Five, six, seven, eight...

Black

Sara, que estaba apoyada en uno de los salientes, miraba por la ventana con un cigarro en la mano. Por la intensidad de su mirada cualquiera habría dicho que estaba contemplando el paisaje. El silencio era explícito y el ambiente era bastante frío, las expiraciones de ella y el sonido del roce de la ropa de Daniel al vestirse eran el único diálogo entre ellos.

-¿Ya te vas? –le preguntó Sara, mirándole de reojo cuando terminaba de ponerse la última pieza de ropa: una camisa lisa de color azul que tenía dos botones rotos.

-Sí, ya sabes que tengo que irme.

Sara fijó la vista al infinito y exhaló fuertemente, la concentración de humo era tan espesa que el cristal se volvió opaco durante unos instantes:

-Y dime, ¿Siempre va a ser así? –le preguntó, mientras se abrazó con la el brazo izquierdo cuando le sorprendió una corriente de aire.

Daniel suspiró:

-Nadie te obliga a que nos veamos. Sabes que por ahora las cosas están bastante mal como para que…

-A mí me lo vas a decir, no hace ninguna falta que me lo recuerdes. Pero es que ya no…

-De hecho tengo prisa – dijo interrumpiéndola y con clara intención de irse-, mejor lo hablamos en otro momento.

-Sí claro, siempre en otro momento – se dijo a si misma-. Está bien, cuando te apetezca. Toma.

-No me hace falta, te lo puedes quedar.


Sara fingió una sonrisa, acompañada de un “gracias” bastante seco. Siguió fumando hasta que Daniel salió por la puerta a paso ligero. Sus últimas palabras fueron:- “Vístete, o te vas a resfriar”. “¿Acaso le importo?” – pensaba mientras le veía andar por la calle entre los escombros.

Sara cogió otro cigarro del paquete, y siguió teñiendo de nicotina los desgastados cristales que le ofrecían esa visión tan penosa. “¿Y si en verdad es lo que quiero?” –se dijo cuando chupó fuertemente la última calada. Finalmente se vistió.





Celulosa

*Iniciando asistente para mensaje de audio*

»No sé exactamente el riesgo que estoy corriendo pero sé que es muy alto. Es por ello que estoy relatando mi testimonio, por si algo me pasara, dejar claro que no fue un accidente…



En el segundo semestre, después de las vacaciones de la Victoria, los alumnos volvieron  puntuales a sus pupitres. El índice de asistencia era muy superior al del siglo anterior y apenas había bajas durante el transcurso escolar, por lo que cualquier falta de presencia era muy extraña y levantaba sospechas. Ese día, después de que sonara la sirena y todos tomaran asiento se sorprendieron al ver tres sillas vacías.

El delegado pulsó instintivamente el botón de aviso, pocos minutos después apareció el comisario escolar.

-¿Qué es lo que ocurre, señor John? – preguntó el CE al entrar por la puerta después de hacer un recorrido ocular por el aula.

-Señor -dijo poniéndose en pie-, le quería informar de la ausencia de tres de nuestros compañeros.

-Ya veo, ahora nos pondremos en marcha. No permitan que este hecho altere el transcurso de su día. Ahora, sigan.

El comisario escondía la preocupación como buenamente podía, era a los ojos de los académicos alguien frío, muy frío y severo.

-Con todos mis respetos, estamos algo inquietos, normalmente nunca fallan y, nos hemos preguntado que…

-¿Cómo dice? Siéntese ahora mismo y deje a la autoridad competente resolver este asunto. Conecten ya mismo el S.E.A1, y espero que no vuelvan a molestar sobre este asunto.

-Sí señor, disculpe.



»Hace unos días mi amigo Gerard y yo nos encontramos con Alex. Es un compañero de clase, y aunque no solemos ir juntos parece un buen tío. La cuestión es que desde un tiempo a esta parte parecía bastante cambiado, como si hubiera visto u oído algo extraño, de hecho, no sabría decirles lo que sentí, simplemente sabía que algo no iba bien. Le comentamos que qué le pasaba y estuvo negándolo todo el rato, hasta que finalmente se vino abajo. Como se aproximaba el toque de queda convenimos de quedar otro día a escondidas. Estuve todas las noches dándole vueltas, porque no imaginaba qué podía ser. Alex era conocido por sus mentirijillas, era bueno contando historias, y aunque desde buen principio supiéramos que eran mentira, no nos importaba escucharlas con tal de despejarnos un rato.


