Hola a todos!
Bueno, antes de que sigais leyendo tengo que comentaros algo:
Al postear esta historia cometi un error, se me olvidaron adjuntar, al principio, 3 pequenios textos, a modo de poesias (aunque no lo son) que le dan mas sentido a todo el relato.
Las dos primeras poesias estan al principio, antes del Prologo, y la tercera esta despues de éste.
Asi que, os recomiendo, que antes de que sigais leyendo esto, os paseis por el recopilatorio y leais las nuevas partes, porque todo quedara mas claro con eso
Lo siento mucho, espero que sepais disculpar mi torpeza
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XI. La fuerza de los Intocables Hijos de Aris
Su cabellera cobriza no lograba disimular las tipicas orejillas puntiagudas de la elegante raza Andor. Sus movimientos eran igual de gráciles que los vistos en la sacerdotisa Nepher. Aquel personaje les era increiblemente familiar, como si su mirada les recordase a una persona conocida desde siempre a pesar de que su rostro estaba cubierto de las emblemáticas marcas de su orden. Joven y de tranquila actitud aguardaba a que los peregrinos termiran de inspeccionarlo, tanto a él como a quienes le acompañaban. En sus brazos una niña Dherhosz, una futura sacerdotisa, se recostaba a punto de caer en el sueño que hacia mella en todos los niños de corta edad. Tras su esbelta persona surgian las figuras de otros dos clérigos de la misma orden pero de raza Dherhosz. Atabiados con sus largas túnicas habian permanecido en silencio. A su lado, tres sacerdotisas también aguardaban pacientemente lo que tuviera que suceder en aquellos instantes. Serenas y resignadas adoptaron el mismo aire de tranquilidad que muchas veces habian observado en Nepher.
- ¿Quienes sois? - interrogó seriamente el capitan sin permitirles un solo respiro.
Habían encendido de nuevo las velas para proporionar la luz al interior de la estancia. Las sombras de los recien llegados bailaban al son de la furia de la tormenta mientras sus voces y acciones se encargaban de labrar el tiempo, un futuro no escrito....
- Somos los pocos superviviente de Memdor - dijo el joven clérigo con dulce tono acariciando el cabello de la niña que sostenia.- Ellos son Guiroe, Weiora - presentó a los otros dos monjes extendiendo la mano -, Nads, Hanna y Tezha - indicó refiriendose a las tres sacerdotisas -, ella es Aruadna y yo soy Agmenón de Jhardán - habló en tono solemne presentandose - clérigo de la orden de Memdor.
Un esacolofrio heló al capitán y a la princesa quien se puso en pie subitamente.
- Acaso... - se acercó Nékhan hacia el joven clérigo - ¿Teneis una hermana llamada Nepher?
- Sí... - respondió extrañado -¿Por qué lo preguntais? ¿Acaso conoceis a mi hermana?
- Asi es - respondió Kyo dispuesto a darle la mala noticia al joven Agmenón -, vuestra hermana está aquí...
El Andor palidecio durante unos instantes. Dejó a Aruadna bajo el cuidado de Guiroe antes de seguir al Humano de autoritaria voz hasta el lugar donde yacia el cuerpo de la sacerdotisa. El joven cayó de rodillas junto al camastro de la mujer.
- ¿Qué le ha ocurrido? - su voz temblaba temerosa.
Kyo, como jefe de la expedición, fue quien se dispuso a apagar la comprensible curisidad de Agmenón. Tan escuetamente como de costumbre, el soldado relato los acontecimientos, desde su partida de Oruk por orden expresa de la sacerdotisa hasta el instante en que encontraron el santuario. El interés y la expectación del monje y de todos los demás supervivientes de Memdor aumentaba. Lo esperado asomó a los labios del Humano, el dolor era evidente, su afecto por la profetisa no había pasado desaparcibido para nadie, era comprensible para aquellos que lo conocian desde siempre. Sus ojos se empañaron relatando aquello que más interés tenia para el hermano de la bella mujer...
- ...encontramos a vuestra hermana en el suelo - decia clavando su mirada en Agmenón -, semimuerta, nunca supimos qué pasó...
El silencio se hizo dueño una vez más del momento. Agmenón dudaba y receloso se preguntaba una y otra vez qué podia haberle sucedido a Nepher en aquella habitación secreta. Él estaba seguro de que la desgracia no fue negligencia por parte de su hermana, la conocia demasiado bien y no era una persona que dejara las cosas al azar. Meticulosa y sensata jamás habría hecho ninguna locura en los temas referentes a Aris.
