No sé por qué caí en el fatal error de prometer tal cosa; no lo sé. Me arrepiento. Tampoco sé si en verdad te deseo porque no puedo tenerte, o porque siempre ha sido así.
La promesa fue una excusa, porque, de no haberla hecho; ¿Qué haría ahora? Nada. Nada podría hacer, daría igual lo que quisiera, necesitara o pensara. Tú lo sabes muy bien, y yo, por desgracia, también. Las cosas han ido como han ido, y, sólo me queda arrepentirme de haberte dado mi palabra, en ese momento de odio -no, no diría tanto, furor tal vez- en el que la voz alcanzó un tono de desprecio, porque estaba herido, herido de muerte.
El destino, sabes que siempre estuvo de nuestro lado. Sabes que siempre intentó que siguiéramos juntos, y lo que ignoramos es que el destino lo decidíamos nosotros. Que el amor solo no basta para juntar a las personas, lecciones que te da la vida, lecciones tardías. Me arrepiento de no haber sido un mejor estudiante en la que considero la asignatura más importante.
No pretendo que entiendas estas palabras sin sentido, por eso no pienso mandarte nada. Pero sí quiero dejar un testigo, de que existido, de que te he amado, a ti; como a ninguna. Quiero que navegue como esta botella que lancé hace un año y que creo, llegó a su destino; aunque sin la reacción esperada. Esta salva dice que no volveré a amar, no porque no me den la oportunidad, sino porque en mi mundo no existe nadie más. A pesar de ser verano, es frío, a pesar de habitar gente, está vacío, a pesar de estar tú en él, estoy castigado sin verte…
¡Ay, el destino! Algunos dicen que es cruel, pero a mí me ha brindado la única forma de olvidar todo lo que llevo atrás. Porque he visto muchos reflejos – que necesitaba ver-, como también he soñado despierto las veces suficientes como para darme cuenta de que eran vulgares imitaciones, indignas de ti.
Siempre dijiste que fui un cobarde; lo sigo siendo, aunque distintos ojos me ven como un valiente. Alguien que ha aceptado su condición, y que, estúpido, llevará hasta el final la consecuencia de sus palabras. Porque al menos, me gustaría decirte adiós, pero entonces no tendría fuerzas para irme.
Estar enfermo no me da derecho a estar contigo, ni a requerir tu tiempo. Hace años que lo estoy, que estoy enamorado, y nadie; nadie me ha hecho caso. ¿Qué va a cambiar? ¿Qué cambiaría si no te hubiera prometido que nunca más volverías a saber de mí? Supongo que nada. Porque estoy enfermo, tengo cáncer, y a nadie le importa.