X. PEREGRINAJE HACIA LA MUERTE
Dharion no pudo abandonarse a la atención de la exótica joven como hubiera deseado. No, ahora debía defenderse si pretendía seguir viviendo. Con mucha sangre fría, sin dejarse llevar por los sentimientos recobró tan rápido como pudo su autocontrol. Se defendía valientemente de las monstruosidades acechantes con el creciente anhelo de descubrir si aún continuaba con vida aquella chica o él mismo se había convertido en su asesino.
En sus mortales golpes descargaba la rabia y la amargura por lo ocurrido, un pronunciado desahogo que acabaría por agotarlo sin remedio. La ironía del momento se le desvelaba como un ardid más en manos del destino, que gracioso y amargo le sabía aquello, la misma persona que le había salvado la vida acababa de caer víctima de su torpeza, un intercambio de papeles... se culpaba y se gritaba en silencio que él debería ocupar el puesto de Hitsys, él tendría que haber sido la víctima no el agresor...
Sus ojos alcanzaron a Nékhan en unos segundos, sabia de la necesidad de la intervención de la princesa porque sus compañeros caían como moscas y el no tardaría en sucumbir también. La halló oculta tras una de las carretas con sus ojos fijos en él. Dharion le suplicaba en silencio la necesitada ayuda para todos pero parecía no entenderlo o no desear comprenderlo... el joven no se movería de su sitio, asumió su responsabilidad instantáneamente, su culpabilidad, y no estaba dispuesto a salir huyendo con la incerteza de si Hitsys aún vivía o no... Lucharía hasta morir...
La hija de Dreo se sintió traicionada por el luchador. Cegada por los celos infundados creyó poder controlarlo con sus artimañas pero lo único que hizo fue apartarlo de su lado y destrozar los débiles lazos de afecto que los unían. Deseaba darle una lección más, se irguió dispuesta a demostrar el ilimitado poder recibido de su Madre. Alzó los brazos hacia el cielo esperando esa señal para derramar su castigo sobre los enemigos de los Hijos de Aris sólo con el deseo de que Dharion se fijase en ella. Aguardó durante unos minutos y no sucedió nada. El cielo rebosaba un sosiego asfixiante, con su oscuro color contrastaba con el caos de la tierra, con el estruendo de la dura lucha.
El sudor del terror asaltó la frente de Nékhan cuando enarboló su voz en una dolorosa plegaria hacia su Progenitora. Cerró los ojos mientras el desconcierto se apoderaba de ella, las lágrimas no tardarían en asaltar sus ojos sintiéndose olvidada y abandonada, relegada al último lugar en el mundo de la Diosa de la Creación. Humillada por su propia Madre no entendía el motivo y una vez más alzó su atención hacia la lucha, su llanto derramado cubría su rostro mirando como las monstruosidades desgarraban los miembros de su leal escolta. Los gritos de horror, dolor, el crujir de huesos y el golpear de espadas asaltaban la consciencia de la joven de rojizos cabellos quien ahogada en sus lloros se sentía inútil.
- ¡No! - susurró la futura reina de Oruk relegada al último lugar de la existencia de los mortales.
La manada de Hijos de Netz los mataría a todos. Dharion estaba agotado como los demás, por cada criatura asesinada otra surgía para ocupar su puesto. Su cuerpo cubierto de arañazos y golpes no tardaría en sucumbir ante las grotescas abominaciones que ahora se disponían a poner fin a su vida de una manera innominable.
Las rodillas de la princesa se doblaron, cayó en el suelo entre el doloroso llanto de perder a su hombre, a sus leales servidores y a su estimada sacerdotisa Nepher, ella si que sabría lo qué hacer... Doblegada sobre si misma, encogida en el suelo inerte sintió como todo su cuerpo comenzaba a palpitar sin desearlo, como el fuego se avivaba en sus pómulos ardientes mientras en sus ojos se divisaba esa luz de rabia capaz de cualquier cosa... Sin comprenderlo se puso en pie de un salto, alzó sus brazos recitando las palabras de unos salmos escritos en la lengua de las Kigianshais. Sus manos se vieron inundadas de poder, pero no procedente de la Diosa, sino emergente de su propio cuerpo. Una multitud de esferas brillantes volaron entre los valientes soldados para introducirse en los cuerpos de las abominaciones. Una a una sucumbieron sin remedio. Explotaron expandiendo todos los pedazos de sus enfermizos cuerpos hacia el espacio.