Agmenón dejó su mano sobre la frente de su hermana antes de pronuciar las palabras de angustia y resignación que siempre habían caracterizado a los dos hermanos.
- ...yo no puedo ayudarla....- comentó decaido mirando a Nékhan.
- ¿Por qué? - Nékhan alzó la voz fuera de si - ¡Como clerigo conoceis cientos de formas de sanar! - la desesperación también era en ella - Debe de haber alguna forma...
Sonrió amargamente, había percibido el decrépito estado de la mujer. Estaba prisionera justo en el limite entre la vida y la muerte.
- Mis conocimientos no son los adecuados - dijo más dolorido que nunca.
- ¿Qué? - se limitó a exclamar Nékhan exasperada.
- Nepher esta prisionera entre la vida y la muerte - dijo friamente mirando a la princesa -, ese estado solo lo puede causar un dios... - dirigio la mirada hacia la mujer de nuevo - o alguien con el poder similar al de un dios...
Todos escuchaban atonitos.
- Y de igual forma, solo un dios, o alguien con ese poder puede sanarla - prosiguió pausadamente.
- Entonces... ¿Quién puede ayudarla? - Nékhan cayó de rodillas ante el joven monje suplicandole una respuesta que la aliviara.
- Las únicas personas que podrían ayudarla ya no estan aquí...
- ¿Dónde estan? - interrogó el capitán dejandose llevar por el amor hacia Nepher.
- Realmente no sabemos si estan todavía vivos.... - sus palabras vagaron por toda la estancia portando el desastre.
- ¿Qué quereis decir con eso? - ahora intervino Kyo a la espera de que el Andor le relatara lo acontecido.
- Nuestras puertas siempre estuvieron abiertas a todo peregrino - comenzó con su relato Agmenón -, ese fue nuestro error... confiar en todos los mortales sin creer que el maldito Netz pudiera volverlos contra sus propios hermanos... - el chico se detuvo para desviar su atención hasta su hermana - Las Criaturas de la Noche pactaron con la tribu Nethertatt y nos asaltaron…
-¡Los Nethertatt se atrevieron a aliarse con esos monstuos!- exclamó Tair sorprendido.
- Los que no murieron - explicó el Dherhosz Mendor Weiora -, fueron llevados al poblado Nethertatt o así lo creemos nosotros...
-... y Xarabamath se encontraba entre los raptados - aclaró el otro monje -, los Hijos de Aris más puros de toda la historia... Los únicos capaces de descubrir al verdadero Areg.Nuk.Arak...
-... y los únicos - explicaba ahora amargamente Agmenón- capaces de salvar a mi hermana...
Se produjo una larga y profunda pausa arropada por el escandolo de la furiosa tormenta.
-¡Aque ettos xiuss...! - Hitsys se incorporó de golpe.
Agarró la camisola del soldado con fuerza y lo miró fijamente a los ojos. Su expresión no era de un ser mortal. Su voz temblaba con cada palabra pronuciada con un hondo quejido capaz de afligir el corazón al Humano ante ella. El joven tenia sus claros ojos fijos en el bello semblante de Hitsys.
- ¡Gi, nouk eth kiujerty! - repitió un vez más rasgando la ropa de Dharion - ¡nan tagji egdor nin! - sus últimas palabras se fueron apagando conforme ella caia en su final.
Se desplomó sobre los brazos del chico. Moriria en pocos segundos... y el talismán devuelto a su legitima dueña parecia no hacer ningún efecto, incapaz de impedir su muerte sabía demasiado bien su encuentro con la Oscura Dama...
- ¿Qué sucede? - interrogó Agmenón situándose junto a la herida.
- Se está muriendo... - respondio el guerrero con un tono tan lastimoso que sus palabras infectaron el aire con la pesadumbre del dolor -, ¿No podeis hacer nada para salvarla?
