IX. CONVIVENCIA: SOBREVIVIR
El silencio la rodeaba y consiguió volver a endurecerla dentro de su caparazón. El manto de misterio que la envolvía en su días de viaje la cubrió de nuevo. Su rostro se tornó otra vez en la fría máscara de lo no sentido, mirando al frente continuaría con los designios de Nepher. Había cortado los lazos que la unían con todos los demás, incluso con el mismísimo Dharion. Abandonó sus recuerdos en el rincón más profundo de su mente para seguir adelante.
El terror abordó a quienes la acompañaban. La misma Nékhan lo percibió en sus horas de descanso junto a su prisionero y no encontraba el modo de hacer nada para remediarlo. Otra noche más el irresistible Humano seguía bajo el dominio de la princesa. Dormía profundamente cuando Nékhan maquinaba su mortal venganza. Le acariciaba suavemente el rostro sintiendo como aquel hombre se había convertido en un niño entre su manos colmadas de creciente poder. Jugueteaba con los mechones rubios y ondulados que se enredaban en sus pequeñas manos.
La mañana se despertó gris. Los relámpagos recorrían el cielo portando los malos presagios profetizados por las valiosas Kigianshais. Una de las más bella sacerdotisa dormía el sueño de la cercana muerte vigilada por su leal servidor. La caravana, envuelta en el mutismo y la confusión ante los acontecimientos seguía adelante. Todos lo percibían y todos callaban. Parecía haber comenzado el réquiem por los últimos suspiros del Mundo de Aris. La Tierra se estremeció varias veces ahogada en su propio pavor. Las Huestes de Netz pisoteaban la arena mojada sin detenerse tras su única víctima, Areg.Nuk.Arak, la Hija de Aris quien se escondía bajo la apariencia de una hermosa joven. Cumplirían fielmente las órdenes de su Padre que se divertía en un lugar más allá del que atravesaban los perdidos mortales.
Un viento surgido de las mismísimas entrañas del mal llegó hasta las gentes de la expedición. Se arrebujaron en sus capas incapaces de mantener el calor corporal. Aquel viento atravesaba hasta los huesos. El cielo derramaba sus últimas lágrimas de incertidumbre, cada vez se acortaba más y más el plazo impuesto por Aris mientras que una nueva manada de Criaturas de la Noche los acechaba sin que se dieran cuenta. Esta vez caerían sobre ellos...
El paisaje cambió.
Los enrevesados caminos a través de las montañas eran conocidos por Gort y Fars, que habían realizado aquel viaje en varias ocasiones. Las paredes de piedra delimitaban su visión. A cada lado, a penas dejaban el suficiente espacio para que las carretas pudieran seguir a los agotados jinetes. Empapados y perdida la esperanza el camino se hacia cada vez más duro y costoso para todos. El cansancio estaba haciendo mella en sus rostros, debían detenerse.
- Deberíamos refugiarnos hasta que pase la tormenta - comentó Gort, de piel más oscura - no muy lejos de aquí hay una cueva...
Sus palabras iban dirigidas a Hitsys. La tenían en cuenta al tomar cualquier decisión. Sabían demasiado bien que las cosas se estaban complicando y ella parecía ser la única lo bastante fuerte para no perder la lucidez en momentos críticos.
- ¿Qué respondéis? - inquirió el Dherhosz dirigiéndose a los dos mortales cabalgantes a su lado.
- Por mí está bien - respondió el otro individuo -, a los hombres les vendrá bien un descanso - comentó mientras giraba el torso para observar a los demás soldados.
Su expresiones de agotamiento estaban vigentes y podían palparse incluso en el aire. Las ojeras habían desfigurado sus rostros para que cabizbajos tan solo pudieran recordar lo dejado atrás; sus familias, los sueños de gloria y fama… La realidad desterró las esperanzas de convertirse en hombres de leyenda, hazaña utópica.
Hitsys tan solo movió afirmativamente la cabeza con esa mirada de furia... parecía ser capaz de cometer alguna locura...
Al medio día alcanzaron la caverna que Gort les había indicado. No era muy profunda pero si lo suficientemente amplia para albergarlos a todos, incluso a las carretas. Los soldados, una vez más, se dispusieron a levantar el campamento para descansar y secar sus ropas. No era nada conveniente que alguno se resfriara, Nepher estaba medio muerta y no podría hacer nada para sanarlo.
La princesa descendió del carruaje asistida por su leal esclavo. El joven deseaba ayudar a los demás pero solamente hizo falta una fría mirada de la chica para que no se apartara de su lado. Nékhan esperaba a que su tienda fuera levantada.
