Nigerian airport
Al llegar – no recuerdo cómo – rebusqué por todo el aeropuerto con el único fin de poder despedirme. Como en una película de acción o una pseudo romántica conseguí eludir los distintos controles de seguridad – a cámara lenta –, y tras esconderme en una esquina del personal, este pasaba de largo, se olvidaba de mí y ya no me buscaba.
La vi, enfrente de mí, iba acompañada por una torre de dos metros diez, ciento veinte kilos, rubio con el pelo corto y cara de pocos amigos. Me prohibió acercarme a ella, con un juego de palabras me deshice también de él y me la llevé a un lugar más apartado para hablar.
Estábamos en un aeropuerto de una capital africana – no recuerdo cuál-, parecía eso sí, que siguiéramos en Europa. Lo primero que hice fue pedirle perdón. Sin saber muy bien si estaba metiendo la pata porque realmente no me acordaba muy bien de su cara, sabía que lo era pero, tampoco estaba muy seguro. Estaba tan cambiada…
Ella se puso a llorar y me contó que todo había salido mal, que su hermano había muerto de leucemia meses atrás, que su familia se había partido, que ella caminaba por un precipicio, que estaba sola. La acompañé en el llanto y le pedí perdón, una y mil veces. Le dije también que no importaría las veces que lo hiciera porque me seguiría sintiendo culpable (no sé muy bien de qué). A pesar de vivir una situación tan nostálgica y lacrimógena salió a relucir mi egoísmo, reprochándole el por qué no había acudido a mí cuando tenía problemas. Ella me miró perpleja pero no dijo nada.
Entendí el por qué se había ido, el por qué me había dejado, el por qué nunca más me había molestado. Cuando me reencontré con ella me di cuenta de lo mucho que habíamos cambiado, de que ya no éramos los mismos, de hecho, no éramos nosotros. Porque no existía la torre, ni el viaje a África, ni la muerte de su hermano, pero sí la culpa, y la necesidad de darle respuesta a una pregunta no respondida que seguirá virgen hasta el fin de los días: el por qué.
Deshaucio
Esta noche he tenido un sueño. He soñado que no te conocía. He soñado que paseaba enfadado por una urbanización de una capital española y te cruzabas ante mí, con una cola, en manga corta, y con unos shorts de color verde-azulado. Al verte pensé: -‘Qué chica más guapa’. Pero no te conocía (sonrío), no sabía quién eras… y te encontraba irresistible.
Esta noche he tenido un sueño. He soñado que no podía renovar mi contrato de permanencia, que me quedaban apenas unas horas para dejarlo todo y lo primero que me venía a la cabeza era esa desconocida que me había cruzado unos momentos antes. Estaba enfadada, andaba muy rápido, y seguramente escuchaba la música muy alta con su reproductor de mp3 de 512 megas, casi tan antiguo como el mío.
Esta noche he soñado que somos los inquilinos de un piso de alquiler que no conocen al propietario, que se reserva el derecho de desalojarnos cuando a él*los le*s venga bien.
Ayer, ayer soñé que tenía que realizar mil sueños. Ayer soñé muchas cosas, ayer tenía una casa, estaba casado con mi hija, que era adicta al chocolate. Soñé que era feliz –aunque no creía ni en la felicidad ni en el amor-, soñé y sentí la llama que no se apagaba, la llama que se alimentaba de promesas, de palabras, de gestos, de ilusiones.
Ayer mi niña era grande a la vez que pequeña. Era muy mayor pero prefería que la vistiera, que la peinara, que le preparara la comida, y que la riñera lo menos posible. Ella me regalaba varias sonrisas a diario, la primera incluso antes de quitarse la morriña, decía en voz alta: -‘Doy gracias por pasar un día más a tu lado’
Ayer soñé que tenía un piso a mi nombre, que religiosamente pagaba la contribución y todos los recibos, que podía decir que era mío. Ayer todo era perfecto, hoy; no lo es. Dentro de unas horas me echan, ahora me toca mendigar por las calles, maleta en mano y culpa en espalda. Pero aunque me quede sin opciones no pienso ceder ante la rigurosidad de las consecuencias, por lo que he decidido que no voy a comer, que no voy a pedir a nadie, que prefiero pasar hambre a vivir engañado.