- ¿Para qué? - intervino Weiora - Para prolongar su sufrimiento… - se acercó hasta la moribunda joven y la miró tristemente - dejádla descansar en paz…- miró fijamente al guerrero antes de proseguir - pronto os reunireis con ella…
- ¡Weiroa! - la mirada de Agmenón atravesó al monje quien permanecio impasible porque sabia que sus palabras se convertirian en realidad al cabo de unas horas, o de unos días…
Dharion, en otro momento se hubiera abalanzado contra aquel hombre por lo que acababa de decir, pero en aquella situación los ánimos estaban tan decaidos que le impedian hacer uso de la gallardia por la que era conocido en toda Oruk, ahora se rendia ante lo evidente sin pronuciar palabra, observando el rostro moribundo de una extraña mujer que había logrado lo que ninguna otra había conseguido, ni si quiera la mismisima Nékhan…
- Dejadla sobre el camastro y apartaros. - ordenó friamente el hermano de Nepher al Humano que sostenia el cuerpo casi sin vida de Hitsys.
- ¿Qué vais a hacer? - interrogó sin fiarse de los clérigos.
- Intentaremos sanarla, si ese es vuestro deseo - explicó el joven monje…
- Pero si Weiroa…
- No le hagais caso - sonrió el Andor - siempre ha sido muy pesimista - lo miraba de reojo inclinado sobre el luchador.
- Pero quizá tenga razón…
- Eso no importa, nosotros no somos quienes empujaremos a esta mujer a la muerte - explicaba con la elegancia y tranquilidad propia en toda su raza -, Aris enseñó a nuestros antepasados la manera de sanar el cuerpo, y como sirivientes suyos debemos honrarla utilizando su preciado regalo que en tantas ocasiones ha alargado la vida de mucho de sus hijos.
- Pero si la sanais quizá sólo esteis prolongando su agononia… - replicó confundido el guerrero.
- Los clérigos Memdor siempre han sido conocidos por sus sanamientos, y yo se los ofrezco a esta mujer que está a punto de morir - hablaba Agmenón mientras se agachaba para examinar el estado de Hitsys - No importa lo que suceda mañana sino lo que suceda hoy… No le negeis esa oportunidad…
La tranquilidad no era buena mensajera en aquellos dias y nadie se sentia seguro en las entrañas de Memdor, pero a pesar de sus creencias el agotamiento los había arrastrado hasta el sueño reparador. Al amanecer Kyo montaba guardia en una de las torres del templo desde donde divisiba todos los dominios del santuario. Demasiada calma… como la que reinaba en la estancia.
Despertaba lentamente. Necesitó unos instantes para que sus pupilas pudieran observar su entorno con nitidez. No reconocia el lugar. Se sentia cansada e incapaz de incorporarse tan energicamente como hubiera deseado. Se limitó a mover la cabeza para repasar con su extraña mirada a todos los presentes en la estancia. Reconocio a aquellos quienes la habian acompañado desde de Oruk, pero los desconocidos llamaron más su atención. Eran monjes y sacerdotisas sin duda alguna, sus tunicas los delataban. Se preguntaba dónde estaria la princesa , ¿y Dharion?, ¿Estarían muertos?... Cerró los ojos para relajarse...
- ¿Cómo os econtrais? - interrogó una voz muy familiar.
Rápidamente abrió los ojos y volteo la cabeza para encontrarse con el juvenil rostro de Dharion, quien había velado por ella durante toda su convalecencia. Ahora sonreia aliviado viendola, otra vez, rebosante de vida.
- ¿Donde estamos? - preguntó tragando saliva sintiendose cansada, incapaz de moverse.
- En Memdor - respondió el guerrero sentandose en el borde del camastro.
- ¿Qué ha pasado? ¿Por qué no puedo moverme? - preguntó algo asustada.
- Tranquilizaos - respondió con su voz aterciopelada mientras le acariciaba la frente para calmarla - ¿No recordais nada?
Hitsys se tomó su tiempo.
- Si, - dijo - aquel ataque y… - rápidamente se llevó la mano al lugar en el que deberia estar la herida.
Miró asustada al joven. No halló la brecha por la cual, la fría hoja del arma de Dharion, habia penetrado hasta romperle los huesos. Tampoco encontró ninguna cicatriz, ni si quiera una misera marca que le asegurara que lo vivido era cierto y no fruto, como en algunas ocasiones, de los ensueños de su mente.
- ¿Acaso lo he soñado? - preguntó al aire mientras cerraba los ojos y se llevaba la mano a la frente sientiendose un tanto mareada y confundida.
- No - respondio seriamente el Humano junto a ella -, no fue un sueño - Cogio su mano izquierda sin que la joven hiciera nada para impedirselo - Yo os herí de muerte, perdonadme - agachó la cabeza.
