Quise juntar mis manos con las tuyas, no para enredar nuestros dedos sino para estremecer un sentimiento, un latir, un vaivén que menosprecia la inseguridad y que volvería cualquier duda en seguridad y plenitud.
Tengo envidia de aquel que tenga un te quiero en los labios y un te amo en su corazón porque mataría de ilusión. Son las noches en vela, una boca llena de humo, un hígado efervescente y una escritura que florece en soledad que el destino da.
Quería enseñarte el mar, quería ver contigo la luna, jugar con las estrellas, matarte de cariño, hacerte caer en el desembarco salado de la orilla, acabar tumbados en la arena, fijarme en tu pelo, acariciar tus caricias y derramarme en tus labios para decirte que te quería.
Dando por posible lo imposible.
Te echaré de menos desde la ilusión que va desvaneciendo en la profunda realidad, desde el querer compartir porque todavía te veo, todavía exploto cuando recuerdo el amanecer, el sufrir de un frío calmado en el caluroso abrazo. De una nieve que empapaban unos ojos tímidos que hicieron sentir pero que no han sido para mí.
Todavía veo aquella sonrisa preguntando por mi corazón, todavía veo en ti lo que siempre quise decir:
Te quiero