Denuncia
Después de darle muchas vueltas durante un rato, tomé una decisión y me dirigí con diligencia alemana a la delegación de policía más cercana. Estaba nervioso, no me gustaban esos lugares tan, tan, tan administrativos. Encima era mucho peor que un ayuntamiento puesto que todos los empleados llevaban pistola. Durante todo el camino estuve ensayando mi discurso pero no me parecía del todo convincente:
-Buenos días agente, esta mañana al despertarme me he dado cuenta de que me han robado…
Era demasiado genérico, demasiado preparado, no era espontáneo, a ver si pensarían que les tomaba el pelo. Además, ¿en verdad me había dado cuenta esa mañana? ¿O hacía más días? Tenía que ser más preciso, porque era seguro que me iban a pedir fechas con día, hora, e incluso minutos.
Al llegar a la comisaría de los Mossos, me puse delante de las puertas de cristal que se abrieron para darme paso: eran dobles y no parecían a prueba de balas. Imagino que las tenían así para evitar corrientes de aire de la calle. Tragué saliva y me puse a hacer cola en el mostrador. Tenía dos personas delante de mí, una mujer de mediana edad y un señor inmigrante (o eso parecía por cómo hablaba). Tampoco presté mucha atención, yo estaba con lo mío, mejorando mi entrada:
-Buenos días agente, esta mañana me he percatado de que me había desaparecido algo…
Finalmente me llegó el turno y le comenté que quería hacer una denuncia, a lo que me dio un número cual pescadería y tomé asiento. Me había olvidado mi sistema de audio miniaturizado con compresión (también conocido como mp3, para los más pijos es un iPod) por lo que tuve que entretenerme con el hilo musical, que no era otro que una emisora llamada 40 principales. Nunca la había escuchado, y tampoco me arrepentía de no haberlo hecho hasta entonces. Cómo no, seguí dándole a mi frase de apertura, y por fin di con ella:
-Buenas días agente, vengo a denunciar un robo.
Perfecto, si querían datos concretos ya los preguntarían, además, ¿para qué dar información superflua cuando ni siquiera estarían tecleando lo que les contaba?
Me llegó el turno, una agente - que he decir que era muy atractiva - me invitó a que la acompañara a su cubículo. Allí, con un clima más distendido, sin música empalagosa, me sentí mucho más relajado, si bien ahora se me había ido el tema de la cabeza y sólo me fijaba en lo buena que estaba. Era raro, siempre había tenido fantasías laborales, no importaba el rol desempeñado: policías, azafatas, enfermeras… Y ahora, que me encontraba con una de verdad casi hubiera preferido no encontrármela. Me pasó por la cabeza pedirle si podía atenderme un varón pero estoy seguro de que todas las chicas, incluida ella, pensarían que soy un machista, así como todos los tíos asegurarían que soy maricón. No le di más importancia y me limité a responder a las preguntas que me hacía.Me pidió el D.N.I para confirmar unos números y tomó mis datos. Tantas molestias que me había tomado con mi frase de introducción y al final no pude utilizarla, ya lo sabré para otra vez…
-Bien, ya tengo todos los datos, ahora podemos empezar con la exposición de los hechos, si es que sigue queriendo denunciar.
-Sí, sí que quiero.
-Bien, señor Eric O’neil, exponga cómo y qué ha sucedido.
-Oye, espera, no me llames de señor anda, que seguramente tenemos la misma edad.
-Jaja, si claro, es que no puedo evitarlo, es una muletilla que ya no me puedo quitar. Intentaré decirlo lo menos posible, Eric.