Al salir por la puerta el comisario escolar se dirigió a la sala de control para establecer una llamada con el responsable regional. Tuvieron una breve conversación en la que el Doctor Andrews Lüge – que era el encargado de salvaguardar la integridad de los estudiantes en la zona - esquivó ávidamente todas las preguntas referentes a la desaparición de los chicos. “Pero señor, es su obligación asistir a las sesiones de instrucción” –se reafirmó el comisario-. Sabía que llevarle la contraria a un superior podía costarle el cargo, pero a pesar de ser un fiel seguidor de la doctrina nacional seguía pensando por si mismo – cosa que no gustaba al régimen. “Comisario Nett, le animo a recordar a quién se está dirigiendo. Se tomaron las diligencias oportunas al comprobar en el registro de entrada que faltaban algunos alumnos del distrito 5. Será informado a su debido tiempo, tenga buenos días” – dijo el doctor en tono solemne. “¿Pero se sabe si están bien…?” – añadió el comisario, y sin decir nada más colgaron la llamada por el otro lado. ‘¿Pero qué habrán hecho estos chicos? – se dijo entre sí- ¿Qué es lo que han podido hacer? ¿Y qué les diré a sus compañeros…?’


John y todos los alumnos conectaron el cable de interfaz en el puerto Input alojado en la parte superior del cráneo. La base de datos del sistema era actualizada a diario, el flujo de datos viajaba a una velocidad de un terabite por segundo, la capacidad cognitiva de los sujetos era mil veces superior a la especie homo sapiens, y 100 veces superior a la homo sapiens sapiens, que había habitado la tierra dos cientos años antes.

El prototipo del sistema S.E.A fue inventado por los científicos más prestigiosos en la época oscura, que comprendía el periodo de postguerra. Idearon un sistema capaz de instruir a los militantes a un ritmo nunca antes visto. Pero el partido, que hasta entonces había predicado tolerancia y respeto para ganarse la fidelidad del pueblo, incluyó en la versión final mensajes de onda a baja frecuencia que introducían información subliminal para crear seguidores acérrimos.



»La cita tuvo lugar pocos días después, aunque para mí fue una larga espera. Como siempre me acompañó Gerard que era, él era… era, como decirlo, mi mejor amigo. La verdad es que no sabría definir muy bien lo que era. Éramos muy distintos, a pesar de llevar mucho tiempo juntos sentía que no podía confiar realmente en él, no podía hablarle de lo que pensaba porque temía por mi seguridad. Gerard era alguien confiable, aunque su padre era un alto cargo del partido, eso era lo que me preocupaba, que sin querer se le escapara algo, por eso era mi mejor amigo pero sin contarle secretos, lo que vendría a traducirse como un compañero más, aunque prefería llamarle amigo.

Quedamos en uno de los boulevards que dividían la ciudad en 8 distritos. Era una zona poco concurrida, lo que desminuía las posibilidades que nos pudieran ver juntos, debo añadir que por si acaso, ya me había ingeniado mil y una excusas por si eso llegaba a pasar. Alex estaba en una esquina, nos saludamos y bajamos a un nivel inferior. Allí, bajo tierra nos sorprendió con una noticia.


-Secretario – dijo la voz preocupada de Lüge-, tenemos una ausencia múltiple en el distrito 5.

-¿De qué se trata? –preguntó el Secretario central, sin siquiera prestar atención a la pantalla, y luego añadió-: ¿Qué le preocupa?

-No es justificada…

Los ojos del Secretario se clavaron en la superficie reflectante de cristal líquido, a pesar de encontrarse a centenares de kilómetros la mirada desafiante hizo reaccionar a Lüge-:

-Pero, pero estamos haciendo todos los esfuerzos para saber qué ocurre.

-Más le vale – advirtió el Secretario-. Su puesto es algo muy codiciado, espero que solucione este asunto rápidamente.

-Sí señor, no le quepa la menor duda que será resuelto en seguida.



»Alejados de todo el control de, en un sótano que parecía un lugar muy antiguo, Alex finalmente nos habló:

-Chicos, estoy asustado pero es que ya no sé qué hacer – dijo, mirando a ambos lados por si había alguien (que era imposible).