Nékhan sintió como Aris le había dado la espalda... quizá por su comportamiento, quizá porque aún no era su hora...
Dharion dejó caer su arma cuando los monstruos quedaron reducidos a un simple montón de carne quemada y destrozada. No creía lo que había sucedido. Se arrodilló. Suspiró aliviado cuando escuchó la débil respiración de Hitsys, a pesar de la herida que él mismo le había causado sin desearlo. La relativa calma asaltó su cara antes de levantarla del suelo con sus brazos y llevarla a un lugar más cómodo en el que poder atenderla. Le hemorragia era preocupante pero el soldado haría lo imposible para impedir su muerte.
La joven había quedado vagando entre la vigilia y el mundo de la inconsciencia a causa de la cantidad de sangre perdida. Entreabría sus ojos bicolor sin discernir entre sus sueños y la auténtica realidad. Observó el impresionante rostro de Dharion muy cerca de ella. Preocupado por algo que su subconsciente se obstinaba en ocultarle. No pudo decir nada aunque lo intentó en repetidas ocasiones, sentía como lentamente las fuerzas la abandonaban y le impedían continuar mirando al apuesto guerrero... Sucumbió sin poder rebelarse a la inconsciencia al tiempo que el joven Humano se encargaba de preparar los vendajes para su mortal herida. La miró, yacente en el suelo, con la expresión de dolor en su bello rostro... aún así era hermosisima. Una vez más se sintió el causante de su dolor. Rasgó las vestiduras para observar la herida. Su mortífera arma había alcanzado hasta sus huesos, había llegado a partirle dos costillas.
- ¡Maldita sea mi suerte! - murmuró enfurecido.
Bolcó agua, lo único que tenían, para limpiarle el corte. Luego puso unas hojas secas cuya misión seria la de detener la hemorragia. Vendó el torso de la joven con la amarga esperanza de que aguantara hasta llegar a Memdor.
- ¿Qué estáis haciendo, Dharion? - interrogó una enfurecida y chillona voz tras de él.
El joven giró el rostro, su expresión paralizó momentáneamente a Nékhan. Su mirada le gritaba que no estaba dispuesto a seguir sus tonterías de niña mimada, había seguido su juego demasiado tiempo.
- ¿No lo veis? - devolvió su atención a Hitsys.
- ¡Habéis roto vuestro trato! - gritó fuera de sí la princesa dando varios pasos hacia el chico - Ella debe morir... - sus palabras parecían provenir de otro tiempo, de un ser no mortal...
Nékhan alzó sus poderosas manos hacia los dos.
- ¡Apartaros, Dharion! - ordenó mientras todo su cuerpo se iluminaba para un nuevo ataque consciente del poder propio de su ser.
- ¡No hagáis más estupideces, majestad! - replicó el guerrero ante la yacente chica.
La joven de cabellos rojos dirigió su índice hacia la extranjera con la loca intención de destruirla, llevada por los celos y el odio. Su cuerpo temblaba y su frente sudaba a causa de la concentración.
- ¿No veis que os tiene hechizado? - habló entornando la mirada - Es una maldita bruja y os manipula a su antojo...
- ¡Nékhan! Dejad de hacer estupideces - ordenó el soldado sosteniéndole su fría mirada - ¡Ya está bien de comportaros como una egocéntrica, una niña mimada! Aquí no está vuestro padre para consentiroslo todo.... esto es la realidad y no un cuento de hadas como el que vivíais en Oruk...
Aquellas afirmaciones la enfurecieron más todavía. No dijo nada. Su mano quedó rodeada de su propio poder, temblando de excitación. Poco a poco se concentraba en una pequeña esfera muy brillante. Con esa sonrisa de perversidad conocida en su persona sólo en los días de viaje mandó su mortal ataque contra su odiada enemiga y su amado protector quien acababa de traicionarla por completo. No le importaba matarlos a los dos, si ella no podía poseer a Dharion exclusivamente, ninguna otra mujer lo haría...
El guerrero extendió los brazos y ofreció su pecho para proteger a Hitsys. Cerró los ojos sintiéndose pasto de los gusanos.
No ocurrió nada...