-Gracias, antes que nada, ¿puedo pedirte algo? Me acabo de dar cuenta de que aquí tenéis la calefacción muy alta y me estoy muriendo de calor, ¿te importaría…?
-Ningún problema.
La agente Laura se levantó y corrió la ventana que tenía encima de ella. Desde ella podías ver la calle, estábamos en un medio sótano y sólo veías las piernas de la gente hasta la rodilla. Debo confesar que en ese momento aproveché para fijarme en su escote, que por la misma razón que yo: el calor, tenía desabrochado hasta el 3 botón de la camisa. Además de guapa era poseedora de unos pechos de tamaño respetable, y lo mejor, bien puestos.
Sí sí, ya lo sé, ahora soy un cerdo por mirar lo que Dios pone ante los ojos. Sinceramente lo que yo pienso es que la gente realmente se cree que no es hipócrita, dándose el derecho de juzgar al resto menos a si mismos. Además, fue un vistazo tan rápido que podría haberme equivocado en todo, no sé por qué debería haberme avergonzado tanto si me pillaba mirándola, pero así era. Es algo con lo que nací y con lo que seguramente moriré, un sentido de la vergüenza extremo.
-Gracias, -le dije.
-¿Y qué tal si te quitas el abrigo?
Tenía razón, tanto pedir, tanto quejarme y seguía llevando un anorak de esquiar. Me lo quité.
-Bien, has dicho que te han robado, cuéntame todo lo que puedas Eric, para que pueda formalizar la denuncia.
Esta era la mía, aproveché ese momento para decir mi frase introductoria, aunque en ese momento ya no podía llamarla de ese modo:
-Pues verás, esta mañana al despertarme me he dado cuenta de que me habían robado la… (sirena).
En ese preciso momento pasaba una ambulancia a toda velocidad y con la sirena en modo 3. Laura me miró con cara sorprendida, durante unos segundos dudé si me había escuchado bien o no.
-Perdona, ¿te importaría repetir? –dijo, en tono serio.
-Claro que no, he dicho que esta mañana me he dado cuenta de que me habían robado la… (vespino).
-Escucha Eric – me dijo, mientras se reclinaba en el asiento-, pareces un buen chico y todo eso, pero no entiendo qué sacas con esto.
-¿Perdona? ¿Sacar con qué?
-Mira, deja el cinismo, ya has hecho la broma. Ahora si no te importa tengo bastante trabajo.
No entendía qué había sucedido. La agente guapa y alegre había cambiado la sonrisa por una expresión mucho más severa, ya no la encontraba tan atractiva como antes, no me gustaba la gente seria.
-De verdad que no te sigo, esta mañana me he decidido a venir para ver si podíais ayudarme, ya sé que es imposible recuperarla pero, al menos dejaría constancia de que la he perdido, de que me la han robado, o quién sabe…
-Creo que la cosa ya pasa de castaño oscuro. ¿No te has divertido suficiente ya?
Laura se levantó y recogió unos papeles desperdigados encima de la mesa:
-Venga vamos, te acompaño a la salida.
En ese momento me sentí muy mal. Siempre había creído que los agentes de la ley y del orden estaban allí para ayudar al ciudadano, haciendo una labor social, o al menos aparentándola, pero es que esa agente no me dejaba si quiera dejar constancia de mi pérdida.
-Lo siento pero aún no he acabado de relatarte lo que ha pasado.
-¡¿Perdona?! – gritó a la vez que daba un golpe en la mesa con ambas palmas, los papeles salieron volando.
Se me quedó mirando extrañada. Durante unos minutos había pensando que le estaba tomando el pelo pero, de repente, al ver que no había sonreído ni una milésima de segundo empezó a tomarme en serio.
-Perdona, he perdido los papeles.
“Nunca mejor dicho” -pensé. Le dije que no pasaba nada sonriéndole afablemente. Me pidió que la esperara unos minutos, que tenía que hacer algo. Volvió más calmada y con la cara del principio: una sonrisa muy bonita.
