- Triste. Como el viento. Triste. Como una pena ahogada. Caminando sin sentido hacia algún lugar que le abra los ojos. Sin sentir ni padecer. Triste. Como una amapola marchita, como un insecto sin alas, como un cenicero de autobús. Acrecentando sus penas conforme observa, hundiéndose en el lodo poco a poco, esquivando a la gente por las calles. Con la mirada triste. En aquel que fue pensando y anhelando y esperando que recapacitar le ayude a volver... a reir. Y compartir los mejores momentos con su gente, el brindis de unos vasos, provocar la primera sonrisa de la mañana, rezumar alegría y espontaneidad allí a donde va, moverse como una cosa tonta al compás de la música y echar piropos a las nenas provocando risivos rechazos. -
Aquella mañana la reflexión se apoderó de mí. Necesitaba salir de este aterrador precipicio en el que acabé hundiéndome de la forma más tonta. Pero no se me ocurría otra manera que otro chute de caballo. ¿Necesitaría ayuda?. Tal vez sí, pero no era éste el momento adecuado. Creo que con una dosis podré pensar mejor. Más claramente. Como agua de rocío.