-¿Qué ocurre? –le pregunté con voz calmada para que se relajara-. Sácanos de dudas.

-Siempre te he visto bastante rarito, ¿sabes? –hizo una pausa-, y puede que sea eso lo que me inspira confianza. Pensé que vendrías solo, así que te pido un favor Gerard, que esto no salga de aquí, o los tres estaremos en peligro.

-No diré nada a mi padre si es lo que te preocupa, pero, ¿para qué nos has hecho venir aquí? –intervino Gerard.

-Empiezas a ponerme nervioso –de hecho, estaba como un flan desde el primer día pues había imaginado miles de teorías conspiratorias…

-Ya va, ya va. La verdad es que no sé cómo empezar. Digamos que llevo una gran carga sobre mis espaldas.

-¿Qué? –preguntamos extrañados.

-Hace unos días perdí el contacto con mi tío, y empecé a investigar por mi cuenta. “Pero eso es muy peligroso” –interrumpí. -Ya lo sé, ¿pero qué querías que hiciera? Era mi único pariente cercano y, nunca se habría ido sin decirme nada. La cuestión es que no encontré ningún archivo oficial. Como sabía entrar en su casa estuve buscando cualquier pista que pudiera seguir pero no había nada a la vista. Todo su departamento estaba patas arriba. Después de rastrearlo todo, cuando ya estaba apunto de tirar la toalla encontré un compartimiento secreto y, me encontré con esto.

Alex dejó su bolsa en el suelo y corrió la cremallera lentamente:

-Creo que la razón por la que ha desaparecido era esto.



El secretario estuvo paseando un buen rato por su despacho: una sala octogonal llena de vestigios – que él se excusaba diciendo que eran recordatorios – adornaban todos los lados de las paredes. Después de colgar se había planteado si seguir con la cadena de mando o que toda la responsabilidad recayera en él, tenía dudas. Cogió sus  anteojos y miró a través de unos amplios ventanales. A sus pies se erigía la gran vía de la victoria, construida al finalizar la guerra, que era la obra artística más importante del presente siglo. ‘Esto no puede ser, nuestro mundo no tolera el error’ –se dijo. Llevándose la mano a la cabeza, resiguió con su dedo una cicatriz en el parietal derecho. ‘No luchamos por esto, no perdimos tanto para que volviera a repetirse’. Se sentó en su cómoda silla de piel con reposamanos de marfil y dijo: ‘Presidente Henry Spinner’.

-Mi bueno amigo Klug -dijo una cálida voz al aceptar la llamada-. Hace tiempo que no nos veíamos.

-Sí señor, digo; Henry. Tienes razón, siempre estamos muy ocupados.

-Es que liderar el planeta no es tarea fácil, ¿verdad? ¿A qué debo el honor de tu llamada?

-La verdad es que es algo sin importancia pero, una buena excusa para hablar contigo también.

Siguieron hablando, de su amistad, de los días de rebelión, de su camaradería, de sus ideales, de su utopía sobre un mundo mejor. El Secretario General Klug creía realmente en lo que decía, y a pesar de ocupar uno de los cargos más importantes del nuevo gobierno no se sentía satisfecho. La principal consigna de la sublevación era un mundo mejor, un mundo libre, y ésta libertad seguía, en su opinión, encerrada bajo llave.

-¿Entonces tienes dudas? Ya sabes todo lo que pasó, tú, mi amigo fiel, quién me salvó la vida durante tantas ocasiones en el campo de batalla. ¿Ahora, ahora tienes dudas? ¿Osas contradecirme?

-No, no es eso. Es que, no podemos ir bien de este modo. No sé si es correcto lo que hacemos.

-¿Me hablas de moralidad? Ya viste de lo que son capaces de hacer, de lo que hemos sido capaces de hacer durante tantos siglos. La moral no es algo a lo que tengamos que recurrir para hacer un mundo mejor. Los humanos somos –rectificó con son- malos por naturaleza, es ahí donde nosotros entramos, los hacemos mejores, sin violencia.

-La violencia no tiene por qué ser siempre física – pensó Klug. Se daba cuenta de que ya no compartía las ideas de su gran amigo y presiente del partido Victoriano. Era lógico haber impuesto un estado de excepción hasta erradicar a los elementos subversivos que se negaban a aceptar la derrota, pero pasados los años la cosa no había cambiado.