-Ya está. Leí el parte y ahora vienen a por ti, no te preocupes. Anda que hemos tenido suerte de que vinieras a una comisaría, veo que te han enseñado bien.
No sabía qué coño me estaba diciendo, ¿por quién me tomaba? Yo le seguí el rollo, diciéndole que sí a todo, que me trataban muy bien y que me habían enseñado muchas cosas.
-Lo que me trae de cabeza es esta falsificación – dijo mientras miraba mi DNI-, parece de lo más real.
“Es que lo es” – me vinieron ganas de responderle, pero no pude. No quería que volviera a cambiarle la cara. Me gustaba más siendo simpática, no había color.
-Bueno Eric, un placer, a ver si nos vemos en otra ocasión.
Me llevó a una habitación con bancos, era denominada la sala de admisión. Me dijo que esperara allí, que estarían al caer. Me sentí bien por haberla visto sonreír de nuevo, aunque me había quedado algo pendiente, la denuncia sobre mi desaparición.
A los pocos minutos, después de cuatro canciones y media insufribles entraron por la puerta dos señores vestidos de blanco con una bolsa de color marrón.
-Hola Eric, -me dijo acercándose a mí- “No ens coneixem però no et preocupis, sóc en Ricard, el substitut d’en Lluís. Fem les coses bé, d’acord?”
Laura me despidió con su característica alegría.
-¿Qué le pasa a ese chico? –le preguntó el agente de detrás del mostrador.
-Nada, primero pensé que era una tomadura de pelo pero luego me di cuenta de que había habido una fuga.
-¿Ah sí? Pues parecía de lo más normal, aunque un poco rarito sí que es.
-Sí, la verdad es que nunca hubiera dicho que estaba enfermo, pero ya ves.
-¿Cómo ha sido?
-Vino a denunciar que le habían robado la ilusión, ¿tú te crees? Y como encima ni se le escapaba la risa, pues, no había alternativa.
-Ver para creer… Mujer es un caso muy claro, ¿quién en su sano juicio diría algo así?
“¿Demasiado tarde para decir que no estoy loco?” –pensé, pero no dije nada.
Dra SelFISH
-Esto habrá que cortarlo – dijo la doctora mirando la herida con aprensión.
-¡Pero! Es mi pierna, y tan sólo es un corte superficial.
-Haberlo pensado antes de caerse.
-¡Ha sido un accidente! ¡Por Dios!
-¿Quién es el paciente y quién el doctor?
-Usted, usted, pero, digo yo que habrá alguna solución.
-Lo mejor es coger la sierra, cortar el hueso y vendarla.
-¡Pero!, ¡Pero! ¿Está hablando en serio?
-Claro, ¿por qué no iba a hacerlo? Debería darme las gracias de que le haya comentado el asunto, no como al anterior paciente que por listo le amputé ambas piernas.
-Señora, o doctora, o como quiera que la llame. ¡Está usted loca!
-¿Por qué? ¿Por ser pragmática? Si no hay solución, no hay solución, no hay motivo para seguir perdiendo el tiempo.
-¿No sería un médico el que tendría que cuidar de sus pacientes? ¿de preocuparse y elegir la opción menos invasiva?
-Es que aquí no hay opción, ya se lo he dicho.
-No le interesa que haya opción. ¿No quiere curarme?
-No puede haberla. Como paciente mío que es, debe seguir mis consejos.
-No señora, por muy buena que sea y todas las referencias que tenga, no sé qué ven los otros especialistas en usted.
-Lo que yo quiero que vean.
-Entonces, sintiéndolo mucho acepto su propuesta: quiero una segunda opinión.
-Muy bien, usted mismo.
La doctora se quita los guantes de plástico, se despide con un adiós apático, y al salir por las puertas abatibles vocifera en la sala de espera: “-¡La siguiente!”.
My colour is...
-¿Qué color prefieres entonces?
-¿Cuál es el color más fuerte de todos?
-Mmm…
-¿Cuál predomina?
