Turn the page«Pasa pagina», dice la gente.
«Pasa pagina», me dicen. Y Paso página. ¿Y qué me encuentro? Con una página nueva y limpia de color blanco, lista para ser llenada de fantasías, recuerdos o experiencias. Lo peor es que no tengo nada que decir, y ahora ya no puedo volver atrás… ¿Por qué habré pasado página? – me pregunto angustiado. ¿Por qué no puedo llenarla con algo? ¿Por qué…?
«Pasa página, pasa página…» Las voces me invitan a seguir, avanzando a ciegas por un mundo que aún está por crear. Y yo, les hago caso…
«Pasa página, pasa página…» ¿Por qué? ¿Por qué lo sigo haciendo? Tengo angustia, siento que, siento que no puedo quedarme aquí. En medio de la nada, de tanta soledad.
«Pasa página, pasa página…» Siento que tengo que salir, que escapar, que marchar. Quiero irme, pero adónde quiero ir no puedo llegar. ¡Yo quiero ir marcha atrás!
Llego a la última página del libro y antes de pasarla pienso si estará bien quedarme donde estoy. Si puedo poner el punto allí y esperar, a que me venga la inspiración y pueda tener un buen final. Con dos líneas me basto para darle un giro espectacular. Espero.
«Pasa página, pasa página…» Espero un poco más.
«Pasa página, pasa página…» Sigo esperando.
«Pasa página, pasa página…» Paso página.
Al cerrar el libro me eché a llorar. Perdí mi única oportunidad. La oportunidad de continuar engañándome un poco más, y soñar, despierto. Dibujar un piso y dos personajes, una nave espacial y miles de viajes. Seguir siendo feliz en cada párrafo, porque me voy lejos de ti para encontrarla a ella.
¿Que por qué pasé página? Me dejé llevar, como tú. Además, soy un chico de recursos, siempre me quedará la contraportada para escribir un utópico final.
Ya no llorasTú ya no lloras, ¿Verdad? Has madurado, has crecido a la vez que tu corazón se empequeñecía, pero sigues pensando que es tan grande que no te cabe en el pecho.
Tú ya no lloras, porque alguien vació el pozo de tus lágrimas. Por eso no te permites ponerte triste, porque sabes que no saldrá nada, y eso te entristece mucho más.
Tú ya no lloras, porque sólo lloran las niñas y tú ya eres una mujer hecha y derecha (que a veces sigue jugando a ser pequeña).
Tú ya no lloras aunque a veces, cuando estás muy triste, te pones debajo de la ducha para simular que lo que resbala por tus mejillas es producto de la melancolía.
Qué quieres-Hace tiempo que quiero preguntarte algo.
-Dispara.
-¿Esto lleva a algún sitio?
-¿A dónde te gustaría ir?
-Esa no es la cuestión. ¿Hay algún destino?
-Supongo que sí, hay muchos para elegir.
-Te estoy hablando en serio, para el coche, deja el puto mapa y responde. ¿Qué quieres de mí?
-Hoy quiero tu cuerpo, mañana quiero tu mente, y pasado tu corazón. A día de hoy necesito compartir cada segundo a tu lado y castigar mi piel con el calor que desprendes. Es abrasador lo que me haces sentir, duele tanto que parece una penitencia más que un placer, pero me encanta saber que estoy vivo, y que vivo por ti. Porque estoy locamente enamorado, y porque te deseo tanto que literalmente muero, me deshago, me convierto en mantequilla al rozarte. Y con ello quiero decirte que eres y serás mi única amante.
-(Ella traga saliva)
-Mañana, cuando tu olor sea un fresco recuerdo me ocuparé de moldear tu mente como una pieza de arcilla. Me zambulliré dentro de tu cabecita y usurparé todos tus pensamientos. Me impregnaré de tu conocimiento y me haré afín a tus gustos. Cuando por fin sea tu alma gemela te llevaré la contraria para discutir contigo cada día, para estimular nuestras mentes en compañía. Quiero hacerte saber que serás mi mejor amiga.
-(Ella se reclina cómodamente en el asiento)
-Pasado, cuando sea poseedor de la parte tangible de tu ser y tenga todos tus sentidos concentrados en mí, emprenderé la tarea más difícil. Emborracharé tu corazón hasta que se crea lo que le diga. Lo embriagaré palabra tras palabra, beso tras beso, abrazo tras abrazo, hasta que no pueda pensar, hasta que no pueda rechazarme. Y cuando me declare, y cuando por fin te pida la mano, con ello te diré que serás mi único amor.