Hitsys se estremcio.. Todo habia quedado como oculto bajo un leve velo, como si hubiera estado borracha durante aquel mortal ataque de los Hijos de Netz.
- No os tortureis más, Dharion - habló la joven con la seriedad que siempre la habia caracterizado -, no fue culpa vuestra…
- Pero si casi llegué a mataros, ¿Cómo podeis decir que no fue culpa mia? - interrogó sorprendido el guerrero.
- Lo que yo recuerdo - cerró los ojos - … fue un accidente, nada más.
La extranjera sabia demasiado bien que en realidad no fue así, y que Dharion sólo era una marioneta en manos de alguien despiadado, que deseaba acabar con ella por algun motivo. Alguien, que había logrado hundirse, y urgar, en sus recuerdos, en sus miedos con el sólo deseo de provocar su muerte.
- ¿Por qué no tengo ninguna marca de la herida? - preguntó con curiosidad al Humano.
- Un clérigo Memdor sanó anoche vuestro cuerpo y no dejó ni una cicatriz. - respondio el aludido mirandola fijamente, con un extraño brillo en sus claros ojos.
- ¿Y los demás?
- Solamente sobrevivieron Kyo, Gort, los sirvientes de la princesa, Nékhan y dos soldados… - enumeró a aquellos que habian agunatado todo el viaje.
- ¿Y Nepher? ¿Está muerta? - se incorporó sobresaltada al no saber nada de ella en la información que le estaba proporcionando el joven.
- No - respondió el Humano cogiéndola por los hombros - no os preocupéis. - la obligaba a tumbarse de nuevo - Sigue igual...
- Pero ¿es que aquí no pueden ayudarla? - inquirió buscando a la sacerdotisa con su mirada por toda la estancia.
- No, aquí no pueden ayudarla…
- ¿Por qué? - su rostro se deformaba en la mueca de desesperación que siempre había marcado toda su vida - ¡Hemos luchado por llegar hasta aquí para sanar a Nepher y encontrar a Areg.Nuk.Arak!
- Aquí ya no pueden ayudarla y creo que tampoco podrán descubrir si Nékhan es realmente el Elegido… - el guerrero bajó la vista compartiendo con ella su mal estado.
- Pero…¿por qué? - inquirió incorporándose de nuevo y agarrando su camisa rota.
- Los Hijos de Netz - la sujetaba con sus brazos - y los Nethertatt atacaron el templo…
Dharion jamás olvidaria la expresion que Hitsys adoptó cuando escuchó aquella noticia, como el instante en que la conocio, su rostro se transformo en una máscara fría e insensible, mientras sus ojos irradiaban esa mirada salvaje que podia impulsarla a cualquier decision absurda o acción suicida.
Se puso en pie asistida por el guerrero. Él le proporcionó el sustento para llegar hasta donde Nepher yacía. La observó. Su rostro estaba demacrado y pálido.
- ¿Qué podemos hacer Nepher? - preguntó la extranjera al aire con un hondo quejido.
Dharion sintió el mismo dolor y apretó a Hitsys contra su cuerpo para intentar consolarla.
- ¿Estais completamente seguros de que nadie en el templo puede ayudar a Nepher o despertar de una maldita vez a Areg.Nuk.Arak, si es que está en la princesa…?- preguntó más desesperada que nunca.
- Según los pocos supervivientes, las únicas personas que podrian hacerlo ya no estan aquí… - respondió el aludido observando a la profetisa.
- ¿..Y donde estan? - su voz parecia quebrarse a cada nueva pregunta.
- Realmente - agachó la cabeza hasta la joven que apretaba contra su cuerpo - los supervivientes de Memdor ni si quiera saben si aún continuan con vida…
- ¿Quienes es aquel que puede ayudar a Nepher y despertar al Elegido?- exigió la joven alzando su rostro hacia el guerrero.
- Uno de los supervivientes, el propio hermano de Nepher, nos dijo que el Xarabamath - explicó el Humano ante la curiosidad de la chica -, las personas más sabias de la Creación, eran los únicos que podían ayudarnos.
- Xarabamath… - murmuró ella mientras venian a su memoria antiguos relatos escuchados durante sus viajes.
