No hay podio de la Fórmula 1 que se precie sin una generosa botella de champán esperando al ganador de la carrera. Convenientemente agitada, desde hace más de 50 años que sirve para lanzar un chorro de euforia hacia los espectadores, la prensa que captura el momento, y los compañeros finalistas que han tenido menos suerte al volante. Sin embargo, el pasado domingo Lewis Hamilton decidió celebrar su victoria en Shanghái dirigiendo el líquido hacia una de las jóvenes azafatas que le acompañaba en lo alto del cajón ataviada con una versión moderna del tradicional vestido chino qipao. Su gesto demostró claramente que el ataque la pilló por sorpresa. Y posiblemente también que le dolió, porque Hamilton dirigió el chorro a presión hacia su cara, como si quisiera hacer diana en la oreja izquierda.
Las fotos no tardaron en dar la vuelta al mundo, y la reacción tampoco se hizo esperar. El diario británico Daily Mail fue uno de los primeros en denunciar un gesto que, también para muchos otros, supone una muestra del machismo del piloto inglés. “¡Menudo perdedor! Falto de galantería, Lewis Hamilton es criticado por rociar a una azafata indefensa con champán”, tituló el tabloide. “Fue egoísta y desconsiderado”, criticó en declaraciones al periódico Roz Hardie, directora de Object, una campaña contra el sexismo en la prensa y la cultura de la mujer objeto. “Es una posición muy incómoda para la chica, porque no le queda más opción que aguantarse”, sentenció.
Los internautas chinos también se lanzaron raudos a vituperar a Hamilton. “Otro ejemplo de un extranjero que se cree con derecho de hacer lo que quiera con nuestras mujeres”, disparaba un usuario con el seudónimo de Sean en Weibo, el Twitter chino. “No sólo con las chinas, hizo lo mismo con otra chica en Barcelona”, le corrigió una de sus seguidoras llamada Yan adjuntando la imagen que recoge el momento en el que Lewis arremete de la misma forma contra una joven rubia tras el Gran Premio de Cataluña. “La española sí que se cubrió la cara, la nuestra debe de haberse entrenado en el Ejército”, continuaba la conversación en tono ya más jocoso.
En cualquier caso, una pregunta predominaba sobre el resto: ¿quién es la azafata china? La respuesta ha llegado hoy en las páginas del diario Shanghai Daily, que ha puesto nombre a la joven: se trata de Liu Siying, tiene 23 años, se ha licenciado en Artes Visuales en Shanghái, trabaja en el departamento de Administración de una inmobiliaria y, como es fan del piloto finlandés Kimi Raikkonen, se presentó a las pruebas para ‘decorar’ el podio y aprovechar para saludarlo. A pesar de la polémica que ha provocado, asegura que no le incomodó la escena.
“Duró solo uno o dos segundos, y no pensé mucho en ello”, ha dicho. “Simplemente me dijeron que estuviese quieta en el podio y eso es lo que hice. Creo que la prensa extranjera está más sensibilizada sobre el tema que la china”. En su cuenta de Weibo, Liu también pidió que no se exagere lo sucedido. “No puedo controlar el comportamiento de otros mientras estoy trabajando. Espero que el público no haga que el incidente afecte a mi vida personal”, escribió consciente del poder que pueden ejercer los 650 millones de internautas chinos cuando se enfurecen.
No obstante, el asunto sí que ha resucitado un debate recurrente: ¿es necesario que haya mujeres jóvenes, generalmente ligeras de ropa, acompañando al ganador de una prueba masculina? “Creo que no”, responde rotunda Xu Mei, una joven feminista de Shanghái. “Es más, me temo que es algo muy habitual en China también fuera del ámbito deportivo. No hay más que ver cualquier reunión política, donde quienes sirven el té son siempre jovencitas vestidas con qipao bien ceñido. Lo mismo sucede en las inauguraciones de cualquier tipo, donde además muchas veces se obliga a las azafatas a vestir bikini o conjuntos que dejan poco a la imaginación”.
Xu, sin embargo, aplaude la decisión que ha tomado la ciudad de prohibir mujeres con vestidos sexis en el próximo salón del automóvil. “Se han dado casos en los que a las modelos incluso se les veía el vello púbico. Las imágenes en las que se ve a decenas de hombres babeando frente a ella mientras la fotografían con los móviles dan muy mala imagen pero son buen ejemplo del machismo reinante”, recuerda por teléfono. “En el caso de Hamilton, además, aunque él lo haya interpretado como una broma, existe una componente de violencia. Debería disculparse y no volver a hacerlo”.
Un deporte en el que las mujeres prácticamente son floreros, que solo se usan para decorar los podios, entregas de premios, etc. y aquí el machista y violento es Hamilton por rociar a una persona con champán al celebrar una victoria. Y mira que Hamilton no es mi piloto favorito, pero la hipocresía y la tontería de ver machismo en todas partes está llegando a unos extremos peligrosos