Abrimos la boca en cuanto se ejecutó el juego. El logo de SEGA -tembloroso como la cinta que acaba de arrancar- y la definición de diccionario de Overkill -posible primera referencia a Tarantino- daban la bienvenida a una de las pruebas más emocionantes que hemos realizado en los últimos meses. La intro no dejaba lugar a dudas de que el estilo noventero se había vertido sobre toda la "cinta": Una pantalla con un sello que recuerda a Movierecords, mucho grano. Un vídeo real de una tía "de las de antes", apretada en cuero y contoneando sus bondades de forma tosca ante la barra pulida de cualquier antro rodeado de Harleys. La música sube de intensidad y los créditos se presentan en la tipografía de antaño. La tiarraca lleva un cinturón de balas reales, pero desenfunda una pistola inesperada: un Wiimote adecuadamente cubierto con su funda de silicona. Nuestra boca, aún abierta, forma una sonrisa, traga saliva y suelta un par de exclamaciones. Ha comenzado la película.
Antes de liarnos a tiros quedaba tiempo para que nos creyéramos más eso de la peli de terror de serie B. Los capítulos se introducen con secuencias grabadas con el motor del juego que derivan en una ilustración de cartel de cine. Un comentarista exagerado narra los hechos, y los diálogos y la acción del Agente G y Washington se intercalan con fluidez (esto es, darse un puñetazo pese a ir de compañeros, o discutir de dónde viene eso de la G ante una horda de zombis).
No creáis que dejan de hablar y gritar cuando comienza el control del jugador (ni creáis que nosotros lo hicimos). Ya sabemos jugar a esto, porque sabe a recreativa (también de aquellos años). Los casquillos saltan por doquier mientras una cámara de velocidad endiablada nos lleva por fuera y por dentro de una casa a punto de la hecatombe. Los zombis vienen hacia nosotros, caen del techo o surgen de cualquier recoveco. Son rápidos y van dando tumbos. Las escenas son muy fuertes -experimentando con un muerto en una camilla o triturando carne en una máquina- y la sangre y los restos decoran cada escenario antes de que entres. Mucho más, después, con zombis "preparados" que explotan específicamente para dejar un buen regalo en las paredes.
Los impactos de bala son satisfactorios y las reacciones cómicas y exageradas, pero fluidas. Sumado a la agilidad de los monstruos, parece que Headstrong ha dado con la clave de la vieja franquicia. También ayudan los geniales giros de cámara, con desenfoque de movimiento incluido, que aportan a la tensión sin dejar un respiro (de hecho, habrá planos de esos de ver un secreto y no poder alcanzarlo a tiempo).
El puntero no parece presentar ningún problema. Los disparos son precisos y la recarga funciona bien agitando el mando (o esperando a gastar el cargador y apretando el gatillo de nuevo). El botón "1" cambia de arma (probamos la escopeta, que compramos en una armería, todas son actualizables previo pago) y el "-" lanza granadas, para limpiar la pantalla en momentos de agobio. En algún punto notamos un ligero tirón en cambios de plano en las escenas más pobladas, algo que no parecía darse en el modo en solitario. Esperemos que no se convierta en un mal mayor.
En HotDO, de cada tres palabras, cuatro son tacos. La adaptación al castellano es soberbia, como la que oirías en una película localizada con propiedad. En lugar de los típicos "bastardo" se pueden leer unos naturales "vamos, no me jodas" o unos, mucho más burdos pero aún con estilo "está en el quinto coño" o "avisadme cuando hayáis acabado de mediros las pollas". Efectivamente, como estáis pensando, nos acordamos de Tarantino, Rodríguez y similares cada dos o tres minutos. No solo en los diálogos que vimos, extra largos y de un absurdo desternillante que no destriparemos más, sino en cada escena que se presenta entre partes de juego: repetición de clichés, situaciones de penuria, soluciones cutres, nervios descontrolados, bromas sexuales...
La voz está en un perfecto inglés, sí, pero algo que nos chocó nos preguntamos si será un gran problema a largo plazo. Sí y sólo sí hubiera sido la voz de Washington la de Samuel L. Jackson habríamos aceptado el doblaje, y eso sabemos que suele ser complicado.
Hay siete niveles, vimos parte del principio y ninguno aparentaba pérdidas en variedad o ritmo (aparte del literal de los momentos en cámara lenta-revienta cabezas). Tienes habituales para aburrir: casa, hospital, tren, bosque... Algunas partes son especialmente intensas y los jefes finales, aunque fáciles (en el modo fácil, cachondo), son lo que se espera de un HotD. Y tampoco los destriparemos, porque vaya escenitas.
Cuando acaba cada nivel se presentan las puntuaciones, que aún no queda claro si se podrán comparar online como en Ghost Squad. Se miden los aciertos, los combos (que tienen un indicador ingame para que sepas cómo vas) y cosas como el "goregasmo", otra marca de la casa. Tampoco supimos si existen caminos alternativos, pese a que los prefijados parecen suficientes. Ni pudimos probar el supuesto modo dual (a dos manos sin tener que jugar a dos jugadores, ¡sí!), supuestamente desbloqueable. Finalmente, se deben necesitar muchas más horas para ver todos los extras (galerías, modelos...) o exprimir los minijuegos de tiro.
Con la sensación de haber pasado un rato distinto y divertidísimo en Wii, con la de que este juego puede continuar la serie con total firmeza, dejamos la prueba de House of the Dead Overkill. Un buen rato después, cerramos la boca.