Hitsys los había visto, de pie junto al carruaje real. Dharion, tras la princesa, quien se haía interpuesto entre ellos dos. No hicieron falta las palabras, Nékhan le gritaba que el atractivo soldado le pertenecía y ella no podría hacer nada para impedirlo... La extranjera hizo voltear a su caballo para dirigirse al Dherhosz de piel más oscura que tenía el mando de la expedición.
- Gort, voy a asegurarme de que no nos siguen - gritó.
- Esperad unos instantes y alguien os acompañará - ordenó el hombre junto a la montura de la chica.
- No hace falta... - respondió.
Hitsys tiró de las riendas de su caballo y se encaminó hacia la salida de la cueva. Paseo su mirada hasta hallar de nuevo a la joven pelirroja interponiéndose entre Dharion y ella, con una mirada perversa, de superioridad y dominio capaz de sacar de quicio a cualquiera. La extranjera la ignoró y clavó sus extraños ojos en el guerrero reprochándole una vez más su comportamiento. Había intentado impedir que ella los abandonara y quien los había abandonado ahora era él. Su presencia no era más que el recuerdo de su inutilidad, no servia de ninguna ayuda a los demás, al contrario entorpecía el bien estar de la caravana.
Kyo había delegado responsabilidades en Gort y Fars. La sacerdotisa estaba a las puertas de la muerte. Dharion, cuya figura como guerrero era famosa entre los soldados, se pasaba los días jugueteando y coqueteando con la princesa en unos momentos tan tensos que harían explotar a alguien en cualquier instante...
La extranjera espoleo a su caballo y abandonó la cueva para investigar lo dejado atrás, no podía permanecer un instante más allí, viendo como todos los demás se partían la espalda y ellos dos ocupaban el inútil puesto de la pasividad.
Cuando la joven regreso de su reconocimiento la comida ya estaba preparada. Se sirvió del puchero al fuego el potaje. Su olor no le resultaba muy agradable pero cuando el hambre asaltaba el estómago, todo era comestible. Ocupó el puesto que los Dherhosz le reservaron entre ellos dos, alrededor del fuego para aliviar el repentino frío.
- ¿Qué tal vuestra exploración? - interrogó Fars mirando a la incandescente fogata.
- El camino está libre - respondió antes de introducirse una nueva cucharada en la boca.
- ¿Hasta dónde habéis llegado? - se interesó el otro hombre.
- Hasta el principio del desfiladero... - respondió antes de tragar otra cantidad de alimento.
Rápidamente vació su cuenco señal de estar hambrienta.
- ¿Cuánto falta para llegar a Memdor? - su pregunta fue efectuada al aire.
- Cuatro días si seguimos con el mismo ritmo - respondió Gort- pero creo que los hombres no podrán aguantarlo...
- Debemos llegar cuanto antes - indicó Hitsys-, aunque no los haya visto, las Criaturas de la Noche nos siguen...
- ¡Nos enfrentaremos a ellos! - dijo el hombre de tez más clara.
- No digáis tonterías, Fars - replicó su congénere -, ¿queréis que nos fulminen? Lo mejor que podemos hacer es reanudar el viaje cuanto antes si no queremos que nos atrapen aquí...
- No os preocupéis por eso - interrumpió la joven la discusión entre ellos dos - no nos atacaran hasta que hallamos salido del desfiladero...
- ¿Por qué? - se interesó el imponente Fars con una expresión muy graciosa en la cara.
- A los Criaturas de la Noche no les gusta los lugares estrechos, pequeños - explicaba ella dirgiéndose hacia quien había efectuado la pregunta -, por su tamaño, normalmente superior al nuestro, precisan de gran espacio para lanzarse contra sus víctimas a sus anchas... En el desfiladero - sonrió agriamente - no disfrutarían...
- ¿Disfrutar? - repitió el otro hombre - ¿Estáis diciendo que esas criaturas están jugando al ratón y al gato con nosotros?
- Si queréis llamarlo así... - sorbió una nueva cucharada - Debemos recuperar fuerzas, nos atacarán en cuanto hallamos salido del desfiladero.
El descanso les hizo mucho bien. A la mañana siguiente reanudaron el viaje hacia Memdor con nuevas actitudes.
Abandonaron antes de lo previsto el desfiladero de Norghury. De nuevo las tierras yermas del Este cubrían sus miradas hacia el horizonte. El sol castigaba más que nunca a lo viajeros con su mortecina luz. Los pájaros de muerte revoloteaban alrededor de sus cabezas mientras que la calma anunciaba la tempestad.
Aquella noche prometía ser diferente, distinta, la noche decisiva para todos.