Dirigió su mirada hacia la princesa y vio como la esfera que había lanzado contra ellos dos se desvanecía en el aire lentamente. Momentos después Nékhan se desmayó a causa del cansancio. Había utilizado mucho poder y su cuerpo mortal sufría las notables consecuencias. El soldado respiró aliviado ante la suerte, el destino... miró su colgante fijamente. Entonces una idea asaltó su mente, si el colgante lo había salvado podría hacer lo mismo con Hitsys. Lo pensó detenidamente, recordando las insensibles palabras de la extranjera en el mismo instante en el que le entregó el talismán, era duro pero como un hombre y soldado que era lo asumiría. Lentamente se quitó la piedrecita del cuello y se la devolvió a su legitima dueña. Suspiro siendo consciente de que acababa de condenarse a muerte pero si con ello salvaba a la chica ante sí estaba más que satisfecho.
El espectáculo ante sus ojos era horrible. Los cuerpos de los Hijos de Netz desparramandos por toda su mirada. Sus órganos y vísceras bañaban la arena dándole de beber la sangre podrida de semejantes abominaciones. Las desgracias se sucedieron una tras otras. Hallaron los destrozados cadáveres de varios soldados que sucumbieron ante el mortal ataque. Sus miembros arrancados de cuajo o sus cráneos brutalmente aplastados demostraban, una vez más, a aquellos mortales supervivientes, el poderío de las monstruosidades casi dueñas de su mundo. El agotamiento había abierto una pronunciada brecha en los ánimos, en las esperanzas de todos.
Primero lo de Nepher; la desaparición de Dharion como figura al mando junto al abandono del liderazgo de Kyo, problemas superados gracias a la extraña Hitsys y los dos Dherhosz. Pero ahora se necesitaría un verdadero milagro para salvarlos a todos. Habían perdido a varios hombres, que además de escolta, eran compañeros, conocidos y los lazos que suelen unir a todos los mortales no podían cortase de golpe, así como así... A todo el desconcierto se sumaba el estado de la extranjera, se convirtió en la guía de todos cuando el soldado de rubia cabellera estaba prisionero en las garras de Nékhan, y Kyo hundido en el decaimiento de un error que deseaba no volver a cometer.
Dharion lo comprendía, pero aún así él no se rendiría ante la adversidad. Le quedó suficientemente demostrado la validez de su viaje y, como prometieron a Dreo, llevarían a su hija y a Nepher hasta Memdor, aunque él mismo tuviera que ponerse de cebo para cubrir su huida... aunque hubiera de enfrentarse a solas a un ejercito de monstruos... Comprendía la gravedad de la situación y sentía como eran observados a todas horas... presentía como un nuevo ataque de los Hijos de Netz estaba por llegar.
Kyo había retomado el mando consciente de que no podía eludir su responsabilidad como lo hubiese deseado. A pesar de presentar un corte profundo en su brazo derecho no se sentía incapaz de seguir adelante. Ante sus ojos la tierra yerma le pedía a gritos un ungüento para su dolorido cuerpo, un remedio para su enfermedad. Él también había logrado percibir la mortecina alma de su mundo suplicando ayuda desde su infinito. Echaría mano de sus últimas fuerzas para arrastrarlos a todos hasta Memdor, allí podrían solucionarse todos los problemas o por fin encontrar el descanso eterno pereciendo en un mundo olvidado por su Creadora. Con su ímpetu y coraje conseguía levantar el ánimo a los demás a duras penas... Dharion le ayudaría con tal empresa, él también deseaba socorrer a su Tierra.
Los vestigios de la muerte comenzaban a palparse a sus pies. Centenares de cuerpos en descomposición, Andors, Humanos, Dheroshoz, Hijos de Netz inundaban tanto su mirada como su espíritu. El Dios del Mal deseaba infundirles el terror capaz de hacerlos flaquear en su alocada hazaña. No lo lograría con la visión de destrucción. Al contrario, los haría más y más fuertes para enfrentarse cara a cara con un destino no deseado, con un futuro no elegido...
La dos enfermas descansaban sobre unas improvisadas parihuelas construidas con los restos de las carretas y las tiendas. El estado de Nepher continuaba estable bajo la cuidadosa vigilancia de Kyo quien caminaba al lado de su camilla sin dejar de prestarle atención y, a la vez, dirigir la expedición. Hitsys preocupaba más tanto al capitán, como a los Dherhosz y sobre todo al joven guerrero de mirada turquesa quien caminaba, también, a su lado. Vigilante. Se sentía demasiado culpable para no hacer lo que estaba haciendo. A cada paso la chica empeoraba, deseaba que Nepher estuviera bien para ayudarle, ella sabría como descender su fiebre... como sanarla.