»Mi cara quedó pálida, si bien se me había quitado el miedo del cuerpo. Lo que Alex sostenía entre sus manos era motivo suficiente para ser expulsado de la ciudad, eufemismo que se utiliza para designar a los desleales. No quise hacer ningún comentario por sensibilidad, ya que seguramente tenía claro lo que le había sucedido a su tío.

-¿Lo habías visto alguna vez, Eric? – me preguntó, mirándome fijamente a los ojos. Le brillaban con mucha intensidad.

-Sí, de hecho estoy sorprendido. Hace tiempo encontré algunos soportes digitales antiguos y conseguí encontrar información escrita y algunas imágenes.

-¿Qué es esto? – preguntó Gerard intrigado.

»Era curioso ver como el chico que podría saber más que todos nosotros no tenía idea de lo que estaban viendo sus ojos.

-Es un libro de celulosa – respondió Alex.

-¿Y cómo funciona?

-No funciona Gerard, se abre y se lee.

-¿Puedo cogerlo? –le pregunté tímidamente.

-Sí, pero ten cuidado.

»Me lo entregó despacio, y cuando mis dedos tocaron la textura de las cubiertas un escalofrío recorrió mi cuerpo. ‘Estoy tocando un libro de verdad’ –pensé. Era muy vejo, con razón tenía que serlo, pues era anterior a la guerra de los 24 años. Me lo acerqué a la nariz y lo olí, inspirando lentamente:

-Es genial – exclamé. Esto es genial. ¡Huele a papel! Sigue oliendo a papel después de tanto tiempo, así que este es el famoso olor a celulosa…

Alex sonrío, estaba contento de que me hubiera gustado tanto. Le di la vuelta y leí la portada, ponía en letras bastante desgastadas: «Constitución de 2145».


1. S.E.A: Sistema de Educación Asistida.




Delincuente

«No lo hagas»

Tiene el coche aparcado delante de la tienda, está inclinado hacia delante, su barbilla reposa encima del volante así como sus manos, la izquierda a las 11 y la derecha a las 2, justo como le enseñaron en la autoescuela. Tiene la mirada clavada en el escaparate de neón, de colores azul y fucsia, que se enciende y se apaga a razón de 2 veces por segundo, cosa que le está poniendo nervioso.

Mete la mano derecha en el bolsillo de la camisa pero está vacío. Vuelve su mirada hacia la tienda: entran dos personas.

-Hace frío, corre entra – dice el chico, mientras le aguanta la puerta a la que parece su novia.

Se los queda mirando, se sonríen entre ellos, parecen felices. Es verdad que hace mucho frío, por eso él aún no ha salido del coche. Está pensando, las luces de neón le están hipnotizando, si no hace algo pronto, entrará en un estado de relajación muy profundo.

«No lo vuelvas a hacer, por favor»

Coge la mochila del asiento del copiloto. La abre y rebusca cosas en ella,  parece que está haciendo inventario, examina que todo esté en su sitio, ¿o estará buscando algo en concreto…? Parece que lo ha encontrado, es negra, dura, sonríe al verla. Comprueba que esté cargada y la vuelve a dejar en su sitio, no; se lo piensa mejor y se la engancha en la parte trasera del pantalón tejano.

Empieza a estar nervioso, con razón tiene que estarlo, sólo a un paso menos de lo que ha venido a hacer. Sigue observando a la pareja que ha entrado hace unos instantes, ya están pasando por caja (siguen sonriendo), esto le cabrea. Empieza a pensar por qué el está solo. No es tan mala persona, él solo, él solo…

Tiene ganas de entrar y hacerlo con ellos dentro.

«Escúchame, ¿no ves que un día te puede matar?»

Sigue recordando las palabras del que un día fue su gran amor, de los consejos que le dio cuando aún estaba en vida, de su voz. Del tono de voz y de la preocupación que demostraba, de la calidez de sus palabras, de las cosas que le hizo prometer, como por ejemplo, no volver a hacerlo. Lo recuerda demasiado bien, ni él ni nosotros sabemos qué hace ahí – bueno, yo sí lo sé -, enciende el motor, pero no se va. Sólo tiene frío, no puede pensar si tiene frío, tampoco si está hambriento.



