Cuando nadie mira como un niño sale corriendo hacia la esquina de la calle paralela al callejón. Ese lugar oscuro y mugriento que tiene prohibido visitar.
La echa de menos.
Huye, corre, jadea; tropieza y se da de bruces con su alma… Quiere verla pero no la encuentra, quiere olvidarla pero no deja de buscarla.
La echa de menos.
Se mete en el callejón donde la vio por última vez en los brazos de un joven moreno. Está vacío, como también lo está el receptáculo que albergaba sus esperanzas.
Un destello.
Ve unos ojos oscuros centellear. Unos ojos vestidos por unos párpados ennegrecidos. Una sonrisa recubierta por una montaña de nieve. Cae la noche, como lo hace su flequillo sobre la frente. Los gatos maúllan, y él vomita.
La sigue echando de menos.
Un sonido sale de la nada. Sin duda es su voz. «¿Pequeña, eres tú?». Pero es tarde, ya no puede esperar más tiempo.
Antes de que se den cuenta de su ausencia, vuelve rápido al punto de inicio, que se convierte en final de línea.
Mañana volverá a salir, seguro que tendrá más suerte. Seguro que la verá esperando como le han contado.
Cuando nadie le observe saldrá a hurtadillas aunque con celeridad, dirección al callejón del subconsciente, ese lugar sombrío y a veces desagradable al que algunos les deberían vetar la entrada.
[Blink — I miss you]