Te escuecen los ojos de mantenerlos abiertos y no poder dormir. Te duelen. Sin embargo más te duele cerrarlos y verla a ella sentada hablando con su amiga. Te cuestionas si hiciste bien confiando en sus palabras. Te preocupa no haber elegido bien, y te lamentas aunque ahora ya sea demasiado tarde. No logras convencerte de que tomaste la decisión acertada; todo a lo que te ha llevado es a dudar de tu inmaculada palabra.
Te obligas a parpadear lo justo para no verla aceptar aquella proposición indecente: acompañar a la amiga que había quedado esa tarde de invierno con un conocido para practicar sexo. ¡Ábrelos otra vez si te atreves!
Alguien ha removido la tierra y descubres ese cadáver medio enterrado a la desesperada. Deja de hacer el llorica y cava más hondo. Si tienes algún problema la solución siempre es cavar más hondo. Es fácil, cava sin miedo. Cava hasta que no haya tierra que sacar, cava hasta que no quede nada por cavar. Cava hasta que sólo exista el vacío que intentas ignorar. Cava, si no tienes miedo. Y si se te rompe la pala, hazlo con las manos, ensúciate los dedos y enmascara tus uñas de tierra. No encontrarás nada más asqueroso que tú; sí, lo eres mucho más que esos gusanos necrófagos.
Tienes, tanto sueño –suspira-. Eres poseedor de una gran voluntad al mantenerte despierto. ¿O es que en realidad eres demasiado cobarde para cerrar los ojos…?
Mira cómo su amiga sale del coche y se pierde por el descampado. Les deja solos y nada más conocerse empiezan a intimar. En diez minutos se comen la boca y en otros diez empiezan a follar. Oh, por cierto; veo que sigues omitiendo la parte de cuando se la empieza a chupar. Dime pequeño, ¿tanto te duele mirar?
Veo que has salido a cavar. Supongo que ya sabes que cuando termines no te quedará estómago ni habrá espalda que lo pueda taponar. Hace tiempo que vives en una apatía, y la mayor parte del tiempo no te parece importar. Sigues queriendo luchar contra una fuerza tan inamovible como la de la gravedad. Por mucho que lo intentes, no lo conseguirás olvidar. Es en estos momentos cuando realmente te das cuenta de que perdiste el equilibrio que te podía aliviar. ¿Elegiste bien? Por amor quisiste jugar: «No me juzgues por lo que hice, déjame demostrarte que te quiero amar».
Por tu egoísmo y tu imprudencia edificaste una relación sobre un terreno pantanoso y lleno de lagunas. Sabías de antemano que cualquier castillo que construyeras no iba a durar mucho tiempo. No podías renunciar. No; no veo que te arrepientas de haber amado. Os disteis todo y fuiste feliz, ¿verdad? Fuiste feliz hasta que volvieron a aparecer tus inseguridades, hasta que tu hombría palideció y apeló a la lógica. Quisiste saber, más nunca sabrías qué la impulsó. ¿Por qué quisiste una novia así? Si es por estar enamorado no tienes excusa para llorar.
Cierra los ojos y obsérvala salir a medio vestir del coche. Todo está en silencio. A él no le ves sonreír, pero lo hace. Lo que él no ve es que es un ser infeliz. A ti te lo impiden las lunas tintadas de macarra, a él, ser cegado por una especie de ego volátil. Ella avisa a su amiga para que entre y ocupe su lugar. ¿Qué te jode más? ¿Qué lo hiciera o verla sólo cómo un pieza de repuesto? ¿Sigues pensando que es una víctima de la sociedad del bienestar? ¿Crees que es consciente de que perdió su dignidad?
Venga, responde. ¿Por qué te obstinaste en verla cómo un ángel? ¿Porque de este modo serías capaz de poderla amar? ¿Porque tenías que hacerla merecedora de tu amor? Entonces, ¿por qué la hiciste sufrir? ¿Por qué buscabas la perfección en..? ¿Por qué…? Tú no la entendiste a ella, y yo no te entiendo a ti. ¿Por qué te empequeñecías al lado de un Don nadie? ¿Qué es lo que te ocurre? ¡Detente! Para de cavar, has tocado fondo.
Su amiga se pone encima de él y, rompiendo su palabra de que con la regla no haría nada, se lo empieza a follar. El coche se mueve y tu pecho tiembla. Tú corazón se retuerce y tienes la mirada clavada en otro lugar. ¿Por qué la miras así? Ella se lo ha buscado. Está sola a la intemperie y en manga corta. Le acaba de dar placer ignorando que un día tú aparecerás. ¿Por qué te apiadas de ella? ¿Por dejarse llevar o por haber sido estúpida y no pensar? Abre los ojos; nadie la obligó. ¿De qué te sirvió tratar de cambiarla? Tienes que entender que hay amores que matan, y por regla, los que más se quieren son los que nunca volverán.
Te hizo sufrir mucho y tú se lo hiciste pagar. Te creías con derecho, te creías por encima de ella. Y tu soberbia te hizo ir con la primera que pasó delante de ti. ¿Para qué? ¿Te sentiste mejor por hacérselo pagar? La tenías que cuidar como tu niña que era; pero fallaste. Lo sé, la veías culpable de tu inseguridad; de haberle dado eso alguien que no era merecedor. De haberle entregado no su cuerpo ni su respeto; sino su futuro. Apuesto que ahora desearías volver atrás y descansar la cabeza en su pecho sintiéndote un niño inocente. Abrazarla por la espalda y sentirte lleno, o como tú dijiste: «Feliz». Pero quisiste más. Porque fuiste humano. No hay culpables, hijo. Tú última lección ha sido aprender que nunca tienes que juzgar.
Deja de encontrar virtudes donde hay defectos; no es sano. Y sobre todo: ¡deja de buscar! La perfección no existe. No idealices más. Deja de torturarte y se objetivo a la hora de escribir. Muestra a cada uno cómo es y no cómo te gustaría que fuera. Eres muy duro contigo mismo y demasiado condescendiente con los demás. Escúchame, sé que la quisiste, yo estaba contigo. También sé que te quiso, yo estaba con ella. Estuve con los dos; todo el tiempo. Ya pasó, ya pasó. Deja de mirar el efecto hipnótico del cursor parpadeante; y marca el punto antes de continuar vomitando.
Descansa, descansa en paz.
Ahora cava. Vuelve a cavar; y si no tienes miedo, arrójate al vacío. Peor no será.
Duerme tranquilo.