, trabajar en un tema es la mejor manera de enamorarse de él y aunque ahora no le preste tanta atención como antes, sigo siendo un acérrimo seguidor de este certamen llamado NASCAR.
Jimmie Johnson presentando la nueva decoración de su coche en la NASCAR Hall of Fame en Charlotte, NC.
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