El ángel del apocalipsis me sujeta por el cuello, sus alas son esplendorosamente blancas, en contraste con su piel oscura y sus ojos llenos de venganza. Le digo que acabe conmigo, que termine ya. Una bestia oscura como la noche se abalanza sobre él y el ángel termina soltándome… No me sueltes… termina conmigo… no me sueltes.
Despierto en mi oscuro refugio, el sol no está. No voy a volver a verlo… nunca más. La noche extiende un telón de agujas de hielo, tengo congelados mis fúnebres músculos pero aunque estén muertos se siguen contrayendo y me hacen tiritar. Quizás la maldición de ser vampiro no sea el beber sangre de los vivos, sino el seguir sintiendo cuando todo lo de tu alrededor se convierte en cenizas poco a poco.
Todo comienza así, poco a poco. Una noche despiertas y las farolas alumbran un poco menos, la gente sonríe un poco menos, el ruido molesta un poco menos... En noches como estas, cuando más débil estás, más sientes la necesidad de dejarte llevar por la bestia, quiero que ella controle este cuerpo... ¡estoy tan cansado!... debo alimentarme, debo robar algo de vida a otro mortal para seguir haciendo funcionar a este cuerpo muerto. A veces me pregunto de qué vale todo esto... ¡estoy tan cansado!...
Vago por las calles empobrecidas de los barrios bajos, quiero abandonar... pero yo mismo no me lo permito. Encuentro a un hombre enchaquetado con un maletín, seguramente vuelve a casa después de un largo día de trabajo donde su familia le estará esperando, pobre hombre. Ha tenido mala suerte, se ha encontrado con el demonio pero aún no lo sabe. En apenas un segundo todo va a cambiar. Sin mediar palabra le doy un puñetazo y lo dejo K.O, lo arrastro hasta un callejón, mientras le robo parte de su vida no puedo parar de pensar en lo que estoy haciendo, ¿qué está bien? ¿qué está mal?. Hace tiempo que dejé de buscar explicaciones para esas preguntas... Hace tiempo que dejé de estar vivo... hace tiempo que me dejé a mí mismo cometer actos horribles...
Dejo al hombre sentado en el callejón con un ojo morado, le robo la cartera, será mejor para él pensar que un pandillero le ha robado. Encaja dentro de su teoría del mundo...
Cuando me alejo siento envidia por aquel pobre hombre, su mundo todavía es casi perfecto, todavía no sabe que los demonios existen...