A ver que os parece este inicio de una historia que hace mucho que tengo en mente, y por fin me he decidido a escribir.
I
-Marylin, ¿como van esos informes?
La mirada de ese hombre le infundía un temor como si de un monstruo se tratase. Pero ella tenía problemas más graves, y enfrentarse a ese hombre sería los más leve que le pasase esta mañana.
-No los he hecho.
-¿Porque?
El rostro de Marilyn seguía ausente, como si no formara parte de ella. Su jefe se apoyó con ambos brazos encima de su escritorio. Ahora su cara mostraba sorpresa y repugnancia.
-¿No te quedó claro la última vez?. Estas aquí para trabajar, y además gracias a mi. Tu trabajo es lo que yo te dicto, y no me importa tu vida, porque al entrar por esa puerta -señalando la puerta giratoria de la entrada, donde solo pasaban hombres de negocios que venían a saciar su sed de dinero – Solo eres la secretaria de Mr. Dickinson. Deja tu moral y tu ética dentro del coche cuando vengas a trabajar.
Marilyn, no sin sentir odio, asintió con la cabeza y dijo que tendría los documentos antes de media mañana. Pero ella sabía que no los tendría. No desde que se levantó por la mañana y condujo su Ford hasta la casa de Jake, dónde se chutaría para mantenerse plausible esa mañana. Su última mañana.
II
La nariz le provocó un gran estruendo cuando Lans esnifó otra raya. No había dormido en toda la noche, y necesitaba un empujón (el quinto de esa mañana). Lans estaba sentado al lado de Jake en su ranchera, mientras esperaban el paquete.
- Sigue así y ni siquiera vas a poder sostener una arma
-Cállate, estaré mejor que nunca.
-¿Llevas el anzuelo? No pienso pagar a esos hijos de perra.
-Sí, y no les va a gustar mucho.
Dos hombres salieron de un coche negro enfrente de la gasolinera. Hicieron la señal. Jake puso en marcha el coche, y paró enfrente de ellos.
Esos hombres son unos enfermos, pensó Lans.
-Portón de carbón- dijo Jake -Que la Hiedra metálica os empare.
-Lo mismo, caballero. Vamos al grano.
-De acuerdo.
Lans sacó de su bolsillo del pecho una memoria informática y se la extendió al hombre que se mantenía de pie enfrente de la ventanilla de la ranchera. Por un momento le miró a los ojos, y sintió un estremecimiento que le hizo brotar algunas lágrimas. Ese hombre infundía el más terrible de los horrores que en aquel mundo pudiese existir.
El hombre dibujo en su rostro algo que podía significar felicidad, pero parecía más bien una mezcla de mezquino y espantoso deseo carnal.
- Pornografía infantil- dijo Lans.
El hombre de ese mundo guardó el dispositivo en una caja de madera de su cinturón. Luego, mientras su compañero miraba de lado a lado, como si esperase que hubiese alguien a esas horas y en ese lugar, sacó de un bolsillo de su túnica una esfera de cristalina transparencia. Se la extendió a Jake y desapareció dentro de su coche.
-Vayámonos de este puto sitio ya- dijo Lans – Estos mundos cada vez se están degradando más.
-Se están haciendo fuertes, y están rompiendo barreras. Llegará el día en que no los pararemos- dijo Jake, mientras arrancaba su camioneta.