Hace días que no subo nada, en parte porque estoy trabajando en otros asuntos. También hace días que pienso en rescatar algunos relatos que se perdieron entre páginas y montones de folios para dar de comer a mis fans hambrientos... supongo que eso haré (:
Esto de hoy es algo que acabo de escribir: sin mucho pensar (o puede que sí). Aparentemente no tiene mucho sentido (o puede que sí). El título, pues eso... ¡Un beso! ;D
—Hoy la he visto, ¿sabes?
—¿Ah sí? ¿Dónde?
—En los cielos.
—¿Cómo ha sido?
—Entregué algo para subirme a un cohete.
—¿Y cómo estaba?
—Como siempre.
—¿Guapa?
—No sé, tenía oculta la mitad de la cara.
—¿Y esa mitad era guapa?
—Supongo…
—¿Y por que no diste la vuelta para ver la parte oculta?
—No podía.
—¿Por qué?
La primera voz se queda en silencio. Luego dice:
—Ayer escribí mis memorias en un cartón de leche.
—Lo sé.
—Es verdaderamente triste, ¿cierto?
—Sí.
—¿Pero qué es triste: que las escribiera en un cartón o que me haya sobrado espacio?
—¿El cartón estaba lleno?
—¿Qué? Vaya pregunta más tonta. ¡Por supuesto que no!
—Entonces tus memorias están vacías.
Hay una pausa y la segunda voz sigue hablando:
—Las vacas son divertidas: mugen y te miran con ojos embobados. Oye, no te enfades. Va, que era una broma y además, ¿no te das cuenta que va por los dos? Ei… “Muuuuuuuuuuu…”
La primera voz se ríe.
—“Muuuuuuuuuuuuu…”
—Vale, vale…
—¿Ves? Ya te dije que eran divertidas. Tú también lo eres y, a veces, también tienes ojos embobados.
—Siempre me han dicho que son bonitos.
—Vaya, ¿y tú te los has creído?
—Pues… no lo sé. Me da igual, supongo.
—Haces bien. Te dicen lo que quieres escuchar, y en el mejor de los casos mienten.
—¿Entonces, no tengo que creerme a nadie?
—A nadie, nadie, no. Puedes confiar en una vaca.
—¿Tienes bovinofilia o algo?
—No, para nada. Simplemente me parecen interesantes.
Ambas voces callan, y luego la primera retoma la conversación:
—He estado haciendo limpieza.
—Ya veo, hiciste mucho ruido estos días.
—Sí…
—¿Todo esto vas a tirar?
—Sí.
—¿Seguro?
—Sí… ¿Por qué?
—Son muchos… ¿No te arrepentirás?
—Hombre, digo yo que sí están ahí será por algo.
—Pues sí, también tienes razón. Pero ya sabemos cómo eres… En cualquier caso, me gusta que hayas llenado la otra caja.
—¡Claro! Tener proyectos es la base de todo. Ayer me convertí en mandarina.
—Me gustan las mandarinas. ¿Significa eso que ya no vas a exprimir más naranjas?
—¿Qué?
—Ahora que eres mandarina, tendrías que mostrar algo de respeto y empatía por los mayores.
—De verdad que dices unas cosas que descolocan a uno.
La segunda voz se ríe y piensa: «como si fuera el único». Luego dice:
—¿Te crees que no sufren? ¿Qué no es una tortura un exprimidor eléctrico? ¿Te crees que no lloran por tener la piel áspera?
—¡N—no, no lo sé! ¿Lo hacen? ¿Entonces se supone que no puedo tomar más zumo?
—Claro, pero ya exprimido y concentrado. Así de paso, puedes escribir la segunda parte de tus memorias.
—Vale ya, ¿no?
—¿No has aprendido nada? Dije que no confiaras en nadie…
—Pero tú… tú eres…
—Sí, yo soy… ¿Y cuántas veces te he engañado? Dime, ¿Cuántas…?
La primera voz se calla. La segunda sigue hablando:
—¿Y dime, era guapa?
—Sí, ¡mucho!
—Me alegro. ¿Le mandaste recuerdos?
—No, no pude hacerlo.
—¿Por qué?
—Estaba sorda…
—¿Te vio?
—No, también estaba ciega.
—¿Respiraba?
—No lo sé, supongo. Vi signos de vida, pero tampoco soy médico.
—Entonces, ¿cuándo vas a acabar la novela?
—No lo sé.
—¿Por qué no la continúas ahora?
—Porque no puedo.
—¿Y no te da pena que se vaya muriendo poco a poco?
—Según la teoría cuántica, todos estamos muertos incluso antes de nacer. Dudo que sea relevante un manojo de folios escritos de forma pueril.
—A mí me gustan.
—Y a mí.
—Y a más gente.
—Eso es lo que te han dicho… todos mienten, ¿no?
—Touché. Casi todos.
—Pues eso. Lo importante es que me guste a mí.
—¡Pues claro! Y sé que te encanta. ¿Quieres acostarte?
—¿Con quién?
—Contigo.
—No sé, no tengo sueño.
—Bueno, ¿me llevas de la mano a la habitación?
—Claro —dice sonriendo.
—Y... ¿Me darás las buenas noches?
La primera voz implosiona el diafragma produciendo un intenso resoplido de aire a la vez que, de nuevo y con una sonrisa en los labios, responde: Por supuesto.