Maggie, nerviosa y pensativa, se detuvo frente a la puerta que le había visto crecer. Sobre su cabeza, un cartel de madera conservaba grabado a fuego el nombre con el que su madre bautizó su tienda hace ya... 60 años. Beyond’s Shop nació en las galerías de Covent Garden. Ahora, tanto tiempo después, continúa vendiendo magia a turistas y curiosos, con algo de polvo por encima pero magia al fin y al cabo.
Al cruzar el umbral, la frase que venía susurrando para sí, se amplificó con el eco sordo de la pequeña habitación... –Lo sabía....
Cerró la puerta tras de sí y se encaminó hacia la parte de atrás. Detrás de la cortina de cristales.
- Toda buena bruja, debe tener una habitación tras los cristales.- Le solía decir su madre. – La gente se fascina con su brillo, y no mira más allá.
Tras la cortina de cristales de Maggie, solo una cosa brillaba. La hebilla de un gran libro, forrado de piel, y que descansaba abierto en un pequeño pedestal. Las mujeres de la familia de Maggie siempre habían tenido... ¿cómo decía su madre....? Un sentido especial para la magia. La definición de su madre distaba mucho de la palabra Bruja, que Maggie tuvo que soportar tantas veces durante su infancia. El libro, al igual que dicho apodo, era un viejo legado, que según se acercaba la nueva fecha, pesaba más y más.
Estuvo sumergida en su lectura, comparando con otros viejos libros de tapas rotas, anotando y yendo nerviosa de aquí para allá toda la mañana. Al caer la tarde, se decidió a abrir la tienda, necesitaba un descanso. Mucha gente entró a ver, pocos a comprar. Empezó a pensar que no debería haber abierto, pues aunque ella estuviese tras el mostrador, su mente se encontraba pasada la cortina de cristales.
Por fin llegó la hora de cerrar, cuando saliesen esa mujer y su hija podría echar el cierre y volver a encargarse de sus asuntos importantes; además, estaba segura que se irían sin comprar nada. Y como lo pensó sucedió, salvo un pequeño detalle, cuando pasaron delante del mostrador, la niña, cogida al brazo de la madre se giró hacia Maggie y le dijo:
Corre, el Demonio viene.
Y desde la calle un soplo de viento pasó por delante suya agitando la cortina de la trastienda.
Seguidamente se volvió a girar hacia la salida y continuó tranquilamente colgada de su madre. Con el escalofrío aún en el cuerpo, Maggie cerró la puerta según salió la niña, la cual, giró una vez más la cabeza y le sonrió.
Echó todos los cierres y corrió hacia la trastienda. Al cerrar el libro se oscureció la habitación. Algo tapaba la luz que entraba por las ventanas, y cubrió de sombras las pequeñas bolas de cristal y los cuarzos. Maggie escuchó en silencio los pasos de una sombra que parecía no tener prisa. Lo oyó detenerse y rugir justo detrás de la cortina de cristales. No podía pasar...
-- El siguiente muy pronto, I promise.--