De vez en cuando suelo ver la TDT. No es que sea un comportamiento habitual, ya que lo habitual y casi diario es informarme por internet, pero quizás en momentos donde no tengo nada que hacer acudo a apretar botones del mando de la televisión tumbándome en el sofá. Estos días me he fijado en una constante preocupante. Veo millonarios, empresarios de grandes corporaciones, regalar dinero a desconocidos o a personas con graves problemas vitales. Personas que necesitan dinero para un familiar enfermo, porque quieren comenzar unos estudios y no pueden llegar a pagarlos, porque están inmersos en deudas que les ahogan la existencia. Estas personas pudientes, mediante un programa de televisión donde se promocionan y se convierten en mejores personas, donan pasta para que unas cuantas personas den gracias a dios.
Si bien en el debate sobre “tú que cojones has hecho para criticar esto?” yo poco pueda decir. Pago mis impuestos y con ellos el estado reparte un porcentaje muy pequeño a personas desamparadas o en riesgo de exclusión social. Además he tenido veces donde he donado dinero a causas caritativas, pero estoy a kilómetros de distancia de las cantidades que regalan estos millonarios. Por lo que desde ese punto de vista admito mi derrota, no puedo competir contra la cuantitativa generosidad de esta gente.
Generosidad, si realmente lo fuera. Porque el altruismo implica un componente de desinterés, de rechazo a conseguir algo a cambio del gesto. Y yo no veo que no consigan nada. Se promocionan como buenas personas, promocionan sus negocios y se auguran los aplausos de millones de espectadores mediante la televisión. Incluso en mi malvado pensamiento, como individuo que cuestiona incesantemente las cosas, veo un inequívoco deseo de los mejores defensores del capitalismo (los ricos) por mantener su hegemonía social. Utilizando canales y medios de altavoz con prestigio, la mayoría de las veces divulgativos y científicos, fluye su mensaje de “somos buenas personas, tenemos sentimientos, somos generosos y todos remamos hacia la misma dirección”. Como si fuese un mantra de felicidad y paz que hace florecer en nuestros corazones la bondad hacia esta gente con jet privado y diez mayordomos. Al ver lo que me quitan en impuestos pensaré en eso con una sonrisa.
Regalan diez mil dólares a una mujer y un viaje a las Bahamas, mientras la plantilla gana el sueldo mínimo, con contratos precarios y con un seguro médico de escándalo por bochornoso. Los casos son todos de los EEUU pero podríamos trasladarlos a la realidad socioeconómica de nuestro país. Otro tipo se pasa tres días en un barrio pobre, donde casi todo el mundo está desempleado, los jóvenes no tienen estudios y se dedican a las pandillas, y quiere ayudar en un centro social para el barrio. Dando dinero. Sin atacar y cuestionar el problema de raíz, que es el sistema económico en el que vive. El mismo sistema que lo hace inmensamente rico y que lo ayuda a coger un par de días de su ajetreada vida en su mansión, para regalar dinero interesadamente en la televisión a los pobrecitos que trabajan para comer y vivir dignamente. El sistema funciona, para ellos.