Algunos de los soldados, nueve en total, iban a pie, la mayoría de las monturas habían fallecido o estaban tan mal heridas que hubo que sacrificarlas. Otros ocupaban la zona trasera de la única carreta utilizable. Se turnaban unos con otros para no agotarse y no perder el paso marcado por Fars y Gort quienes montaban dos ejemplares sanos. La misión reservada a ellos dos era la de adelantarse a los peregrinos para confirmar la ausencia de las Criaturas de la Noche en su camino. Quienes gozaban también de un caballo eran los fieles sirvientes de Nékhan, quien ocupaba la carreta tirada de cuatro animales, junto a los demás soldados.
El sol no se sentía culpable. Castigaba a los viajeros enviándoles su cegadora luz y su calor para agotarlos más. Los pasos de aquellos quienes iban a pie, Kyo y Dharion, comenzaban a hacerse torpes al atardecer. Arrastrando sus almas por un paisaje pedregoso, no divisaban el final de su viaje pero no se detuvieron hasta bien entrada la noche, cuando no podían seguir y el cuerpo les pedía a gritos un respiro.
“ La luna llena la miraba fijamente, como riéndose de su torpeza. El viento arrastró consigo el aroma de un cuerpo y unos claros ojos surgieron entre la oscuridad de la noche.
Allí estaba, tan frágil y hermosa, la figura fantasmal de una bella Humana. Envuelta en sedosos ropajes caminaba hacia Nékhan. Su rostro oculto tras un velo parecía serio, enfurecido... Sus pies descalzos dejaban en la arena el rastro de su presencia con la gracilidad y misticismo de una diosa.
- Nékhan - sus palabras resonaron en sus oídos como el eco de una Madre.
Abrió los ojos y la vio. Se estremeció sin pronunciar una sola palabra mientras se incorporaba ante la aparecida.
- Nékhan, - volvió a hablar la extraña con ese eco acogedor y dulce - ¿qué estáis haciendo?
- ¿Quién sois? - interrogó recelosa la princesa.
- Eso no importa - la magia que la rodeaba las envolvió a ambas -. Deseaba no tener que hacer esto pero me habéis obligado...
- ¿Qué estáis diciendo? - la joven no comprendía.
- Ofrecí a vuestra alma mortal mis atributos, mis cuidados, mi protección - explicaba sujetándose el velo con una mano -, pero no supisteis utilizarlos llevada por los miserables sentimientos mortales... - sus ojos se empañaron - me habéis decepcionado...
- ¿Quién sois? - volvió a repetir Nékhan sin articular otra clase de pregunta más inteligente.
- Eso no importa... - repitió la figura fantasmal -, he venido a coger lo que me pertenece, a despojaros de vuestras habilidades... - sus palabras era duras y frías,
- ¿Por qué?
- ¿Os atrevéis a formularme esa pregunta? - pronunció indignada - Mirad...
La extraña aparecida movió su mano en el aire y comenzó a dibujarse en el espacio unas imágenes claras.
- Cuando todo el mundo siempre os cuidó y os protegió, vos sólo os limitasteis a pisotearlos... - su relato comenzó en el momento del nacimiento de la joven princesa -. Tenia la esperanza de que cuando crecierais vuestro espíritu semidivino venciera a los instintos mortales... Yo, y mis hermanas os dimos cientos de oportunidades, pero jamás las aprovechasteis... Desobedecisteis a Kyo; por vuestra culpa Nepher se muere...
- ...Yo no tengo la culpa...
- ¡Os equivocáis! - gritó interrumpiéndola - Si aquella noche no hubierais estado cegada por los celos y la rabia Nepher jamás hubiera abandonado su lecho.... - explicó clavando sus verdes pupilas en la joven princesa - Torturasteis a Dharion arrebatándole sus pensamientos y su personalidad; pisasteis los Campos divinos del subconsciente de Hitsys para preparar su muerte; Os dejasteis llevar por las habladurías de unos criados con la lengua demasiado suelta...
- ¡Basta! - gritó la joven, se sentía atrapada, ahogada viendo ahora lo culpable que era...
- ¿Deseáis que me detenga? - sonrió bajo su velo - Pues no lo haré.... ¡Por vuestra culpa han muerto la mayoría de los soldados de la expedición!
- ¡Callaos!