Los gruñidos del horror los rodearon en el mismo instante en el que Netz dio la orden. Una multitud de abominaciones surgieron de las tinieblas para abalanzarse contra ellos. Rostros horribles, deformados, aplastados, mandíbulas babeantes sedientas de sangre mortal, garras preparadas para descuartizar los cuerpos de los Hijos de Aris, sólo por el regocijo de aquellas despreciables criaturas.
Los soldados hicieron acopio de sus mermadas fuerzas para repeler el ataque a duras penas.
Kyo protegería con su vida a la sacerdotisa desobedeciendo las órdenes de su rey porque Nékhan había dejado de necesitar su protección.
Dharion no dio una sola oportunidad a la princesa para impedirle lanzarse a la batalla, era justo lo esperado y deseado por Nékhan.
Los dos Dherohosz intentaban dirigir la defensa de las monstruosidades, las más horribles que jamás aparecieron ante sus ojos bicolor. Cargadas de un odio y violencia, poco a poco destrozaban a los desdichados guerreros.
Hitsys estaba demostrando una vez más su valía en la expedición. Segura de si misma, arrastrada por la sed de sangre capaz de apaciguar su furia interna, arrebataba la vida como la propia Xassha, tanto con su espada como con sus propias manos sin dar tiempo a nada.
En mitad de la lucha la mente de la extranjera se vio asaltada por confusas imágenes:
“ Xhassa, Netz y la mismísima Aris la obligaban a someterse a sus designios, doblegando su alma”
Volvió a la realidad, a penas tuvo tiempo de detener a una deformación abalanzándose sobre su cuerpo. Giró sobre si misma confundida mientras la joven de cabellos pelirrojos, escondida tras las carretas, dirigía su venganza contra la luchadora.
Otra vez se nubló su mente.
Escapó a duras penas de otro mortífero ataque. El desconcierto la hizo flaquear ante la situación. Un noax cayó sobre ella con las mandíbulas preparadas para destrozarla. Clavó sus dientes en el hombro de la joven solo en los momentos necesitados para comprender la situación. Con un movimiento cargado de fuerza y rabia se deshizo de la criatura: la asesinó sin piedad.
- ¿Qué me está pasando...? - se preguntó asustada.
Movió la cabeza hacia ambos lados para sacudirse aquellas visiones. Sus ojos alcanzaron al joven guerrero de dorado cabello. Luchaba valientemente, demostrando su increíble valía. Levantaba su pesada arma para dejarla caer con la violencia capaz de partir en dos a cualquier criatura. Esquivaba con rapidez a las deformaciones, que intentaban acabar con él, para luego destrozarlas con la agresividad guardada durante los días de inactividad.
Los poderes de Nékhan la atraparon por completo. Ahora la mente de Hitsys vivía en un recuerdo demasiado lejano. El cuerpo del guerrero fue revestido por un aspecto que no le pertenecía.
“- ¿Padre? - interrogó tímidamente la chica.
Hitsys, perpleja, caminó cegada hasta el individuo que se le aparecía como realidad. No conseguía ver nada más, tan solo la figura de un hombre al que había llamado padre.”
- ¡Hitsys! - gritó la profunda voz del Dherhosz de tez oscura.
“Puso su mano en el hombro de quien de daba la espalda y le hizo girar. Cuando observó el rostro de aquel que era su padre profirió un espeluznante grito.”
Uno de los Hijos de Netz se abalanzaba contra Dharion, por la espalda. La extrajera volvió con el tiempo suficiente para interponerse entre la deformidad y el guerrero. Todo sucedió muy de prisa, sin tiempo para pensar ni reaccionar. Hitsys impidió que aquella enorme criatura destrozara el cuerpo del guerrero pero su recompensa fue sentir como el fluido de la vida se escapaba a través de sus manos... su cuerpo caía sobre los demás yacentes en la arena mientras su mirada iba dirigida a Dharion... El guerrero se giró instintivamente asaltado por una mala sensación. La vio. Sus ojos turquesas se abrieron horrorizados cuando comprendió lo ocurrido. Sin desearlo la había alcanzado con su hacha en el costado izquierdo. Ahora el cuerpo de Hitsys yacía sobre los otros muertos con la incertidumbre de si estaba viva o no...
Nékhan reía complacida desde su escondite, oculta a las demás abominaciones no resultaría herida.
“El equilibrio se rompía de nuevo,
el mal había
asaltado la única alma
lo suficientemente
pura para
recibir el poder de Aris...
El desastre era inminente,
el horror cubría ahora los ojos de los Hijos de Aris
y destrozaba sus últimas esperanzas...”