-Es difícil de decir, más que nada los colores se mezclan entre sí para formar otros colores. Es por eso que podemos verlos, por los distintos compuestos donde rebotan los electrones…
-¡¿Eh?! No lo sé… a mí me gusta el azul.
-Pues vamos a pintarla de azul.
-Pero es que, este color de ahora también me gusta.
-¿No me dijiste que querías pintar tu habitación?
-¿Acaso serviría de algo cambiar el color…?
IMY-PSI
“Te echo de menos”, rezaba el epitafio de la lápida. Te echo de menos y te seguiré echando porque mi amor por tu persona, porque mi dolor por tu pérdida me acompañarán allí donde vaya. Sin importar en lo que me convierta, no cambiará porque ya no viva, lo único que sé es que tú no estarás conmigo.
Por eso hice grabar en esta piedra la única cosa con verdadero sentido que he hice en toda mi vida. Por eso y porque acabé repitiendo esa frase desde ese día, hasta el último; hasta hoy. Estoy tan convencido de que te querré, porque aunque tú no lo sepas, yo sí que te llevaré a ti, te llevo desde hace mucho tiempo. Y cuando la gente extrañada toque mi tumba y la sienta caliente, y se diga, será porque le ha dado el sol, y luego mire hacia arriba y se de cuenta de que sólo hay nubes, quizá no se lo expliquen, quizá no logren comprenderlo nunca, de que sí es posible amar sin corazón, de que sí es posible; vivir por amor. Aunque sea un amor trágico, melancólico, asfixiante. ¡Ay, sí! Te echo de menos, ¿Y cómo no podría echarte? Si tú misma lo dijiste, si fuiste tú quien lo dijo: P.S.I
sh-Ebook
-¿De verdad que se lo regalas?
-Sí…
-¿Y por qué?
-Me lo ha pedido, no sé. Yo ya lo he leído muchas veces, ya tenía las páginas arrugadas de tanto manosearlo.
-¡Por eso mismo! ¿Acaso no es tu libro preferido?
-Sí lo es, y lo seguirá siendo. Pero aunque me guste, aunque lo adore, ¿realmente es mío por haberlo comprado? ¿O será de aquél al que le haga sentir lo que a mí al principio?
-Tío, no te entiendo.
-¿El qué? Si se puede saber.
-Ya sé que Henry Miller dijo la mejor forma para olvidar a una mujer era convertirla en literatura, pero… ¿hacía falta hacerlo literalmente?
-¿Con un libro?
-Eso mismo.
-Supongo que tienes razón, con ella hasta una enciclopedia se quedaría corta.
Hab 254
Sin palabras que poder pronunciar ni ojos a los que poder mirar, sin dirección a la que poder escribir ni piel blanquecina a la que poder transmitir; su añoranza, hacía ver que la escuchaba hablar con su madre en la habitación contigua, hacía ver que le olía el cabello abrazados al salir de la ducha.
Como no podía gritar, ni tan si quiera susurrar, ponía la música a volumen máximo, para ver si así, a pesar de la distancia física y temporal, podría escucharla, para ir enfadada y quejarse, para verla. Luego cayó en la cuenta de que ella tampoco podría hablarle.
Como se cansó de repartir panfletos por las calles que rezaban: “mujer desaparecida con el alma partida, ruego que la encuentren para poder prestarle la mía”, se limitó a escribir sonetos que luego utilizó para empapelar las paredes manchadas de color rojo.
Como se cansó de impregnar la almohada de su suavizante, guardó cualquier recuerdo en una caja, bajo llave, pestillo, bajo cinta, bajo cuerda, bajo código de seguridad. No importaba, cualquier protección era poca cuando se trataba de la voluntad de recordar.
Porque después de dos años, él seguía viviendo en esa habitación de hotel.