Su atención iba dirigida hacia Nepher. Hitsys deseaba, gritarle y zarandearla hasta que abriera los ojos… se sentia sola y abandonada… fuera de lugar en compañía de unos mortales que ya no tenian nada más que ver con ella. Necesitaba abandonar aquella sucia habitación, volver a enfrentarse a la libertad de la nada inundando sus ojos bicolor y la furia del viento enredando su negro cabello.
- ¿A donde vais? - preguntó Dharion con curiosidad cuando la joven se separó de su lado.
- Necesito estar sola… - murmuró dirigiéndose hacia la salida con paso tambaleante.
- Son Quiantha, Sahraáz y Jatnemi, las Tres divinidades Protectoras de Andors, Humanos y Dherhosz - escuhcó una voz tras de si.
La princesa giró bruscamente y se encontró con Agmenón.
- ¿Por qué estaba cerrada esta habitación? - interrogó con curiosidad la joven.
- Nuestro antepasados siempre las habian respetado y venerado, tanto o más que a la mismisima Aris - explicaba el joven que la había seguido a escondidas
Nékhan se había adentrado en los secretos de Memdor sin temer los oscuros pasillos repletos de cadáveres. Había dado con una puerta cerrada desde hacía tiempos inmemoriables. Su cueriosidad le obligó a investigar lo que tan celosamente había sido guardado en su interior. Las antorchas encendidas desde antaño jamás se consumieron esperando el día en el que alguien pusiera sus pies en la majestuosa sala dedicada al culto, pero no de Aris, sino de otras tres deidades que se divisaban esculpidas sobre un altar.
La primera, estilizada, con las orejas puntiagudas miraba al frente con la actitud serena de los Andors, sostenia una lanza. La segunda empuñaba una espada, demostrando las caracteristicas más sobresalientes de la raza Humana, y la tercera se retorcia en una extraña postura, amenazadora con cuantro brazos empuñando diferentes armas. Tras ellas, dibujada en la pared, se podia observar la representación de Aris.
- Cuando ocurrió el Desastre - prosiguió Agmenón con su relato acercándose a Nékhan - los hombres y mujeres eruditos se enfurecieron con ellas. Cegados por el dolor, sellaron este pequeño santuario a las divinidades y jamás, hasta hoy fue abierto. La mayoria de nuestros antepasados vivieron y muririeron sin saber de la existencia de estas tres protectoras.... - decia observando detenidamente la exquisitez de las figuras esculpidas en marmol - Realmente jamás se ha sabido si realmente existieron o no...
- Y vos - lo miró fijamente - ¿Qué creeis?
- ¿Yo? - se sorprendió de la pregunta - Soy un humilde sirviente de Aris...
Nékhan devolvió su brillante mirada hacia las estatuas, sonriendoles, haciendose complice de sus secretos.
- Yo si creo que existieron - murmuró sutilmente - y creo que aún existen...
Hitsys se refugio en la torre más alta del santuario. No tuvo miedo al recorrer los oscuros pasillos plagados de cadaveres pudriendose e impregnando la realidad con aquel olor. Viendo la masacre se preguntaba porqué Aris lo habia permitido... Tenía el mal presentimiento de que Memdor se convertiria en la tumba de todos ellos sin que Areg.Nuk.Arak pudiera hacer nada para evitarlo. Según las leyendas que ella conocia el Elegido necesitaba una prueba final para despertar su conciencia de descendiente de la Diosa de la Creación y sin los sabios del Xarabamath era algo imposible.
Sus muros eran fuertes y gruesos, y las cinco torres que se elevaban por el horizonte eran las más altas que la extranjera habia visto y visitado en toda su vida. Desde allí arriba sentia correr el arie algo más limpio, llevandose cosigo el hedor de los cuerpos podridos mientras los pájaros carroñeros revoloteaban sobre su cabeza, a la espera de asaltar su preciado festin.
- ¡Hola! ¿Por qué estas triste? - preguntó una dulce vocecilla que apenas pudo pronuciar correctamente aquellas palabras.
La extranjera, sentada en el suelo habia desenterrado su rostro de sus rodillas para atender a quien habia hablado. Ante sus ojos aparecio una dulce niña Dherhosz sosteniendo en una de sus manos un sucio muñeco de trapo algo quemado.
- ¿Nadie quiere jugar contigo? - preguntó de nuevo aquella niña de cabello rubio.
- ¿Cómo te llamas, pequeña? - interrogó la joven.
- Aruadna - respondio - ¿y tú?.
