Anoche me desperté, sólo, como tántas otras noches. Tenía frío, más del normal. El recuerdo de mi sueño me calaba los huesos...
Soñé que volvía atrás en el tiempo. Soñé con las viejas paredes que nos vieron crecer. Con una de esas cien tardes en las que soñé que me besabas.
Pero esta vez, no era igual; tú estabas al final del pasillo, con la cabeza agachada y los brazos caidos. Te llamé pero no me oías. Comencé a andar, cada vez más rápido, gritando tu nombre; iluso de mí, creí que me escuchabas.
Cuando llegué a tu lado, ya no estabas, volvías a estar lejos, a cien noches de distancia.
Levantaste la cabeza y vi tu alma sangrar. Las lágrimas de tus ojos caían al vacío formando una lluvia de tristes estrellas que se lamentaban al llegar al suelo.
Esta vez corrí, corrí como nunca lo había hecho, confiándole tu nombre al viento una y otra vez, al parecer, inútilmente...
Recorrí las cien noches para recoger una de las perlas de cristal que adornaban tu mirada. La hice rodar por mi mano y levanté mis ojos para encontrarme con los tuyos. El mundo se detuvo, y también mi corazón; no dijiste una palabra y tuvimos nuestra conversación.
Agaché la cabeza y me di la vuelta... El susurro de tu voz diciéndome adiós que no era ya sueño,se cobró mi alma, y sentado allí, camino del alba, escuché en silencio el llando te mil niños,que al igual que yo,anoche,lloraron por tu muerte...
La soledad, es la compañía de la tristeza... R.