La tierra no es plana
Estuve convencido durante años, sí; creía firmemente en ello, aunque no se lo había contado a nadie. ¿Qué habrían pensado de mí…? Mmm, ¡Qué importaba! Yo estaba en lo cierto, sabía que un día, que finalmente un día todo saldría a pedir de boca. Sabía que un día sería recompensado, que todo, todo sería perfecto.
Durante mucho tiempo pensé que tenía un final abierto hecho aposta, para darle un giro espectacular al guión, y como era una historia real no podían simplemente hacer una elipse narrativa. No habría tenido suficiente carga emocional y habría roto con el argumento completamente.
Mucho tiempo después me di cuenta de que, por mucho que lo deseara, no llegaría ese día. Porque habría aprendido algo, me había mejorado, había sido una simple aunque buena actualización que corregía nuevos bugs. No era la versión final, no era la versión que yo quería. No me importaba no actualizarlo más, yo la quería liberar tal como estaba, ¡me daba igual que no fuera estable…!
Porque yo creía en ese proyecto, en ese mano a mano, construyendo algo sólido desde la base, desde los cimientos, llenando las horas delante de la pantalla con ilusión, y supliendo el dinero con alegría. Yo…
Yo estuve realmente convencido de que sería la última vez, la definitiva. Creía tan firmemente en ello que habría sido como si les hubiera dicho que la tierra era redonda. ¡Qué estupidez! Si todo el mundo sabe que es plana, ¿verdad? Pero yo lo creía, y a regañadientes les hacía creer que tenían razón, pero yo susurraba que era redonda, que era redonda y que algún día se darían cuenta de que tenía que ser redonda (porque era la definitiva). ¿Qué puedo decir? Ojalá no me hubiera enseñado nada, ojalá no hubiera aprendido de mis errores, porque, porque del cierto sé que a nadie le va a servir.
Fail
Puede parecer hasta patético que a estas alturas, enterrado en el lodo y medio descompuesto, siga pensando que, o mejor dicho pretenda, que soy un firme candidato. Supongo que, cuando uno no quiere ver no lo hará por mucho que le digan. Y digo que me parece lamentable esa actitud porque no evoluciona, al contrario, le empezaron a salir ojos en la nunca para apreciar mejor el pasado. ¿Y por qué lo hace? Pues como todos los que piensan que siempre hubo tiempos mejores, porque idealizamos acontecimientos, personas, sentimientos…
Ahora ya no sé si decirte eso de “si vuelves, que sea para quedarte”, porque no sé cuándo ni dónde volveré a verte. Sólo sé que hay días que me sienta mejor que otros, y que, cada vez soy más consciente de todo. Como te dije hoy, las dos primeras semanas estaba envuelto de una coraza, de una; sensación de plenitud que me parecía imposible que ocurriera. Semanas más tarde, me di cuenta. Meses después, me seguí dando cuenta. Años más tarde, quise impedirlo. Voy descubriendo cosas que no sabía, o que no quise reconocer en su momento, o que sí sabía pero no decía. La cuestión es que no tengo prisa en remplazar a nadie, de hecho, no creo que pudiera.
He pensando en tener una hija pero no le pondré tu nombre. Sólo quiero cuidar de ella y, que en vez de responder asienta con la cabeza repetidas veces, justo como tú hacías. Y ahora me entra la risa cínica, esa en la que expiro parte del aire por la nariz, porque quedan muchos años aún, para verte de nuevo.
A lo mejor cuando llegue ese día ya no quiero verte. Tú sí encontraste (o creíste haber encontrado) un sucedáneo, no te culpo, me alegro por ti. Porque te quiero, porque hace casi un año que no se lo digo a nadie. Porque te mereces sonreír, y porque no debería haber delegado tanto, ni preocuparme tanto del resto, y más de mí, en nosotros. Es irónico que quisiera protegerte de todo y no pudiera salvarte de mí.
