Una De Fantasia (espero Que Os Guste)

CAPÍTULO 1 - LA CAVERNA DEL DRAGÓN ROJO


- ¿Estás seguro?.- preguntó Lahero
- Nunca estoy seguro de lo que hago.- respondió Gonwa.- Pero hasta ahora no me ha ido mal
- Eso será porque nunca te has enfrentado a un dragón.
- ¿Tienes miedo?.- Gonwa le miró a los ojos
Los oscuros ojos del experto mago le examinaron de arriba abajo. Tenía una mirada indecisa, pero a la vez valiente. El brillo de sus ojos reflejaba las incontables batallas que habían presenciado. Con esos ojos, cualquiera entra en la cueva, pensó Lahero.
- No.- mintió.- Sólo estoy un poco... nervioso
- No te preocupes.- tranquilizó Gonwa.- Yo estaba igual de nervioso en mi primera misión. Aunque el rival no era un dragón de doce metros de largo, claro.
- ¡No es mi primera misión!.- rugió Lahero.- Mi espada ya ha derramado sangre es más de una ocasión. No me trates como a un niño
- Jejeje... – rió Gonwa.- Puede que sea tu sangre la que se derrame en esta cueva, joven aprendiz. Que hayas vencido a un par de ancianos lobos en los Glaciares no te da el privilegio de escapar de las llamas de un dragón. Además, no hace falta que grites. Puedes despertar a la bestia.
Gonwa miró hacia la entrada de la cueva, haciendo una seña a Lahero para que mantuviera la distancia. La oscura concavidad helaba la sangre, pero allí había que entrar, aunque fuera para demostrar que no era un miedica. La tenue luz de las antorchas que llevaban, no aportaba pistas sobre el interior de la cueva.
- Adelante.- dijo Gonwa.- No pierdas de vista su cola
- De acuerdo
Entraron en la cueva. Los pesados pasos de los magos resonaban en las paredes de la gruta, produciendo un molesto eco. Las antorchas fueron dibujando un túnel angosto, que concluía en un agujero en la piedra, por el qué cómodamente entraba una persona.
Gonwa iba primero, decidido. Mostraba una tranquilidad pasmosa y una seguridad impropia de un mago tan joven, a pesar de ser de los magos más poderosos del Keiro.
Lahero le seguía, despacio y mirando a todas las paredes del túnel, sin apartar de la vista el agujero. Cada vez estaba más cerca. Los magos saltaron el hueco y vieron al dragón.
Era un dragón rojo, de asombrosa envergadura. Tenía la piel escamosa y decrépita y se podía intuir que una espada no la atravesaría con facilidad. La cola era de unos cinco metros, y estaba rodeada por unos pinchos oscuros. El dragón estaba de espaldas, por lo que Lahero no pudo verle la cara. Tampoco es que tuviera especial interés. La habitación estaba cargada de un insoportable hedor, que impedía respirar con facilidad.
- ¿De dónde viene ese olor?.- Susurró Lahero
- Es el olor de la muerte.- respondió Gonwa-. Y más vale que andes con cuidado, si no quieres formar parte de él.
- ¿Dónde esta el zortem?
Gonwa señaló a una esquina de la estancia. Allí se encontraba el objetivo de su misión: el Zortem de Vregalast, antiguo artefacto del mundo antiguo, protegido por el maloliente dragón desde hace siglos. Y allí estaban dos indefensos magos, para robárselo.
- Quédate quieto.- dijo Gonwa.- Voy a cogerlo
Lahero asintió con la cabeza, mientras el experto se acercaba poco a poco al artefacto. El dragón dormía placidamente. La respiración del monstruo hipnotizaba el ambiente. Lahero inspeccionó la sala, en busca de otros tesoros. Su mente se fijo en dos joyas plateadas situadas cerca de la cola del bicho. Decidió acercarse, ya que Gonwa estaba enfrascado en su tarea. Cuando ya estaba a dos pasos de las joyas, algo falló:
¡ BROOOOM ¡
Un potente ruido inundó la sala. Parecía que el suelo se abría bajo los pies de Lahero. Cuando fue consciente de lo que pasaba, se encontraba en el suelo. Las paredes continuaban rugiendo, y el eco se hacía insoportable. Intentó gritar, pero no escuchó su voz. Sombras difusas se movían por la habitación, pero no conseguía enfocarlas. Una voz familiar rompió su encantamiento
- ¡Estupido, sal de ahí inmediatamente, ¡¡cuidado!!.- gritó Gonwa
Lahero saltó hacia la oscuridad a tiempo. Las antorchas se habían apagado, pero pronto algo iluminaría la habitación. Si se hubiera quedado en el suelo unos segundos más, habría sido consumido por las llamas del dragón.
- ¡Groaaaarg!.- El dragón escupió sus llamas con crudeza.
La habitación se iluminó. El dragón estaba erguido, persiguiendo con la mirada a Lahero. Los ojos del dragón estaban envueltos de odio, y su cabeza buscaba un nuevo objetivo. Abrió la boca para volver al ataque. Una fila de afilados dientes, apareció ante Lahero, que consiguió esquivar a tiempo. Las llamas le rozaron. Las joyas se fundieron a su lado.
- ¿Qué ha pasado? ¿Qué fue ese ruido de antes?.- Consiguió vocalizar
Gonwa apareció a su lado
- Has pisado una trampa, inútil. Ya no hay nada que hacer, el dragón ha despertado. Al menos uno tendrá que morir en esta sala para que vuelva el silencio.
El dragón atacó de nuevo, impulsando su cola hacia los magos. El golpe dio en la pared de la caverna. Grandes trozos de roca cayeron del techo. El combate debía acabar pronto, si no querían acabar sepultados en aquélla cueva.
Lahero sacó su espada, Náchredon, aunque ni siquiera sabía como iba a golpear al dragón. Los coletazos iban destrozando cada vez más la caverna. El monstruo parecía divertirse, haciendo esquivar los golpes a los magos, conscientes de que tarde o temprano acabarían cansándose. Agotado, Lahero se refugió en una esquina, mientras Gonwa atacaba al dragón con su espada Crydil. Gonwa esquivó una llamarada y saltó para asestar un golpe. Crydil quedó clavada en el ojo del dragón. Un chorro de sangre morada, se derramo por el suelo, fundiendo la roca.
- Bien hecho.- gritó Lahero.- Ya es nuestro.
Lahero intentó atacar por detrás, creyendo que el dragón estaba debilitado. Un coletazo fugaz, le dio de lleno en el cuerpo y le lanzó por los aires, cayendo cerca del zortem. Gritó de dolor. La sangre le corría por el brazo.
- Te dije que no perdieras de vista su cola.- gritó Gonwa desde el otro extremo de la sala. Lanzó unos rayos de energía al dragón, consiguiendo desviar su atención del maltrecho mago.
- Lo siento.- susurró Lahero, aunque nadie lo oyó.- Sólo he sido un estorbo para ti. Con estas palabras sus ojos se cerraron y perdió el conocimiento.
La batalla entre Gonwa y el dragón, no había echo más que empezar. Crydil rugía de venganza.
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