Hoy no tengo
nada que decir,
pues la bruma
que planea sobre el
prado
envuelve
en su seno
toda mi atención.
Hoy no tengo
nada que explicar;
es un día tan
magnífico
que me limito
a presentir
sus consecuencias,
relajado,
sobre un colchón
tejido con tus sueños.
... y como no tengo
nada que decir,
simplemente
pienso (que) ...
la casualidad
me ha traído
hasta aquí,
mientras dormía
en mi ático
de metacrilato.
Me arropa,
me amamanta
y se preocupa
por limpiar
las cavidades
de mi alma.
Nutre mi memoria
con las visiones
más perfectas,
demostrando
su tesón
cuando mis ojos
se cierran,
cansados y
aturdidos,
faltos de ilusión
y entregados
al hastío.
Me inspira
sapiencia,
hiela
la ingravidez
de mis actos,
resuelve por mí
los teoremas del
amor
y me insta
a no perder la ilusión
de conocer
tus rasgos,
de pensar en ti
cuando los brillantes
acordes de la mañana
se cuelen entre mis cortinas
(jamas creeré
en las vidas monocordes)