Eres como gotas de lluvia que impactan en mi cara y cuando quiero tocarlas ya no están. Me quedan 60 años – con optimismo – para inventar esa famosa máquina que permite viajar en el tiempo. Sólo para decirte adiós, sólo para despedirme de ti, de tu verdadero yo, de ella. Me voy al sótano a trabajar, lo más seguro es que nunca lo consiga pero, seguro que nos veremos pronto, aunque luego tú no te acuerdes.
¿Quieres jugar en la nieve, conmigo…?
DreamS
Tendría que haber sabido que se trataba de sólo un sueño. ¿Debería haberme fijado más en los detalles…? No lo sé.
Estábamos hablando por teléfono y no recordaba haberte cogido la llamada. Tenías 20 años y me decías que eras mayor de edad, chapurreabas catalán. No me sentía especialmente nervioso, la verdad es que me preocupaba. Mi habitación era tan grande como el piso donde vivo y estaba llena de papeles oficiales a tamaño gigante. Todo lo que deseaba, ocurría. Quería tenerte cerca y a los pocos segundos correteabas por la habitación.
Seguro yo me acerco y con autoridad te digo que he visto una mancha en la pelvis. ‘Ah eso, me lo hice hace tiempo’ – respondes.
No le doy la mayor importancia, te cuento que casualmente la noche anterior había soñado contigo y que, vamos, me parece muy fuerte, pero no pienso nada. Me da miedo preguntarte por el número, ya no me interesa pero, sigue allí…
Me acerco más, eres igual, igualita. Te cojo:
-S. Dime que me quieres.
-Te quiero – dices sonriendo-. Te acercas y me besas suavemente.
-Dime que me quieres sólo a mí.
-Te quiero sólo a ti. ¿Sabes…? Podría decirte muchas cosas y no podrían ser verdad, podría decirte algo que te quedarías ‘expresión rara’
-Ya sé que estás con alguien.
-¿Ah sí? (Muy sorprendida) ¿Quién te lo ha dicho, Juanjo?
-No hizo falta.
Todo vuelve a la normalidad, todo va desvaneciéndose, hasta que vuelvo a escuchar el sonido de la televisión. Este sueño ha sido como un regalo, a diferencia de otros me ha hecho levantar con una placidez olvidada… ¿Gracias, recuerdo; subconsciente?
Esmail
Vale, está bien, ¡lo reconozco! Te echo de menos. No sirve de nada engañarme ni pretender que no existes pero, lo que más miedo me da es, ¿cuánto va a durar? Antes un día sin ti me parecía una eternidad, y ahora, ahora ya hace un año.
Sí, confieso que te echo de menos, y mucho, en cantidad, pero es distinto, porque para mí esas tres palabras lo significan todo, y todo, son muchas cosas. Ahhh… tu sonrisa, tu sonrisa, ay, las personas que tengan la suerte de verla cada día, y deleitarse, con tus labios y comisuras, con tus pómulos realzados y mejillas sonrosadas.
No quiero conformarme con una copia, no quiero tenerte más veces, sólo quiero saber, sólo quiero saber si algún día podré decir lo mismo por otra persona, o si como me temo, esta vez será la última, y toda la vida que me quede por delante la pasaré pensando en ti. Dicho esto, para mí sería un honor amarte hasta el final de mis días, porque ha sido la cosa más importante que he hecho en la vida, lo que no, lo que no soporto amor mío son las copias, porque me recuerdan a ti, más de la cuenta…
Sí, lo he asumido, te echo de menos, ¿y ahora qué? Me pregunto… tantas cosas. Yo no pido nada, y si antes era feliz tan sólo con verte, aunque lo tenía todo… Me pregunto si era feliz por saber que esa sonrisa era mía y para mí, me pregunto si es eso lo que cambia las cosas. Me pregunto… si seguirán los sueños, esos malditos sueños.
Ahora quizás viene lo más duro, haber asumido que te he perdido, para siempre, darme cuenta de que nunca te había tenido, y desear más que nada lo que no podré volver a tener. Cariño, si tu sonrisa me quita el sueño, ¿un beso tuyo me quitaría la vida…? (Dámelo pues).