Cuando leo una noticia como esta, siempre tengo sentimientos contradictorios. Por un lado me apena que las patentes nos priven de determinados avances por estar solamente a disposición de la compañía que los ha desarrollado (o de las demás pagando royalties, lo que encarecería sus productos y me tocaría las pelotas como consumidor). Por otro, me alegro por la compañía poseedora de la patente, que su buena pasta habrá invertido en investigación para que luego venga otra y las copie.
Pero, sin duda alguna, el sentimiento que predomina sobre los anteriores es el de puro descojone por chorradas de este calibre. Telita con los problemas del Primer Mundo.