- Hitsys. - cruzó las piernas sintiendo curiosidad ante aquella chiquilla que permanecia de pie a una distancia prudente de ella - ¿Y tus padres, donde estan?
- Muertos - respondio sin inmutarse - ¿Y los tuyos?
- También murieron… - confesó inclinandose hacia delante - Entonces ¿quién cuida de tí?
- Agmenón, Weiros, Guiroe y las sacerdotisas - explicó dando un paso adelante abriendo sus grandes ojos - ¿Y quien cuida de ti?
Aquella pregunta hizo estremecerse a Hitsys. Ahora volvia otra vez a sentirse sola.
- Nadie… - respondio bajando la cabeza.
- ¿Quieres ser mi amiga? - preguntó dando otro paso hacia ella.
- Claro, - alzó el rostro la joven de mirada bicolor sonriendole -, claro que quiero ser tu amiga, Aruadna…
- Entonces Agmenón, Weiroa, Guiroe y las sacerdotisas tambien cuidaran de ti.. - se sentó al lado de la joven -. Toma, te dejo mi muñeca.
Aruadna le entregó a su nueva amiga su juguete de trapo. Estaba sucio, quemado, apenas podia verse su cara dibujada con hilo, sonriente como el rostro de la niña que a su lado estaba. Le faltaba un brazo pero aún así era el tesoro más grande de la chiquilla.
- Se llama Nahai - dijo Aruadna.
- Es un nombre muy bonito… como el tuyo.
- ¿Qué haces aquí sola? - preguntó con curiosidad la niña - Esto es muy aburrido…
- Imaginar…
- ¿Imaginar?
- Si - se puso en pie Hitsys - Ven conmigo.
Tendió los brazos a la Dherhosz y la levantó del suelo para que pudiera observar cómo todo el desierto rodeaba el templo Memdor. El viento agitaba sus cabellos mientras Hitsys se dejó llevar por un sentimiento que siempre le oprimia el corazón:
- Intento imaginar toda esta tierra cubierta de verdes prados, árboles altos y fuertes…animales viviendo de nuevo - explicaba aquella visión como si ella misma la hubiera visto en el pasado -, como una vez lo hicieron en esta tierra. Y justo por ahí - señaló con el dedo - pasará un rio que irá a desembocar a un oceano azul... Un cielo celeste con nubes blancas y un viento puro que poder respirar…
- ¿Cómo puedes imaginar eso? - preguntó con curiosidad la niña - ¿Lo has visto alguna vez?
- No lo sé… - miró a la chiquilla - pero las dos jugaremos en el rio y correremos por el bosque…
- ¿Me lo prometes?
- Te lo prometo…
Arudna se abrazó al cuello de la mestiza. Hitsys había tomado su decisión, y esta vez no abría nada ni nadie que pudiera hacerla cambiar...
- ¿Qué pensasis hacer ahora que Memdor ha sido destruido? - preguntó Kyo a Agmenón, agachandose junto a su amada.
- Intentar resisitir... - respondió uno de los dos Dherhosz sonriendo amargamente - aunque moriremos, más tarde o más temprano... cuando se acabe la comida...
- ...o cuando las Criaturas de la Noche nos descubran - comento Weiora.
- ...o cuando Netz se levante con el control del Mundo de Aris... da igual... - comentó Agmenón antes de desplomarse en el suelo.
- Quereis decir que no hay esperanza para nadie... - murmuró el capitán decepcionado.
- Asi es - fueron las últimas palabras de una sirviente de Aris.
La puerta de la estancia se abrió para dar paso a Hitsys y a Aruadna colgada de su cuello. Kyo se apresuró a interesarse por el estado de la joven y a presentarla a los supervivientes de Memdor. Agmenón no dejaba de observarla con curiosidad, se preguntaba, como en un primer momento lo hizo Nepher, qué lugar tenia designado en la Creación de Aris un ser tan extraño. Era el fiel reflejo de la perfecta unión de las tres razas que poblaban el planeta. Observandola detenidamente encontró un mundo de conocimientos encerrados en su mente igual que un anhelante deseo de socorrer aquella realidad que se iba desmoronando lentamente sin que ninguno de los allí presentes propusiera una idea que les ayudara a superar la crisis. Lo que llamó la atenión a los supervivientes de Memdor fue el interes que Aruadna tenia por la extranjera. Era una niña callada, no solia acercarse a los extraños, pero aquella joven había logrado atraerla con su exotismo. La Dherhosz no se separaba de ella en ningun momento y siempre permanecia a su lado, atraida, como también le ocurrio a Nepher, por una cálida aura que irradiaba toda su persona.