Fuera de si la joven pelirroja se abalanzó contra el fantasma de una mujer. Cuando se dio cuenta lo había traspasado sin entender nada.
- Yo, como Deidad Veladora de los Humanos os condeno a la muerte - dijo señalándola con el dedo.
Nékhan sintió como le costaba respirar mientras sollozaba sintiéndose eternamente culpable ante los hechos. Se encontraba en mitad de la nada, sólo con la luna como testigo de las palabras pronunciadas, era un momento en el que moriría...
- ¡Quién sois! - gritó fuera de sí una vez mas.
- El espíritu que vivía en vuestro cuerpo - dijo mientras se retiraba el velo que le cubría el rostro - Sahraáz.
Los cabellos colorados cayeron enmarcando su rostro, Nékhan creyó estar viéndose en un espejo porque el rostro del fantasma era ella misma...
- ¡No!- gritó desesperadamente”
Nékhan se incorporó sobresaltada, fuera de si, bañada en sudor y con las dolorosas imágenes de lo sucedido en su mente. Suspiró aliviada cuando se dio cuenta de que lo vivido había sido sólo una pesadilla. Sonrió mirando al horizonte por el que el sol despertaba en aquellos momentos. Un escalofrío la paralizó. Sus ojos viajaron hasta la misma figura fantasmal que atormentó su descanso. Allí, sobre la ladera, la miraba fijamente, era ella misma.
- Hemos decidido daros otra oportunidad - las palabras resonaron en su mente - Si falláis os mataremos...
La figura se desvaneció con la suave brisa del despertar.
Dos días más aguantaron con el apresurado ritmo marcado por el capitán. Pronto se acostumbraron. El pedregoso desierto de Yurt acabaría en seguida. Tan sólo dos jornadas más los separaban ahora del Templo Memdor.
La noche...
- ¡Nos atacan! - la voz de alarma sacó a todos los soldados del merecido sueño.
Los Hijos de Netz volvieron a alzarse, una vez más contra ellos. Los valientes luchadores dejaban su empeño en cada golpe. Los Sirvientes del Mal, los odiados Hijos del Netz incendiaron las pocas posesiones de los Hijos de Aris.
De nuevo Nékhan requirió de unos instantes para despertar el poder que Sahraáz, la Divinidad Protectora de los Humanos, le había concedido por segunda vez, como la definitiva oportunidad para redimir su culpa. El crujir de miembros y la sangre saltando en el espacio no la asustarían esta vez. La energía surgía desde sus entrañas hasta la superficie de sus manos, allí se concentró durante unos segundos más hasta dejarla libre en el cielo para cumplir su misión, acabar con la decrépita vida de los Servidores del Mal. Hasta que los enemigos no fueron fulminados la princesa no se abandonó a su inminente descanso.
Lo habían perdido todo... siete compañeros, Fars había expirado también... Lo único que les quedaba a los supervivientes eran sus vidas, sus armas, y cinco monturas escapadas de las mortíferas garras de las monstruosidades. Del numeroso grupo que se formó al partir de Oruk ahora tan sólo quedaban diez miembros, cuatro de los cuales estaban heridos.
Kyo ordenó ponerse en marcha. Cinco caballos habían logrado sobrevivir los suficientes para transportar a los diez miembros de la destruida expedición. El capitán compartía su montura con Nepher. Su luz se apagaba lentamente y su protector rogaba en silencio a Aris. Fars transportaba a otro herido, Kep. El Dherhosz dudaba de su salud, no creía que pudiera aguantar los dos días de viaje hacia Memdor. La princesa, sumida en sus cavilaciones, iba acompañada de Vladú quien miraba de reojo a Dharion maquinando como confundir a la princesa. El soldado transportaba entre sus brazos a la herida Hitsys. La fiebre no había abandonado su cuerpo y dudaba de su supervivencia. Suplicaba a Aris que no la dejara morir y maldecía mil veces más su suerte, repitiéndose una y otra vez que él debía de haber sido el herido...
El paisaje montañoso indicaba su cercanía al Templo Memdor. El silencio los acompañaba. Hitsys temblaba en los brazos del guerrero, mientras entreabría sus ojos presa de las fiebres. No tenían agua y por lo tanto no podía calmar su sed ni aliviar su frente del fuego emanante de su cuerpo. Las ensoñaciones la hacían revolverse junto al pecho del guerrero quien permaneció firme en su intención de llegar a Memdor sin realizar ninguna pausa.