-Te lo prometo, - le dijo él, agarrándole la mano antes de entrar a quirófano.

Revive el recuerdo de la camilla, alejándose escoltada de varias personas vestidas de verde, con gorros y mascarillas de papel, esas típicas de hospital. Cabizbajo dirigiose a la sala de espera, a esperar. Que sus ruegos fueran escuchados, que la suerte estuviera de su lado, que la vida, siguiera al otro lado de las puertas, al otro lado del cristal.


Sus tripas suenan, el neón ya es un enemigo de por vida, la pareja hace rato que ha salido, el dependiente está solo, la calle está vacía. Nadie será testigo de lo que haga, sólo él y su consciencia, también ella. Se lo piensa, pero no se decide. Una promesa es una promesa, más cuando son las últimas palabras que le has dicho a alguien. No, ella nunca salió del quirófano – en vida -. Apaga el motor, sigue teniendo frío pero no quiere hacer ruido, está tan nervioso que hasta el zumbido de una mosca le molestaría, su respiración se asemeja al ruido que hace el agua al caer por una cascada – muy alta -, le empieza a doler la cabeza. Está nervioso y hace horas que no duerme. Le pesan los párpados. La culpa no era del neón, aunque no por ello deja de odiarle, piensa que es de lo más cutre que puede ponerse en una Grocery.

«Prométeme que nunca más lo harás»

Él llora, dentro del coche y también cuando el doctor le dio la noticia. El odio que siente aún no se ha disipado, ni tampoco cree que lo vaya a hacer – en breve-, inspira y expira varias veces, es uno de los ejercicios que le enseñaron en terapia, pero él, él sabe lo que necesita. Es lo que quiere hacer lo que le hace sentir bien, y sólo una promesa, las palabras más importantes que le ha dicho nunca a alguien, es lo que le impide realizar su tarea.

Se seca las lágrimas con la manga de la camisa y se mira en el espejo retrovisor. Está hecho un cristo, tiene ojeras y está completamente pálido, aunque eso no es muy raro ya que apenas ve la luz del día. No le gusta la luz, y mucho menos desde ese incidente, en el que decidió encerrarse bajo tierra y poco a poco desarrolló una severa fotosensibilidad. Aunque no beba sangre ni carezca de alma se siente como un vampiro, como un no-muerto, como alguien que ya no vive y sólo desea que todo acabe, de una  vez.

Y aunque no sea del modo que le gustaría, se da unas palmaditas en las mejillas para que tengan un poco de color, abre la puerta del coche decidido. Al entrar en la tienda lleva la mano a la parte trasera del pantalón, y sacando un billete, de la cartera de piel de color negro, pide un cartón de tabaco.

“En el amor todo vale, o eso es lo que siempre me han dicho, por eso no pienso que rompa ninguna promesa cada vez que llene mis pulmones de humo, porque aunque llegue con retraso y con mucho dolor, finalmente llegaré, espérame”.





Nuevo Documento de Microsoft Word

»Hola, ¿Qué tal? A mí, ya me ves: Las lágrimas erosionaron mis mejillas y ahora la tristeza baja por dos canales. Hace días que no venía a verte, no quería enfrentarme a la realidad. No quiero aceptarlo ni ver las cosas, preferiría ser ciego, estar sordo, o mejor, estar muerto; perdón…

Aquí todo sigue más o menos igual, ese menos eres tú, se ha perdido el equilibrio. Me gustaría hacerte entender el valor que tiene mi vida: nulo. ¿No quieres darte cuenta de que yo te elegí como mi banda sonora, y que ahora todo  está en silencio? Todo parece mucho más serio, y frío, y largo, y triste, y vacío…

Todo se reduce a un ‘te echo de menos’ mientras por una intervención divina desapareces. Todo se reduce a la intensidad que llega puntualmente a alguna hora del día, a veces se para, otras pero, es un directo y pasa de largo. Hay días en los que me subo, hay noches en las que no tengo elección. Y dime, ¿tú cómo estás? ¿mejor...?

Ya no recuerdo tu cara, ni tampoco tu voz. Me odio por decir estas palabras pero algún día espero no recordar ni tu nombre; ¡Lo siento! No sé qué digo, no sé qué me pasa. Sí lo sé, sí lo sé, que por mucho que diga nunca vas a responderme. Que uno de los dos cruzó el espejo que lleva al otro mundo, y ahora es invisible, y yo no puedo verte y no sé si puedes verme tú. Es la última vez que me paso por aquí, tendría que haberme ido hace mucho, pero ya sabes, lo mío es perder el tiempo, mi trabajo: luchar por causas perdidas.