Con una calma agobiante el sol se fue escondiendo para dar paso a una fría noche en la que los Hijos de Netz volvian a quedar aún más libres después de su gran victoria sobre Memdor. En el silencio de las horas de descanso los supervivientes del templo todavía podian recordar el horror del asalto. Los gritos de las victimas, la alegria y el regocijo de aquellos que les arrebataron la vida sin piedad. Agmenón se sentia transportado nuevamente a ese instante, sufriendo en silencio la horribles visiones que no desearia ni a su peor enemigo…
Con un sudor frío sobre su rostro tatuado, Agmenón despertó sobresaltado. Respiró aliviado y paseó su rostro por la estancia, frente a la chimenea encontró a Hitsys sentada sosteniendo algo en sus brazos, a su izquierda el guerrero Humano recostado en el suelo dormia profundamente como los demás mientras Gort montaba guardia en la torre central de la construcción.
- Le gustais…- comentó una voz tras Hitsys- nunca se había dormido en los brazos de otra persona que no fuera yo.
La extranjera giró para descubrir que era Agmenón quien habia hablado. Se sentaba despacio a su lado, no podia conciliar de nuevo el sueñó y sentia curiosidad por conocer a aquella chica a la que le habia salvado la vida.
La joven sonrió.
- Creo que se está encariñando demasiado conmigo… - comentó mirando como la niña dormia placidamente entre sus brazos.
- No os entiendo… - tuvo un mal presentimiento sobre aquel comentario - ¿que quereis decir con eso?
- ¿Quienes pueden descubrir al Elegido? - preguntó friamente mirando el chisporrotear del fuego ante sus ojos.
- Ya se lo dije a vuestros compañeros, solamente Xarabamath pueden ayudar a Nékhan - respondió el clerigo -, y ayudar a mi hermana a vivir… - añadio tristemente - Soy uno de los mejores sanadores y ni si quiera puedo socorrer a mi querida hermana… - la impotencia lo ahogaba.
- ¿Dónde está Xarabamath? - preguntó la chica sin apartar su mirada del fuego.
- Los Nethertatt se llevaron de aquí a los sabios del Xarabamath - respondio el clérigo observando la fría actitud de la chica -, pero no sabemos si realmente continuan con vida.
- ¿Cuanto hace del ataque? - sus palabras sonaban serias y distantes.
- Cinco días - respondio el monje.
- No es mucho tiempo… - murmuró.
- ¿En qué dirección está el poblado? - inquirió la chica de mirada bicolor.
- En dirección Este…- respondió el interpelado.
- ¿A cauntos días?
- A un día y medio a pie - bajó sus ojos hasta la niña-. ¿Qué estais pensando?
Hitsys oteó el entorno antes de responder.
- Prometedme que no se lo direis a nadie, Agmenón… - suplicó clavando sus pupilas bicolor en el joven clérigo.
- Teneis mi palabra…
- Pretendo llegar hasta el poblado - continuaba mirando de reojo mientras sus palabras salian de su boca como un susurro - para buscar a los sabios del Xarabamath. Si estan vivos los traeré aquí…
- ¡Pero estais loca! - exclamó elevando un poco la voz.
- ¡Ssshhh..! No quiero que nadie se entere.
- Pero ¿Cómo vais a poder llegar al poblado? - preguntó sorprendio - Y si los sabios estan con vida ¿Cómo los traereis aquí vos sola?
- Nos os preocupeis por eso - sonrió - encontraré alguna manera.
- Pero sois una mestiza - comentó el monje mirandola de arriba abajo - acaso ¿no sabeis lo que hacen los Nethertatt a los mestizos?
El silencio respondió a Agmenón, en aquel momento las palabras sobraban.
- Lo siento, no puedo pediros que arriesgueis vuestra vida - comentó el clérigo.
- No me lo estais pidiendo - habló mirando de nuevo al fuego - lo hago porque yo quiero - lo miró -, es mi elección.
- ¿Estais segura?
- Partiré mañana…
En los últimos dias de la Creación,
solo un ser
puro
salvaría el Mundo de Aris,
un ser
capaz de arriesgar
su vida,
caminaría hacia los dominios del
mismisimo
Netz.