-‘
Quién me mandaría preguntarte nada’ -Y ahora dime, ¿a dónde quieres que te lleve?
-¿Y si te dijera que lo puedes tener todo esta noche?
-Lo sé pequeña, mi corazón va a mil por hora. Pero esta vez no quiero equivocarme, quiero hacerlo bien, ir pasito a pasito, empezar, continuar y terminar con las mismas ganas.
-Entonces, empieza llevándome al asiento de atrás…
Se encontraron a medio caminoSe encontraron a medio camino de la nada. El nexo, un mensaje de madrugada. No hubo palabra, no hubo respuesta. Nunca dijeron quién lo había mandado. ‘Si lo prefieres te diré que esa noche jugaron en la niebla, y que podían verse en la oscuridad (sólo si quieres, aunque no sería verdad).’
En realidad se encontraron en ninguna parte, habitación de hotel color blanco violado. Se comunicaron por señas durante todo el tiempo, desde la estación, andando por las calles hasta llegar a un cubículo que olía a redención.
Los dos primeros días siguieron con su voto de silencio. Se sentaron uno enfrente del otro, y se contemplaron, durante horas. A cada largo rato iban acercando las sillas, avanzando poco a poco. ¿Buscaban algo? Intentaban reflejarse en el iris del otro como antaño, pero tenían miedo, un desconocido había robado el cuerpo que antes conocían como suyo. Al terminar el segundo día sus narices se tocaron, sorprendidos saltaron hacia atrás como cachorros asustados.
Al tercer día y la segunda noche sin dormir llegaron a su límite y estando rendidos, hicieron tregua. Se tumbaron a lo largo de la cama dándose la espalda pero ninguno de los dos pudo conciliar el sueño. Uno de ellos se dio la vuelta y sin pensárselo dos veces agarró al otro por la barriga. Nunca dijeron quién había sido.
El cuarto día despertaron extrañados. No reconocían esa habitación ni sabían qué hacían en ella. Lo que sí recordaban era ese olor por la mañana y la sensación de bienestar. Uno de ellos se giró y volvieron a mirarse, observarse, contemplarse, extrañarse, adorarse…
Así llegaron al quinto, resistiéndose a expresar lo que sentían. Impidiendo contarse cuánto se querían, obligándose a mantener en secreto lo que las paredes ya sabían. Los suspiros acompañaron a los dedos que redescubrían bellos parajes, y las ropas desaparecieron para exhibir lo que ocultaban los trajes. Planicies que sabían a victoria, cordilleras que desafiaban la lógica, montículos que albergaban la gloria.
Pasaron cien años y seguían encerrados en una habitación de hotel color rojo pasión. Se comunicaron lo justo durante todo el tiempo, desde la cama al sillón, andando por los azulejos hasta llegar a un baño que olía a absolución.
Por casualidad uno de ellos escribió en un papel: -‘¿Te has olvidado de hablar?’ El otro respondió: ‘-A veces es mejor callar’. El primero volvió a escribir: -‘Es que me gustaría poderte escuchar’, a lo que el segundo respondió: -‘No me pidas lo que no te puedo dar’.
El primero echó a llorar, el segundo lo acompañó. Hicieron lo que mejor sabían hacer: (lasti)-a-marse. Gimotearon cuánto pudieron, y sus manos, y sus cuerpos retorciéndose, no pararon de sentirse, de comunicarse, de explicarse lo que las palabras callaban. Se apretaban con fuerza, se frotaban con las palmas y con las yemas de los dedos, con los puños se abrazaban y con las rodillas se besaban. Con sus cabezas, y sus bocas, mordiéndose las orejas y los labios, desgarrando las pieles que los ocultaban…
Esa noche dieron la última capa de pintura a la habitación que los vio renacer. Esa noche volvieron a formar parte de un único ser. Ella había recuperado la memoria pero ambos habían renunciado al idioma. Se habían extirpado el sonido que los identificaba. ‘Sin cuerdas vocales no caeré en la tentación de volver a llamarla’ Sabías palabras las de él, que se había negado reconocer la evidencia. ‘Sin cuerdas vocales no podré volver a llamarle’ Sabías palabras las de ella, que se había jurado que por él, a nadie más querría hablarle.