Nékhan gozaba de un valioso tiempo de reflexión. Su sirvienta no había abierto la boca y no podía interceder en sus razonamiento con su acostumbrada elocuencia. Una y otra vez resonaban las palabras de la aparecida, intentaba eludirlas, pero en el fondo tenían demasiada fuerza... Se vio a si misma desde fuera... observó al guerrero como abrazaba a Hitsys y de repente lo comprendió todo. Debía comportarse con solemne actitud y razonamiento propio sin dejarse llevar por otras personas... ahora comenzaba a sentir la brisa de su Madre agitándole el cabello…
Allí se divisaba, surgiendo entre la tierra yerma como la última exhalación de alivio para los mortales Hijos de Aris. Su blancas murallas demostraban la inmensa pureza emanante de un lugar tan sagrado como aquel. La luz refulgía en sus muros como el reflejo de las mismísima alma de Aris... La magnificencia del hallazgo los invadía.
Sus rostros se vieron aliviados del tormento, libres de un carga asfixiante. Sus mentes felices de haber alcanzado con vida Memdor... Se deleitaban imaginándose agua fresca y manjares exquisitos para saciar su hambre. Cómodos lechos para descansar sus cansados cuerpos... Una tranquilidad merecida para los supervivientes del desastroso viaje, un viaje que parecía maldito...
Nepher se estremeció en los brazos de Kyo.
El silencio inundaba la realidad con su envolvente manto. Los arrastraba hacia su interior proporcionándoles la necesitada curación de sus cuerpos y sus almas. Desmontaron con la fe ciega de encontrar lo necesitado en Memdor. Gort fue el más impetuoso, el más dispuesto a irrumpir en el sosiego del Santuario. Empujó la hoja de brillantes relieves hasta abrirla del todo. Su actitud sonriente se hizo añicos...
Sus compañeros se introdujeron en el patio de recepción del templo con el alivio en sus rostros cuando la mano del desaliento los golpeo de nuevo. El destino volvía a jugar con ellos otra vez, sin importarle en absoluto el daño causado a aquellos intrépidos mortales quienes lo habían dado todo para cumplir los designios del rey Dreo, y los mandatos de la pobre sacerdotisa que moría poco a poco en los brazos de su leal soldado...
- ¡Hola! - chilló Kyo a las paredes del templo - ¿Hay alguien?
Sus palabras resonaron acompañadas de un eco burlón. Se divertía el viento llevando sus sonoros saludos al sosiego del desierto en el que se había convertido Memdor.
- ¿Hola? - volvió a repetir dando un paso al frente - Somos peregrinos de Oruk y precisamos de cobijo.
Todos escucharon atentamente a la espera de que una voz los aliviara. Les explicara lo que había sucedido aunque las evidencias bastaban para darles pie a aventurar conjeturas demasiado precipitadas, pero ciertas...
El Templo estaba desierto, visitado por una suave brisa que movía la tierra depositada sobres las delicadas baldosas del suelo. El silencio de la no vida arropaba a los recién llegados. Todo estaba destruido... Observaron una vez más la mano de Netz en Memdor, los cuerpos de sus moradores aparecieron esparcidos por el suelo, alrededor de la fuente de agua... un agua contaminada por los difuntos ahogados en el líquido de la vida por apagar las llamas de su piel. Las paredes ennegrecidas por el humo, las puertas destrozadas a golpes y los restos de aquellas hermosas telas de colores arrancadas violentamente de sus lugares.
- ¡Están todos muertos! - gritó Gort fuera de sí.- ¡Hemos hecho este viaje para nada! - se cogía la cabeza con las manos, había perdido el control - ¡Moriremos aquí mismo...!
El Dherhosz descargó su furia golpeando y empujando todo lo que ante él encontraba hasta que las lágrimas florecieron en sus ojos bicolor. Se sentía inmensamente desdichado, abandonado por su Madre, engañado...
- ¡ Tranquilizaos! - ordenó fríamente Kyo desde la puerta, sosteniendo a Nepher entre sus brazos.
Nékhan acudió rápidamente a socorrer al desamparado hombre, que lloraba amargado sobre las sucias baldosas de una esperanza rota. Ella había tardado mucho tiempo pero había logrado comprender cuál era su lugar en el Mundo de Aris.
- Tranquilizaos, Gort... - sus palabras estaban cargadas de la amabilidad y candidez de una alma divina, pura y bondadosa.
