¿Cómo saber si lo que estamos haciendo es lo correcto? ¿En verdad debemos dejar guiarnos por el corazón? ¿Acaso nunca se equivoca?
Corazón: Déjame ir, por favor.
Razón: No, no puedo hacer eso.
Corazón: Lo necesito, me duele, vámonos ya o sufriremos los dos.
Razón: Como he dicho, no puedo.
Corazón: ¿Te das cuenta de que lo que dices no es del todo cierto?
Razón: Puede que no, puede que sí. Casi todo en este mundo es debatible, pero no
puedo dejarte hacer lo que me pides, amigo.
Corazón: No me llames amigo, no quiero hermanos como tú, o debería decir hijos.
Recuerda que tú piensas gracias a que yo oxigeno el cerebro.
Razón: Razón no te falta. Tú ten presente que eres capaz de oxigenar porque yo te permito dejarte trabajar.
Corazón: ¿Por qué?
Razón: He oído, visto y experimentado sentimientos y actos negativos sobre su persona.
Corazón: ¿Pero y qué? Ya nos los contó, la engañaron. Ella dice la verdad.
Razón: Una verdad a medias, es demasiado arriesgado. Piensa que no estás curado del todo. No te expongas otra vez.
Corazón: ¿Acaso no te sientes genial a tu lado?
Razón: Soy yo quien libera la ingente cantidad de fármacos que inundan el torrente sanguíneo. Y aún así, no puedo dejarte.
Corazón: ¿Y si te equivocas?
Razón: ¿Y si te equivocas tú?
Corazón: El refranero popular siempre anima a escuchar el corazón.
Razón: Y de ahí salen todas las historias de desamor.
Corazón: Lo mío es real, es vivo, es pasional.
Razón: Mi amor es igual al tuyo, sólo cambia el haber pensado antes de actuar. Créeme, hay cosas que no entenderías, que ni yo soy aún capaz de entender y no creo que nunca comprenda
Corazón: Quiero verla. Sólo una vez.
Razón: Dejaremos que él decida como siempre, cuando despierte.
Corazón: Ganaré yo, ya verás.
Razón: Espero que no, no le conviene.