Buenas compañeros EOLianos. Creo que es la primera vez que escribo en este subforo.
Aquí os dejo, a modo de presentación, un relato que presenté al concurso de Relatos de mi instituto hace un par de años. Espero que disfrutéis leyéndolo como yo disfruté escribiéndolo. Un saludo!
"El resplandor azul de La Tierra brilla en la mirada de Vasili, que observa las estrellas a través de la ventanilla. Apenas recuerda el momento en que partió, dejando atrás todo lo que conocía. Tampoco recuerda aquellos días en los que torpemente se desplazaba por los conductos de la estación, pues hace mucho tiempo que aprendió a convivir con la ingravidez del espacio. Todo lo que recordaba de su vida anterior se desvanecía mientras la nostalgia invadía su ser; pero entre los rescoldos del pasado aún podía rescatar dos de sus sentimientos más intensos. El primero era el que sentía cuando, de pequeño, se tumbaba a los pies de la ladera de la montaña que había cerca de su casa.
Todas las mañanas, Vasili salía de su casa para repetir la ruta de siempre hacia la escuela, pero siempre, también, añadía una parada extraordinaria en su camino. Dejaba a un lado la carretera para tomar una vereda fangosa, marcada por las pisadas de los campesinos y perseguida por una interminable fila de sucias vallas de madera. Con el objetivo de deleitarse con el que era el mayor de los placeres para él - después del chocolate- andaba dos kilómetros a paso firme y sin pausa – pues luego debería continuar su tránsito hacia el colegio-, hasta que llegaba a las faldas de un valle. Una vez allí, se despojaba de su mochila, que apoyaba junto a las piedras de un minúsculo río que yacía bajo sus pies y corría montaña arriba. Toda ella estaba recubierta de hierba, una verde y tierna hierba en la que Vasili se tumbaba cuando llegaba a la cima. Desde ahí podía ver alguna de las casas de su pueblo, incluso la torre de la destruida iglesia de Kostromskaya. En ese instante se dejaba llevar por la naturaleza pacífica de aquel lugar, por el viento, que mecía el césped como si de una cuna se tratara, por el olor del ambiente, con esa humedad típica del invierno ruso, empapada del olor que las plantas desprendían, y en definitiva, por la tranquilidad que en todo aquello hallaba. Era el único lugar con el que realmente conectaba.
El segundo sentimiento imborrable es el que su despedida - o lo que recuerda de ella- le dejó. Un minuto antes de subirse al ascensor que lo llevaría al cielo, la mirada de su mujer, penetrante, le suplicaba un largo y melancólico beso. Aquella mujer habría cambiado todo lo que en ese momento poseía por tenerle un día más entre sus brazos. Sabía que era la última vez que sentiría sus labios en mucho tiempo. Sabía que podría no volver a sentirlos. Todo terminó con un beso, corto, que Vasili no prolongó para evitar derramar las lágrimas que, hacinadas en sus párpados, se apresuraban por salir.
Ahora, diez años después de su marcha, recuerda esos momentos como si los estuviese viviendo de nuevo. Vuelve a sentir aquel calor en sus labios. Vuelve a sentir la paz de aquellas mañanas frías tumbado en la montaña. Vuelve a tener esperanza. Es entonces cuando deduce por qué su cabeza se encargó de borrar todos los demás recuerdos. No podría caber en el cuerpo la nostalgia de tantos momentos vividos, no si quería sobrevivir. Tras cada soldadura, tras cada investigación concluida en la estación, partes del pasado de Vasili desaparecían bajo un gran telón de acero. Excepto aquellas dos.
Hacía una semana, Vasili había enviado un informe a la Tierra en uno de sus controles rutinarios, aunque para su sorpresa, no recibió contestación alguna. Repitió la emisión, obteniendo el mismo resultado, hasta que un extraño suceso le hizo desistir de su empeño. Los informes estaban retornando al punto de origen. Vasili escuchaba atónito sus grabaciones mientras se preguntaba cómo era posible aquello; ¿sería porque no había nadie en La Tierra para contestarlos? ¿ó quizá eran las propias transmisiones que, abrumadas por el eco mudo del espacio e incapaces de llegar a La Tierra, volvían a la boca de su creador? Sea como fuere, Vasili sentía que la misión había acabado y que el planeta que veía cada jornada lo había abandonado a su suerte. En aquel momento decidió acabar con su vida, así que desconecto los generadores de oxígeno. Pocos minutos después sus pulmones agonizaban y comenzaba a marearse… Pero entonces, una imagen pasó ante sus ojos. Era su pelo, enmarañado tras una noche de pasión y caricias, eran sus ojos color miel, era su piel aterciopelada, eran sus pálidos y carnosos labios, era ella: su mujer, su amada, con la misma mirada de aquella despedida. Rápidamente, reuniendo las pocas fuerzas que le quedaban y casi inconsciente, Vasili se impulsó hacia el panel de control, volviendo a conectar así los generadores.
Cuando se recuperó, reanudó las transmisiones con la esperanza de que algún día fueran contestadas, y resonase por todos los rincones de la nave, una voz que no fuera la suya.
¿Qué es un hombre con sueños? Un hombre con esperanza."