La princesa abrazó al desconcertado hombre para calmarlo entre caricias y bellas palabras. Los demás escucharon en silencio a Nékhan.
- No os preocupéis - el soldado temblaba a causa de desaliento -, relajaros... Necesitáis descansad. Dormid.. mi leal Gort... - lentamente él se abandonaba a sus delicadas palabras - Dormid y descansad...
Sin resistirse el Dherhosz se dejó arrastrar hasta la calidez de su mundo. Se cerraron sus ojos y la calma invadió su alma para lentamente caer sobre las baldosas cubiertas de arena. Su sueño seria bueno, le haría volver a ser el mismo de siempre. Lo necesitaban tal y como era, con todas sus facultades funcionando tan puntualmente como siempre lo habían hecho, no podían permitirse el lujo de prescindir de él en momentos tan desesperantes como a los que habían sido empujados por los caprichos del destino, del juego de un futuro labrado paralelamente a los auténticos designios de Aris...
Dharion de rodillas al suelo, abatido, se maldecía sin permitir que Hitsys resbalara de sus cansados brazos. El miedo a la muerte ya no le importaba, pero jamás descansaría en paz si la joven extranjera moría por culpa suya. Miró al cielo que lentamente se oscurecía, Aris les había dado la espalda, estaba dormida o quizás muerta... Kyo lo observaba y lo comprendía, él también se sentía traicionado y desilusionado pero no tenia la intención de rendirse, mientras le quedara un solo soplo de vida en el cuerpo él seguiría adelante.
- Tuir, - dijo dirigiéndose a uno de los soldados que habían logrado sobrevivir -, cerrad las puertas del templo.
El capitán se dirigió con paso firme hacia un lugar en el patio donde se proyectaba la sombra de una gran repisa que había sido destrozada a golpes y mordiscos. Se arrodilló allí dispuesto a dejar a su querida sacerdotisa sobre su roída capa. Necesitaba descansar del peso de su cuerpo porque los brazos ya le dolían y habían empezado a dormirse con un hormigueo muy peculiar. Ahora más que nunca debía mantenerse dentro de sus cabales para intentar resolver la situación.
- ¿Qué haremos ahora? - preguntó el joven soldado de dorada cabellera.
El capitán se volvió hacia él.
- No lo se Dharion - sus ojos se perdieron en la nada -, lo más lógico que se me ocurre es intentar sobrevivir... - volvió a mirarlo - como lo hemos estado haciendo hasta ahora.
El joven Humano también dejó en el suelo a la herida que transportaba, sobre su oscuro manto.
- ¿Cómo vamos a sobrevivir aquí? - preguntó Nékhan que se había acercado hasta los dos soldados.
- Todavía no lo se - respondió el capitán -, pero lo conseguiremos...
- Nosotros si - habló Dharion fríamente -, pero ellas no...
La destrucción era lo único que latía en el santuario cuando Kyo, Dharion, Tair y Qwue se dispusieron a buscar algún rastro de vida en su interior. Muebles, paredes, suelos y techos estaban destrozados, mostraban la presencia de los Hijos de Netz. Las marcas de sus garras aparecían en todos sitios demostrando la crueldad y la violencia que derramaron sobre el templo. Los cuerpos de los leales sirvientes de Aris, sacerdotisas Kigianshais y monjes Memdor, aparecían en cada habitación asesinados de las formas más horribles y crueles jamás imaginadas.
Kyo y sus hombres maldecían en silencio a Netz, Él les había dejado en libertad para actuar, sin reglas, sin limites, aquella vez, en aquel asalto todo era válido. ¿Dónde estaba Aris? Ella debería haber impedido la masacre. Niños, mujeres y hombres habían visto el final de sus días entre las paredes de su morada, sin ser recompensados en lo más mínimo por sus continuos sacrificios, su dedicación plena al servicio de su Diosa, y la inmensa ayuda prestada a los demás mortales, a los demás Hijos de Aris...
La visión de muerte era espeluznante, cuerpos mutilados o carbonizados, hacían estremecerse a los cuatro hombres que visitaban en silencio aquel templo, convertido en la tumba de una multitud de inocentes. El corazón se les encogía a cada paso, con la visita de una nueva habitación resonaban en su imaginación los gritos y chillidos de dolor de los difuntos mientras creían oír reírse al Dios del Mal desde su abismo.
