Tauromaquia catalana en la Luna.

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Don Pepito Inocente os saluda en su particular día, hermanos del catastrofismo, la conspiranoia y la polémica estéril.

El titular bien podría ser del bienhadado periódico nacional El Chafardero, pero no lo es. Así que es muy importante dar a conocer este émulo de la Verdad. Hoy ha habido triple dosis de ignominia: La Generalitat sorbió ingente parte de los presupuestos de Cataluña para promocionar el astroso catalán mediante miles de ciudadanos de Galicia, las Vascongadas y Cataluña, y la horripilante tauromaquia... en la Luna.

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¿Promocionar el catalán? ¡Claro, según la Generalitat hay que fagocitar de una vez por todas ese castellano que se resiste demasiado! ¿¡Tauromaquia para eso!? Sí, sí. La cúpula gobernante catalana intenta superar a las demás autonomías en las facetas de lo estrafalario y lo ridículo. Han seleccionado a seis prestigiosos toreros de las Españas y los han metido en campos de reeducación donde sólo cabía una premisa: aprender de manera intensiva y veloz catalán puro de 24 quilates.

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No puedo abandonar el artículo sin ahondar más en los ridículos: los seis toreros, los 28 toros y aquellos miles de animadores -vascos, catalanes y gallegos bien pagados- han sido enviados por la Generalitat a la Luna, aprovechando la querencia de su presidente por la pseudociencia -creía en la NASA y en los selenitas que aplaudirían la noble belleza catalana-.

Ha sido un periplo desigual de 384.000 km en una nave excesivamente rectangular y trufada por una míriada de toberas, chorros y motores. Este viajecito ha hecho descorrer la pátina bajo la cual millones de españoles creíamos en una Luna inmaculada, sin huellas.

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La nave era parca en detalles, salvo por una bandera catalana que se añadió al techo, osando así añadir fealdad a la velocísima caja de metal. Y en qué ignominioso hacinamiento viajaban esos toreros, toros, vascos, catalanes y gallegos.

Después de horas admirando la negrura del espacio y la desesperada huida de la gravedad terrestre, la nave aterrizó sin problemas en la Luna, demostrando así la eficacia de la incipiente agencia espacial catalana, ayudada completamente por la imperialista NASA. Pero el horrendo desastre empezó de verdad cuando se abrió la compuerta principal: atmósfera cero, gravedad cero y ciento mil problemas. Nadie fue disfrazado de astronauta, nadie.

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Fue un abrir y cerrar de ojos, en medio minuto ya teníamos el primer genocidio espacial cometido por los humanos. Miles de españoles bien pagados que llevaban pancartas promoviendo los tres otros idiomas de la España del Gran Crecepelo Juan, los seis toreros y 28 toros (bien encerrados) pasarían a ser curiosidades flotantes del paisaje lunar para acabar en órbita como mera basura espacial.

No se iba a producir el magnífico espectáculo que a todos enfurecería: cruel tauromaquia en gravedad cero con bárbaros cantando las bondades de las lenguas minoritarias y bajo la atenta visión de unos selenitas que, por cierto, aún no habían tenido la desfachatez de aparecer para un ligerillo intercambio cultural y algo de shock. No, debíamos cambiar nuestros presupuestos.

La encantadora imagen de una Generalitat cariñosa y paternalista se fue al desagüe. Había ahorrado unos cuantos miles de papeles del censo al gobierno español, convirtiéndose así en agente doble para los malditos y desdichados españolistas integristas. ¡Nos iba a chafar el idioma minoritario que cuidábamos cual alhaja de pirita!

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Os dejamos con esta primera ojeada de la peor catástrofe nacional. Los pormenores y los trapos sucios ya los sacaremos en libracos de nuestra editorial matriz, Cardeñosa Astra Conspiraciones Sociedad Limitada, escritos por auténticos amanuenses que mucho os habrán de enganchar. En diez días hábiles saldrá la primera muestra de uno de dichos libros.
Yo no he entendido nada a pesar de leermelo un par de veces.
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