Pones esa canción, recuerdas esas palabras, el estribillo, los sentimientos afloran y se te escapa un… MUY GRANDE. Pero ya no, ya nadie lo escucha, porque no hay nadie, no hay nadie. Nadie, NADIE, NADIE…

Pone las flores a los pies de la lápida.

»Aún no me has dicho cómo estás. Supongo que mejor que yo, aunque quién me creo para suponer tanto. Si tan siquiera pudieras hablarme, me conformaría con escucharte, con volver a las llamadas, y seguir así, sin quejarme. Lo prometo. Lo juraría por mi – triste – vida, a pesar de que esta no valga de aval ni para quitarme la vida. Extraño cada sonido que te haya escuchado, y con esto también me refiero a  tus  gritos. Añoro cualquier olor, tacto, sabor… to-do.

No vengas más por las noches, por favor. Intento dormir, intento alejarme y eso sólo me acerca más a ti. Sólo me lleva a un pasado que debería olvidar. No vine a tu entierro porque me faltó valor, pero si hace falta cogeré esta pala y empezaré a cavar, ¿No me crees capaz? Quiero verte, verte por última vez. Sí, última. La gente amor mío, está tan acostumbrada a decir y a hablar sin sentir realmente lo que dicen. A pronunciar sin pararse  a pensar en lo que transmiten. Esta última vez, será la última, ni yo me lo puedo creer, ¡no quiero creérmelo! Entonces, ¿puedo? ¿Puedo tumbarme a tu lado y hacerte compañía? Sí, para siempre… O hasta que te canses de mí. Prometo no hablar mucho, prometo estar callado, prometo no hacer ruido, prometo no respirar. Prometo… creo que por mucho que prometa la única promesa que no podría romper  en la vida –ni tampoco en la muerte- sería la sólida y firme labor de amarte.

Dame hueco…
Molan... haha

Va en serio, estan bien... aunque en algunos trozos debía releer y releer. El segundo y el último me gustan especialmente, quizás porque hay más trozo de dónde sacar conclusiones. Sara está súper currada ;) Quizás un poco espeso (o que las rubias somos tontas xD) pero lo suficiente como para hacer pensar.
Aunque no nos entendamos, se agradece que te esfuerces.
Cuidado no se levanten de sus tumbas (;
(mensaje borrado)
Vuelvo a firmar sólo por celulosa.

Aunque ya sabes que creo que deberías editar para que las cursivas quedaran coherentes, la idea me gusta. Pero no, no la comparto; no creo que vayamos a dejar que el mundo acabe así.
¿Mi parte favorita?, pues supongo que me gusta más la parte de los "mandamás".

Y eso es todo (creo).
Ya, seguramente la realidad supere la ficción (y los mataran antes de poder hacerse con un libro).

¿Por qué nadie se conecta por la mañana...?
[plas] [plas]

Van para Celulosa. Me ha gustado de forma notable. El final con los niños es excepcional, te pone los pelos como escarpias. Está bien narrado y sólo le falta alargarse más (no hablo de una novela), pues podría dar mucho más juego.

Pero vamos, que muy bueno. Me encantan este tipo de historias.

:)
Hey, pasaron bastante desapercibidos...
La verdad es que, como comentas, la historia tiene bastante miga. Quiero destacar que aunque el vocabulario podría mejorarse, son textos escritos rápidamente, pero con un cuidado por los detalles: como la etimología de los nombres (apellidos), la invención de vocablos (¡me encanta!), el mundo en el que están, la relación jerárquica entre la cadena de mando del partido, etc.

Démosles otra oportunidad.
Ahora cumpliré un año que dejé de fumar pero al leer de nuevo el texto de Sara y lo que transmites con el tabaco, nicotina, caladas, expiraciones y tal, me dan ganas de volver a encenderme un cigarrillo. Bueno, alguna que otra vez aún sin leer este relato reconozco que me han dado ganas. Lo que me gusta de él es que a que a pesar de que es escueto y directo deja entrever muchas sensaciones cotidianas y el sufrimiento de una persona que ama a la persona equivocada; ¿o quizá no? Muchas veces nos sentimos víctimas de un sufrimiento que hemos buscado nosotros mismos y solo tenemos que ser fuertes para saber terminar con él pero para ello antes tenemos que tener claro si queremos verdaderamente terminar.