Los cuatro hombres salieron al patio. Aquello era el final, y nadie mejor que sus propios protagonistas, los más indicados para darse cuenta de que moririan allí, más tarde o más temprano... Su misión había terminado en fracaso. Nepher no lo había previsto, todo había salido mal y su tiempo se acababa...
- ¿Que os sucede? - preguntó la princesa al observar la actitud de su estimado Kyo y los demás.
- Estan todos muertos - contestó -, nadie puede ayudarnos aquí...
El cielo se había cubierto los ojos, no queria ser testigo del final de los Intocables Hijos de Aris asi que había dejado libre a la tormenta para esconder su mirada.
Los peregrinos de Oruk habian intentado habilitar una de las estancias que daba al patio para refugiarse de la tempestad. A traves de las rotas ventanas de la estancia se podia ver parte del cielo oscurecido, como si el mal se hubiera arremolinado justo sobre sus cabezas. Dharion, sentado en un improvisado camastro sostenia entre sus brazos a la herida Hitsys. Kyo, de rodillas en el suelo no habia apartado los ojos ni un momento de Nepher, que descansaba sobre otro lecho construido apresuradamente. Tair y Qwue en un largo asiento de madera miraban fijamente las velas que impregnaban la realidad sobre una mesa. Al otro lado, acompañada de sus sirvientes estaba la princesa, silenciosa y meditabunda no era reconocida por el capitan. Gort descansaba, tal y como necesitaba su cuerpo y su mente, al otro lado de la estancia.
La quietud apareció de repente. El viento se detuvo como si el tiempo se paralizara durante unos instantes. La puerta cerrada, reparada apresuradamente, los protegia, sintiendose algo más seguros. Un estruendo cruzó el espacio asustandolos a todos cuando una rafaga de viento infiltrada a través de las rotas ventanas apagó todas las velas. Voltearon sus cabezas hacia el patio. Una potente luz los cegó durante unos intantes cuando se dibujaba una silueta conocida solamente por Dharion y Nékhan. Su presencia suscitaba respeto y les hacia estremecerse, la habían reconocido, era Xhassa. Alzó su guadaña triunfante mientras todas las almas de los difuntos de Memdor se unian sobre su cabeza en un brillante torbellino para introducirse en su mortal arma bajo la aterrorizada mirada de todos. Dharion sostenia entre sus brazos con más fuerza a la forastera negandose a que la Muerte se la arrebatara. No ocurrió aquella vez... pero sintio como la Oscura Señora le sonreia haciendole complice de un secreto. Desapareció tan repentinamente como habia surgido de la nada... Dejó tras de si la tormenta. Con los estremecimientos del cielo estalló la lluvia que todo lo debia purificar. Los relampagos se sucedian uno tras otro iluminando fugazmente al joven Dharion, más proximo a la ventan mientras los demás permanecieron en silencio arropados en una cálida oscuridad. El Humano no dejaba de observar y acaricicar el rostro de Hitsys.
-¡Aque ettos xiuss...! - sus palabras rasgaron el silencio - ¡Gi, nouk eth kiujerty nan tagji egdor nin! - chilló Hitsys mientras su cuerpo se revolvia en una violenta sacudida llamando más la atención del joven que la sostenia.
Un estruendo ensordecedor le hizo desviar la mirada hacia el patio. Un relámpago muy oportuno iluminó a un grupo de figuras que corrian hacia la habitación que ocupaban ellos.
- ¡Kyo! - alertó el joven sin entender quiénes podian ser.
El capitan se puso en pie empuñando su espada, seguido de sus otros dos leales hombres. Se apostaron a cada lado de la puerta a la espera de lo que podia ocurrir. La tensión aumentaba tras el escándalo de la tormenta, el fuerte murmullo del agua que parecia responder a las palabras de Hitsys.
-¡Aque ettos xiuss...! - volvió a repetir alzando el tono de sus palabras ¡Gi, nouk eth kiujerty nan tagji egdor nin! - chilló la joven herida acompañada de un estruendo que los estremeció a todos.
Unos golpecilllos en la entrada los asustaron.
- ¡Abrid! - ordenó una voz al otro lado - ¡Somos supervivientes de Memdor!
“La pasividad y el desencanto no podrian con ellos,
heridos y dañados
en lo más profundo de sus almas
no tenian nada que perder
porque ya lo habían perdido todo...
Protagonizarian la última locura…
los inconscientes Hijos de Aris...”