Las más conocidas “hazañas” de Marcos Ana son el asesinato, de un disparo en la nuca, del joven sacerdote Marcial Plaza Delgado, en la tarde del 23 de julio de 1936. Este cruel y cobarde asesinato fue cometido en presencia de la madre y otros familiares del sacerdote. Pocos instantes después, mientras la víctima era atendida, aunque infructuosamente, por su desconsolada madre y por uno de sus primos, Marcos Ana asesinaba, también de un tiro en la nuca, a José Plaza Torres, padre del sacerdote a quien había asesinado minutos antes. Dos días antes, es decir el 21 de julio de 1936, el ahora agasajado “poeta” había asesinado a Augusto Rosado Fernández, a quien había sacado de su domicilio con el pretexto de que debía prestar una declaración sin importancia. El crimen fue cometido también personalmente por Marcos Ana en el lugar conocido por «la tierra de los ahorcados», exactamente donde ahora se alza la fábrica «Boca» de Alcalá de Henares. También se ha probado su autoría en las muertes de Francisco Mirón y de Faustino Plaza, y según testigos presenciales de la época, asesinó con el mismo método a más personas, aunque por no conocerse la identidad de las mismas, no se pueden hacer constar fehacientemente. Estas mismas personas declararon que “persona que detenía Marcos Ana, era asesinada en el acto, o poco después aparecía su cadáver ensangrentado en el cementerio de la localidad o en sus inmediaciones. También era muy frecuente verlo pavonearse en retaguardia, como un Alberti cualquiera, luciendo “valerosamente” su pistola ante sus desarmadas víctimas, a las que insultaba, escupía, agredía y amenazaba de muerte constantemente”
Una sobrina del cura, Victoria Fraguas Salgado, señaló en una fotografía para La Vanguardia, el 10 de noviembre de 1962, el lugar exacto donde Marcos Ana ejecutó fríamente a su tío, José Plaza. El 30 de julio apareció el cuerpo de Amadeo Martín, un joven de 24 años y cartero del pueblo. El propio asesino alardeaba de sus crímenes burlándose de las víctimas, como la madre del cartero, Mercedes Cabezudo, que pudo salvarse y narró posteriormente el asesinato de su hijo: «Fue asesinado a las siete de la tarde… se puso de rodillas al morir y perdonaba a todos y pedía perdón por nosotros. Al contar esto, Macarro se reía y hacía gestos de burla». Luego moriría Don Braulio Gallo, a consecuencia de las torturas infligidas por «Marcos Ana» y otros esbirros del Soviet. A ellos se suman los asesinatos de Don Francisco Marón y Don Faustino Plaza, dando un total de 7 víctimas mortales, y dejando por aclarar su participación en decenas de asesinatos de civiles cometidos en Alcalá aquellos días