Recuerdo meses atrás cuando leí estos relatos…..por eso de Sara me paso a Celulosa y de éste me quedo una vez más con todos esos pequeños detalles que das: siglas, nombres y esas frases tan mágicas con las que empiezas y terminas el relato. Y por supuesto como no, esos diálogos que ya sabes tanto me gustan y enganchan al lector aunque bueno la verdad es que este relato tiene algo especial y engancha desde que lees las tres primeras líneas y crean esa incertidumbre que provoca querer leer más y ver cómo todo se desarrolla. Sigo pensando que este género se te da genial y que dado tu imaginación y tus buenas ideas podrían alargar mucho más este escrito.

Delincuente…. ¿porque nadie habla de este relato? A ver, gente; ¿lo habéis leído? Veo que pasa desapercibido, es como ser el tercero de cuatro hermanos. Sí, creo que será eso o quizá contigo pasará como con los grandes escritores y artistas que tu obra se reconocerá a destiempo. En fin, voy a lo que voy….este relato es genial. A mí personalmente me encanta y además lo leí en un momento en el que me llego bastante: los detalles que das desde el comienzo, el diálogo interno, los recuerdos a esa persona que tanto se quiere y se ha perdido y sobre todo la sensación de angustia del protagonista, del ahora “sí”, y ahora “no”, del querer y no poder, de sentir ese remordimiento, de odiar, de no importar las consecuencias a lo que pueda pasar porque cuando se ha perdido lo que más se quiere poco o nada más puede importar. ¿Delincuente? Ojalá todos los actos de delincuencia fuesen de ese tipo, sin infligir ninguna norma más que la del amor y lo que conlleva.

Y bueno, respecto al último relato todo lo que describes se traduce principalmente en esa sensación de vacío, en echar de menos y sentir cómo una persona se hace dueña de nuestros sueños, querer olvidar y no poder así como tener miedo a olvidar y lo que es peor de no volver a sentir….En fin, que ya sabes lo que pienso y que me he enrollado bastante por hoy.

Un besito :)
Mi estado de ánimo no es el más apropiado para firmarte, estoy muy susceptible y es quizás por eso que no me conecte durante una buena temporada al messenger, DeFT... pero quiero currarme una buena crítica tal y cómo lo prometí. Por lo pronto he empezado bien, te he leído.

Black... me ha gustado todo, relato breve que cuenta no una historia, sino un momento. Ese tipo de literatura sabes que me gusta, puesto que al ser tan breve lo bueno dos veces breves, transmite mucho más que con por ejemplo la más larga de las novelas... bueno, no es cierto, las novelas te transmiten pero en pequeñas dosis, uno de estos pequeños relatos lo hace de una forma tan bestial que a mí personalmente me marca mucho más. Es por eso que tus escritos me atrayeron, concentrabas mucho en muy poco espacio y eso es esencial para mí.

Celulosa me ha resultado extraño. No me ha transmitido tanto pero la sensación que deja es extraña, inquieta, en ese sentido sí transmite, pero claro, solo en el final... todo llega al final... claro. Inquieta, mucho.

El de Delincuente consigue reflejar la exasperación de alguien que ha perdido a un ser querido y denota su impotencia y rabia, y ese final abrupto le va al pelo.

Por último el de Nuevo Documento de Microsoft Word... menudos nombres pones, qué tío... por lo demás a mí esto de hablar consigo mismo no me termina de convencer, es una manera algo tópica de expresar cómo se siente uno, te has abierto mucho en ese escrito DeFT, pero entiendo que por el número de "Five, six, seven, eight..." corresponden a esos antiguos escritos perdidos en las tumbas de tu memoria... en ese caso no profundizaré mucho más, aunque me ha amargado un poco lo que queda de noche... ¿debería yo ahora también olvidar? Ainss... lo dicho. Lo que no entiendo es el intento de olvidarla para luego acabar con el "Dame hueco". ¿A qué se refiere? Ya sabes que soy muy niño...

Un saludo.
9 respuestas