114 -Sun tzu dice a srkarakol: Escribe una historia triste sobre el payaso más gracioso del mundo. Debe notarse que su vida es desdichada y que en su trabajo es el mejor y hace feliz a los niños. (Tiempo Limite: 21-10-06, 23:30)
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… Suenan los aplausos mientras saluda El Gran Baldo. Bajo la carpa aún resuenan las estridentes risotadas de unos niños rendidos al espectáculo. Tiembla la grada y el público agradece la función levantándose de sus asientos, hoy ha sido otro gran espectáculo merecedor de los grandes carteles que pueblan las calles de aquella gran ciudad. ¡El Gran Baldo!, nombre que se repite en radios y cadenas de televisión, el gran payaso que ha recorrido fronteras de todo el mundo, el mismo capaz de alegrar el día al niño mas desolado, siempre con su margarita en la solapa, de esas que tira agua… Se maquilla muy simple, no como esos clowns que le detestan por su originalidad y saber hacer innato, luce un cabello canoso al siempre negará un tinte y bajo su ropa oscura y ancha esconde su cuerpo marchito.
Pedro, se dirige al camerino, ha terminado la actuación, sobre la arena de aquel circo aún le piden otro bis, no lo niega y vuelve al ruedo EL Gran Baldo a repetir el siempre alegre número del monociclo… termina, y otra vez entre aplausos Pedro se retira a desmaquillarse. Sobre el espejo se refleja un rostro alegre que se torna melancólico a cada pasada de aquella toalla que descubre el verdadero tono de su piel morena. En breves minutos ha dejado a Baldo impregnado en aquel trozo de tela y colgado del perchero y Pedro recoge su alma rota para volver a una vida anónima enmascarada por el maquillaje de un personaje alegre.
De camino a casa se detiene ante un cartel de su función, lo observa un instante y la ironía descubre la imagen de un payaso triste que deja escapar una lágrima melancólica, continúa su marcha por aquel callejón oscuro y solitario que solo puebla su alma desgastada, camina taciturno, revive en su mente el recuerdo de una compañera perdida y de un hijo arrancado, resuena en su cabeza atormentada el portazo con el que aquel día ella decidió borrar del espejo el retrato de una familia desatendida… demasiadas funciones, demasiado vaivén, demasiadas promesas incumplidas y demasiadas risas dedicadas los hijos de otros… Al final de la calle le hacen compañía dos sombras alegres que observan su retrato maquillado pegado en la pared, reconoce sus rostros, los ha visto esta noche. Sobre la risa del niño avivada por un padre que imita al mejor payaso del mundo se cruza el triste rostro anónimo de quien no supo hacerse feliz, a su espalda resuenan en la calle unas frases que nunca dedicó a su propio hijo.
Pedro llega a su casa vacía, reposa un cuerpo cansado sobre aquel sillón de una sola plaza, alarga el brazo y recoge la botella que él mismo dejó allí horas antes, enciende el televisor y echa un trago, sobre la pantalla la imagen de un niño, una voz el off pide una sonrisa para papá, sobre la oscuridad del salón del payaso mas famoso del mundo se refleja la imagen de unas lágrimas derramadas demasiado tarde…